El Portador, Reseña de RAÚL ARGEMÍ
Publicado en Ensayo el 13 de Diciembre, 2011, 20:19 por MScalona
- - Últimamente muchas novelas policiales y negras (¿?) se han deslizado hacia un mundo donde la violencia se cuenta desde tan lejos que no huele ni duele. Pero, de tanto en tanto, aparece un autor que decide ir a fondo, tal vez para ver hasta dónde llega. ¿Para probarse? Seguramente. Esa es una de las razones por la que muchos hemos escrito novela negra. Y El portador, editada por HomoSapiens en Argentina, es una de esas novelas. Su autor, Marcelo Scalona, es de Rosario. El dato sería irrelevante si uno no recordara que, en las primeras décadas del XX, Rosario era llamada “La Chicago argentina”. Apodo que se ganó porque, como Chicago, se hacía fuerte en la exportación de carnes, al tiempo que tenía un gran mundo prostibulario. También porque ese fue un punto fuerte de la Mafia, con figuras como Agatha Galiffi, “La Flor de la Mafia”. El portador nos cuenta la historia de un criminal singular. Gabriel Furlet es joven, lee mucho y es portador del sida, lo que explica, solo en parte, que lo llamen “el Portador”. Casi toda su vida la ha pasado en institutos correccionales para menores y cárceles, con lo que sus códigos están marcados por ese mundo extremo. La voz narradora pertenece a un abogado de segunda, con aspiraciones de escritor, a quien desde chico apodan “Quimet”, como el personaje de La plaza del diamante, de Mercè Rodoreda. En palabras de Lilian Neuman, que prologa esta novela, “Es un Pirandello con auto de lujo, un turrito vestido de Cardin que un día se asoma a ese maldito socavón, a riesgo de caer rendido ante unos ojos que no debía haber mirado”. Es cierto. Javier Quimet Pereda, por unos “arreglos” que tiene con un comisario recibe el encargo de tomar su defensa y conoce a Furlet, “el Portador”, en los calabozos de la comisaría. Algo huele a podrido, porque nadie lo quiere defender, y más: hay muchos, de uno y otro lado de la ley, que lo quieren ver muerto. Pero la necesidad tiene cara de hereje y el abogado agarra viaje. Una pitonisa barriobajera le podría haber advertido: Pibe, tomate el piro, que esta milonga no es para vos, y te vas a hundir en la mierda. Después no me vengas llorando y con el culo roto. Pero la pitonisa faltó a la cita y con la fuga de Gabriel Furlet, y el inicio de un plan demencial para tomar el poder y que gobiernen los desclasados, los villeros, los pobres, los miserables y sus amigos los ladrones, el narrador se zambulle de cabeza en un mundo cruel, sin piedad, pero con lealtades extremas, donde reina la muerte. Un mundo donde la violencia puede ser un camino hacia la redención. En pocas novelas negras he leído escenas como algunas de El Portador. Estiran la cuerda hasta una coma antes de que se rompa. Sacuden y conmueven de tal manera que no se puede permanecer ajeno ni distante. Para leerla sin anestesia. - RAÚL ARGEMÍ (*) - Esta reseña se publicó el jueves 8 de diciembre de 2011 en el BLOG de la LIBRERÍA NEGRA Y CRIMINAL, de Barcelona.- (*) Premio Hammett 2008.- Raúl Argemí presidió el Jurado de la Semana Negra de Gijón 2011 que otorgó el Premio Hammett 2011 a BLANCO NOCTURNO, de Ricardo Piglia.-
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