Marzo del 2011
Publicado en De Otros. el 12 de Marzo, 2011, 15:21
por MScalona
VENDEN LOS DIOSES LO QUE DAN
Venden los dioses lo que dan... (F.Pessoa)

Lo mejor de esta crónica va a ser el título, que, por otra parte, como todo el mundo sabe, no es mío. Es de Fernando Pessoa. Pero por si hay aún por ahí alguien que no sabe quien es Fernando Pessoa, le diré que fue un poeta que sabía mucho de esas cosas de dioses y de los negocios que ellos hacen. Sabía tanto que tuvo que inventar dentro de sí otras personas que le ayudaran a soportar la carga y el peso de la sabiduría. Y ni siquiera así pudo vivir en paz.
Mucho de lo que se escribe no pasa de glosas a lo ya dicho, de modo que esta crónica es tambien una glosa, escrita en medio tono, de un verso que de ella no precisa. Pero las circunstancias pueden más que las voluntades, y ahora no tengo voluntad bastante para resistir a la obsesión de este verso: «Venden los dioses lo que dan». Y para que la crónica no sea totalmente gratuita, imagino un lector ingenuo, de esos que no van más allá del entendimiento literal de los textos, y que, por eso mismo, no consiguen entender cómo y por qué es vendida una cosa dada. Por otra parte, si dejamos de lado estas altas caballerías poéticas, hasta viene la equivalencia en un refranero de esos que venden en las ferias a tres un duro. Dice el pueblo (o decía) que “cuando la limosna es grande, el pobre desconfía».
Simplemente, aquí se desencuentran el pueblo y el poeta. Y resulta que éste, al final, no desconfía. Recibe de manos de los dioses lo que los dioses le van dando, y lo recibe como un triunfador, mostrando a todo el mundo los benévolos dones de que le han colmado. Hasta que llega el día en que le pasan la factura. Y como en este negocio no se comprometen dineros, ni los dioses aceptan este pago, paga el poeta con el alma, única riqueza que tiene, y la única que los dioses aceptan como moneda adecuada. Para eso mismo hicieron el negocio. Entonces, el poeta (no es forzoso que lo sea: basta que se trate de hombre a quien los dioses hayan elegido, y ellos ya saben a quien eligen) deja caer los brazos, descubre el fraude y murmura ”Venden los dioses lo que dan”.
¿Y qué venden los dioses, dando? Todo cuanto exalta al hombre, todo lo que lo engrandece. Venden La inteligencia aguda, venden la sensibilidad exacerbada, venden la lucidez implacable, venden el amor apasionado. Y esto, que son caminos de perfeccion (de gloria, en el más alto sentido de la palabra) se vuelve, de repente, un infierno en la tierra. Los dioses rodean de murallas a la víctima elegida y en esa arena del sacrificio la dejan sola. Es la soledad: el mayor espectáculo del mundo. Se sientan los dioses en las gradas y disfrutan. No entran leones en ese circo — ¡y ojalá entrasen!-. No nay combates de gladiadores — ¡y ojalá los hubiera! Los dioses son apreciadores expertos, y saben que esas trivialidades nada añadirían al plato fuerte del menú: la lucha del hombre para conservar su alma.
¿Cómo acaba el espectáculo? Siempre igual. Anduvo el alma por las gradas, pasó de mano mano, le dieron la vuelta una y otra vez, los dioses se indicaron unos a otros las heridas sangrientas, las viejas cicatrices. Entretanto, en medio de la arena, el hombre es un ovillo informe. Saciados los dioses, con gesto desdeñoso, le devuelven el alma y se van del circo. Van en busca de otra víctima. Laboriosamente, difícilmente, el hombre reintegra en sí el andrajo que le han devuelto. Es lo más precioso que tiene. Ahora que está desnudo, sabe que no tiene otra riqueza. Echa abajo, como puede, la muralla con que lo cercaron, y sale a campo abierto. Los dioses se alejan riendo y conversando. En el fondo, no tienen la culpa: es que son así.
El hombre se endereza e intenta respirar. Da lo primeros pasos. Y como quien se conjura a sí mismo va diciendo: “Venden los dioses lo que dan”. Hagamos votos para que no lo olvide. ¿Pero sería hombre si no olvidara?
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Publicado en homenaje el 12 de Marzo, 2011, 15:07
por MScalona

Gestos que quedan grabados
Por Marcelo Haroldo Conti
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Mi padre siempre se sintió muy cercano al Delta y las islas. No sólo había visto sus canales desde botes o barcos, sino que los había sobrevolado mucho antes, cuando estudiaba para ser piloto civil. Luego vino la casa. A principios de los setenta, estar ahí era soportar una vida rural con todas las letras, sin luz ni servicios básicos, sin calefacción ni servicios sanitarios. No obstante, la pasábamos bien en invierno y en verano.
Había incomodidad, sí. Pero esa incomodidad era simultánea al encanto. Desde muy temprano en la mañana había que armar todos los víveres y después remar juntos hasta la entrada. Una vez que descendíamos al muelle, los chicos nos íbamos a jugar y Haroldo se ponía a hacer distintos trabajos, se iba a visitar amigos o escribía: se sabe que ahí redactó, por ejemplo, Perfumada noche. Claro que, debido a que yo era niño, mis memorias son sencillas. Son las imágenes que retiene cualquier hijo. Un paseo en bote, una parada en el muelle para comprar unos sandwiches, una música. Gestos minúsculos que me quedaron grabados
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Publicado en Aguafuerte el 10 de Marzo, 2011, 9:15
por MScalona


Hulk
Vivir en un edificio, recorrer el palier y verificar que el ascensor está en el octavo piso. Mirar la luz roja que pasea por los números y desciende. Encontrarse de golpe con la boca abierta esperando que todo lo que viene dentro de la caja metálica se detenga abruptamente en una abreviatura conocida: PB.
Y entonces abro la puerta y veo salir a mi vecina que mira sus pies primero y luego me dice que mañana habrá rejas en el frente y que no se cerrarán hasta que todos tengan la llave.
Acepto el anuncio. Luego digo que no estoy de acuerdo. Me dice que así lo decidieron los propietarios. Yo digo que no lo soy. Ella dice que ya lo sabe. Entonces le digo otra cosa, le digo: no me gustan las rejas. Y a ella no le importa. Alza los hombros y luego se aleja. La miro irse, tan segura de haber tomado la decisión correcta.
Entro al ascensor y deseo ser dueña de algo.
La reja resultó ser un cuadriculado verde con una puerta corrediza que encierra de manera intermitente los escalones que dan al ingreso del edificio. Uno corre las rejas y entonces ingresa a una especie de purgatorio donde puede sentarse a esperar, o ascender a la puerta de madera y encontrarse con la portera que sonríe y no pide explicaciones. Pero las da. Dice que el consorcio lo decidió un lunes pasado y que la razón principal eran los niños ricos.
Del otro lado de la calle se levanta un colegio privado que vomita adolescentes con escudos bordados. Ellos se apoderaron de las escaleras del edificio. Allí juegan a las cartas, fuman, dejan olvidadas sus lecciones en el descanso y se besan.
Pero la propiedad privada odia a los adolescentes y entonces pinta de verde al encierro, una especie de Increible Hulk sólido y eterno que los detenga con sólo permanecer ahí.
Para mi alegría, eso no dio resultado. Las llaves tardaban en llegar y el purgatorio permanecía abierto con los adolescentes adentro.
Una chica rubia come un alfajor sentada en uno de los escalones. Levanta su cabeza y me mira fijamente. Se arrastra hacia la pared y me dice: "pasá". Agradecí la orden. En definitiva yo necesitaba eso: pasar.
Me detengo en la imagen de cómo cuelgo la ropa para que se seque al sol. La pongo de revés, del lado de la costura; la obligo a permanecer en las bambalinas. Y entonces confirmo que esa situación, la de la quinceañera dándome la orden, es la forma exacta en cómo se dan vuelta las cosas. El consorcio quiso que ella quedara del lado de la vereda y ahora la rubia toma la actitud de un patovica que me permite la entrada.
No dejo de pensar en el candado. La reja permanece abierta. Me asusta la idea de que está allí a punto de cerrarse. Pienso en las malas inversiones. En la estupidez de los dueños y en la posibilidad de destruir el monstruo de hierro mientras ellos duermen lejos del balcón.
No tengo con quien discutir este tipo de cosas. Sueño con convertirme en una terrorista de las ideas infames: de los detectores de robo en los supermercados, de los cines que quedan lejos, de los discursos largos, de los sillones incómodos, de los baños públicos abandonados, de las salas de espera, del helado de sambayón.
Abandono insomne la idea en el cuarto piso. El celular suena cerca de mis caderas ambulantes y entonces no cierro bien la puerta del ascensor.
Una voz me dice que él quiere hablarme. No alcanzo a responder y presiono con el pulgar la tecla que corta la comunicación. Imagino la reja sobre él, sobre lo que nos pasó; adyacente a la forma en que se rió la última vez que lo vi; aplastando los besos breves de una despedida cierta; provocando interferencias sobre la canción que escuché mientras recogía los restos de la noche anterior.
Decido volver a la calle para respirar el sol sobre el pavimento. Mientras mis plataformas descienden la escalera, la rubia da el último trazo con tinta blanca sobre Hulk.
Leo la frase y le sonrío. Ella me mira con desaprobación y me da la espalda mientras expulsa su cuerpo hacia la vereda. El mediodía está donde ella lo busca.
Yo quedo del lado de adentro y veo un mundo fragmentado en mil pedazos. Pienso en que ella quiso vengarse de todos los que vivimos en el edificio. Su resentimiento tiene letras blancas y deformes.
Mis vecinos no saben que la rubia es feliz sobre este mármol escalonado. Ella escribió justo sobre la amenaza de la tristeza que se viene. Cuando se cierre la reja, deberá dejar los recuerdos adentro. La llave la tienen los otros y ella lo sabe.
El celular suena de nuevo. Decido no contestar. Mi cuerpo ya no puede enamorarse de él; entonces lo acomodo en uno de los escalones y dejo las piernas estiradas en caída libre hacia la salida.
Me gustaría contarle a la rubia que cosas como esas se oxidan. Y que así es la vida.
Pero ella me odia ahora. Tal vez más adelante. Tal vez en primavera.
Mis rodillas lastimadas asoman debajo de la pollera, mostrándome la consecuencia de mis caídas. Reconsidero la posibilidad de exhibirlas mientras fijo la mirada sobre Hulk y leo de a una letra por vez con la furia necesaria: "putos de mierda".
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Publicado en De Otros. el 5 de Marzo, 2011, 18:26
por MScalona
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Publicado en De Otros. el 5 de Marzo, 2011, 14:46
por MScalona

LA AMAPOLA
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Al caminar entre la gente
sin apuro
me paro a conversar del sol del aire
y de los siglos venideros
oh los placeres de mi nueva habitación
de la mano amistosa que retiene la mía
conozco el fuego de la pequeña cocina
y otras llamas más sorpresivas
que abaten nuestros sentidos
conozco conozco otros barcos otras piedras
otros reflejos de luz y plata
pero llevo con placer al nuevo albergue
la ristra de cebollas una esquela
y el canto del feriante
los ojos muy pintados de la niña
y la amapola.
LLEGO NADANDO
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cuando alguien me escribe yo le escribo
cuando alguien me piensa yo lo pienso
cuando alguien me olvida yo lo olvido
tengo mi corazón la mano araucaria
alianza y comunión
en mi destino
navego otra vez
este mar me lleva hacia mis bodas
brillo y oscuridad
llego nadando
EDGAR BAILEY
Junto a Raúl Gustavo Aguirre, Rodolfo Alonso y Joaquín Giannuzzi, fueron los impulsores de la última y más vigorosa vanguardia poética argentina, POESÍA BUENOS AIRES, de 1950, desarrollaron entre nosotros los postulados del SURREALISMO, especialmente el llamado INVENCIONISMO (discurso de lo onírico en el lenguaje) y a la vez, LO CONCRETO, es decir, la aparición de una poesía minimal, sucia, hiperrealista, y una clara DECONSTRUCCIÓN del lenguaje, la presentación de discursos poéticos balbuceantes, fragmentarios, desarrollados por el ABSURDO.
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Publicado en Sugerencias. el 1 de Marzo, 2011, 11:55
por MScalona
Thursday at 9:00pm – Friday at 12:00am |
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Location |
MC NAMARA – tucuman 1016- reservas al 153298189 |
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