EUGENIA ARPESELLA
Publicado en Parodias el 21 de Septiembre, 2012, 11:18 por MScalona
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Clarissa Dalloway, Evita y la tia Chela “Sobresalir crea jueces” José Narosky
De tía Chela heredé algunos libros de su biblioteca cuando todavía estaba viva. Nunca se casó ni tuvo hijos, sin embargo siempre contó con la ayuda incondicional de tía Nené, su ahijada y apoderada hasta sus últimos días y quien tomó la decisión de internarla en un hospicio de ancianos cuando tia Chela empezó a desvariar con seriedad de octogenaria. A tía Chela le llegó ese momento en el que las voces de su propia conciencia empezaron a desafinar y como a todos les sucede en esta vida, fue víctima de si misma. Debe ser el delirio paranoide que acecha a los que cultivan pacientemente los malos hábitos de la soledad. Fue así que mientras Tia Chela se acomodaba en su nuevo hogar se organizaba la repartija. Había que vaciar su departamentito de calle Tucumán para ponerlo en alquiler y de ese modo poder costear los gastos del asilo. Aunque ella nunca se enteró, todos ligamos algo, incluso algunas vecinas nuestras se quedaron con buena parte de su colección de libros que, en su mayoría, provenían de mesas de saldo. “Corazones en llamas”, “Esclava del deseo”, “La frágil llama del amor”, y “Tormentas de Pasiones” son algunos de los títulos que cautivaron el espíritu de la menor de las hermanas Sáenz. Si bien en medio de acalorados debates familiares se propuso hacer un “asadazo” con tanto papel, la abuela Beba, sobrina de Tia Chela, se impuso y los repartió. Ella por ejemplo se quedó con una colección de novelas de Guy de Cars: “guarda que esas son buenas”, dijo . El asunto no menor es que tía Chela, cual lectora empedernida, comentaba todos sus libros en los estrechos márgenes con apreciaciones de todo tipo. Desde expresiones onomatopéyicas del tipo “ja,ja,ja”, comentarios laudatorios y hasta enojos, repudios y disentimientos, tanto con los autores como con personajes en particular. Todos los que nos quedamos con alguno de sus libros, coincidimos en lo engorrosa que se pone la lectura con el garabateo de tía Chela. No sabemos si es la caligrafía o si son sus opiniones personales, pero como tampoco podemos quejarnos ya que los libros vinieron “de arriba”, y además, porque la sangre tira, de vez en cuando nos tomamos el trabajo de hacer lectura doble, porque Tia Chela y de esto a nadie le sobrevive una duda, tenía altísimas pretensiones de ser escritora. No sólo en su afán de dialogar con sus libros, ejercicio de todo gran lector, sino por los documentos clasificados de sus “memorias” que dejó plasmadas en una carpeta que ahora atesora mi abuela en su ropero. Respecto a sus aspiraciones literarias, según la abuela, tia chela siempre escribió sus diarios a la sombra de su hermana mayor, la abuela Betty, mujer culta y refinada que “escribía como los dioses”. En la repartición pude agarrar un diccionario de inglés de bolsillo con el que tía Chela traducía los títulos de las películas de la revista del cable, (esto lo sé por sus anotaciones) y.... Señora Dalloway de Virginia Woolf. Recuerdo que cuando cumplí diez años me llamó para felicitarme. La había visto pocas veces en mi vida y todo lo que sabía de ella eran las cosas que contaba mi abuela, pero el verdadero interés por tía Chela se me reveló ahí mismo, cuando tuve en mis manos a Señora Dalloway. No por el libro en sí, sino porque antes de empezar a leerlo, presté especial atención en las desalentadoras anotaciones que tía Chela había hecho sobre el mismo. Digamos que, como una especie de apriorismo, fue precisamente eso lo que justificó mi posterior lectura.
Posfacio de Tia Chela a Señora Dalloway: “Por fin se terminó este libro..! Cuanto me aburrió!. Según la editorial ésta es una de las obras maestras de Virginia Woolf, en su delicada arquitectura narrativa. Justamente fue eso lo que me aburrió: su larga y pesada arquitectura narrativa. Ojalá no me olvide de su nombre para no volverme a clavar con otra de sus obras maestras. Chela, 6 de abril de 2000. “
Leyendo la novela maldije a tía Chela varias veces, sin embargo fue un libro que no quise terminar nunca, incluso con el acoso permanente de ella que desde los márgenes decía toda clase de barbaridades y naderías para llamar mi atención. Del desbordante mundo interior de una mujer que inauguraba la modernidad en la Inglaterra de entreguerras (no por Clarissa sino por Virginia) terminé buceando en el de la tía Chela y así, en el de cuatro generaciones de mujeres que se me despliegan ahora como una guirnalda de señoritas, recortadas por una misma tijera, fatalmente iguales.
Chela se dedicó a la docencia hasta los 45 años cuando, cansada ya, decidió jubilarse. Desde ese momento y hasta sus últimos días empeñó todo su valioso tiempo en hacer culto de sí misma. Bella y muy coqueta tía Chela “Vivió sólo para ella” porque como cuenta la abuela “tenía mucha vida interior”, refiriéndose a la costumbre de tía Chela de importarle poco y nada a cerca de los demás, salvo cuando lo otros estuvieran en falta con ella. Soltera, aunque con varios novios, el último fue “El Daví”, el dentista que hacía magia y que además era casado. Al Davi no se lo podía tocar “ni con el pétalo de una rosa” y sin embargo, parece que aun habiéndose divorciado años después, con tía chela no se quiso casar. Cuando vaciaron su departamento, se juntaron algunos espejos y muchos retratos de ella misma y aunque mi tatarabuelo, abuelo de mi abuela y padre de Tía Chela era vendedor y cobrador de la bodega Globo, ella se presentaba diciendo que pertenecía a una familia patricia y hasta se hizo un placard a medida. Como contradicciones tenemos todos, con sus delirios de grandeza y percal, tía Chela era peronista. En el 50 tuvo su primer casa propia por calle Ecuador en la zona oeste de la ciudad, que pudo pagar cómodamente con los créditos hipotecarios del plan Eva Perón. En una carpeta foliada guardaba recortes de revistas sobre el General y sobre Evita. Desde el tapado de visón al traje sastre, y aunque mi abuela da testimonio de que tía Chela era profundamente machista y por lo tanto “peronista de Perón”, en su ejemplar de la Razón de Mi vida dejó constancia, nobleza obliga, de cuánto admiraba a la abanderada de los humildes. En su cuaderno, que más tarde re titulamos como “Los expedientes X de tía Chela” se encuentran sus memorias y sus propias reflexiones filosóficas sobre el bien y el mal. Incomprendida como nadie y sacrificada más que ninguna, Chela detalló todas y cada una de las “descortesías, ofensas y agravios” que recibía por parte de sus amigas. De cada supuesto engaño y traición en su contra, afilaba rigurosamente en su cuaderno una reflexión sobre los valores morales que debían regir en las conciencias de los otros. Tía Chela escribe: «Si bien no puedo decirles lo que “se dice mi...” en cambio puedo recetarles el antídoto que les prometí y que yo uso en las ocasiones en que alguien me clava su saeta emponzoñada (...)Yo les cuento éstas cosas porque el objeto de ésta y las otras carpetas es enseñarles a vivir. No soy una presuntuosa, es que muchos me lo piden.»
Los expedientes secretos de Chela están prolijamente ordenados en un índice: 1........................Por qué escribo estás páginas. 7........................Pensamientos de personas célebres. 9........................Para que lo piensen. 10......................Aforismos. 11....................En éstas páginas encontrarás el antídoto... 13....................Las malas acciones 15....................Una mala acción: LA OFENSA 21....................Concejos de Martin Fierro 22....................Toda injuria tiene aguijón. Cicerón. 23.....................Ofensa, agravio, afrenta 27....................ASPEREZA 29................MALDAD 33.................Reflexiones sobre la maldad.(Insiste páginas más adelante con la OFENSA) 39................La envidia 41.................Más sobre la envidia 43.................Almas que gozan con el bien ajeno 45................Elegir dar en vez de robar 48............... “Descubrí a Titina robándome papel higiénico. Oportunidades que tuve de descubrirla. · Complicidad de tata y titina. · Citas bíblicas con respecto al robo. · Pocillos robados por hacer MALDAD
Titina fue su amiga de toda la vida y quien a pesar de todo, según mi abuela y no sabemos cómo, quería mucho a tía Chela, cayó en el banquillo de los acusados por robar papel higiénico. La pobre Titina y Tata, que al parecer fue su “cómplice”. «Yo las consideraba como personas honestas... pero un día se me presentó la ocasión de sorprender a Titina robando mi papel higiénico.» Chela cuenta más adelante que resolvió, ante cada visita de la susodicha, cambiar “el rollo rosa y sedoso por el blanco ordinario”. Poniendo a consideración todo lo dicho más su declarada admiración por Narosky, todo indicaría que tía Chela perteneció al lado oscuro de la fuerza : “Toda la maldad viene de las Saenz, de todas no hacés una”, por si a caso, acota mi abuela sobre su madre y sus tías, entre las cuales brilla Tía Chela. Y cuando la abuela dice “de dónde viene la maldad” está hablando nada más y nada menos, que de información genética. La carcajada se apaga paulatinamente en una mueca de horror. La genética progresa, se perfecciona, pero ya sabemos que la sangre tira y la repetición de la comedia nos acecha todo el tiempo. Ser una mujer que ya fue otras, pero no todas. Fanática como evita, frívola como Clarissa Dalloway, mala y vanidosa como ella sola, como tía Chela supo ser y que se reproduce en serie en esa guirnalda de mujercitas idénticas que acaba en mi, como último eslabón generacional. Tia Chela no es una pieza de museo, ni tampoco el motivo de burla en cada encuentro familiar, porque tia Chela vive frenéticamente en nuestro adn, renace en el fuego de nuestras historias de amor frustradas, es jueza y parte de nuestras pequeñas miserias y sobre todo, está vigente en el delirio persecutorio, como el que siento ahora mismo mientras escribo estas palabras. Seguramente me está mirando desde un rincón de la hoja esperando el momento oportuno para decirme “un microbio puede empujar una calumnia, y un gigante no puede detenerla”. Y es verdad tía Chela, estás palabras son para vos pero ya no son tuyas. Tía Chela vive y sobre todo en los libros que garabateo y firmo con fecha y lugar, para que aquellos que me sobrevivan sepan que alguna vez fueron míos, como el de Señora Dalloway que aunque esté en mi biblioteca será siempre de tía Chela.
EUGE
(*) A mi abuela Beba, y que me perdone por haberme encariñado, después de todo, de su tía Chela.
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