"Es necesario que se pregunte para que yo siga vivo, por que yo soy tan sólo su memoria". HAROLDO CONTI. Los caminos, homenaje.




la nueva escritura de Rosario

Publicado en Ensayo el 26 de Diciembre, 2011, 12:16 por MScalona

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El turno de los nuevos

por Osvaldo Aguirre

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http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2011/12/edicion_159/contenidos/noticia_5091.html

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Nuevas editoriales y publicaciones, un encuentro académico dedicado específicamente a la cuestión, un corpus en cuya base se destaca el trabajo de la Editorial Municipal de Rosario y sobre todo textos y autores que irrumpen en escena. Las piezas parecen dispersas y si bien el sentido del conjunto todavía no puede cerrarse cuando se asocian las partes la figura que se insinúa es la de una nueva literatura. En Rosario. Pero, ¿qué características tendría esa literatura? ¿Qué libros o autores la representarían? ¿Qué continuidades y qué rupturas podrían señalarse entre los jóvenes escritores locales y los escritores de generaciones anteriores? ¿Cuáles son sus posibilidades y sus obstáculos? Estas preguntas fueron el contenido de una encuesta a la que respondieron autores y editores locales.

Beatriz Vignoli

Repito lo que dije en la presentación de Sonderzeit, de Lisandro Murray, novela que considero representativa de esta tendencia: hay una nueva literatura de Rosario que se la juega y se sale del realismo por las líneas de fuga de lo fantástico, lo lúdicro o lo lírico, o el humor, o todo eso junto. A este tema también lo hemos conversado con Tomás Boasso y Verónica Laurino, a quienes veo trabajando estas líneas de fuga sin prejuicios, saltando las barreras entre lo infantil y lo adulto, entre la poesía y el epigrama o la música. Destaco el lirismo oscuro de la prosa de Marcelo Britos o las evocaciones más luminosas de Amanda Poliéster. Los géneros se contaminan y se mezclan en las minificciones más recientes de Nicolás Doffo para diversos medios. Hay una gran libertad creativa. Como dijo Marcelo Scalona: ya no se escribe "contra" otros textos. Yo agregaría que a esos otros textos se los canibaliza y se los incorpora paródicamente.

Una ruptura estaría en que mientras la generación de los 60 y 70 era fiel al compromiso político, y la de fines del siglo pasado tenía pautas igualmente marcadas en lo estético (en ambos casos había decálogos tácitos sobre qué hacer y qué no), los jóvenes se permiten experimentar con más libertad, sin encasillarse ni en el dogma militante de los 70 ni en el parejo distanciamiento irónico de los 90. Otra virtud de los jóvenes es que no le hacen asco al mercado: no se apartan de él sino que buscan formas novedosas de aprovecharlo o incluso crearlo. Y "género" ya no es una mala palabra, si alguna vez lo fue. La contra viene más por el lado de lo extraliterario: hay comparativamente menos calle, menos vivencias, menos experiencias, menos riesgos, se viven vidas virtuales o si hay acontecimientos sociales tienen lugar casi exclusivamente entre jóvenes y eso se refleja en su literatura, que expresa visiones del mundo signadas por un encierro generacional y por contactos muy interferidos por los medios, cuyos estereotipos (sexistas, clasistas, fobia a los viejos) se replican sin ninguna revisión ni discusión.

Carolina Rolle

Todas las épocas tienen sus intelectuales, sus artistas, sus escritores. Definitivamente podemos hablar de que en este momento hay una nueva literatura de Rosario en tanto es realmente muy notoria la proliferación de escritores jóvenes que están publicando su obra, tanto narrativa como poética, no sólo en formato libro sino también participando en diferentes medios de comunicación como la prensa o los web-blogs o bien leyendo en bares de la ciudad.

Los talleres literarios son un importante disparador para que la gente se anime a escribir y a difundir sus escritos. De ellos salieron escritores como Tomás Boasso quien ya tiene dos libros publicados o Natalia Massei por citar algunos ejemplos. La escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Artes tal vez no sea la mayor productora de escritores de la ciudad pero debemos reconocer que muchos de los escritores jóvenes que hoy forman parte de un movimiento generacional salen de allí. Pienso en la poesía de Irina Garbatzky, El niño C (Cristian Molina), Nicolás Manzi y en la narrativa de Agustín Alzari, Matías Piccolo, Sebastian Bier, Federico Ferroggiaro por mencionar sólo algunos.

No es fácil publicar en formato libro; y lo que muchos hacen es servirse de la tecnología como un nuevo canal de difusión. Por otra parte, también es cierto que Rosario cuenta con los concursos de la Editorial Municipal pero sobre todo, con las propuestas de Tropofonía y del Ombú Bonsai que hacen realmente accesible la posibilidad de publicar. Asimismo, hay otras búsquedas editoriales como es el caso de la reciente Editorial Baltasara que tiene como uno de sus objetivos inaugurar una serie que comprenda la nueva literatura producida en Rosario.

Son innegables los préstamos que pudieron brindar escritoras y escritores como Rosa Wernike, Emilia Bertolé, Angelica Gorodischer, Beatriz Vallejos, Aldo Oliva, Alberto Laiseca, entre tantos otros. Pero hablar de literatura de Rosario tampoco niega los cruces que puede haber con, por ejemplo, la literatura norteamericana o europea. Por otra parte, es común entre los escritores rosarinos jamás aludir a sus antecesores locales sino siempre compararse con movimientos producidos en Buenos Aires u otras partes del mundo. Recién ahora veo un cambio de posición respecto de esto y las jornadas sobre literatura de Rosario que se celebraron en la Facultad de Humanidades y Artes fueron el primer paso para que esto continúe cambiando. Sólo Eduardo D'Anna ha hecho un recorrido por la historia de la literatura rosarina, es tiempo de profundizar sobre eso.

Gabriel Cirelli y Antonio Galimany

La categoría generación literaria o nueva literatura es siempre una arbitrariedad controversial que interesa, en nuestra opinión, cuando opera como estrategia para otorgar visibilidad a un conjunto de escritores y, fundamentalmente, discutirlos como parte de un proyecto literario que los excede (o contiene). Nuestra revista, eSe, durante el primer año introdujo un criterio cronológico y, por ende, generacional y arbitrario (autores sub 35) con el que, en parte, pretendíamos activar esos resortes. Dimos con autores interesantes, pero la consolidación de un espacio generacional requiere de la asistencia de otros actores y, en este sentido, el límite en Rosario parece ser siempre el de su realidad editorial, al punto de que en muchos casos podemos citar autores pero difícilmente libros asociados a ellos; autores con una obra atomizada entre múltiples circuitos de circulación alternativos.

La pregunta perturbadora es otra: ¿qué es un autor rosarino? Porque allí, cuanto menos, hay una tensión: la literatura que se asume local producto de la autorreferencialidad que alimenta, pero también los escritores rosarinos que prescinden de la ciudad o la relegan entre sus prioridades literarias. Las dos pueden ser perfectamente universales pero son rosarinas de un modo distinto y esa distancia plantea al menos un asunto en el que reparar.

Establecer una genealogía de la literatura rosarina, con sus afinidades y sus conflictos, es de por sí problemático. El hecho de que Rosario no sea una ciudad gravitante o con proyección dentro del panorama literario actual o pasado de la Argentina, mucho menos en el resto de Latinoamérica o del mundo, está en la base de esa problemática, ya que afecta la visibilidad de su producción y la posibilidad de dialogar o batallar con otras literaturas. De querer llegar a un público más vasto, la ciudad obliga a sus autores a publicar por fuera de ella, o volverse un producto marginal con poca incidencia más allá de un pequeño grupo de seguidores. Esta sería, a la vez, la mayor continuidad y ruptura que enfrentan las letras locales: salir del ámbito familiar cerrado en el que se encuentra para combatir la endogamia y abrir el juego a una literatura emancipada, exigente y con plenos derechos.

Gervasio Monchietti

No sé muy bien qué es la "literatura de Rosario". Supongo se le llama así a la literatura escrita en Rosario y en esa circunstancia convergen muchas escrituras distintas. No me preocupo demasiado por lo que parece nuevo. Sí me interesan ciertos modos distintos de producir literatura: escritores que además gestionan y editan, algunos cruces de la escritura con lo performático, la mayor utilización del copyleft o licencia de derechos libres que el copyright, cierta fluidez y hasta desfachatez que se genera más en la escritura aún no canonizada. Lo que identifico como nuevo son esos modos de relación con la literatura. Otra característica de la literatura escrita en Rosario es la escasez: de editoriales, de crítica literaria, de espacios de venta (ferias), de lectura, de revistas literarias. Es decir, en un sentido amplio, la literatura es todo ese combo y no sólo lo que se escribe.

No veo libros o autores representativos. Aunque sí hay dos autores que valoro mucho y me parece muy sólida su producción: Ricardo Guiamet y Beatriz Vignoli. En cuanto a libros: hay dos que se publicaron este año que surgen de los modos de producción antes mencionados: Libro de Filosofía. de Fabricio Simeoni, publicado por El Ombú Bonsai, y El fiscal de sangre de Juan Ignacio Cabrera (heterónimo de Mario Castells), que publicó La Pulga Renga. Cada uno de estos libros surge de un proyecto que tiene que ver con lo colectivo, con recuperar el libro como objeto, con trabajar desde la escasez y con escribir bien. El primero, desde un cruce entre la oralidad, la filosofía y la poesía, el segundo desde un cruce —también en poesía— pero entre la historia, el idioma español y el guaraní.

La principal ruptura es que hay autores y editores poniendo más el cuerpo con lo que escriben. Insisto, el desafío es producir buena literatura. Pero lentamente aparece más gente con el compromiso de organizar lecturas en vivo, ferias independientes o ediciones autogestionadas, la Feria del Libro Independiente es un ejemplo. En poesía, hay continuidades en algunas voces que han pasado por talleres literarios de la ciudad. Los talleres, para bien o para mal, son un foco de lectura, entonces hay autores como Leandro Llul o Cecilia Ulla que tienen una impronta fuerte en la lírica y en la lectura de autores como Aldo Oliva, Concepción Bertone o Hugo Gola. La continuidad es un terreno complicado, porque muchas veces se vuelve una repetición.

También me interesa lo que hace Julia Enríquez, que tiene una colección de plaquetas de poesía de autores jóvenes, o los cruces con la fotografía de Fernando Marquínez. Y otros autores que si bien aparecen como una continuidad de lo que fue el objetivismo norteamericano y la poesía de los 90 en Buenos Aires, aportan una impronta más regional o litoral.

Marcelo Scalona

Hay una generación intermedia —menores de 50, preferentemente de 25 a 40— que ha superado los paradigmas semánticos y formales clásicos y modernos. Como decir, que "mataron" a los padres Borges-Cortázar, que han pasado esa barrera y han incorporado tópicos semánticos y formales de la posmodernidad, del minimalismo, del absurdo, del beatnik, de la web, de la literatura como juego o como hipertexto. Textos barthesianos donde conviven géneros, estilos, registros; textos fragmentarios, textos como sesiones de análisis, literatura donde tiene más preeminencia la subjetividad que lo histórico; lo cotidiano, lo mínimo, "lo sucio"; donde hay alteraciones subjetivas, lógicas, temporales; donde se mantienen soportes ideológicos y filosóficos, pero al mismo tiempo están desbaratados o aliviados o neutralizados. Pareciera una generación de autores que —al decir de Calvino— son capaces de mirar a la Gorgona de costado, no de frente, con un criterio de levedad —formal— que nada tiene que ver con superficialidad. Autores que responden a la síntesis más salvaje de los Lamborghini, Fogwill, Puig. Ejemplos son Beatriz Vignoli , Patricia Suárez, Verónica Laurino, Amanda Poliéster, Tomás Boasso, Javier Núñez, Natalia Massei, Martín Sansarricq.

Una de las principales continuidades es que se sigue notando el rastro de literatura fantástica y de entretenimiento (Borges), el realismo mágico (Cortázar), el postulado sartreano de escribir "para cambiar el mundo", sin embargo, desde allí, en los jóvenes aparece como una superación, porque esos mismos paradigmas están aliviados o desbaratados con la fragmentación, con el realismo sucio, con una compleja subjetividad de los personajes, con una literatura como juego también. El texto como hipertexto, metaficción, autoficción. La cosa ya no es tan lineal, unívoca. Sería como comparar "Chiquilín de Bachín" con "El niño proletario", y eso, porque justamente una de las cosas que se ve en los más jóvenes es la deriva de los Lamborghini o las teorías de Barthes.

Nicolás Manzi

Creo que la ciudad, humanamente, ha cambiado. Digo de una manera humana, y me refiero a que en parte consciente y en parte inconscientemente, en ese encuentro de proyección político-económica y el azar de la vida cotidiana. Esa transformación es lo que muchos valoramos de nuestra ciudad, y por la cual la amamos. Queremos una ciudad que es un polo cultural fundamental, hemos cultivado una identidad, fundamentalmente en el último decenio.

No cabe la menor duda de que hay una nueva literatura de Rosario, porque hay una nueva ciudad. Es la literatura que se escribe a partir de esta transformación, pero que debemos leer en el contexto argentino y latinoamericano. Es un nuevo impulso, es una nueva necesidad de contar. Este es un credo de la novedad, pero la novedad se fabrica con materiales que ya estaban en el mundo, y la literatura de Rosario es nueva, porque es fresca y es de ahora, pero está hecha de Rosario, está hecha de gente que convive con la historia de la ciudad, y de nuestro país.

Mientras en ciudades más grandes muchos escritores se preocupan por el afán estético puesto en la insistencia de agitar las banderas de las vanguardias, la estética de algunos escritores con los que comparto personalmente es más sincera y más simple, y quizás por cuestiones geográficas, o de mercado, o por esa simplicidad, no tiene tanta difusión. Fogwill pone el énfasis en saber contar una historia, en contarla bien. Esta es la característica de la literatura que se está haciendo en nuestra ciudad en estos tiempos: saber contar, contar bien. Los escritores que conozco, que no son muchos quizás, son muy trabajadores en este sentido, y además de ser muy profesionales y exigentes con lo que hacen, por suerte, todavía no los desvela el hecho de no haber vendido mil libros. Solo puedo hablar de autores que conozco, con los que tengo una gran amistad, un intercambio de ideas y un proyecto en común. Estoy seguro hay otros tantos en las mismas condiciones, trabajando fuerte también, personas que no conozco aun. Por hacerle justicia a estos últimos creo que no sería necesario nombrar a los primeros.

Por esta necesidad de contar, y de saber contar, personalmente observo un gran auge de la narrativa en una ciudad que ha tenido una experiencia de tradición poética ejemplar. Seguramente los premios de la Editorial Municipal son uno de los principales motivadores de muchos escritores de la ciudad. Si hubo alguna ruptura, seguramente es en el modo de contar, pero esto tiene que ver con dos factores de la cultura fundamentales en la creación literaria: una sociedad de tradición urbana, es decir, inquieta por excelencia, y la influencia de los escritores del resto del mundo, sobre todo de la literatura norteamericana e inglesa.

Sonia Scarabelli

Creo que en Rosario se da una circulación de buena literatura producida por buenos autores, que ha ido ganando una visibilidad más allá del espacio local. También creo que muchos de esos autores se sitúan en una franja de edad entre los veinte y los cincuenta años, que se caracteriza, a mi entender, fundamentalmente, por su diversidad. Lo veo sobre todo en los poetas, quizás porque es hacia donde más naturalmente va mi oído, pero me parece que pasa también con la narrativa. Encuentro que es un proceso interesante y feliz. Creo que algo que contribuiría a darnos mejor idea de ese proceso (que muchas veces percibís a través de cauces editoriales no tan estructurados como el libro) sería que hubiera un mayor fomento de proyectos editoriales que puedan sostenerse en el tiempo. En cuanto a los autores, creo que afortunadamente la lista es amplia, sin embargo, haciéndolo muy acotado, puedo nombrar a tres autores que yo sigo de cerca y con pasión lectora, tanto en poesía como en narrativa, en esa franja de edad que ya mencioné, entre los veinte y los cincuenta, y que escriben y viven en la ciudad (de jovencitos a ya no tanto): Leandro Llull (poesía y narrativa), Ángel Oliva (poesía) y Beatriz Vignoli (poesía y narrativa).

Hablar de rupturas y continuidades de manera general no se me hace claro. Lo que sí creo es que hay un diálogo intergeneracional sostenido, con cosas en común y discrepancias, entre los más nuevos y los anteriores, dentro y fuera de las obras, dentro y fuera del marco local. Entre los más jóvenes encontrás lectores de los mayores, y viceversa. Lo interesante, creo, es eso, que uno lee, escucha, y percibe aquí y allá los hilos de una suerte de conversación en las producciones y en el tiempo, en la que se pueden dar diferencias, pero nunca indiferencia. •

LOS ENCUESTADOS

Gabriel Cirelli y Antonio Galimany son editores de la revista literaria eSe (www.revista-ese.com.ar). Nicolás Manzi es poeta, autor de limericks y uno de los editores de El Ombú bonsai. También escritor, Gervasio Monchietti dirige la colección de poesía de Tropofonía Editorial. Licenciada en Letras y poeta, Carolina Rolle compiló Rosario: Ficciones para una nueva narrativa, antología que Ediciones Baltasara presentará en marzo de 2012. Marcelo Scalona es narrador, coordina talleres literarios y dirige la colección de literatura rosarina Ciudad y orilla. Sonia Scarabelli es poeta y coordina talleres literarios. Beatriz Vignoli trabaja como escritora, traductora, periodista cultural y crítica de arte.

  
Autores
María Paula Cerdán, Francisco Kuba, Verónica Laurino, Marcelo Scalona, Caro Musa, Claudia Malkovic, Silvina Potenza, Marcela González García, Soledad Plasenzotti, Natalia Massei, Mónica M. González, Ariel Zappa, Cintia Sartorio, Cecilia Mohni, Silvia Estévez, Julia M. Sánchez, Matías Settimo, Marisol Baltare, Maximiliano Rendo, Matías Magliano, Andrea Parnisari, Roberto Sánchez, Alina Taborda, Nicolás Foppiani, Mayra Medina, Alfredo Cherara, María B. Irusta, Ale Rodenas, Laura Rossi, Germán Caporalini, Rosana Guardala Durán, Rosario Spina, Sergio Goldberg, Luisina Bourband, Alejandra Mazitelli, Tomás Doblas, Laura Berizzo, Florencia Manasseri, Beti Toni, Nahuel Conforti, Gabriela Ovando, Diana Sanguineti, Joaquín Yañez, Joaquín Pérez, Alvaro Botta, Verónica Huck, Florencia Portella, Valeria Gianfelici, Sofía Baravalle, Rubén Leva, Marcelo Castaños, Luis Astorga, Juan Pedro Rodenas, Esteban Landucci, Dora Suárez, Laura Cossovich, Alida Konekamp, Diego Magdalena, Franco Trivisonno, Gerardo Ortega, Roberto Elías, Facundo Martínez, Ariel Navetta, Graciela Gandini, Jimena Cardozo, Soledad Cerqueira, Juan Gentiletti, Sebastián Avaca, Emi Pérez, Adriana Bruniar, Mariano Boni, Flor Said, Elina Carnevali, Roxana Chacra, Lorena Udler, Nora Zacarías.-