"Es necesario que se pregunte para que yo siga vivo, por que yo soy tan sólo su memoria". HAROLDO CONTI. Los caminos, homenaje.




IRIS PAULINI

Publicado en Parodias el 8 de Octubre, 2013, 12:31 por MScalona

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Y A PESAR DE TODO...

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Y a pesar de todo, de lo mal que la estoy pasando ahora, aquel verano me parece en cierta manera feliz. El papa súper man de mi ex, nos invitó a la playa; para el que compra 100 gramos de paleta en vez de jamón cocido, esta invitación, es como abrir un paquete de galletitas o de puchos sin que se te quiebre antes de llegar al final de la tirita roja engominada ( léase golazo de media cancha).

De haber leído menos a Herman Hesse y más “Oh la la”, hoy tendría marido o la clara convicción de que jamás de los jamases se debe vacacionar con la familia de “ellos”.

No sé cuántas horas de auto fueron de un tirón para llegar a la tierra de la alegría, donde todo el año es carnaval;  yo, con mis tres palabritas aprendidas en el viaje, que me iban a abrir más puertas que las típica tire y empuje: presunto, queiyo y obrigado(esta última agregada como técnica infalible  para que el sándwich fuera realmente grande).

El lugar, pipi cucú, no sé si tanto como me lo dibujaron, pero al menos, era verdad que desde la galería de la casa que estaba en una planta alta, veíamos el mar. Un mar mucho más trasparente que el de “la Feliz”. ¿Qué más puedo pedir, se preguntaran ustedes, o me preguntaba yo? Con el transcurso de los minutos y tal vez siendo una malnacida, entendí que podía pedir muchísimo más.

Por ejemplo, y solo con fin enunciativo, si te clavo un taxativo, te escribo una novela y no un relato, que me pongan cara de feliz cumpleaños cada vez que me levantaba y arrastraba al “nene” a uno de mis mayores vicios: desayunar en el bar del centro de la isla, sin que  vean a este simple acto, como una conspiración a la unión familiar o un desprecio al yogurt de coco repugnante, que celosamente guardaban en la heladera; o que entiendan que, al margen de que no me gustaba la comida que hacían y que tuve que tragar por 13 noches consecutivas,  necesitaba cenar a solas con mi prometido en algún restobar del lugar, aunque sea una puta noche de las catorce; o que mi chico entienda que tenía treinta años y que el acontecimiento singular de que sus papis estén en la habitación contigua no impide que nosotros, en la habitación del lado y con baño privado, repasemos intensamente los huecos blancos que deja el sol por las tardes para  prender fuego por las noches. Y por sobre todas las cosas, que su padre se ahorrara ciertos comentarios tales como: ¡tapá un poco a tu novia, Marcos! ¡Mirá la bikini que se puso!. Juro por Dior, que no era un hilo dental. Y por empezar, fue un regalo de Marcos, claro está, guiado por mí:

-Marcos; ¿qué me vas a regalar para Navidad?

-Nada gorda, no tenemos un peso, estamos ahorrando para el casamiento.

-¡Ah, largá el queso!, ratón, que vos cobrás aguinaldo, quiero una bikini para Brasil.

-Bueno, vemos.

-Mirá, ésta quiero, y le señalé la gráfica de esta pendeja que está de moda y raja la tierra, él miró con cara de acá no está pasando nada (más bien pensando cuánto lomo suelto y yo comiendo puchero…), que por el mangazo, y largó ese glorioso:

-Bueno.

Yo agarré el teléfono y  la llamé a Tali para que me ayudara a elegir el modelo y olvidándome de Marcos, la computadora y la media hora que se quedó frente al catálogo de una mina completamente bronceada y marcada, mirando las “bikinis” pero sin que pueda llegar a decirme, hora más tarde, cuál de los 10 modelos le gustaba más (tampoco eran 40):

-         No sé gorda, están todos buenos.

Y así fue como me compró cualquiera, ¡una triangulito!, hellouuu!, entérate que tu novia tiene 83 cm de busto y sin “algo” que las contenga, le quedan Néstor: una mirando para cada lado. Como reza la regla, todo mandado  encomendado a un hombre tiene que terminar pasando por nuestras propias manos.

Evidentemente elegí un modelo que me favorecía (entre los inventos del siglo  XXI nadie resalta el salto cuántico que logró el push up) porque el viejo de Marcos, tal vez ya por problemas de visión, no paraba de hacer comentarios sumamente favorables a mi delantera.

Y así, día tras día, llegaba el momento de dejar tímidamente el pareo y ¡sácate!, se venía el comentario de mi culo o de mis tetas. Paréntesis: todo está terriblemente afectado por el peso que la gravedad ejerce sobre un cuerpo que caminó casi treinta años sobre la tierra. Por ende, tampoco entendía el porqué de estas no muy felices acotaciones, como tampoco entendía la impunidad que yacía en el silencio del resto del clan familiar. Silencio que no estaba dispuesta a respetar, ¿pero qué hacer?, ¿Qué agregar?, ¿cómo enfrentarle? ¿Sería suficiente un: imagínate si te gustan ahora que son dos pasas de uvas,  que vas a decir cuando me las infle como dos llantas? Y así, entre estas existenciales preguntas, me pasaba las tardes frente al sol, que evidentemente, me derretía las pocas neuronas que me quedaban, porque no se caía una idea, torturada por saberme ser cómplice de eso, que para mí era, una especie de violencia en forma de comentario. Me sentía esclava del poder, del que le pedía a mi ex que se sublevara, siendo una perfecta cobarde.

Y la última tarde,  nublada, pero que uno baja a la playa, porque siente la obligación moral y ética de hacerlo, como si estar adentro, tirado en la cama, leyendo un libro, es menos vacaciones que estar cagándose de frío y jugando al tejo, el sol salió de entre las nubes, y en dos minutos la playa se vistió realmente de fines de enero.  Y no sé si fue la ausencia de Marcos en el círculo, o la mirada láser que me lanzó el jovie cuando me saqué la ropa, que me animó a llevar a cabo la siguiente acción. Salir corriendo y encarar con rabia el mar, con una bravura tal para permitir que la primera ola me revolcase por completo, me profanara, me liberase, me anestesiara y me devolviera a la orilla  completamente en tarlipes.

La famosa bikini había sido arrastrada mar adentro. Fiel a mi estilo, a todo o nada, caminé en dirección a la playa. La madre de Marcos, se enredó mentalmente  buscando adentro del bolso playero algo para darme, un pareo, una remera, un par de ojotas, una pulsera, cualquier cosa que tape lo evidente, el hermano más chico, llevo sus dedos índice y medio debajo de su nariz, imitando a un falso Hitler, que aludía a la forma de mi recortado vello púbico. El más grande un poco descompuesto de la risa, por ese gesto, corrió al mar, pasándome a distancia prudencial, en acto heroico de rescatar mi traje de baño o eludiendo la situación engorrosa.

Para cuando llegué al campamento de reposeras familiar, él, era el único que sonrojado me miraba a la cara y de sus ojos pude empezar a vislumbrar una lagrima, de entenderlo todo o de finalmente no entenderlo nada.

Yo estaba desnuda y no me importaba, o quería estarlo. A simple vista asomaban dos pezones completamente erectos por la temperatura del mar, dueños de dos pechos tímidos, que más bien siguen pareciéndose a los de una nena, con su cómica diferencia entre uno y otro notoriamente expuesta; la cicatriz de la falta de apéndice, que me cocieron como a un chancho, autónoma de la lycra que la resguardaba favoreciendo la impresión de un vientre perfecto y mis otros dos labios sintiendo por primera vez, la frescura de la libertad. Todo mi yo entero bajo el sol de Brasil, sin nada que ocultar.

Es común que la desnudez a ciertas personas le siente incómoda. A mí, no. El morbo necesita de algo oscuro para crecer. Necesita algo secreto, algo anormal, algo que no se ve. Y yo era solo un cuerpo, un cuerpo normal, como cualquier otro, completamente  despojado y claro, resplandeciendo por la sal marina que impregnaba al sol en mi piel. Y sin embargo, nunca en mi vida, me sentí tan yo.

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IRIS PAULINI

  
Autores
María Paula Cerdán, Francisco Kuba, Verónica Laurino, Marcelo Scalona, Caro Musa, Claudia Malkovic, Silvina Potenza, Marcela González García, Soledad Plasenzotti, Natalia Massei, Mónica M. González, Ariel Zappa, Cintia Sartorio, Cecilia Mohni, Silvia Estévez, Julia M. Sánchez, Matías Settimo, Marisol Baltare, Maximiliano Rendo, Matías Magliano, Andrea Parnisari, Roberto Sánchez, Alina Taborda, Nicolás Foppiani, Mayra Medina, Alfredo Cherara, María B. Irusta, Ale Rodenas, Laura Rossi, Germán Caporalini, Rosana Guardala Durán, Rosario Spina, Sergio Goldberg, Luisina Bourband, Alejandra Mazitelli, Tomás Doblas, Laura Berizzo, Florencia Manasseri, Beti Toni, Nahuel Conforti, Gabriela Ovando, Diana Sanguineti, Joaquín Yañez, Joaquín Pérez, Alvaro Botta, Verónica Huck, Florencia Portella, Valeria Gianfelici, Sofía Baravalle, Rubén Leva, Marcelo Castaños, Luis Astorga, Juan Pedro Rodenas, Esteban Landucci, Dora Suárez, Laura Cossovich, Alida Konekamp, Diego Magdalena, Franco Trivisonno, Gerardo Ortega, Roberto Elías, Facundo Martínez, Ariel Navetta, Graciela Gandini, Jimena Cardozo, Soledad Cerqueira, Juan Gentiletti, Sebastián Avaca, Emi Pérez, Adriana Bruniar, Mariano Boni, Flor Said, Elina Carnevali, Roxana Chacra, Lorena Udler, Nora Zacarías.-