Abril del 2012
Publicado en Nuestra Letra. el 30 de Abril, 2012, 12:38
por MScalona
Miscelánea de los rengos
Siesta. El pibe los observa desde el otro lado de la raya de cal. No puede jugar, sus piernas no se lo permiten. No le importa demasiado, se siente parte, alentará a sus amigos, les dará indicaciones para que el nueve no quede solo.
Se acerca la hora de la leche, Esténtor grita: “el que hace el gol gana”.Vuelven juntos abrazados, los buzos que hasta no hace mucho tiempo fueron arcos, cubren los hombros. Se ríen, entre amigos los triunfos se disfruten más y las derrotas duelen menos.
Ricos, pobres, de derecha, de izquierda, agnósticos, religiosos, todos somos recibidos con los brazos abiertos por esa Babel que solo exige el guardapolvos de la pasión por la pelota, no importa lo que haya debajo.
El fútbol permite milagros, los que pierden todos los días, ganan; los egoístas, comparten. Como dice Eduardo Sacheri: “Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: NO SABEN NADA DE FÚTBOL.”
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Martín Momo
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Publicado en relatos el 29 de Abril, 2012, 20:08
por MScalona

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ESMERO
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Es la preparación de un viaje. Un viaje lejos. Valija de antes, de mano, cuerina verde, en un ángulo tiene una ventana transparente donde va la etiqueta con las señas del dueño. Una etiqueta blanca con su letra original, segura, redondeada, la misma con que firmaba mis boletines. El hombre enclenque, la letra firme; el esmero empezaba con la caligrafía, el respeto por sangrías, tildes, renglones. Nombre y apellido. Le quedó lugar para una firma abreviada, inalterable. 88 años, un paréntesis junto al nombre. Difícil saber para quién es la advertencia. Una muda de ropa de calle, una colonia Old Spice, una foto de mamá (aún dormida, exhausta de atenderlo todo el día). En el sobre interno de la valija ordenó medias, pañuelos, calzoncillos y los documentos. ¿Pantuflas? ¡Dónde irá!
Es un viaje lejos pero nadie conoce el proyecto. Habrá que girarle la jubilación y algunas rentas. Es definitivo, piensa. Eso sí, habrá de avisarles ni bien llegue y se instale de Mauricia. El pasaje de colectivo (solo ida) lo guarda en el bolsillo y por el nombre de la empresa sospecho un destino de sierras cordobesas. Su Guermantes podría ser la colonia veraniega del Sindicato de Telegrafistas y Carteros de la República Argentina, en Huerta Grande, en el Valle de Punilla.
Mi padre fue cartero en el famoso barrio de las putas, en Rosario, Pichincha, el territorio de la Zwi Migdal, de los rufianes melancólicos con cartas llenas de malentendidos y las mismas penas de Bartleby. Cartas sin destino, simulacros, víctimas de la espera. Pero si algo tiene bien ganado es su derecho a ser el Quijote o al menos, a una quijotada. Es obvio que no puede caminar (arrastra los pies) las cinco cuadras que lo separan de la avenida donde pasa el ómnibus que lo lleve a la Terminal. Sin embargo, su pasaje a Córdoba, uno real que ha guardado en el bolsillo del pantalón, dice: “35-Ventanilla”. La clase de hombres que para viajar, sólo necesitan la ventanilla. Y el motivo de las mayores peleas con mi madre es que ella no quiere abrir las ventanas de la casa por el polvo y por la fotofobia que le dejó su cirugía de cataratas del Dr. Ferroni.
Cuando dos horas más tarde toda la familia sale a buscarlo por el barrio, alertados por mi madre del escape del viajero que huye, la valija verde y su Guermantes, papá ha conseguido arrastrar sus pies hasta la Avenida San Martín. Allí lo encontramos yo y mi hijo, su nieto, temblando, lloroso, confuso pero a pocos metros de la parada del 133 y con las monedas justas (3,25) que necesitan los usuarios que pagan el boleto en efectivo. Pregunta quién es su nieto y cuando cree recordar dice: claro, el chico que pasea el perro. A menudo califica así a todos los jovencitos que llevan un perro por las calles del barrio. Para la demencia senil debe ser más sencillo el lenguaje literario que el común. Me exige irse a Córdoba, en un parte breve explica toda la odisea y aumenta la convicción agitando el boleto de la empresa Sierras de Córdoba. Le ofrezco el amparo del café, voy a mentirle, a engañarlo, a demorar su viaje lejos como hace Burt Lancaster en esa peli de Frankenheimer que a él tanto le gusta, “El Último Tren”.
Nos sentamos en el Bar Lido, un día perfecto de otoño como dice Matías Settimo, porque no es melancólico, es triste. Cafés cortos, cargados, su memoria de niño casi italiano trae la palabra ristretto pero el mozo no le presta atención porque mira de la tele un partido de fútbol ajeno. Cuando papá mire el tevé, en la próxima media hora preguntará cuatro veces el día y la hora del partido de Rosario Central. Mañana sábado 18 hs. diré y repetiré. Mañana sábado 18 hs. Mañana sábado 18 hs. Mañana sábado 18 hs.
- ¿Mañana sábado…?
- Sí.
- Mañana íbamos a ir al súper a la tarde y a buscar el billete de lotería.
- Y bueno, vayan a la mañana…
- Vamos a ver qué dice tu madre ¿el partido es a la tarde?
- Sí, a las seis…
- ..…
Después de unos minutos en silencio, aburridos mirando esos partidos clones de fútbol, él ordena los restos de la mesa con el esmero habitual que sería la envidia de Greenpeace. Quiere pagar la cuenta y entre los billetes saca del bolsillo el pasaje Sierras de Córdoba 35-ventanilla. Lindo número, el pajarito, dice. Me olvidé la valija en casa. No, acá está y se la muestro. Vamos. Y empieza a indicarme cómo haré para mandarle a Córdoba la jubilación y unos alquileres. Pregunta por Mauricia y otra vez a qué hora jugará Central y qué día. Cuando vuelve a ver a mi hijo le dice su nombre, lo besa y le cuenta que hace un rato, aquí mismo, vio a un chico paseador de perros igualito a él.
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Marcelo Scalona
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Publicado en De Otros. el 28 de Abril, 2012, 13:53
por MScalona

PALABRAS
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Se espera que la lluvia pase. Se espera que los vientos lleguen. Se espera. Se dice. Por amor al silencio se dicen miserables palabras. Un decir forzoso, forzado, un decir sin salida posible, por amor al silencio, por amor al lenguaje de los cuerpos. Yo hablaba. En mí el lenguaje es siempre un pretexto para el silencio. Es mi manera de expresar mi fatiga inexpresable.
Debiera invertirse este orden maligno. Por primera vez emplear palabras para seducir a quien se quisiera gracias a la mediación del silencio más puro. Siempre he sido yo la silenciosa. Las palabras intercesoras, las he oído tanto, ahora las repito. ¿Quién elogió a los amantes en detrimento de los amados? Mi orientación más profunda: la orilla del silencio. Palabras intercesoras, señuelo de vocales. Ésta es ahora mi vida: mesurarme, temblar ante cada voz, temblar las palabras apelando a todo lo que de nefasto y de maldito he oído y leído en materia de formas de seducción.
El hecho es que yo contaba, yo analizaba, yo relacionaba ejemplos proporcionados por los amigos comunes y la literatura. Le demostraba que la razón estaba de mi parte, la razón de amor. Le prometía que amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de ser amada por él y no por otro. Es tan difícil hablar de esto. Cuando vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse hacia mi rostro. Quise sus ojos despeñándose en los míos. De esto quiero hablar. De un amor imposible porque no hay amor. Historia de amor sin amor. Me apresuro. Hay amor. Hay amor de la misma manera en que recién salí a la noche y dije: hay viento. No es una historia sin amor. Más bien habrá que hablar de los sustitutos.
Hay gestos que me dan en el sexo. Así: temor y temblor en el sexo. Ver su rostro demorándose una fracción de segundo, su rostro de detuvo en un tiempo incontable, su rostro, un detenerse tan decisivo, como quien mueve la voz y dice no. Aquel poema de Dylan Thomas sobre la mano que firma en el papel. Un rostro que dure lo que una mano escribiendo un nombre en una hoja de papel. Me dio en el sexo. Levitación; me izan; vuelo. Un no, a causa de ese no todo se desencadena. He de contar en orden este desorden. Contar desordenadamente este extraño orden de cosas. A medida que no vaya sucediendo.
Hablo de un poema que se acerca. Se va acercando mientras a mí me tiene lejos. Sin descanso la fatiga; infatigablemente la fatiga a medida que la noche –no el poema- se acerca y yo estoy a su lado y nada, nada sucede. Sólo una voz lejanísima, una creencia mágica, una absurda, antigua espera de cosas mejores.
Recién le dijo no. Escándalo. Transgresión. Dije no, cuando desde hace meses agonizo de espera y cuando inicio el gesto, cuando lo iniciaba… Trémulo temblor, hacerme mal, herirme, sed de desmesura (pensar alguna vez en la importancia de la sílaba no).
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1964
Prosa Completa, Ed. Lumen
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Publicado en relatos el 28 de Abril, 2012, 13:48
por MScalona

La delgadez del hilo
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El almanaque que veo tiene los números grandes. Tiene una tira transparente que se corre y sobre ella, un pequeño recuadro móvil de color rojo que encuadra el día. Con ellos siempre sabés donde estás. Que día es. Hay colgado uno similar tras la puerta de la cocina. 22 de setiembre, mi cumpleaños. Creo que ese día vinieron todos pero sólo se quedaron un rato. Nunca me estorbó la gente. Pero esa vez alguien decidió por mí que sí me molestaban y como si se hubieran organizado, venían de a uno. Máximo, de a dos.
Siempre la sobreprotegió. Le dijo que ella era la que se iba pero que ella, era la que se quedaba. No tenés comprado el destino. ¿Y si yo no te sobrevivo? ¿Te lo preguntaste? Yo sí, varias veces.
Nando no es de muchas palabras. Tiene pocas que le salen pero muchas por dentro. Siempre me apoya la mano. En la frente, en el pecho, en mi brazo. Es independiente y más que adulto. Este hombre no es de este planeta. Lo siento cuando me apoya la mano en la cara. No me acaricia. Me pasa energía y eso acá es mucho decir. Nos llevamos bien porque nos vemos a la mañana y a la tarde. El trabaja y yo también pero ahora es como que estoy de vacaciones. A veces siento que no conozco a la gente. Si bien están todos los días es como si no los registrara. Como si ellos vivieran una vida que no se cruza con la mía. Pero estamos acá compartiendo espacios y ellos me hablan como si supieran quien soy o que necesito. Asumen que necesito. Suelen acertar algunas veces. Otras no.
Le dijo que si se iba se moriría, o se volvería loca. Creo que no te animaste a decir “moriría” pero yo lo escuché igual. Siempre luchan tu posesión y mi independencia. ¿No lo ves?
- Hola nena, ¿cómo estás? ¡qué pregunta imbécil! Sabés que estas cosas me dan temor. No estoy acostumbrado.
Ya lo sé Teo. Esa parte siempre me tocó a mí, desde chica. Me cuenta que está cocinando, aprendiendo a cocinar. Que tiene visto un nuevo trabajo. Que Laura está un poco mejor de la operación y aprovecha el reposo para estudiar. Nando le había dado algo de dinero del que yo guardaba en el baúl del auto y él sacó cuando lo llevó al mecánico.
- Después, cuando estés más tranquila, arreglamos.
Mi hermano Teo siempre viene por la mañana. Por la tarde me dice que está en el trabajo pero los demás comentan que se va a los “burros”. Yo le creo a él pero sé que hago mal. A él no le sirve, no lo ayuda.
- ¿Cuánto querés apostar?, sentí que le decía a Nando un día. Te apuesto que consigo el trabajo y antes estamos en ruedo de nuevo.
Me parece que en la radio dijeron que era quince de octubre. Desde que no hago más las facturas por los honorarios me pierdo con las fechas. Cuando viene Liliana me cuenta que de eso se están encargando ellos y que no me preocupe. Que yo me encargue sólo de lo mío y que cuando apenas tengamos un sábado libre nos vamos a ir a la peluquería y al spa. Los días que viene Mary y coincide con Liliana las dos se enroscan en planes de descanso y relajación. Afirman que cuando vayamos, vamos las tres. De lo contrario, no vamos. ¿Te imaginás? Las tres en el spa y con la tarjeta. Di-na-mi-ta. Intento sonreírme con ellas y Mary con su manía de coquetería siempre me quiere retocar el cabello. Y lo hace.
Hace un par de semanas fue el cumpleaños de Nando. Él nunca se muestra emotivo, pero ese día lo hizo cuando estábamos a solas. Yo lo he visto emocionado algunas veces y creo que soy la única que cuento con tal privilegio. El día de su cumpleaños lloró en silencio con la frente apoyada en mi mano. Yo tengo la mano fría y las lágrimas de él me la calentaban. Me contó que no quiere tener hijos, le da miedo por la locura de hoy en día. Yo sí, ese es el tema. Lo escuché en silencio. No me salían las palabras. Descargá amor. Soltá la espita para que salga el vapor de adentro.
- ¿Qué es la espita?, le preguntó una vez.
- La espita es como una válvula que tiene un autoclave. Es un aparato que se utiliza para esterilizar cosas.
- ¿Cómo una olla a presión?
- Justo eso. Cuando el vapor se calienta dentro sube la presión y ¡zas…!
- ¿Zas? ¿Te libera?
- ¡Te libera! Ya lo creo que te libera.
Hoy me siento como un tul. Como que floto. Que me elevo. Prefiero sentirme así y no como el otro día. Me sentí ahogada. Muy ahogada, como de humedad. No hay tanta humedad en noviembre. Hace algo de calor pero no en exceso para que me impida respirar. Hasta llegué a sentir que el corazón se me paraba de tanto calor. El calor vuelve loca a la gente. Ese día cuando sentí tal sofoco yo andaba por ahí y unos tres o cuatro tipos se me vinieron encima y me golpearon el pecho varias veces como para robarme. Pero no me robaron. Sólo lo hicieron para molestar. Sentí tanta bronca que me dio como una corriente que perturbó todo mi cuerpo desde el pecho y también me dio un escalofrío. Gente grande. ¿Podés creer que la bronca, el susto, te hagan sentir todo esto? Pero eso no importa. Hoy me siento liviana. No floja, liviana. Liliana me trajo el otro día una crema para el cuerpo. Para la piel seca. Mary me hizo la pedicuría. No les tenés que pedir permiso para arreglarme los pies. Sabés que a mi me encanta. Tanto hacerlo a los otros como a mí misma. Nadie, excepto vos, me lo hacen a mí. Hoy por mí, mañana por ti. Poneme la crema que me trajo Liliana. Está por ahí, en la mesita con los algodones. Cuando te cortan las uñas de los pies te sentís liviana. Como si flotaras. Como si no tuvieras zapatos.
En vez de haber sido azafata deberías haber sido pedicura, le decía su mami siempre. Por dos cosas: yo temo a los aviones y … Sí, ya sé, un box de pedicura se puede instalar en el living de casa… No, le replicaba diciendo con cara de carcajada- No es por lo del box en casa. Tenés buenas manos para los pies. Cuando me cortás las uñas me quedo como dormida. Nunca siento dolor.
La última vez que vino Laura estaba bien. Fueron varios días los que estuvo ausente después que se operó. Se le estará yendo de a poco lo pálido. Me contó Teo que perdió plata y que discutieron con el nene por culpa de Teo y que Teo no quiere contratar a alguien que limpie y que para ella sigue jugando. Que la contuvo cuando estuvo en reposo y que tenemos que reunirnos para cenar y que Teo está jugando un poco menos pero que está un poco más nervioso y que… No me siento tan bien amiga. Hablás mucho (en eso Teo tiene razón) pero yo te quiero igual. Viste que acá es como que la voz retumba y por más bajito que hables nunca es suficiente. Ahí viene Teo. Cambio de tema.
- Andá Laura que se te hace tarde. Nando te lleva en el auto. Me quedo un rato con esta piba y te apuesto que se le pasan todos los males. Nando te va a dar un sobre. LLevalo a casa por favor.
Ya sé Ma…, ya sé. Yo siempre soy la más fuerte. Pero el hilo se corta por lo más delgado. El día que me sentí volando recuerdo que nos vimos y nos pedimos perdón. Te pregunté si me estabas esperando. Sí, me dijiste, pero no todavía.
Me despertó un picazón en el cuello. Quise rascarme y cuando me toqué con la mano sentí algo finito y duro. Debo haber dormido mil años. Me cuesta mover lo ojos. Los tengo como pegados con lagañas pero haciendo un esfuerzo los puedo abrir. Me da pereza porque aún cerrados traslucen una luz fuerte desde afuera. Nando otra vez no cerró la persiana. No importa la luz. Quiero ver que es la cosa dura que me estoy tocando. La sigo con los ojos y hago un esfuerzo para mirarla. Serpentea brillante y translúcida como el camino que dejan las babosas por la noche. Es como un hilo, también delgado que se une arriba a un sachet lleno del fluido de las babosas. Debe ser el que me sostuvo para que no me fuera.
- ¡Nando!- grito.
Uno de esos hombres aparecen desde la puerta vaivén donde cuelga el almanaque.
- Tranquila- me dice. Bienvenida. No te toques. Es una vía central que te pasa medicamentos. ¿Cómo te sentís? ¿Tenés dolor…?
Dejé de escucharlo y me dediqué sólo a pensar que día sería.
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Cintia Sartorio
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Publicado en relatos el 28 de Abril, 2012, 13:45
por MScalona

88 a 95
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Verónica entró al Banco apurada, sacó un número y se sentó en la cuarta fila de asientos. Abrió la agenda. PAGAR ESCUELA MARTÍN-AGUA-CRÉDITO-REGALO AURORA (¿La escuela de Ignacio la pagué? ¿Por qué número van?) 85. Primero vibró en el bolsillo y después se empezó a escuchar El bombón asesino. Éste fue Martín, pensó mientras miraba la pantalla del celular. “Alto tema, doña”, le dijo un muchacho que estaba al lado de ella. Paracolmousa polléracortita, resonaba en todo el banco. Verónica empezó a explicarle que el ringtone se lo había cambiado su hijo, que siempre lo hacía, pero se dio cuenta que al chico la canción le gustaba de verdad, al que no le gustaba era al policía que venía hacia ella. Señora, no se puede usar el celular. Sí, ya sé, por eso lo dejé sonar, pensé que si lo apago lo estoy usando y que eso es lo que no se puede hacer (¿Es él? Puede ser, no sé). El tiempo pasa y destiñe un poco a las personas, pensó. Si, está bien, lo que está prohibido es hablar, siga así, no hable. No lo puedo creer, es Verónica. 88, me faltan 7. Élla-seá-gita-porlasnoches-muevelá-cinturíta. Verónica miró la pantalla del teléfono y salió a la vereda para hablar y que no siguiera sonando. ¿Má? Dale, Nacho, ¿qué pasa? Se me rompieron las zapatillas, má. ¿Las Nike? Si. Puta. Ve… ¿Verónica?. Te dije que no eran para jugar a la pelota, Ignacio. ¿Qué hago?, tengo gimnasia. No vayas. ¿Verónica? Te dejo que me quedo sin crédito. Má, tengo prueba, no puedo faltar. Faltá Nacho, después papá te consigue un certificado (Ay, se dio cuenta que soy yo, está cada vez más lindo este tipo, y yo hecha un asco). ¿Te acordás de mi?, soy Gustavo. Sí, como no me voy acordar (qué tarada, me puse colorada. Tendría que haberle dicho si no más, o haber dudado, qué tarada, qué tarada) Si, claro, dice él mirando para abajo (Qué boludo, ¿de qué ríe?) ¿Cómo estás, qué es de tu vida?, no sé, ¿qué haces? A través del vidrio Verónica controlaba el monitor (iban por el 92) y de reojo miraba la hora. 13.07. Te preguntaba si te casaste si tenés hijos. Ella respondió que sí a todo; si me casé y sí tengo hijos, dos nenes, bah, 14 y 15… no son ningunos nenes. ¿Vos? Yo ya me separé –contestó él. Yo todavía no –contestó ella. Ah. Es un chiste, Gustavo, como dijiste yo ya… Ahhh. (Nunca me entendió los chistes, a lo mejor por eso lo dejé, ¿o me dejó él?). Verónica intentaba recordar algo sobre Gustavo y descubrió que el tiempo también destiñe los recuerdos. ¿Y qué más? ¿Qué mas qué?, preguntó ella. Trabajás, te recibiste de algo, no sé, qué hacés. Ah, no, me casé no más. 94, qué suerte. Gustavo te dejo que tengo el 95. ¿Tenés Facebook, mail, algo? (sí que tengo pero ni loca te lo doy). Ah, qué lástima, dijo él, si no nos escribíamos (Si, y de paso me mirás las fotos, te enterás dónde vivo y ves los rollos que tengo cuando me pongo bikini). Verónica sintió el aviso de un mensaje de texto entrante VENIS PARA CASA? COMPRA PBT. Bueno, te dejo, Gustavo. Sí, si, andá; yo estoy siempre acá, de 10 a 15. Esas horas adicionales eran para pagar la cuota del auto, le venían bárbaro, por la plata y además, porque era un trabajo que le permitía conocer gente. Ah buenísimo, le dijo ella (qué suerte que me lo dijiste, así no vengo nunca más) Hola, te deposito este cheque, pago la boleta de agua e imprimime el saldo, si podés. ¿Doscientos pesos, quedan? La cajera sonríe y mueve los hombros como diciendo que no tiene la culpa y entonces Verónica se da cuenta que dijo una estupidez, también sonríe y mueve los hombros como diciendo que no tiene la culpa (de nada tengo la culpa nena, de nada). Tiene pegado un papelito en el monitor LO IMPOSIBLE SOLO TARDA UN POCO MÁS (debe ser una mina sufrida, la cajera) Gustavo la mira desde un costado, está atrás de una publicidad (MÁS QUE UN BANCO, UN SOCIO. BANCO DE LA MERCED, UN BANCO PARA TODOS). Está buena todavía –piensa- ¿Se habrá puesto colorada por que le gusto? Ella sale mirando la boleta de depósito y el saldo para no tener que saludarlo. El muchacho que estaba al lado de ella la deja pasar por la puerta giratoria y al mirarle los pies dice “alta llanta, doña”. (Hoy me borro del Facebook, le pregunto a Nacho como se hace y me borro, me llega a encontrar Gustavo y me muero). Y pensó en el chiste que había leído a la noche, en el muro de Martín: la chica dice “SIAMO COME ROMEO E GIULIETTA”, “¿MORTI?” pregunta el chico. Si, morti, morti, siamo tutti morti. Lo único vivo que nos queda es el ringtone del celular.
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Gabi Gervasoni
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Publicado en relatos el 28 de Abril, 2012, 13:40
por MScalona

TE ESCRIBO
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Te escribo porque no puedo viajar. Porque para viajar hay que salir. Y, yo, salir no puedo… ¿Y quién se lo prohíbe, me preguntó el médico de la obra social? No sé…si no lo sabe usted, le dije…Te quería contar que la casa está linda. Con tu hermana, plantamos malvones. Que son plantas del montón, se quejaba tu hermana. Y, sí, del montón. ¿Cuál es el problema? Del montón… ¿y de dónde somos nosotros?
La plantamos en el fondo, sobre la medianera.
Tu hermana me llevó una bolsa de cal hasta la galería porque yo, no sé si te conté, que estoy un poco angustiado y no puedo salir de casa. Por eso no puedo viajar y te escribo, ¿te acordás que te lo conté al principio? Tu hermana me alcanzó el tacho y le preparé la pintura a la cal y allá salió la Martita a pintar. En una tarde la terminó. Los días de sol, de sólo mirar la pared, se te cierran los ojos de tanto reflejo. ¡Vení, vení a ver!, me gritaba tu hermana. ¿No sabés que yo no puedo salir? No puedo salir y por eso te escribo. Y la otra me quería hacer salir. ¡Que tipa terca! ¡Y los limones! ¡Mama mía, como vinieron este año los limones! Desde la ventana conté veintitrés. Veintitrés limones en una sola planta, la que está pegada a la bomba de agua. Fue solo decirle a tu hermana que el limonero había dado veintitrés limones que me contestó: ¡cuarenta y cuatro limones dio este año! ¡Contados por mí! Lo que pasa es que como vos nunca salís… Pero si será camorrera, ¿qué tiene que ver que yo no salga? Yo cuento veintitrés desde la ventana porque me tapa el tapial. Además, si fuesen menos, ahí estaría el problema. Pero si ella los contó y son más, ¿qué necesidad tiene de gritarme de esa forma?
No quiero quitarte tiempo con todo el trabajo que debes tener allá, en el sur. Ayer estuve viendo lo de la huelga. Con la plata que sacan con el petróleo y, encima, les niegan el aumento…manga de atorrantes. No sabés las ganas que me dan de estar allá, pero viste…
En la próxima encomienda te mando un queso y un salame. Quería mandártelo en ésta pero el vago de Rogelio no pasó. Lo llamé por teléfono y me dijo que se había olvidado porque tenía la mujer en cama. Que si quería, pasara por la casa que me los tenía preparado. ¡Pero no, le dije, si vos sabes que no puedo salir, Rogelio! Le dije que eran para vos, que me habías hablado por teléfono y me contaste que extrañabas de lo lindo comer un poco de queso y salame, que allá estaban carísimos. Pero ni así pasó el hijoeputa.
Bueno, te mando un abrazo grande. Y cuidate, mirá que la mano se está poniendo pesada. Vos no discutás que después te marcan y cagaste. Que se rompa el traste el delegado que para eso le pagan. Ojalá que para tu cumpleaños se me pase y pueda viajar. Si no, te escribo otra carta y te la mando certificada, así te llega seguro, con el salamín y el queso. Un abrazo. Papá.
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Ariel Z
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Publicado en relatos el 28 de Abril, 2012, 13:35
por MScalona

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-Hola ! Susy ?, fijate en Página 12 la nota Niño en muletas.
- hey!! Estoy leyendo. La foto la acercó alguien de quien no tenemos ninguna referencia . La redacción quiso hacerla pública, porque el fútbol siempre es como una fiesta,, no importa si el lugar es un estadio, una cancha ,o simplemente un potrero de barrio.,lo interesante es ver que funciona como espejo de la sociedad, es decir, la camadería ,esa amistad como puede vislumbrarse en esta fotografía. No importa el color de la camiseta , sino que refleja una visión del mundo,Un productor de realidades sociales. Queremos cerrar esta nota con palabras del antropólogo Chistian Bromberger “…una de las lecciones , que el fútbol nos da para el mundo es que como requisitos para tener éxito, además del mérito, hace falta solidaridad, tener suerte, y contar con una justicia favorable ”
-¡Por Dios!, aún recuerdo el día, ¿te acordás? Metió el gol con las muletas , se armó un lío !
-Es verdad, quién habrá llevado la foto ?
-Pasaron tantos años
-Será una venganza ?
-De quién…?, no creo que Miguelito aún tenga bronca por ese patadón que le dieron.
-Bueno, le fracturó la tibia
-Fue un accidente
-Quizás esté resentido
-Hum… no sÉ
-Bueno, después te llamo, llegó mi marido .
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El llavero daba vueltas en uno de sus dedos, como al descuido apartó de su camino al pobre de Hefesto (su perro), que quedó tirado en la alfombra de la entrada.Tiró sobre la mesa su celular y también el diario. Ni siquiera se percató que ella estaba allí observando,.sin comprender demasiado la situación , se dirigió a la cocina y comenzó a lavar las verduras.
-¿Con quién hablabas ?
-Con Susy, no sabes lo que pasó
-Sï, ya lo sé .
-¿Quién habrá sacado esa foto ?
-Y …seguro que fue el gordo
-¿Y lo hizo por venganza, decÍs?
-No solo hizo eso por vengarse…
-¿Qué queres decir ?
-No entendes nada, lo unico que quiero es que no me reconozcan.
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El celular comenzó a sonar, miraba de reojo , revisaba los mensajes, e inmediatamente arrojaba el aparato sobre cualquier mueble que encontraba a su paso.
-Que está pasando?
-No lo puedo creer, despues de tantos años…
-¿QuÉ?
-Ya todos se dieron cuenta, que soy yo.
-Por favor… todos saben que no fue adrede, le pudo pasar a cualquiera.
-Vos no entendés nada, estoy hablando de la camiseta
-¿Qué carajo decìs ?
-Estoy diciendo que ese día, el CRETINO de tu hermanito, me obligó a ponerme la camiseta canaya para dejarme un rato a solas con vos y poder darte un beso, nuestro primer beso, ¿entendés ahora ? Yo… LEPROSOOOOO …
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Cris Gándara
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Publicado en Ensayo el 27 de Abril, 2012, 23:18
por MScalona
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Me duele el otro –
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COMPASIÓN. El sujeto experimenta un sentimiento de compasión violenta con respecto al objeto amado cada vez que lo ve, lo siente o lo sabe desdichado o amenazado por tal o cual razón, exterior a la relación amorosa misma.
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- “Suponiendo que sintamos al otro como él se experimenta a sí mismo –lo que Schopenhauer denomina compasión y que se llamaría más precisamente unión en el sufrimiento, unidad de sufrimiento-, deberíamos odiarlo cuando él mismo, como Pascal, se encuentra aborrecible”. Si el otro sufre alucinaciones, si teme volverse loco, debería yo mismo alucinar, enloquecer. Ahora bien, sea cual fuere la fuerza del amor esto no se produce: estoy conmovido, angustiado, porque es horrible ver sufrir a la gente que se ama, pero, al mismo tiempo, permanezco seco, impermeable. Mi identificación es imperfecta: soy una Madre (el otro me da preocupaciones), pero una Madre insuficiente; me agito demasiado, en proporción incluso de la reserva profunda en que, de hecho, me mantengo. Puesto que, en el mismo momento en que me identifico “sinceramente” con el infortunio del otro, lo que leo en esa desdicha es que se ha producido sin mí, y que, siendo desgraciado por sí mismo, el otro me abandona: si sufre sin que yo sea la causa, es que no cuento para él: su sufrimiento me anula en la medida en que lo constituye fuera de mí mismo.
- Y entonces, inversamente: puesto que el otro sufre sin mí, ¿por qué sufrir en su lugar? Su infortunio lo lleva lejos de mí; no puedo más que perder el aliento si corro tras él, sin esperanza de alcanzarlo jamás, de entrar en coincidencia con él. Separémonos pues un poco, hagamos el aprendizaje desde cierta distancia. Que surja la palabra reprimida que aflora a los labios de todo sujeto en cuanto sobrevive a la muerte del prójimo: ¡Vivamos!
- Sufriré por lo tanto con el otro, pero sin exagerar, sin perderme. A esta conducta, a la vez muy afectiva y muy controlada, muy amorosa y muy pulcra, se le podría dar un nombre: es la delicadeza: es como la forma “sana” (civilizada, artística) de la compasión. (Até es la diosa del extravío pero Platón habla de la delicadeza de Até: su pie es alado, apenas toca el suelo.)
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Roland Barthes, Fragmento de un discurso amoroso. Ed. Siglo XXI
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Publicado en Aguafuerte el 27 de Abril, 2012, 1:08
por MScalona

Omsk, 20 de Agosto
Querida Inga
Hoy fue un día muy particular, no sé si el verano se está despidiendo muy rápido; o quizá la emoción y los recuerdos moldean las distancias, los paisajes familiares, el antes y el después y te diría que hasta el color del cielo me sorprendió con un gris casi ceniciento como nunca antes lo había visto, pleno de sensaciones.
En estos momentos estoy en mi cuarto, en el viejo hotel, esperando saborear esa sopa de repollo, papas y tomates que tanto nos gustaba; me parece sentir su aroma en el comedor de casa y los roces de las cucharas.
Estuve caminando cerca del río, me senté un rato entre los árboles, frente al viejo puente ferroviario. En los alrededores hay construcciones bajas, todas iguales, casi sin sueños. Me costó encontrar aquel gran descampado donde íbamos a jugar del otro lado del puente. Se ha transformado en una placita con juegos nuevos, con niños que inventan otra historia mientras la hamaca sube hasta las nubes; con la misma alegría con que nosotros jugábamos a la pelota. Como en la foto que había sacado mamá, donde yo estaba todavía con muletas. Antes siempre iba verlos aunque no pudiera jugar con ellos, pero los alentaba; creo que por eso me invitaron cuando me vieron con las muletas. Era feliz, con mi silla, mi cámara y tus enojos. Te enojabas porque te robaba un poco a mamá en esos tiempos, y sobre todo después del accidente; pero también con la fotografía, me gustaba tanto como a ella. Aprendí mucho en esos años, nunca olvidaré la primera vez que miré fotografías de Cartier-Bresson en un catálogo, sobre todo aquella del niño con muletas, en Sevilla en 1933; todo a su alrededor estaba destruido por la guerra y aún así, en su inocencia, jugaba y reía.
Querida hermana, te he extrañado hoy, varias veces cerré mis ojos y sentí todo tan lejos y a la vez tan cerca, tantas cosas han cambiado y otras permanecen indelebles, son quizá las araduras que la vida imprime en nosotros, en el paisaje, en las voces; por eso en lugar de enviarte un mail, preferí escribirte esta carta, donde cada trazo en el papel las rememora. Estoy seguro que nos volveremos a reunir para celebrar en alguna noche blanca, pero mientras tanto, aquí todo está como en aquel entonces, el alma se reconoce en ese “tiempo siempre abundante; a menudo esta ciudad está fuera del tiempo y… de comprenderlo”
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Te recuerda, Andrey
P/D Te envío dos mis fotos más queridas, la mía y la del niño de Sevilla
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Publicado en relatos el 26 de Abril, 2012, 15:47
por MScalona

Yo era un animal que huía del fuego.
Los interrogantes sobre lo esencial me aguijonaban la espalda. No había fluidez, no había belleza, incluso mis ideas tenían espinas. Con los brazos golpeé un gong -no para anunciar algo, sino para procurarme el golpe- que sonó hasta aturdirme.
Iba por el mundo preguntando por alguien de quien poco sabía. Algunos se reían, otros se excusaban. Los más arriesgados me dieron pistas falsas: seguir las babas del diablo, las telas de araña o los trazos que dejan los caracoles al desplazarse; guiarme por los cantos de sirenas o el rugir de algunas fieras que no matan, pero hieren de muerte; y a todo eso me aferré con devoción porque nada es más encantador que un falso profeta y porque las opciones de los desesperados siempre son irrisorias.
No existe mayor crueldad que dejar animales heridos.
Cuando el espacio entre lo que era y lo que iba a ser desapareció, en sintonía con aquello que intuía como propio, orgánico, natural, pegué el salto y encontré en su pecho toda la virtud del mundo. Pero no cuento la historia de un amor sino la mía y a aquella virtud la conservo bajo la forma de una certeza que a veces quema o arde, pero que siempre ilumina.
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Publicado en Ensayo el 26 de Abril, 2012, 14:39
por MScalona

 La cantante uruguaya Lágrima Ríos, “la perla negra del tango”, fallecida hace tres años, oficia de narradora en el libro más reciente de Roberto Echavarren. Pero nada más alejado de la autobiografía ficticia de una celebridad, del relato cronológico y cristalizado de una vida. Ríos más bien pone el cuerpo: a modo de homenaje Echavarren anida en su voz para discurrir en los breves capítulos que componen Yo era una brasa; anécdotas, epifanías, reflexiones que se articulan como parte de un relato mayor, como un mosaico cuyo valor reside tanto en su conjunto, como en el poder evocativo de las imágenes y en la precisión de ciertas frases y fragmentos. Aunque a primera vista pueda parecer alejado del imaginario beatnik y rockero de los sesenta presente en Ave roc, o la noche montevideana andrógina de fin de siglo de El diablo en el pelo, como mujer, como descendiente de esclavos africanos, como bisexual, como artista y marginal, en Ríos se intersecan ciertas coordenadas que no son otras que las obsesiones teóricas y narrativas características de la obra del poeta, ensayista y narrador uruguayo. “Odio, rabia, excitación, a veces son lo mismo. Pero conmigo se confunden. ¿Es varón, es mina? ‘¿Qué sos vos, che, negra fachosa’”, dice en un momento Ríos, en un registro que le imprime a la inmediatez de lo oral un tarareo zumbón. Con gracia y desparpajo, siempre entre risas, la virilidad femenina de Ríos va y viene entre los conventillos de Montevideo y la opulencia de Europa narrando sus amoríos con hombres y mujeres, los golpes de una vida vivida al límite, que recuerda en sus peripecias a Reynaldo Arenas. Personajes que viven a salto de mata, que se escapan de las situaciones rompiendo ventanas y saltando, huyendo, fugándose de amores tiránicos, convirtiendo el dolor en goce, transmutando de identidad todo el tiempo. “Ahora me siento bestia, aunque de otro modo. Puedo detenerme a considerar. Puedo librarme del empleo y la identidad y la raza. Me muevo en el terreno de mis intereses, pero desinteresada, como si fuera. Si no miro ¿hay imagen en el espejo? Esa imagen a mi espalda, lo que pueda ser percibido por cualquier otra cámara que no sean mis ojos, de todo eso me desentiendo, salvo por un filo de amenaza o de peligro; o salvo que quiera ser percibida por ti, mi pichón.”
Matías Capelli
HUM. 152 páginas. La vi el otro día en HOMO SAPIENS. Marce
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Publicado en Aguafuerte el 25 de Abril, 2012, 13:05
por MScalona
Todos tus muertos
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- “A los cobardes, y también a los bondadosos que prefieren mirar el mal de algunos, y no el dolor de todos.” Francisco Urondo
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La noche anterior a la marcha habían peleado por teléfono. Esa tarde Clara emprendió rumbo a la plaza, allá se encontraría con ex compañeros de la facultad, amigos que aún conservaba aunque no pìsara la Siberia en mucho tiempo. Sentía el cuerpo pesado, los ojos cansados y sucios, pero lo pudo ver igual de lejos cuando formaba en su columna por Moreno. No quiso cruzar la plaza para saludarlo, el curso de la tarde haría lo suyo para hacer propicio el encuentro. Se acordó de Sur “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. Hacía exactamente un año atrás habían tenido su primer discusión de esas que desatan angustias, pero eran otras las mezquindades, y las distancias incluso. En aquel entonces Marcos estaba en Mar del Plata, participando con su organización en un congreso de la CTA. “Acá hay peronistas de verdad” le había escrito en un mensaje. Pero ya no recordaba más, no quería. La inmensa columna que abarcaba cuadras y cuadras tomó por fin el ritmo que toman las marchas de los 24: pausado, interrumpido, tenso. Clara sentía que el tiempo era imposible. Quería empujarlos a todos, arriarlos, pero decidió adelantarse ella misma. Retomó una marcha paralela sobre la vereda. Aprovechó que una de las chicas que iba en el grupo tenía una bicicleta y entonces fue inevitable salirse, era necesario. Se preguntó de quién serán los muertos y siguió buscandoló a él, que tenía la respuesta, porque él había inventado la pregunta el verano pasado. Después de un rato lo encontró. Marcos encabezaba su columna en la primera fila porque estaba encargado de la seguridad de los suyos. Hacía un tiempo que los gestos de su cara se habían endurecido y parecía más robusto que antes, quizás por eso, pensó Clara.
Lo buscó con la mirada, se correspondieron, se sonrieron y enseguida Clara cruzó la calle, le dio un beso y se abrió paso nuevamente de las multitudes formadas. “Las fracciones de las fracciones y las facciones porque ustedes, porque nosotros, Nosotros La Izquierda… Nunca voy a poder marchar con él, que se vaya a la mierda”. Clara siguió su propia columna a un costado -junto a los indecisos, los inorgánicos, los que están de paso- sintiendo un latido cerebral, una frecuencia mental que auguraba o concebía lo peor, o lo real que subyace. La raja invisible que separaba a los imbéciles, de los necios, de los miserables, de los conformistas, de los otrora ingenuos y de los injustos que pretenden el botín de la historia. Nunca se iba a desintegrar in situ esa gran marcha multitudinaria. Lo que la une es lo irreconciliable. Vamos todos juntos , pero no nos reconciliamos. Pensó.
-La sentencia del lunes va a ser polémica, va a haber quilombo.
-¿Por qué?
-Por Chomicky, lo van a absolver y se va a armar quilombo. Hay muchos casos como el de él. Con Rivas, por ejemplo, pasó algo parecido. El tipo entregó gente.
-¿Cómo? si lo hicieron re cagar,¿ de dónde sacaste eso?. Murmuró Clara, desencajada.
-Lo dice Bonasso, en Recuerdo de la Muerte… Es sabido que Montoneros tuvo más muertos, pero porque se señalaban entre ellos…
Triste, más triste que antes, Clara se acordó de la Juventud Maravillosa, en los hijos de esa juventud, en sus compañeros.
La marcha ya había quedado atrás, horas atrás, 36 años atrás. La noche del sábado doblaba con resignación la esquina en Pellegrini y Balcarce. Clara no dijo más, se calló. Perdió la pista, se quebró.
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EugeniArpe.
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Publicado en Nuestra Letra. el 23 de Abril, 2012, 15:05
por MScalona

RELATO
Abrí el cajón de los recuerdos y me hice de arneses para no caer por él.
Siempre fui cuidadoso con el pasado, el futuro viene de ahí.
Rabiosa tormenta. Bajé del Chevallier debajo de la autopista Illía, frente al Planetario. Metro y medio de agua. Sin taxis ni calles. Luego de caminar por la nada, llegué al analista.
- ¿Pero cómo hizo?
- Aparecí.
Debo decir que en ese momento mi existencia ya portaba todas las grietas. Vacío era el secreto. Como los pasacalles, la lógica eran los agujeros. El tonto se detiene en lo escrito, el lúcido en los orificios. Aún lucho entre ambos.
- ¿O estudias o trabajas?, había sentenciado mi madre.
- ¡Y lo tomó al pié de la letra!
Duda por excelencia, posición obsesiva: el todo, la inmovilidad, la inhibición.
Desaparición de la subjetividad, amurallada detrás del cuerpo.
- Mi padre moribundo en el medio de dos caminos donde corren aguas turbulentas. Enfrente una pequeña isla donde se amontonan millones de textos al aire, mojándose. Luego las calles se transforman en ríos de libros que se despeñan en cascadas. Pérdidas.
- ¿Y usted dónde está?
- Sólo cuento el sueño.
El lenguaje participa de la mentira colectiva del hombre que habla.
Somos pasajeros en la cinta transportadora más hábil jamás creada; cadena significante en la que desaparecemos. Si surgimos, lo hacemos en el hueco entre las palabras que se suceden.
Olvidar la materialidad del lenguaje, dejar al lector los agujeros, necesarios, imprescindibles. Permitir que lo complete, lo adorne, lo cubra con su propia vestimenta.
Tal vez lo único que nos pertenece desde que el hombre habla.
-Mi madre me quería abortar. Hizo de todo para llevarlo a cabo.
- ¡Pero falló!
- Me dijo que NO quería que naciera.
- ¡Pero está acá hace ya bastante!
Para no hacer daño me asesinaba cada día, como si me matara dos veces.
Una posición que debía caer.
Muerte anticipatoria de una imagen, parte del semejante que se aleja.
Desmoronamiento necesario, ropaje impostergable. Desinvestidura libidinal, que deja expuesto. Caída que apela. Resurgimiento de otra cosa que cubra.
Sólo en un instante pasamos de ser drama a ser novela.
Relato repetido.
Mi cuento llevó 40 años de preparación y un soplo escribirlo.
Carecer es el motor.
Momentos escasos donde somos capaces de ver. La mayoría, sólo nos distraemos mirando.
Alfredo Daniel Cherara
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Publicado en Nuestra Letra. el 21 de Abril, 2012, 12:54
por MScalona

Ya sé
Mi hermana y yo dormíamos en la cama grande, del lado de los pies, algo que hubiera estado prohibido en circunstancias normales. Papá entró, me desperté y al verlo, antes de que hablara, le dije “ya sé”. Lo hice para ahorrarle las palabras y para que se fuera, mi hermana seguía durmiendo y yo necesitaba llorar antes de que ella despertara. Con la luz apagada, sin otro recurso que la plegaria, me entregué a ese vacío que me subía desde los pies y me inundaba por completo. Esa noche, que es la más antigua para mí (y la más larga), lloré, dormí, recé. Creo que entre sueños aparecieron las primeras palabras: extrañar, cielo, encontrarnos. En una secuencia que me sigue asediando hasta ahora, primero aparecieron las sensaciones, después unos balbuceos interiores y más tarde la frase, el grito. Pasaban los días y la tristeza aumentaba a medida que el tiempo me alejaba de ella. Eso que parecía un ruego siguió interpelándome. Yo no sabía qué era ni como soltarlo. A escondidas, escribí unos versos llenos de faltas de ortografía. No los escribí para mí ni para nadie, vinieron para acompañarme y los dejé que me hicieran gritar. En el papel la tristeza no era tan honda, ni tan incurable, ni tan mía.
Gabi Gervasoni
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Publicado en relatos el 21 de Abril, 2012, 1:56
por MScalona

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Souvenir
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El campo de mi abuela es mi museo subjetivo; uno de mis sourvenires. Cada vez que vengo, me voy con una escena nueva en mi película eterna.
Llego acá y siempre hago lo mismo, recorro este rancho con una ansiedad y curiosidad avasallante, como si fuera un sitio que no conozco. Como el perro, que olfatea cada centímetro de cualquier sitio nuevo o animal nuevo. Pero en realidad, no es tan así…porque en este acto de recorrer, mirar y tocar una y otra vez las cosas que ya conozco, logro reactivar y recolectar otras imágenes que agrego a una película en blanco y negro que no existe más que en mi cabeza. Me imagino y re-versiono posibles situaciones pluscuamperfectas; esta vez a mi abuelo, que no conocí más que por fotos, jugando con mi mamá y mis tíos en el patio de enfrente al lado de la leña; a mi abuela en la huerta con su sombrero de paja y con 65 años menos, o entrando en bicicleta por el camino de la entrada de 50 metros.
Atravieso la habitación de mi abuela, dejo atrás ese cuadro de foto pintada con el rostro de mi abuelo y mi abuela y otra vez me paro frente a este aparador celeste con vitrina. Acá mi abuela tiene las fotos de sus nietos y bisnietos, tarjetitas, cartitas y sourvenires…todo en perfecto estado, sin polvo ni telarañas. Este debe ser -su- museo subjetivo.
En la parte de arriba, sobre carpetas de crochet hay dos jarras de cerámica, una es celeste también con flores pintadas y otra verde musgo, lisa. En el medio hoy puso un florero de vidrio marrón transparente, como las botellas de porrón, con dos yerberas, una rosa blanca y algunas ramitas de helechos. Atrás de todo esto se bambolea la cortina azul turquesa que da al Este, al patio trasero, donde transcurren los encuentros familiares. De a ratos, con la ayuda del viento: luz/sombra/luz/luz/luz/sombra y entreveo la situación. Salí de ahí tratando de pensar en cúal sería mi vitrina.
“souvenir: del francés “souvenir” y éste del latín “sub” (bajo) y “venire” (venir), venir abajo, con la idea de venir en ayuda de la memoria. Se refiere a esos pequeños objetos que uno trae para recordar su viaje.”
Me fui al patio delantero, al Oeste del rancho y me senté abajo del árbol de paraíso, entre las leñas, el hacha, los troncos y Negritu, el perro de mi abuela. Tratando de adivinar cuál sería mi mueble vitrina, se me vinieron a la cabeza, como moscas verdes que van a la osamenta, todos los rostros de aquellas personas que conocí y jamás volví a ver porque sólo pasaron para enseñarme algo. Esa es mi vitrina, llena de sourvenires subjetivos.
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Publicado en relatos el 21 de Abril, 2012, 1:56
por MScalona
Un día de lluvia
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Era un día de lluvia, no era el último día de clases pero yo lo recuerdo como si lo hubiera sido. Mi padre me fue a despertar a pesar de la lluvia, porque sino yo me enojaba, me gustaba mucho ir a la escuela en esos días. Siempre éramos muy pocos y todo era distinto. No formábamos en el patio entorno a la bandera, porque llovía. En el piso estaba el aserrín desparramado para no resbalarse y evitar una caída. Los recreos eran más largo y nadie te decía “no se pueden quedar en el salón, hay que salir al patio”, se podía revisar el armario donde estaba los mapas, se podía escribir en el pizarrón con las tizas de colores. En esos días también se podía entrar a la cocina porque en los brillantes era un territorio vedado, en el que sólo se veía, desde el patio, una pequeña estela de humo y se olía mezclado con el aroma a café.
No recuerdo nada llamativo de ese día dentro de la escuela, más que los juegos en la galería, la amabilidad de las maestras, los intentos de resbalar entre el aserrín, el clima amistoso bien de esos días.
Lo que sí recuerdo es el regreso a casa bajo la lluvia. El viento me había dado vueltas varias veces el paraguas y entre el intento de acomodarlo mientras el agua me atravesaba y con la otra cubrir mi portafolio, me di cuenta. No sé si fue eso o el vendaval que golpeaba o esa sensación de desprotección que no permite pensar que podés meterte bajo el alero de cualquier casa o esa soledad que no podés compartir con nadie por más que se lo cuentes a otro, la lluvia corría por mi rostro húmedo y también brotaba desde interior de mi cuerpo y salía por mis ojos. Igual seguí caminando lentamente, no eran muchas cuadras. En casa luego de abandonar las ropas mojadas y sentir la tibieza de lo seco observé mi portafolio, estaba todo mojado ya no debía preocuparme por lo que llevaba dentro. Me esperaba otro lugar, casi al pasar tome una birome y una hoja de borrador y comencé a despedirme de él.
Empecé a subir escalón tras escalón y todo comenzó a temblar como cuando se produce un sismo o tal vez fue eso, un sismo. Parecía que se caía todo, las paredes, el techo, la escalera que iba para la terraza se iba transformando abandonando su vieja solidez por apenas una hilera fina de ladrillos apenas sostenido por las antiguas vigas y columnas que se habían movido pero seguían firmes como diciéndome “ahora no te puedes bajar”, ahora es más peligroso bajar que subir. Y desde allá arriba muerta de miedo contemplaba la tormenta, la casa estaba en ruinas, los árboles se movían con una pasión desenfrenada, yo estaba cerca de sus copas sentada sobre la demolición esperando que la calma apareciera.
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Mónica Mercedes Gonzàlez
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Publicado en relatos el 21 de Abril, 2012, 1:49
por MScalona

Otras vicisitudes
La primera vez que se me reveló, sin siquiera sospecharlo, que esa noche iba a hacer el amor con una mujer las cosas no fueron bien. Cuando digo que no fueron bien quiero decir que no se me paró. Buscar motivos es querer buscar excusas. Puedo decir que estaba nervioso porque la chica era muy linda, mayor que yo, y la había conocido esa noche. Puedo decir que había tomado bastante. Puedo decir que no tenía forros, y en estas épocas eso es más que motivo para ponerse nervioso. También puedo decir que iba a ser mi primera vez. Creo que ese motivo vale más que todos los otros. Esa mañana fue una de las más grises de toda mi vida. Volví a mi casa como quien vuelve de un velorio.
Siempre tuve buena suerte, el hecho de que aún no sea virgen es la mejor de las pruebas. Quedamos en vernos al otro día, o quizás a los dos días. Ella vivía con una amiga que se volvía los fines de semana a su pueblo. Fue una tarde, a la hora de la siesta más bien. Sinceramente he olvidado los detalles. Seguramente yo hice todo mal y ella hizo todo bien. De eso estoy seguro. De alguna forma los astros se las ingeniaron para que esa tarde todo estuviera alineado. Con la práctica, parece cosa fácil, pero aún recuerdo la zozobra de no encontrar bien el lugar en donde meterla. Hablando de libros, se suele decir que existen dos placeres. El de leer, y el de haber leído. El placer de leer lo fui descubriendo con el tiempo. El primer placer que recuerdo fue el de haber leído, o, para dejar de lado los eufemismos, el de haber cogido. La inmensa felicidad de creer que uno ya era un hombre.
Esa tarde volví a mi casa y el mundo me parecía el mejor de todos los mundos. Una rato antes había estado jugando argentina; había ganado un partido importante. Algo mi viejo me debe haber visto en la cara, porque a mí nunca me gustó mucho el futbol, pero ni bien llegué me preguntó si no quería que fuésemos a festejar. Sin dudarlo un segundo asentí. Subimos al auto y partimos hacía el monumento. Toda la ciudad, el país entero, se juntó a festejar con nosotros.
Nicolás
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Publicado en Nuestra Letra. el 18 de Abril, 2012, 19:50
por MScalona

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Otros
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Me despertó el sonido lejano y constante de la crecida. Apareciste con el libro azul de letras doradas y en silencio, temiendo despertarme, te recostaste conmigo pero de frente en la hamaca que atravesaba la galería. Abrí los ojos recién cuando comenzaste a leer en voz alta para los dos y vi al cielo despejarse, dos o tres nubes bajas, tu perfil a contraluz, la hilera negra de hormigas subir por la pared.
Como en otros días de lluvia, tu mirada había virado al verde. No dejaba de asombrarme, pero no te lo decía.
- “Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto.”
Tus dedos iban y volvían, siempre volvían a mis piernas, como un mantra.
- “Le contesté: Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.”
En el punto y aparte nos reímos.
Ahora pienso que incluso en esas horas lo sabíamos. Suspendidos en el aire traslúcido, le habíamos ganado al tiempo.
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Belén
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Publicado en Nuestra Letra. el 18 de Abril, 2012, 19:46
por MScalona
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“Le acercaron una silla y se refugió bajo el mantel. Ya se le pasó el susto, es un poco de sueño nomás. Recostado con la cabeza sobre la falda lo arrulla el reverbero de su voz y el campanilleo leve de sus pulseras en la sobremesa de verano.
Su voz le llega desde adentro, por los huesos, como cuando todavía estaba dentro suyo.
Aún no sabe que hay más allá de la medianoche, ni le interesa. Hay tiempo para descubrirlo, hay tiempo para descubrirlo todo, mañana, nunca. Ahora siente las yemas de sus dedos acariciarle el pelo detrás de la nuca y se aferra con fuerza a sus piernas, su almohada calentita. Mamá, ¿vamos a casa?”
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NICO F
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Publicado en Poemitas. el 18 de Abril, 2012, 19:42
por MScalona
Era domingo.
La luz empezaba a colarse por las ranuras de las persianas.
Dormías.
Hacías un leve ruido al respirar.
De a poco se iban recortando los muebles, surgidos de las sombras.
Una de las copas tenía todavía el vino de la noche.
Te abracé.
Te moviste un poco.
Después me di vuelta, vos ahuecaste un poco tu cuerpo para que entrara el mío y
dijiste algo sobre la eternidad.
Me quedé quieta, mirando un lado de la habitación.
Alcancé la cómoda, me detuve en el pequeño cajón. Imaginé mis bombachas adentro.
La ocurrencia tocó el aire y dio paso al origen.
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ANDREA P.
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