Por Osvaldo Aguirre / La Capital (oaguirre@lacapital.com.ar)
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"Catorce diferentes versiones y apropiaciones de las tradiciones modernistas —dice Beatriz Vignoli— sirven a catorce escritoras rosarinas para contar —desde una ficción que se confunde con la crónica y tiende a borrar los límites entre ambas categorías— sus propias experiencias, donde la de poseer «el cuarto propio» de la escritura que aísla de los mandatos de género ocupa un lugar central". Y pare de contar: las escritoras en cuestión, reunidas en una antología que acaban de publicar dos editoriales cordobesas, no se reconocen como parte de ninguna unidad. El título del libro lo dice bien claro: Nada que ver.
La antología aparece con el sello de Recovecos y Caballo Negro, las editoriales de Carlos Ferreyra y Alejo Carbonell y se presentará en Rosario el próximo viernes, a las 19, en el auditorio del Museo Diario La Capital (Sarmiento 763). El libro tiene un prólogo de Beatriz Vignoli, al que pertenece la cita anterior, y las escritoras seleccionadas son, por orden de aparición, Laura Oriato (1984), Irina Garbatzky (1980), Ivana Romero (1976), Celeste Galiano (1975), Verónica Laurino (1967), Mayra Rodríguez (1976), Laura Frucella, María Laura Isaia (1974), Carolina Musa (1975), Manuela Suárez (1982), Mercedes Gómez de la Cruz (1974), Natalia Massei (1979), Amanda Poliester (María Laura Martínez, 1968) y Lorena Aguado (1974).
"Teníamos algunas nociones, pero no demasiadas —confiesa Alejo Carbonell, que hizo la compilación—. Leímos mucho, fuimos conociendo escritoras que a su vez nos pasaban nuevos nombres y así se armó. Claro que siempre se trata de un recorte arbitrario. Sobre todo pensamos en un libro que funcione como tal".
Nada que ver desmiente la idea de unidad que, se supone, define a una antología. "Son todas mujeres, pero la cuestión de género en este caso no funcionaría como tópico, sino como pregunta, como nos gusta decir a nosotros. Lo único que las une es la diferencia. En ese sentido quisimos mostrar qué producen estas autoras, de qué hablan, que traen consigo. Por lo tanto no nos interesaba hacer un libro con textos ad hoc. De ahí el título", agrega Carbonell.
Habría que preguntarse por qué un libro como éste, que da cuenta de una novedad de peso en la literatura de Rosario, no fue publicado por ninguna editorial de la ciudad sino por dos sellos de Córdoba. La explicación tal vez se encuentre en los antecedentes de Recovecos y Caballo Negro, que ya han difundido a autores rosarinos (Delia Crochet, Elvio Gandolfo, Eduardo D"Anna), que apuestan a innovar en la edición y que en vez de esperar autores a ansiosos por publicar salen a buscarlos.
A excepción de Frucella, radicada en Barcelona desde 2002, y de Romero, en Buenos Aires, las autoras de Nada que ver viven y producen en Rosario. Algunas recibieron premios y tienen libros publicados; otras son casi inéditas. Los currículums marcan espacios de cruce entre algunas autoras (la Escuela de Comunicación Social, el taller de Marcelo Scalona) y ciertas ausencias de lugares tradicionales (sólo Garbatky proviene de la Facultad de Humanidades y Artes) pero lo que prevalece es la diversidad de intereses y de búsquedas.
El antecedente del libro es Dora Narra (2010), una antología de jóvenes escritoras cordobesas. "Al menos en lo que apreciamos en estos dos libros, creo que las rosarinas son más narradoras en el sentido de que tienen proyecto narrativo", dice Carbonell.
Según el editor, "de las diez autoras que reunimos en la versión cordobesa la gran mayoría publicó un cuento por primera vez en ese libro, y venían del teatro, de las artes visuales, de la poesía, solo dos de ellas venían a pleno con la narrativa. Los abordajes fueron más caóticos también, se tomaron libertades que por ahí a un narrador puro lo horrorizarían. En definitiva, la versión cordobesa tiene más candidez y la rosarina es más sólida, se pueden disfrutar como dos tomos de un mismo proyecto".
Pero parece que no hay preocupaciones comunes. "Ciertos temas aparecen bajo diferentes perspectivas en dos o tres cuentos, y en los otros no, como señala Beatriz Vignoli en el prólogo, pero así y todo no hay más coincidencias que en cualquier aglutinante que se nos ocurra sean mujeres o no, rosarinas o no. Vamos en camino de prescindir de los adjetivos", dice Carbonell.
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ANTOLOGÍA
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Nada que ver
de Varias autoras. Recovecos & Caballo Negro, Córdoba, 2012, 180 páginas, $ 60