20 de Julio, 2012
Publicado en Sugerencias. el 20 de Julio, 2012, 21:08
por MScalona
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ESTE DOMINGO 22 DE JULIO,
14 hs. por Canal 3, una reseña de
Nuestro Taller en el programa de tevé
de la UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO.
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Publicado en Aguafuerte el 20 de Julio, 2012, 13:44
por MScalona

Mitologías
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En una mañana soleada y fría pero tan irreal como el clima adentro de un banco, me pregunté porqué a veces asociamos ideas o voces que parecen tan ajenas entre sí. El espacio no es tan grande pero las cintas en caracol ocupan más lugar que las personas que pueden albergar; si no fuese por las conversaciones, hubiera fantaseado con arena y aguas cálidas. Con los abrigos puestos, algunos hablan de política, de lo mal que está todo; porque el gobierno provincial quiere... y otros miran pacientemente el indicador de la caja que lo va a recibir tras los vidrios opacos que nos resguardan de la inseguridad, de la mirada inquieta del vecino que hace malabares para poner tanto dinero en un sobre y después se queda conversando en la vereda, porque seguramente alguno de sus interlocutores ya compró a diez centavos menos de lo que los va a pagar él. Y otros, con la paciencia ancestral del que esperó toda su vida llegar a fin de mes para cobrar su salario, espera que su salario le alcance hasta el próximo mes, que el mes siguiente haya trabajo, y ahora espera que el médico lo atienda, los jóvenes lo escuchen, y su jubilación esté tras ese vidrio y su nieto no se fastidie por el tiempo que está perdiendo ya que ninguno de los dos entiende mucho este mundo de lazos virtuales; sólo esperan.
Miro el reloj, son las diez y media, sé que voy a demorar bastante; así que con una calma inspirada en un cuento oriental escucho las voces, porque como alguna vez leí, es preciso perderse para empezar a escuchar. Algunas personas no hablan o no se las escucha. La señora que está justo delante de mí, con su saco de lana tejido a mano muchos años atrás, saca un pañuelo plegado como si fuese un secreto. Con un susurro casi, se queja del frío que hacía esta mañana, cuando salió de su casa, que está a muchas cuadras de aquí, y del viento. A su derecha, separados por la cinta azul, tan simbólica, que parece una frontera entre dos mundos, un señor de mediana edad, ciudadano de este lado, el de las urgencias, el lado del mundo que tiene problemas porque no puede comprar los diez mil que quiere o los tiene que pagar muy caros y encima tienen que dar tantas explicaciones por un simple viaje a Dubai, pero le vienen a medida los conceptos de “voz, salida y lealtad” de la mercadotecnia. Desde allí escucho la palabra amarok y otra vez, la asociación. Pienso en ese nombre y en los animales, quizá porque éstos siempre han formado parte de la vida del hombre y los esquimales cuentan que este lobo gigantesco “caza y devora a cualquier cazador tan tonto como para cazar de noche”, y caza solo, no en manada, como los lobos reales.
Avancé unos cuantos pasos sin darme cuenta porqué me quedé en la mitología. El grupo de actores había cambiado; si cerraba mis ojos tenía la sensación de estar frente a aquel escenario giratorio del Opera detenido por cuarta vez en la noche y al mismísimo Cameron presentando a los personajes.
Hay una relación entre ellos que trato de descubrir; mejor dicho, entre ellas, porque son en su mayoría mujeres. De pronto me doy cuenta: el tiempo las relaciona y las palabras las separan. Unas dependen de ese tiempo porque en él se reconoce ciudadanía, en él obtienen algunos bienes necesarios, asignaciones, cuenta bancaria o simplemente la tarjeta de Cristina. Otras están apuradas, les preocupa el tiempo en que su dinero estará disponible, el que están perdiendo para hacer una operación mientras el auto está mal estacionado y el que les demanda reunir la documentación que ahora les están pidiendo porque se le ocurre al gobierno (que todo lo hace difícil), y el listado sigue y otra vez, la palabra que las separa...el nombre de un animal, equino, femenino; siempre cercano a la vida de los hombres, del tango y hasta de algunas letras de rock, sensual y despreciativa. Siempre llama la atención el entramado del lenguaje, los sustratos sobre los cuales se edifica el intento de borramiento a través de la descalificación, la vivencia desde lo femenino. No resulta nueva la relación amor-odio; la idealización y lo negado, ese templo desconocido donde se protege lo que no se dice. También Eva supo de esa colección de adjetivos y sustantivos aunque quienes los usaran con más vehemencia luego pudieran votar por primera vez por una ley impulsada por ella. Este patrimonio del lenguaje no pertenece a un solo género, varones y mujeres han creado una galería por donde desfilaron ejemplares de nuestra fauna como narrativa de la vida política. Así supe del peludo, la tortuga, la morsa, el tigre, me contaron de aluviones y de gorilas, de zoológicos, aunque recuerdo que de pequeña nunca me gustaron los zoo, ni los circos con animales; por el contario me daban mucha tristeza.
Era cerca del mediodía, cuando salgo a la calle, no estaba Pegaso ni el carro de Aurora y el viento frío del sur era bienvenido y también el recuerdo de esos libros de mitos y leyendas cuyas historias escuchábamos de niños con los ojos abiertos como un sol. Subo al auto y en la radio estaban transmitiendo en cadena el discurso de la Presidenta y no sé, por un momento volví a pensar en Marguerite Yourcenar y aquella frase de la carta que una vez leyó: “Los dioses no estaban ya, y Cristo no estaba todavía, y de Cicerón a Marco Aurelio hubo un momento único en que el hombre estuvo solo”.
ZULMA
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Publicado en De Otros. el 20 de Julio, 2012, 12:09
por MScalona

Gabriel Celaya,
1911-1991, España
la poesía social y Facebook
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Recuerdo a Gabriel Celaya, de quien el 18 de marzo se conmemoró el centenario de su nacimiento, en la Feria del Libro de Madrid de 1977. Acompañado de su inseparable Amparitxu, firmaba libros en una de las casetas más concurridas. Acababa de publicar Itinerario poético, una antología preparada y prologada por él mismo y una larga fila de lectores, entre los que yo me encontraba, esperaba el turno para recibir su firma y su dedicatoria. Era en los albores de la Transición, a muy pocos días de la celebración de las primeras elecciones democráticas después de cuarenta años de dictadura y Celaya -como Blas de Otero- venía acumulando, desde la década de los sesenta, una bien merecida fama de referente de la resistencia antifranquista y de la literatura comprometida. Sus espléndidos poemas ‘La poesía es un arma cargada de futuro’ o ‘España en marcha’, de su libro Cantos iberos (1955), eran inseparables de un estado de conciencia colectiva claramente favorable a la ruptura, a la libertad y a la democracia. En aquellos días (en aquellos años) las potencialidades movilizadoras, críticas de la poesía de Gabriel Celaya, aunque cuestionadas por el culturalismo novísimo, mantenían un significativo peso en el mundo cultural: eran los tiempos en que Bertolt Brecht compartía cartel en Madrid o Barcelona con los dramas de García Lorca, en que cada estreno de Buero Vallejo era un acontecimiento y en los que los sectores culturales implicados en el cambio combinaban las visitas a los salones de actos de los colegios mayores de la Universitaria (el flamenco, el jazz o el folk se alternaban con lecturas de los versos de Celaya, Otero, Gloria Fuertes, Ángela Figuera, de algunos poetas del 50 o de un Carlos Álvarez que acababa de publicar su memorable Aullido de licántropo) con la asistencia a manifestaciones o con la firma de manifiestos de toda índole. Celaya, que fue candidato a senador por el PCE en Guipúzcoa en junio de 1977, atravesó la Transición en un discreto segundo plano, fue premio Nacional de las Letras en 1986 y alcanzó a ver el comienzo de la década de los noventa. Sin embargo hoy, cuando se conmemora su centenario (nació el 18 de marzo de 1911), su presencia en los medios es infinitamente menor que la de otros grandes (y no tan grandes) escritores de nuestra lengua. ¿Se corresponde, ese vacío, con un descrédito de lo social en literatura y con la creciente presencia del yo, de la subjetividad y del apoliticismo? ¿Tiene que ver con la pérdida de sentido de una poesía comprometida en la realidad democrática española? Es probable que la razón de ese olvido se encuentre, a la vez, en la respuesta apuntada en ambos interrogantes. Sin embargo, su poesía alcanzó un nivel de calidad nada desdeñable, especialmente la que escribió a principios de los años sesenta: su tono conversacional y directo influiría en el tono que marcó la poesía de algunos autores posteriores. En la obra de Ángel González, José Agustín Goytisolo o Jaime Gil de Biedma son visibles ecos de la dicción, el tono, la ironía y la atención a lo cotidiano del Gabriel Celaya de libros como Tranquilamente hablando (1947), Las cosas como son (1949) o Los poemas de Juan de Leceta (1961) -editado por Carlos Barral en la colección Collioure, por cierto-. Pero Gabriel Celaya no limitó su obra poética a esa perspectiva: fue un escritor inconforme también en el plano lingüístico, en el de la reflexión existencial, en el de la indagación metafísica. Son, a ese respecto, memorables algunos poemas de sus libros más tardíos Buenos días, buenas noches (1976) o El mundo abierto (1986). ¿Poeta olvidado? Quién sabe. En todo caso, no es malo que hoy, a la luz del centenario, nos preguntemos qué fue de la poesía social y de los poetas sociales y cuánto de su proteína vive en la lírica del siglo XXI. Por lo que parece, Celaya todavía respira. No es difícil constatarlo: en Facebook se ha abierto una página que, al poco de ser creada, ya ha superado con creces el millar de seguidores. Tal vez los jóvenes habitantes de Internet estén marcando un camino.
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Manuel Rico. Escritor y crítico literario. Con su última novela, Verano (Alianza, 2008), obtuvo el Premio Ramón Gómez de la Serna 2009. Acaba de aparecer una nueva edición, corregida y revisada, de La mujer muerta (Rey Lear, 2010).
-02-04-2011
www.elpais.com
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