LAUTARO COSSIA
Publicado en relatos el 8 de Septiembre, 2011, 11:42 por MScalona
Lágrimas amarillas
Caminaba por la orilla, observando de lado las huellas que el oleaje escondía; mis pies salpicados de sal y caracoles. Era domingo, y la tarde avanzaba como una demora o la fatiga, con el hálito de la brisa y un duende rojo disparando las últimas flechas del día. La baba muerta dibujaba un imperfecto contorno blanco, corregido a cada instante por la neurosis del mar, con sus idas y vueltas, sus mansedumbres, sus aquelarres, su luna de doble cara. Pensé entonces en la inconsistencia del mar. También en su persistente voluntad de horadar la roca. Pensé, con una almeja distraída entre mis dedos. Carlos en la casa, salteando cornalitos y sin respuesta. Un rato antes, aunque quien sabe, moqueando a sorbos los restos de un Malbec que había resistido la jornada sin agrietarse. A su ventanal llegaban los rumores del mar. Luego barrían los bordes porosos de la madera y se perdían del otro lado, sobre un banco de arena arañado por el paso sigiloso de los últimos bañistas. Más allá, un grupo de muchachos se arrullaba al fuego y una pareja adolescente aprovechaba el ocaso para balbucear amor.
Te quiero
Yo también
Carlos levantó la cabeza y me vio, aunque rápidamente fugó su mirada en un cortejo de caminantes que empezaba a subir la cuesta de los médanos. Acá abajo, un cangrejo imitaba mis pasos.
¿Me querés? …
Dos gaviotas picoteaban un marlo seco y arenoso. Otras emblanquecían la sombra con un vuelo continuo de bajadas y subidas, hasta que la playa se convirtió en un golpeteo de olas que repetían su muerte como un fuelle estirado, y yo, ahora, sentada a oscuras sin poder reconocer mis pisadas. Un trecho corto, contra la pendiente, zigzagueando entre dejos de cáscaras y bronceador, y una escalera empinada, y la casa de madera, dónde Carlos apuraba la fritura de cornalitos, con el mar de fondo perdido en la penumbra. Me dedicó una sonrisa tierna. Yo opté por un abrazo de tango que supo a esperanza quieta. Era domingo, y la noche avanzaba como una demora o la fatiga, con la cena consumida en memorias calladas y las aguas silbando milongas de no va más. … ¿Me querés? … Me besó en la boca presagiando la despedida y fue en busca del mar. Desde su umbral llegaban melodías que aún duelen lágrimas amarillas.
Lautaro Cossia
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