EL PORTADOR, primeras notas críticas
Publicado en Ensayo el 29 de Agosto, 2010, 20:53 por Retamoso
El Portador Ed. Homo Sapiens, 2010 Primeras Notas Críticas sobre la novela de MARCELO SCALONA.-
——————— Por ROBERTO RETAMOSO ——————–
El género: en un primer momento, la lectura puede llevarnos a suponer que estamos frente a un relato policial. Hay una serie de elementos que permiten esa lectura: hay un delincuente preso, un abogado defensor, un submundo delictual y anómico. Más aún: el abogado, que no es un detective -es más bien un protagonista-, se involucra en la historia como los detectives de las novelas negras: una especie de Marlowe vernáculo. Así, en un primer momento el relato recuerda las novelas de Chandler, o de Hammett, donde lo delictivo no es más que la manifestación, cuasi fenoménica, de la esencia social, caracterizada por la inmoralidad, la corrupción y la injusticia del sistema social capitalista. Pero pronto advertimos que el texto excede y desborda las formas canónicas del policial negro: cobra tintes de fantástico, de relato futurista, de profecía, de ficción poética. De ese modo, se pone en cuestión el realismo propio de todo policial, particularmente el negro. Se podría hablar quizás de un hiperrealismo, del mismo modo que se puede hablar de un surrealismo: las dimensiones donde las representaciones de lo real convencional son superadas por las representaciones de lo real no visible o fantasmático (surrealismo) o lo real amplificado microscópicamente (hiperrealismo). También hay una realidad absolutamente imaginaria, fantasiosa (en el sentido psicoanalítico del término) que proyecta la subjetividad del narrador sobre el mundo representado. Ni puro realismo ni puro fantástico: mezcla de géneros y mezcla de referentes, lo real está presupuesto y está postulado a la vez por el relato. El narrador: es un narrador que participa de la historia, pero no como testigo sino como personaje. Todo el relato se focaliza en su punto de vista, y por momentos parece un gran monólogo interior. En simultáneo, nos habla de los hechos que protagoniza y de su propio ser. Se trata de un personaje onettiano, o arltiano: un típico perdedor, un desclasado. Alguien que huye de su clase, de su familia, un perpetuo escapador que saltos adelante hacia la nada. Más que buscar, lo que hace es fugarse. Abogado humanista y literato, que encuentra en la literatura la confirmación de que la belleza del mundo no es más que la belleza de la muerte. Lee, ha leído, para confirmar en la literatura su visión amarga y escéptica del mundo. Como escritor, practica la metaficción: puede ponerse por encima o por fuera del relato, ver desde otro lugar su trabajo y su escritura. Como los personajes de Arlt, encuentra en la degradación un particular placer, un goce. Por eso participa de hechos abominables o inmorales, porque también, como los personajes de Arlt, ansía la redención por el amor que siempre parece estar más allá de sus alcances. La narración: la narración cuenta una historia impactante, la de su encuentro con un preso que es la encarnación misma de todas las potencias maléficas. Hay una suerte de fascinación que ejerce el preso sobre el narrador, construido como un personaje donde los rasgos infantiles recubren un alma férreamente amoral, una suerte de contenido nietzscheano que se proyecta sobre el mundo de manera implacable. Preso y abogado serán entonces aliados en una lucha absurda y demencial contra los poderes que gobiernan al mundo, rodeados por un conjunto de personajes que evocan por más de una razón a Los Siete Locos, particularmente por una: su voluntad de provocar una revolución que antes que apuntar a la sustitución de un orden social por otro, apunta a la pura destrucción, a una suerte de anarquía negra (o negativa) que simplemente persigue la subversión de las relaciones y normas que rigen la sociabilidad convencional. En este sentido, la narración pasa por múltiples registros formales y genéricos: tiene el ritmo y la intensidad fáctica de un relato policial, pero también tiene las formas de los relatos futuristas y fantásticos, e incluso tiene momentos de una épica singular, cuando las multitudes azuzadas por Furlet salen a destruir Buenos Aires. Pero es una épica trágica y pesimista, porque a diferencia de las antiguas epopeyas no concluye con el triunfo de los héroes -podría decirse en ese sentido que ni siquiera hay héroes- sino con una devastación generalizada donde impera solamente la muerte. Un genuino Apocalipsis en clave de parodia. El lenguaje: en este registro el realismo se desborda hacia un hiperrealismo o un surrealismo narrativo. El lenguaje del narrador es crudo, coloquial, y guarda giros muy rosarinos. Pero ese lenguaje permite también el despliegue de enunciados poéticos, de carácter sintético y duro, como por ejemplo cuando relata las experiencias eróticas del narrador, o ciertas visiones del mundo, por ejemplo del paisaje entrerriano. Diríase que puede leerse, en tal sentido, como un tributo novelístico a la poesía de Ortiz o de Mastronardi. El lenguaje es así un lenguaje de escritor. De un escritor situado históricamente, que se apropia de una tradición citada por momentos: Pizarnik, Onetti, Vallejo, Juan L., y hace de esa tradición el magma denso donde encuentra y elabora su propio lenguaje. El sentido: El Portador es una ficción, y aún más, una fábula. Pero esa fábula, como tantas otras, es una manera de narrar el mundo real. La ficción se vuelve así representación alegórica de un real concreto: la Argentina de las últimas décadas, y los poderes reales que le dan forma y sustento. |