MARTÍN MOMO
Publicado en Parodias el 8 de Septiembre, 2012, 14:41 por MScalona
Los recursos de “Tarta” -
El coche entró en la última curva del camino que lindaba con en el umbral del pueblo, fue aumentando la velocidad hasta mezclar los ruidos del motor con el fragor de las máquinas cosechadoras que recogían cereal en los campos que se extendían uniformes a la vera de la ruta, hasta que sólo se escuchó el escándalo de las cosechadoras. El Fiat 147 blanco se detuvo sobre la banquina, separado de la entrada de Carabelas y de la estatua de “Nuestra Señora de Luján”, por la ruta Nacional 188.
-Viene algún vehículo por la derecha? -preguntó el inspector Jorge Remigio Canduzzo a su asistente -No….
Mientras el auto cruzaba la ruta, los ojos del inspector se toparon con los de
-No.. No…Cru…Crucés.
Canduzzo fue mudando su semblante poco a poco, a medida que se desembarazaba de los pedazos de vidrio, restos de plástico y polvo, que habían anegado sus oídos, nariz, barba y vello púbico. Una caricatura iracunda tomó a “Tarta” por el cuello, mientras lo miraba a los ojos desde un rostro teñido de rojo intenso y, sin soltarlo, lo puteó hasta en arameo.
El expediente policial que descansaba sobre el asiento trasero coche, informaba sobre la aparición de un cadáver sin vida, de género indefinido tirando a femenino, caucásico, de entre 14 y 64 años de edad. La occisa respondía al nombre de Maria Francisca Nuñez, alías “
El auto rodeó la plaza principal, para luego estacionarse frente al edificio donde funcionaba la “Oficina de Atención a Víctimas de la Violencia de Género” .Un cartel adherido a la puerta que obturaba la entrada decía: “Golpee y espere a ser atendido”.
El doctor Vivo Omortensen, responsable de la repartición, recibió al inspector y a su asistente con una sonrisa que sacó de atrás de una revista. En realidad fue Canduzzo quien sacó de un tirón la “playboy" que cubría la cara de Vivo Omortensen, al tiempo que lo sacudía y abofeteaba, con la intención de despertarlo y de borrarle la sonrisa excitada que tenía pegada al rostro, seguramente porque estaba soñando con alguna de las mujeres que aparecían desprovistas de ropa en el semanario impúdico.
-Buenos días doctor -Tiene un espejo retrovisor colgado del sombrero, inspector. -Cómo?.... Ahh, esto….Lo uso para estar prevenido si me atacan por la espalda….. Por dios!, que clase de bestia pudo haber sido capaz de hacerle a otro ser humano una cosa así, la desfiguró!. -Esta viendo el retrato de mi mujer. Las fotos de la víctima están sobre el escritorio. -Ah…Por lo que veo, el criminal actuó con alevosía -Encontramos el cuerpo desecho, pero la víctima no sintió nada -Bueno, por lo menos no sufrió…. -Era sorda. No sintió nada cuando el asesino rompió la puerta de su casa, para entrar y desollarla viva antes de matarla. -Entiendo….Cuál pudo haber sido el móvil? -Mire, para mi que el criminal andaba a pata. -Pregunto porque motivo habrá asesinado a la señora Nuñez -Ahh. Puede haber sido por causas diversas. La “Lechona” andaba en cosas raras, era religiosa y fanática. -Pertenecía a algún grupo fundamentalista Islámico? Integraba alguna secta? -No. Era religiosa y fanática de Central. Iba todos los domingos a la cancha -Es todo por ahora, nos vamos -La revista que se está llevando es mía inspector
Los últimos rayos de sol, estertores de una tarde que se moría en el horizonte, se derramaban sobre el auto que remontaba la avenida principal, en busca de la hostería propiedad de “Ñato” Cueto. Desde que era chico, a “Tarta” le encantaban los coches de autor, esos que tenían su estructura tuneada en función del ADN de sus dueños, sin embargo, se sentía particularmente incómodo con el diseño minimalista que las circunstancias habían impuesto para la carrocería del 147 blanco desde esa mañana, como si súbitamente hubiera nacido en él, un sentimiento de repulsión a lo que es distinto, a aquello que se escapa de los lugares comunes -Me estoy poniendo viejo-pensó.-Ojo que también puede ser porque estamos en julio y es un garrón andar en un vehículo lleno de buracos, mas con la helada que está cayendo-reflexionó al rato. Aterido, hundía su pie derecho en el acelerador con la intención de terminar cuanto antes con el suplicio gélido al que los estaba sometiendo ese anochecer de invierno, mientras Canduzzo trataba de tapar con lo que tuviera a mano, los orificios por donde se colaba el chiflete que amenazaba con congelarlos. Vencido, el inspector apoyó su cabeza en el respaldo del asiento y se dejó estar, perdiéndose en sus pensamientos. El crujido y la leve inclinación del auto hacia la izquierda que lo acompañó, rescataron a Canduzzo de entre sus cavilaciones.
-Pisamos algo “Tarta”, hacé marcha atrás-El crujido y la inclinación del auto se repitieron, como un eco.
En el medio de la calle, iluminado por el farol del vehículo que había sobrevivido al ataque de las vacas, yacía un cuerpo que dormía una borrachera. Dos marcas de ruedas de auto surcaban su pantalón a la altura de su pierna derecha.
-Rajemos “Tarta”-gritó el inspector. Una tercera marca hubo de acompañar a las otras dos sobre el pantalón del borracho.
-Buenas noches, dos habitaciones simples por favor. Se puede cenar en este lugar? -Por supuesto señores! En Resort “Ette”, podrán comer lo que deseen. -Es suyo el hotel? -Si, lo heredé de mi difunta esposa, que en paz descanse. Sabe, era una mujer muy trabajadora, amasó una pequeña fortuna a partir de su esfuerzo. -Un ejemplo a seguir -Es así. Cuando gurisa, juntaba botellas y bártulos de la basura, para luego vendérselos a los almaceneros. Con el tiempo, se organizó formando una cuadrilla, que cirujeaba ya no solo en Carabelas, sino también en los pueblos vecinos. -Y empezó a construir el Hotel con la guita que juntó -No….Se sacó la lotería. Con lo que sacaba con el cirujeo no le alcanzaba ni para comer. -Una mujer con suerte -No se vaya a creer, la pobre tuvo una muerte horrible. Escuchó en la tele que soplaban vientos de cambio, entonces salió de casa a la espera de los revolucionarios…Se la llevó un tornado…. La encontraron en una playa de Haití dos meses después -La puta! -Esas son habladurías!, mi señora solo participó en alguna que otra orgía, pero de puro aburrida nomás!
Cuado el inspector se acercó a la mesa, la nariz de “Tarta” se asomó por entre el vapor que se desprendía del plato que descansaba sobre mantel. Al rato, apareció su cara. -Desde el día en que nació, el Josesito no para de darme alegrías-le decía la madre de “Tarta” a sus amigas cada vez que se juntaban para tomar mate -era tan narigón que cuando el médico me lo sacó tuve un orgasmo-.
-Está rico el guiso de lentejas José María? -Muy…
Canduzzo llevó la cuchara a su boca, entonces comprendió. El destino le había tendido nuevamente una trampa. Ríos de lava ardiendo se desplazaban dentro de su cavidad bucal, lacerando lo que encontraban a su paso. Miles de avispas, abejas, hormigas rojas, aguijoneaban sus encías, ramalazos de ardor candente torturaban su lengua, amenazando con derretirla
-Muy..muy…ca…ca..liente- completó la frase “Tarta”
El inspector trató de insultarlo pero no pudo decir palabra, solo salió de su boca un quejido, acompañado de un vaho cálido y espeso, que pasó por sobre la cabeza de su asistente, para terminar chocando contra los ventanales, empañándolos.
Las primeras luces del alba chorreaban por la ventana de la comisaría, acariciando la pata de la silla donde “Gelo” Martínez, última persona en ver con vida a la “Lechona” Nuñez, sentaba su cuerpo y su incomodidad. “Gelo” tenía antecedentes policiales por delitos sexuales, hacía un par de años, había sido acusado de violar a una potranca junto a “Gucho” Díaz. Durante el juicio, Martínez se justificó argumentando que la “yegua esa” lo buscaba. Díaz declaró que justo pasaba por ahí cuando el “Gelo” le estaba dando murra al animal, y que se acercó porque su compadre le pidió el favor de besar a la yegua porque él de ahí atrás no alcanzaba, y que él no era de andarse negando cuando un amigo le pide una gauchada, y que al fin y al cabo la bestia lo pasó bastante bien porque cuando se iban los saludó con un relincho, que tanto. “Tarta” comenzó con el interrogatorio:
-Que..que..pa…pa.. ssso..Co…Co-No podía. Tenía la cara hinchada como un sapo, las mejillas encendidas, los ojos desencajados, surcados por espesas líneas sanguinolentas, las sienes henchidas y latiendo al ritmo de su esfuerzo pero no había caso, sus labios permanecían blindados. Las palabras que “Tarta” pensaba, no conseguían franquear la guardia que esos cancerberos carnosos y rosados imponían en su boca, inconmovibles a pesar de las gotas de sudor nervioso que los humedecían.
A varias cuadras del destacamento policial, un cigarrillo colgaba de los labios del inspector, quien miraba tomar café a “Maruca” Gigliotti, enfrentándola, mesa de por medio. Fuentes locales le habían informado que “
-Sabe algo de lo que pasó con la “Lechona” Nuñez? -Delito -Si, fue asesinada -Digo que de Lito, mi hijo, es el juguete que está pisando, haga el favor de de levantar el pie. -Perdón……Conocía a la víctima, sabe si tenía enemigos? -Mire, el asesino pudo haber sido cualquiera, a la “Lechona” le gustaban las fulerías. Yo estuve en su casa cuando festejó su cumpleaños número cuarenta. De entrada parecía una fiesta normal, pero cuando el alcohol hizo efecto, la cosa se empezó a degenerar. Me sentí muy incómoda con la situación. -Y usted que hizo entonces? -Me puse la bombacha y me fui.
“Tarta”, separado por una ventana de postigos entornados, de las nubes que se arremolinaban en la tarde para terminar fundidas en el sol, había logrado lo que no hubiera sido posible ni si quiera en Guantánamo, luego de eternas sesiones de torturas. Antes de que José María de las Mercedes Sacramoni completara su primera pregunta, “Gelo” se quebró y confesó ser el asesino de Nuñez. También declaró que si querían, se hacía responsable de las muertes de los Kennedy, de John Lennon, del Papa Juan Pablo I, de confabular para que las potencias dominantes incumplieran el tratado de Kioto, y de aconsejar a la madre de Riquelme que le exigiera a su hijo renunciar a la selección, con la condición de que lo alejaran para siempre de ese tartamudo de mierda que desde hacía diez horas quería decir una palabra y no podía.
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Martín Momo
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