"Es necesario que se pregunte para que yo siga vivo, por que yo soy tan sólo su memoria". HAROLDO CONTI. Los caminos, homenaje.




LUCAS ALMADA s/ El niño grùa de LEAVITT

Publicado en Ensayo el 5 de Mayo, 2012, 11:48 por MScalona

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Tengo la impresión que al referirse uno a "lo literario" se esté refiriendo a un artefacto hecho con palabras que tiene las características de una obra de arte. Entonces hay dos cuestiones, una, cuándo un artefacto puede ser considerado obra de arte; y la segunda que está vinculada a la particularidad de que la materia prima con que se realizan las obras es la "palabra", el idioma, el lenguaje, esa condición que nos hace seres humanos y que todos, de alguna manera u otra, manejamos. Una materia prima que no tiene existencia en la naturaleza externa a nosotros mismos.

Una obra de arte trasciende lo utilitario y en este sentido el estilo literario se distingue por no tener un objetivo que se reduce a transmitir información, comunicar algo, o al uso cotidiano, y en este sentido es que lo trasciende. Una actividad habitual como es un diálogo entre vecinos no tiene porque ser una obra literaria, pero puede serlo en un guión cinematográfico, una obra de teatro, o en un relato. Escribir un diario íntimo no siempre es literatura. Los límites y las fronteras son difusas, dependen de muchos factores: el pensamiento de una época, contextos sociales, el cánon estético, entre otros. Por eso, es conveniente no invertir demasiada energía en las definiciones o las taxonomías, que finalmente son dinámicas y siempre van por detrás de la producción forzando los encasillamientos. No estoy refiriéndome, con todo, a la Literatura que tiene el funcionamiento de un campo disciplinar y su propio canon. La obra de arte, no necesita razones para su existencia, pero tenemos comprobada su existencia.

El mármol blanco se puede contemplar como roca en su estado natural, se puede utilizar para una mesada de cocina, se puede construir el Taj Mahal de la India, o se puede esculpir el David como hizo Miguel Ángel.

Cuando la materia prima son las palabras suscitan algunas cuestiones particulares, porque los seres humanos son los productores, individual y socialmente, de esa propia materia prima que es una lengua, con la que se cuentan historias, se discuten ideas, se resuelven conflictos, se otea el futuro, se promete amor eterno, se miente, se explica, etc. Sólo algo de todo eso llega a "lo literario" como una composición con una forma que puede ser leída o escuchada como una totalidad identificable con sus variantes de estilo y recursos que salen de la propia lengua.

El estilo literario, no tiene como objetivo alcanzar, a través de procedimientos de distinta índole en la producción, alguna verdad, pero en toda obra literaria, al lector le es revelada alguna verdad con que se identifica. Es una manera de condensar, a través del lenguaje, ideas, tradiciones, sensaciones, sentimientos, con los más variados recurso, que van desde la profundidad inconmensurable de la sencillez (Sólo el amor convierte el milagro en barro, de Silvio Rodriguez) hacia recursos más intrincados que se abren a otras posibilidades (Sobracanes / pregárgolas sangrías / canes pluslagrimales / entre bastardos roces contelúricos de muy ausentes márgenes de Oliverio Girondo)

El texto del "Niño grúa" lo definiría, de ser necesario, como un cuento a juzgar por su extensión y por su estructura. Un subgénero podría ser el de Fábula. Combina dos historias de manera telescópica: la primera, de Jerene una investigadora psicoanalista, y la segunda, contenida en la primera  la de el niño Michel. La primera propone un estilo más "realista", describe la actividad ordinaria de una investigadora, con toques reflexivos, y la segunda, con algunos rasgos "florido" porque la historia de Michel, compone un relato aristotélico con inicio, conflicto y resolución, y además es una gran metáfora de la constitución subjetiva del ser humano, y aunque en pocas líneas, narra de manera clásica las peripecias del niño.

Esa gran metáfora tiene el sentido de cómo el lenguaje va configurando los vínculos primarios en la constitución de la propia identidad.

Todo lenguaje acaba por ser metafórico en el sentido que nunca el lenguaje expresa en su totalidad la realidad que queremos expresar, y sin duda, los sentimientos más profundos y esenciales de la vida, como el amor, la muerte, la amistad, el miedo, son los más opacos e innombrables. Decimos, hablamos, escribimos, a través de rodeos, más cercanos o más lejanos, más cortos o más largos, más simples o más encriptadas. Tenemos vedado nombrar las cosas mismas, la realidad en su verdad, tal como los hebreos, inventaron el tetragrámaton como nombre propio de la divinidad, pero estaba prohibido nombrarlo, porque Dios, que es el absoluto, no se lo puede nombrar.

Y todo texto literario es en cierta medida un "lenguaje perdido", en el sentido del texto del "niño grúa", por expresar, incluso a veces desesperadamente, el palimpsesto de nuestras experiencias fundantes configuradas a través del lenguaje, y que no termina nunca de borrar sus rastros.

Pienso en mi "lenguaje perdido" y creo que no es uno solo, debe haber varios. Además, lo llamaría más que perdido, fundante. Hay momentos en que se va configurado un lenguaje propio, por alguna razón, que no se pierde, más bien queda para siempre y lo que va cambiando es lo que hacemos con él. A veces lo resistimos, otras lo aceptamos, otras lo acomodamos en un rincón. A Michel, el niño grúa, le resultó tan importante y salvador, que lo asimiló como su refugio y razón de vida, no quiso más salir de allí. No quiso darle otra oportunidad a las "torpes criaturas que lo rodeaban". Uno de los lenguajes propios de la configuración de mi identidad es el religioso.

Mi caso podría haber estado en el índice de alguna de las revistas que hojeaba Jerene. Un niño de una familia, cuyos padres fueron militantes religiosos con perfil fundamentalista. Cada cosa de la vida tenía un fundamento religioso, y las actividades de la vida cotidiana formaban parte de una estructura litúrgica. Al levantarse, una lectura bíblica y meditación; el almuerzo y la cena con oraciones previas; al final del día un culto familiar, que incluía canciones, lecturas, reflexiones y oraciones. A tal punto, que la mitología familiar cuenta que, ese niño cuando tenía tres años, y aún a "media lengua" recitó de memoria el Salmo 23 desde el frente a la congregación reunida. El mito fue reforzándose porque después de muchos años ese niño no necesitó leer nunca más el Salmo 23 y puede repetirlo de memoria como si fuera su nombre. Los gestos y muecas de ese lenguaje se expresaban en las elecciones decisivas de la vida, que este niño ya convertido en joven tenía que enfrentar. Y así, fu llegando a la conclusión que los lenguajes perdidos, nunca se pierden del todo, siempre lo encontramos en alguna esquina de la vida. Se fue dando cuenta que no hay que descartarlo, porque eso puede significar, descartar al mismo tiempo y sin darse cuenta, parte del mismo ser, y finalmente resultar en un empobrecimiento. Poco a poco comprendió que cada uno es, de alguna manera, una serie de lenguajes perdidos mezclados y en movimiento y es esa misma la materia prima con la que tiene que arreglárselas y maniobrar para encontrar, de vez en cuando, algunos destellos de felicidad.

Una metáfora importante del texto es la misma historia de Michel. Una segunda, es la ventana que se convierte en espejo. La tercera es una cierta personificación de la grúa.

 "La ventana se convierte en espejo…" La realidad, el mundo que nos circunda, las relaciones que vamos construyendo, desde las más primarias hasta las más casuales e insignificantes, nos ayudan a mirarnos y a conocernos más a nosotros mismos.

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LUCAS ALMADA

  
Autores
María Paula Cerdán, Francisco Kuba, Verónica Laurino, Marcelo Scalona, Caro Musa, Claudia Malkovic, Silvina Potenza, Marcela González García, Soledad Plasenzotti, Natalia Massei, Mónica M. González, Ariel Zappa, Cintia Sartorio, Cecilia Mohni, Silvia Estévez, Julia M. Sánchez, Matías Settimo, Marisol Baltare, Maximiliano Rendo, Matías Magliano, Andrea Parnisari, Roberto Sánchez, Alina Taborda, Nicolás Foppiani, Mayra Medina, Alfredo Cherara, María B. Irusta, Ale Rodenas, Laura Rossi, Germán Caporalini, Rosana Guardala Durán, Rosario Spina, Sergio Goldberg, Luisina Bourband, Alejandra Mazitelli, Tomás Doblas, Laura Berizzo, Florencia Manasseri, Beti Toni, Nahuel Conforti, Gabriela Ovando, Diana Sanguineti, Joaquín Yañez, Joaquín Pérez, Alvaro Botta, Verónica Huck, Florencia Portella, Valeria Gianfelici, Sofía Baravalle, Rubén Leva, Marcelo Castaños, Luis Astorga, Juan Pedro Rodenas, Esteban Landucci, Dora Suárez, Laura Cossovich, Alida Konekamp, Diego Magdalena, Franco Trivisonno, Gerardo Ortega, Roberto Elías, Facundo Martínez, Ariel Navetta, Graciela Gandini, Jimena Cardozo, Soledad Cerqueira, Juan Gentiletti, Sebastián Avaca, Emi Pérez, Adriana Bruniar, Mariano Boni, Flor Said, Elina Carnevali, Roxana Chacra, Lorena Udler, Nora Zacarías.-