GABRIELA RIVERA
Publicado en Parodias el 11 de Septiembre, 2012, 0:38 por MScalona
EN FORMA -
-¿Están listos?- ruge la armónica figura desafiando el volumen de los altoparlantes. Al instante, unas veinticinco almas comienzan a pedalear sus bicicletas fijas con el empeño del principio. El mismo que tengo ahora y seguro me abandonará pasados los primeros quince minutos. Miro a los demás. Hombres algunos y mujeres de todas las edades. Es el verano. Allá hay un rojo, subido a la bici número diez. El rojo mira desafiante al aparato. Es como un vikingo a punto de arremeter contra su enemigo. A la profe le sonríe de costado y cuando ella pregunta: -¿Están bien?- el asiente con la cabeza, levanta el pulgar y pide una serie más. ¡Bastardo! A su lado agita las piernas un blanco. Esa etérea, de colores sentimentalmente puros, con el cabello recogido prolijamente en una cola, botellita de agua mineral y toallita al tono. Parece que sus largas piernas de modelo van a continuar creciendo con cada vuelta. Difícil que un solo cabello se mueva del lugar a pesar del esfuerzo. Por detrás se desarma el verde. Sus carnes rollizas cuelgan por todos lados apropiándose del espacio casi por completo. No toma sol porque aun no consigue un talle de bikini. Jura que hace dieta, pero va a la cama con unas galletitas, un pedazo de queso, dos o tres frutas y un par de alfajores por si le baja la glucosa. Y quá decir del amarillo… se anota en cuanta oferta encuentra: Pilates, new dance, plataforma vibratoria, body tramp, body balance, body pumping, body camping. Amigado con la tecnología luce en clase su Ipod de última generación, camiseta línea inteligente que absorbe la transpiración, zapatillas con cámara de aire para mitigar el impacto, y chicles anti-pánico, por si algo se sale de control. Pero en esta clase no puede faltar el negro. El llega siempre tarde y se hace notar por sus remeras chillonas repletas de inscripciones en sintonía con sus tatuajes. Lleva unos auriculares que nunca se quita de modo que su ritmo nada tiene que ver con el que suena en la sala. Nadie se atreve a corregirle la postura, ni siquiera la profesora, porque teme que la termine invitando a un telo. Ahora las caras empiezan a torcerse con expresiones poco comunes. Son rostros de cólicos renales, fiebres altísimas, empachos y contracciones de parto. El ritmo se vuelve frenético: -¡fuerza!, sigue alentando la entrenadora ¡Arriba esas colas! El aire se espesa cual guiso efervescente, pero nadie se atreve a parar. Frente a la escalera y con ganas de mostrarse, veo a psicodelia. No ha perdonado hoy a ningún color: calzas fucsias, zoquetes azulados, remera amarilla flúo con ribetes negros, vincha violeta y muñequera anaranjada…y por si fuera poco, una hebilla en el pelo con cuentas multicolores. Un delicioso cucurucho para todos los gustos. Ella no se detiene ni siquiera ante el negro, y dicen los que saben, que alguna vez se le animó con intenciones libidinosas. Pero él siguió absorto con su cumbia. -Uy, ¿pero qué hacen? Me pregunto Ahora viene "el enano", repite la profe y continúa: - Hay que abandonar el ¿cómodo? asiento y pedalear agachándose como queriendo apoyar el culo nuevamente, hasta que las piernas aguanten-. Masoquismo puro. Miro hacia atrás buscando desesperada la botella de agua que me excuse del castigo y los veo. Pensé que no habían venido. El opaco es un hombre de mediana edad. Usa siempre la misma ropa gris. Seguro es administrativo o contador. Nada de música, nada de sexo. Se le nota al caminar. A su lado, flamea transparente. Jovencísima estudiante de secundaria, con el casi seguro hábito del vómito. No se le ve un gramo de grasa, por más que uno se esmere. Su palidez es tan grave que ni el esfuerzo físico logra arrebatarle un color. Los ojos hundidos me recuerdan esos documentales de tribus africanas y los huesos puntudos de los hombros, a los refugiados de un campo de batalla en Bosnia. TAN TAN TAN, tan tan tan La melodía indica que estamos llegando al final. – ¿A dónde?- me pregunto-, mientras continúo pedaleando en el mismo lugar. Es el verano. ¡Preparados, carrera, aguanten! Insiste la profesora. Veinticinco almas que no van a ningún lado. -¡muy bien brillante, brillante!- Brillante sudor que nos transforma de príncipes a sapos. -
Gabriela Rivera
|