Virginia Giacosa
Pensar en el canon literario nacional en Argentina es acercarnos también a las inquietudes acerca de las tensiones alrededor de la identidad nacional y de la inmigración europea entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera del siglo XX.
Decía Harold Bloom que una de las cosas que hacen a un libro canónico es "la sensación de incomodidad y estupor que se siente al leerlo por primera vez". Una sorpresa permanente, que a su vez lleva a preguntarse cosas como: ¿dónde lo ubico? ¿En qué estante de la biblioteca? Incluso, Tomás Eloy Martínez retomó esto y le dio una vuelta más. "Un libro canónico no es sólo el que se busca para releer sino también el que provoca una relectura", señaló.
A 200 años de la revolución hacia la independencia política, que también supuso cierta emancipación en las letras, surgen preguntas que tienden a ser perpetuas y eso no parece ser nada malo.
Consultado por Rosario3.com, el escritor Martín Prieto, director del Centro Cultural Parque España, arroja una mirada sobre la literatura argentina en el marco del Bicentenario, los vínculos cuturales con España y Europa, los libros nacionales que fueron canonizados y los que aquellos que buscan rastrear a la Argentina en las letras no pueden dejar de leer.
—¿Existe una literatura nacional independiente de una española? ¿Hubo una emancipación en las letras, como en la política?
—Así como hubo un tiempo –muy cargado políticamente– que llevó de la Revolución a la Independencia, la literatura argentina también tardó en "argentinizarse". Prueba manifiesta es el Himno, cuya primera versión es de 1813, de contenido explícitamente antiespañol, escrito, sin embargo, bajo la forma, la prosodia y la versificación que estaban en ese momento de moda en España. Y la prehistoria de la literatura gauchesca, los cielitos, también de esa misma época, está marcada por esa misma descompensación entre contenido y forma: contenido revolucionario,antiespañol, y forma por completo española. Si, como creemos, forma y contenido no son escindibles, el conjunto da un híbrido que señala claramente la transición. En los años 30, la generación romántica argentina –la de Sarmiento, Esteban Echeverría, Alberdi– y los poetas gauchescos, con Hilario Ascasubi a la cabeza, dan finalmente el tono de una primera literatura nacional.
—Pese a las raíces de gauchos y payadas, para Borges “la tradición argentina es la tradición de Occidente”. ¿De qué hablamos cuando hablamos de una “tradición argentina”?
—Borges, en "El escritor argentino y la tradición", le da forma a una idea que encuentra antecedentes en los románticos argentinos, en Lucio V. Mansilla, en el mismo Rubén Darío –cuando estuvo viviendo y escribiendo en
Buenos Aires– y en Oliverio Girondo: que la tradición argentina es la tradición occidental. Que la literatura argentina, al ser la Argentina una nación joven, no está condenada por su tradición a la "argentinidad", como
puede suceder con las literaturas europeas, de tradiciones largas: francesa, inglesa, española, alemana, que parecen condenadas a su nacionalidad. Leopoldo Lugones, para el Centenario, pretendió, al revés, dotar de carácter épico, fundacional de una nacionalidad, al Martín Fierro. Si hay nación, decía Lugones, hay un relato anónimo, popular, que cuenta el mito del origen: el poema del Mío Cid, para los españoles, La Chanson de Roldan, para los franceses, la saga del Rey Arturo para los británicos, el Martín Fierro para los argentinos. Más convicente resultó, claro está, la hipótesis de Borges, quien proclama una literatura nacional construida sobre un enorme patrimonio temático: el universo.
—Se dice que las literaturas secundarias y marginales, desplazadas de las grandes corrientes europeas, tienen la posibilidad de un manejo propio. ¿La argentina ha sido "irreverente" de las grandes tradiciones?
—Más o menos. La literatura occidental moderna y contemporánea da formas muy homogéneas, y en ese contexto a la literatura argentina le caben pocas invenciones: la literatura gauchesca, que es un fenómeno rioplatense sin trascendencia más allá de las fronteras, muy ligado a tipo social y a una época; el género testimonial, "inventado" por Rodolfo Walsh en Operación Masacre, aunque el mundo le atribuya su invención a Truman Capote y le ponga, de nombre, non-fiction, y la "imaginación razonada", que es el gran aporte de Borges a la literatura fantástica, el que le impide volver a ser como era.
—¿Es el Martín Fierro el libro argentino por excelencia?
—El Martín Fierro, de José Hernández, y el Facundo, de Domingo F. Sarmiento, y Los siete locos de Roberto Arlt y Ficciones de Borges. Quien busque a la Argentina en su literatura, la encontrará en esos cuatro libros extraordinarios.
Martín Prieto nació en Rosario, Argentina. Es profesor de Letras de la Universidad Nacional de Rosario. Publicó Breve historia de la literatura argentina (Taurus). Es director del Centro Cultural Parque España y editor de Transatlántico.