"Es necesario que se pregunte para que yo siga vivo, por que yo soy tan sólo su memoria". HAROLDO CONTI. Los caminos, homenaje.




Mayo del 2010


Notición...!!!!!!!!

Publicado en General el 31 de Mayo, 2010, 20:22 por MScalona

----- Original Message -----
Sent: Monday, May 31, 2010 6:56 PM
Subject: contrato

marce: quería contarte, a lo mejor ya sabés, que con Tomás Boasso escribimos una novelita infanto juvenil "Vergüenza" y nos la van apublicar por Sigmar, 3000 ejemplares en toda Latinoamericana, con contrato leonino, pero nos van a pagar, estamos muy felices y quería compartirlo con vos porque vos sos muy importante en nuestra formación, gracias y saludos,                          vero

esta noche, TERCER MUNDO= Castro

Publicado en General el 31 de Mayo, 2010, 16:03 por MScalona

relato con subjetividad

Publicado en relatos el 30 de Mayo, 2010, 23:51 por Gabi Rapelli

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CUANDO SE CALLA LA HISTORIA

                                       

Cuando Julieta llegó a Argentina de la mano de sus padres, tenía solamente seis años. Nadie podría haber imaginado cómo alguien tan chiquito iba tener la fuerza para revolucionar un país.

La soledad de inmigrante recién llegado, no la molestaba, ella fue siempre su mejor amiga. Eso ayudó a que sintiera esa necesidad tan fuerte de defender cada uno de sus pensamientos.

Mientras sus compañeras de escuela estaban preocupadas imaginando como conseguirían un marido, una casa, y al poco tiempo un bebé que cuidar, Julieta iba odiando cada vez más esa ignorancia que se escondía detrás de una sonrisa perfecta y estática, que anunciaba "la cena esta lista".

Todos pensaron que ella era una más de esas muñequitas de porcelana, y se sorprendieron el día en que tan orgullosa se inscribía en la Facultad de medicina, algo que hasta entonces no estaba permitido a las mujeres. Ni siquiera evaluado por ellas, tan preocupadas porque el color de las cortinas combine con el piso de la cocina, lugar mágico y sagrado, sobre el cual tenían plena soberanía, y que las obligaba a sentirse satisfechas. Julieta en cambio, sentía una fuerza que la empujaba a cambiar esa realidad. Escuchaba una voz que no se callaba y que le gritaba que siguiera, que ella lo podía lograr.

Cada vez se incrementaba más esa rebeldía, ese odio contra el pensamiento que de chica le habían enseñado. La mujer, apenas una costilla del hombre. Necesitaba despertarlas, reunirlas y gritarles con todas sus fuerzas que era mentira, despertarlas de esa realidad inventada que las sometía. Ese mismo impulso la llevó a terminar la carrera y a convertirse en una de las primeras cinco médicas en recibirse en la Argentina. Entendiendo también que no estaba sola en su lucha.

Era época de elecciones en La Plata, y cada hombre fue convocado a actualizar sus datos en los padrones de votación, resultado de listas de guerra, como todos los grandes inventos producto del egoísmo de la humanidad. Julieta, al advertir que nada impedía a las mujeres votar, concurrió a la iglesia que le correspondía y fue la primer mujer en ejercer ese derecho. Algo que marcaría la historia. Acto que equivalía a miles de guerras que ella sola enfrentaba.

Muchos serán los acontecimientos que cruzarán su vida. Mucha la historia que callarán para no despertar a las mujeres. Después, la tragedia de la mano del hombre, que intentará cerrar esa puerta que ella abrió. Intentarán taparle la boca, pero sus gritos viajarán en la historia y la verán ganar esas miles de guerras que un día enfrentó.

Y ella está ahí, tan chiquita, jugando con las muñecas, sin imaginar su destino, mientras su madre piensa "… se casará con alguien muy importante, un medico tal vez, a quien hará feliz con una cena lista y una sonrisa, mientras sus hijos corren por la casa…"

        

                   

        

                   

        

                   

        

                   

 Julieta Lanteri (1873-1932) - Primera mujer que votó en el país y en Sudaa.

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microdefé

Publicado en relatos el 30 de Mayo, 2010, 23:44 por Nico Aimetti

Cuestión de Fe

 

 

 

Dios nos vive poniendo a prueba. Y desde que elegí caminar a su lado nunca me ha fallado, ni yo le he  fallado a él.

Mi padre siempre decía que si no fuese por el hábito, yo no sería más que un sinvergüenza. Sin embargo, no puedo aceptar de buena gana tal aseveración. En la congregación que dirijo nadie duda de mi sinceridad. Nadie quiere en el púlpito a uno de esos charlatanes que hablan del fuego y nunca se quemaron. Saben que mis consejos, mis sermones, provienen de Dios, pero también de la experiencia.

Nadie ignora el hecho de que me gusta el juego, ni yo lo ando ocultando. Además, si tengo inclinación natural al mismo, es porque Dios así lo quiso, y como explicó San Pablo a los Corintios, no tiene sentido el que un hombre rechace su vocación. Antes he de sufrir mil penurias que ir en contra de la voluntad Divina. Y sépanlo: cada mañana, al abandonar derrotado la mesa de naipes para ir a dar la misa, al doblar la esquina, Dios me espera para darme ánimos, para recordarme que mi triste ejemplo debe de servir de admonición a los creyentes.

Sólo el temor a pecar de vanidad me impide pensar en el sacrificio que hago por el bien de los demás. Y sé bien que Dios así lo quiere. Yo nunca especulo con las cartas. Nunca miento ni trato de correr a nadie. Mi juego siempre es el mismo, manso, tranquilo, a la espera de esa bendita carta, ese as en la última mano que haga torcer la partida, y nunca, pero nunca, sale. Y tanta mala suerte no puede ser casualidad, hermanos... el que esa dichosa carta nunca salga, solo puede obedecer a un designio divino. Dios me quiere desafortunado en el juego, pero asaz en santidad. Sino, aunque sea una vez, tan siquiera una vez, me dejaría ganar. No puede ser de otra manera.

Amén.

 

Nicolás Aimetti

WALTER IANNELLI

Publicado en General el 30 de Mayo, 2010, 18:07 por MScalona

Nene ponéte la camisetita

Si te vas a leer poesía, Nene
ponéte la camisetita.
La poesía es fría Nene.
Ya sé que dicen que calienta el alma
pero qué alma Nene en la parada del colectivo
este invierno a las cinco de la mañana.
Ponete la camisetita Nene.
¿Y los guantes?
Cuidáte de los versos que cortan
cuidáte Nene de esas palomas
de la luna
del viento
del poniente Nene que se desangra sobre las
casas como una marea escarlata.
Nene:
¿No pensaste en la bufanda?
Ya van a venir a soplarte hielo al cuello
a afilar la palabrita
retorcerla como si fuera tu cogote.
Sabés cómo son esos tipos Nene.
Te dan la mano, te aplauden y después
te mandan de vuelta con el estómago vacío.
Y no me comiste nada antes de irte.
Ahí te dejé el guiso de papas y arvejas.
Si al menos te llevaras el anorak de tu difunto padre
o el sobretodo. Pero te vas sin darme un beso
Nene.
Cuántas veces te dije que tenés que encaminarte.
Estudiar abogacía, conseguir una novia que al menos
los domingos no esté borracha.
Pero Nene, vos andás con esos que viven del aire
revoleando las letras.
¿Dónde viste el fulgor del cosmos infinito?
¿Desde cuándo el fuego es una llamarada impúber?
Decíme Nene, no te vayas todavía.
Te hubieras puesto los zapatos con suela de goma
a ver si tanta imantación, si tanto voltaje te electrocutan.
Pero Nene:
¿No viste que estoy sola?
¿Que mamá te necesita más que todo el diccionario?
¿Que ninguno de la academia o de la SADE te va a tapar de noche?
Podemos jugar Buraco, terminarnos el strudel
ver sábados continuados al lado de la estufita de cuarzo.
¿Para qué el doble sentido
la metáfora
la sinécdoque
la metonimia, Nene
si me volvés con un resfrío?
Para qué la paradoja, Nene, el verso libre
La aliteración, la elípsis.
¿De qué sirve la otredad
o el misterio de la muerte?
Si es todo tan simple como que te vas desnudo
porque vivís una realidad hecha en pedazos.
¿A eso le llaman poesía?
Vení, Nene
que mamá te hace una sopa con galletitas Manón
en el té con leche.
No seas tonto
el mundo debería ser chico
el mundo no se conquista agrandándolo de sentido
ni doblándolo, ni pegándolo
ni siquiera tratando de romperlo.
El mundo es, mirá vos Nene lo que te digo,
el mundo es como el cajoncito de tu ropero.
Así, cuadrado, en el fondo de una habitación
en tu propia casa, con todo lo que hace falta.
Vení Nene, que ahí está tu camisetita nueva.
Mirá qué linda.
Se la compré a Don Samuel en dos cuotas.
Ponétela Nene.
No quiero que tomes frío.

                

Walter Iannelli es periodista y escritor, nació en Morón (BsAs) en 1962

relato de humor

Publicado en relatos el 30 de Mayo, 2010, 18:04 por Edu

 

LA PRIMERA NOCHE

 

 

 

 

Era la primera noche en su casa. Existía como una especie de manual por entonces. Después de fracasado el primer matrimonio, ya con hijos y enfocados de una manera determinada ante numerosos aspectos de la vida, cuando una mujer y un hombre se conocían y se interesaban mutuamente, primero había una cita, que según la preferencia de la mujer, y dentro de las opciones que marcaba una especie de manual implícito en las costumbres de la época, consistían en salir a tomar algo, o a cenar. Si la mujer no estaba lo suficientemente convencida de que se había interesado en la persona indicada, elegía tomar algo, ya que el encuentro no duraría demasiado; en cambio, si estaba bastante convencida, (es de manual que jamás, en ningún caso, la mente femenina se puede permitir estar plenamente convencida respecto de un hombre determinado), aceptaba una cena. De la impresión que se hubiese llevado en esa primera cena, podía surgir una nueva salida, que podía consistir en ir al cine y a cenar, con lo cual quedaba poco tiempo para cualquier otra actividad, (al menos así debía interpretarse en esa época). Y entonces, recién en el tercer encuentro, resultaba correcto o más adecuado, tener relaciones sexuales, y así se supone que se demostraban mutuamente que no se sentían atraídos sólo por el sexo, sino también por la personalidad, la forma de ser, de pensar, de sentir, y muchos otros aspectos, con lo cual, siendo el sexo sólo uno de esos tantos factores de interés mutuo, la mujer no pasaba por una atorrantita, el hombre no pasaba por un sexópata que lo único que quería era un buen polvo y cero compromiso afectivo, y ambos demostraban que un matrimonio frustrado no había sido en vano, que habían madurado, al punto de no enredarse con un desconocido por una mera atracción sexual, llegando a acostarse recién después de conocer en profundidad a la otra persona… la costumbre de la época era convencerse de que todo esto funcionaba realmente así. Cumpliendo los pasos preestablecidos por el deber-ser de aquellos días, se estaba en condiciones de vivir responsablemente una buena encamada.

Si el tipo le había encantado a la mujer, en ese tercer encuentro, lo invitaba a cenar a su casa y le cocinaba, lo saciaba por el estómago, y después lo volvía loco en la cama. Si la mujer no sabía cocinar, salían a cenar y después a tomar un café a la casa de uno de los dos, y luego lo volvía loco en la cama. Si apenas le había interesado, lo volvía loco en la cama directamente, y chau.

Este era el tercer encuentro y la primera noche en la casa de ella. Él se produjo lo mejor que podía, se compró un pulóver de lana merino, bien livianito y canchero, y unos zapatos en Zara, combinándolo con el pantalón pinsado y la camisa clarita. Sacó el champagne de la heladera, agarró la botella de vino, y salió. Pasó por el kiosco, un Camel diez que puso en un bolsillo, unos Prime con espermicida en el otro bolsillo, y un chocolate para compartir con el café. Lo invitó a pasar y ponerse cómodo mientras ella iba a preparar algo. Entró al departamento, chiquito pero acogedor, y se quedó mirando los detalles, cuadros, fotos, adornos, se sacó la campera y la puso en el respaldar de una silla, y como estaba un poco fresco, instintivamente se puso las manos en los bolsillos mientras seguía recorriendo lentamente apreciando los detalles. El contacto de la mano con los fasos le dio ganas de encender uno, los sacó del bolsillo y con la otra mano buscó el encendedor mientras miraba una foto de ella en bikini, justo cuando ella pasaba de nuevo hacia la cocina y le decía: “Ahí estoy con mi hija en Brasil”, y él pensó: “¿dónde?”, buscando otra foto, cuando se dio cuenta que además de la bikini había una playa y una nena. Cuando encontró el encendedor, empezó a buscar un cenicero, pero no estaba seguro si alguno de los adornos que había diseminados por ahí, eran realmente un cenicero, y aún así, si ella le daría tal uso, ya que no fumaba, por lo que era posible que de haber un cenicero su función fuera más de adorno que otra cosa, así que tendría que esperar que ella indicara cuál de los adornos estaba dispuesta a ensuciar usándolo como cenicero. Él no era realmente un fumador empedernido, sino más bien un fumador social, y precisamente momentos como ese eran propicios para encender un cigarrillo. Prefirió esperar a que ella volviera y preguntarle si podía fumar, en vez de encender uno directamente, motivo por el cual decidió no abrir los Camel que sostenía en la mano. En aquella época no había, ni se imaginaba, restricción para fumar en los lugares públicos cerrados. Se sentó junto a la mesa redonda del living, se puso cómodo en la silla, medio inclinado en dirección a la cocina, se cruzó de piernas, apoyó su brazo izquierdo sobre el respaldar de la silla y el derecho descansando sobre la mesa, mientras con la mano jugueteaba apoyando alternativamente los distintos costados del atado sobre la mesa, en un movimiento canchero y cadencioso, que en cierto modo sintió como muy propio de Humphrey Bogart, aguardando casi displicente que ella apareciera por la puerta que daba a la cocina. De pronto, ella atravesó la puerta y lo miró, él se sintió un ganador. Con el mismo estilo Bogart que creía haber incorporado con naturalidad le preguntó si tenía un cenicero, y ella le preguntó: ¿para qué?

Le vinieron a la mente varias respuestas de barrio que fue evitando una por una en consideración a que era la primera noche juntos, y con un leve movimiento de cabeza bogartiano en dirección a los cigarrillos, le dijo: “Es que pensaba encender uno, si no te molesta, claro…” (y mentalmente agregó…“baby” ).

Entonces ella, conteniendo la risa y fingiendo estar confundida, dirige la mirada hacia la mano de él, y con asombro le pregunta: ¿Uno de esos…?

Recién ahí él advirtió que el paquete con el que estaba jugueteando tan canchero sobre la mesa, no era el Camel diez sino el Prime. Instintivamente se acordó de la madre de los que dicen con desprecio: ¡Freud es un boludooo…!

Con suma rapidez de reflejos le llovieron en la mente numerosas soluciones para levantar el mal momento por esa conducta que rompía todos los cánones de la época. La primera idea fue fingir un ataque cardíaco o cerebral, o las dos cosas, descomponerse, tirarse al piso, y que se lo llevara Ecco hasta la casa, luego pensaría en algo. Empezó a fingir algunos espasmos, pero rápidamente, en fracción de segundo, cambió por la opción de tirarse por el balcón, así que se levantó de la silla como un rayo mientras ponía la otra mano en el bolsillo y la sacaba con los Camel intentando demostrar que en realidad él tenía intenciones de fumar un cigarrillo, lo cual debía evidenciarse en sus facciones, que por entonces habían mutado el look Bogart por el de Benny Hill. Si bien le llovían ideas a montones, ninguna palabra había acudido en su ayuda, por lo que siguiendo sus instintos, y a fin de no caer en un bache tenebroso, pretendió remontar la situación a lo Chapulín Colorado, como fingiendo que “todos sus movimientos estaban fríamente calculados”, entonces se escuchó a sí mismo diciendo con la mayor naturalidad de la que podía ser capaz en ese momento: “Es por si te molesta el humo, pensaba largarlo dentro de uno de estos contenedores de látex…”

A la frase le siguió un silencio que si bien no duró más de un segundo, le alcanzó para repasar nuevamente las dos primeras opciones (ataque, balcón), hasta que por fin, antes que pudiera elegir una opción, ella no aguantó más la carcajada, y los dos se encontraron ya sin excusas para disfrutar plenamente de la primera noche juntos.

 

 

EDU  OROÑO

micro de humor

Publicado en relatos el 30 de Mayo, 2010, 18:01 por A_Caldo

¿Y Angie… y la moto?

 

La primera vez que llamé a Scalona por teléfono tenía serias dudas de que el tipo, que me había sido recomendado ampliamente por varias personas, me hiciera un lugar en su taller literario, que por otro lado había comenzado la semana anterior.

Luego de unos minutos de charla cordial, accedió a mi inclusión en uno de los dos grupos, anticipándome que iba enviarme por mail ciertos materiales, que yo debía completar al presentarme a la primera clase. Y ahí nomás disparó:

-         Es éste. angie2c@hotmail.com

-         Si, claro – dije mientras apurada garrapateaba en el primer papel que tenía sobre el escritorio la dirección.

-         Así…a-n-g-i-e con dos en número y c- insistiò

Volví a asentir, dando por sentado que esperaba él que yo le enviara allí un correo, para luego mandarme los materiales, situación bastante común en estos tiempos. En ningún momento noté el tono de interrogación en su voz y por ende, no llamó mi atención que no me solicitara mi correo electrónico.

No tardé en percatarme del error. A los pocos días, ya sobre el final de la clase Scalona no entendía como no había recibido ningún mail suyo.

Yo si entendí.

Los dos habíamos mandado sendos correos a “Angie”, vaya a saber Dios quien era ésta. Quizás por su expresión de contrariedad, quizás porque me pareció una bobería aclarar esta nimiedad en aquel momento, sólo le di mi correo auroracaldo@gmail.com, como “alternativo”. Y ahí debería haber terminado el asunto, sino fuera porque tiempo después, alentada por la proliferación de los  “edu-gaby-pao-sole-marce” que mis compañeros usaban para firmar sus notas, me animé a estampar un Lola al final de mis tareas. Este único y muy querido apodo me ha otorgado algo de respiro a las odiosas comparaciones con la  vaca de la famosa historieta, cuyo nombre me impusieran (fíjense ustedes, tener el  nombre de una vaca!!!) y  también al sonido del …Al-taaa en el cieeeeeeeeee-looooo que siempre entonaba algún tierno compañerito bien cerquita mío. Geniales creaciones de Mirco Repetto y Héctor Panizza respectivamente, que sin embargo, tantos dolores de cabeza me han dado.

 

Volviendo al Lola de mis tareas de taller, estando yo la semana pasada a punto de leer mis relatos, dice Scalona en tono divertido:

-         Che Lola, no me hagas la de Pessoa eh? Hoy Lola, ayer Aurora, Angie…

Nooooo…otra vez, Angie, nooo – pensé. Pero me faltó valentía y me uní a las risas generalizadas que coronaron la ocurrencia.

Por un segundo, intuí que aquello podía servirme para probar mis dotes como escritora y así firmar bajo un nombre distinto cada vez. Sólo si conseguía aquel estilo único…el grupete sabría que detrás de esa Felicitas Donovan, Dolores Guerrero o Isabella Pachano, estaba yo. Como si realmente fuera el Gran Pessoa.

Aunque pensándolo bien, también podían saberlo por descarte. Porque leídos los trabajos de todos los edu-moni-gaby-sole-ari, sólo el mío quedaría, así que el método no tenía el menor de los sentidos.

Quizás el día menos pensado si participo en algún certamen o concurso literario necesite un seudónimo. Y Angie parece tener buena estrela, tiene ángel… Si me alzo con una mención le gritaré a Scalona un - ¡Gracias Marce!! …y ahora contame…quién carajos era Angie??

 

                                                       Lola

 

minipolicial

Publicado en relatos el 30 de Mayo, 2010, 18:00 por Paola Pazcel

 

 

La Negra y el Gordo

 

 

 

El patio de su casa estaba siempre a la sombra gracias a la parra que techaba el jardín. Echesortu ya no ez lo que era, eso es al menos lo que opina Rosalía que vivió allí más de 50 años desde que llegó de Sevilla. Puez, antez uno zalía a la caie tranquila, podía tomar frezco y matez (no matez frescoz) en la puerta de zu caza y nadie la molestaba a una. Ahora no ze puede ir ni a la ezquina, si no es ladrón es azesino”.  De manera que se conformaban tomando mates con biscochos en el patio de la casa de la Negra. De fondo se oía la radio de Pivetta, que de a ratos se confundía con el ruido de las máquinas de su carpintería. El verdulero ofrecía papas y calabazas baratas para el puchero y el cobrador de ECCO tocaba a la puerta como todos los días 10 de cada mes.

 

Me va a matar, si se entera me mata, ya me avisó  pero yo no creo que se anime, no tiene los huevos para hacerlo, no es como el Jano, que la quería tanto a la Mary que no pudo vivir sin ella, yo siempre le decía a la Mary, hacéla bien… Porque si el Jano se entera te quema a tiros a vos y después se mata él. Y tal cual, se enteró de los cuernos y la liquidó así en un santiamén y después se clavó dos tiros en la sien. Por lo menos los velaron juntos. En realidad no tiene porqué enterarse ¿cómo hago para sacarlo de casa?  Éste ahora se pega al televisor y no se levanta más. Nunca se lo va a imaginar. Pobre Dani, lo tengo que sacar de ahí, lo tengo encerrado hace más de 5 horas, se debe estar ahogando de calor.

 

- Gordo, vení a tomar unos mates. Rosy te quiere preguntar algo.

- Te compré los bizcochitos de grasa que te gustan a vos, viejo. Vení, dale.

 

Lo tengo que sacar de ahí antes de que la Negra vaya a buscar soda al cuartito. A mi, justo a mi me viene a poner los cuernos la reputísima… ¡Vamos a ver con quién me va a poner las guampas ahora!

 

-         Gordo, ¿no querés ir a comprar unas facturas a lo de la Cata?

-          No, Negra, andá vos que yo tengo que terminar unas cosas del taller…

 

Me tiembla la mano, se va a dar cuenta. ¡Calmáte loca que el gordo no es boludo! Encima se olvidó los lentes… Le voy a decir que son míos, que me los compré en la feria retro porque están usados porque si le digo que son nuevos no me va a creer.

Si se entera, me mata. Encima a este boludo  se le ocurre tomar viagra justo ahora que anda  mal de la presión. Ya veo que algún día le da un ataque cuando estamos haciéndolo, ¡me muero!

 

-         ¡No! ¡Edulcorante no, Negra! ¡Si sabés que me gusta amargo! ¿Qué te pasa, estás bien?

-         Si, Rosy, perdonáme es que anoche no dormí bien. ¡Hicieron un quilombo! Ruidos por todos lados… Los Villegas se la agarraron con todo el barrio porque se fueron a la B. Y encima me escribieron toda la pared con aerosol. ¿Podés creer?

 

 

 

¿Y si lo trozo y se lo doy en bolsitas a los chinos? Que lo usen para los guisos, con arroz. No, muy poco original, sale a cada rato algo de eso en La Capital. Mejor lo tiro al río… No, ¡cómo lo voy a tirar al río! Va a flotar, va a saltar enseguida y le van a hacer la biopsia (¿o era la autopsia? Bueno eso…). ¡Ya sé! lo llamo a Carlitos que se lo lleve a la morgue para que lo usen de fiambre y lo estudien en anatomía. ¡Ni en pedo! Lo voy a meter en problemas porque le van a preguntar de dónde carajo sacó el fiambre. Me parece que estoy viendo demasiado CRÓNICA. Creo que lo mejor va a ser embolsar el cuerpo y tirarlo en el medio del campito de Pavón Arriba, a la noche. Me voy a ir en el Fiat, que tiene patente vieja. Si, voy  a hacer eso.

 

-         Hola Negra, qué haces Tito, ¿la Rosy está con tu jermu?

-         Si, están atrás, en el patio.

-         Rosy, vamos pá’ casa que hace de las 11 que lo ando buscando al Dani y no aparece… Vení ayudame a buscarlo que tenemos que ir a comprar la carne para el asado…

 

 

 

Paola Pazcel

mayo 2010

 

 

microrelato

Publicado en relatos el 30 de Mayo, 2010, 12:33 por P_Mengascini

ENCANTAMIENTOS SUBSECUENTES

              

              

Hace un año recibí un mensaje de una mujer a quien aún no puedo identificar. "Ya no te quiero más", decía.

          

                                                     Pablo

3 relatos breves sobre La Colonia

Publicado en relatos el 29 de Mayo, 2010, 14:34 por S_Bartolomé

Sociedad con muros

 

 

Hospital de puertas abiertas. El Tata Rápido nos acuna por la Once (Baigorria, Bermudez, Fray Luis Beltrán, San Lorenzo, Timbùes, Oliveros, La Colonia…) hasta escupirnos en la segunda garita. Entre Oliveros y Maciel, justo en el medio. Luego nos abanican los doscientos metros de arboleda, como disimulando. A la izquierda antes del ingreso la Cantina de Pepe. El porta el humor del día del tiempo que lleva encima y adentro, ya que además de cantinero es portero. Entonces a veces fía, confía, protege de tanto abandono, cuida a cada uno, pacientes o no, amorosamente. En cambio en otros expulsa como un día lluvioso en la Colonia, como el agua saliendo por los caños de la corriente de la Sala 8, como los viernes por la tarde en Oliveros. Atravesado el perímetro se duermen las fibras para siempre, salvo las de ellos, los Pacientes. Naty me pide el compac de Leo Mattioli y Cristián llora por segunda vez creyendo que murió. Todos creemos en algo allí, distinto, para enloquecer de éste lado o del otro de la ruta once.-

 

 

 

El Mudito

 

 

   El era mudo. No de nacimiento sino de falta de palabras. Era bajito, no de geografía sino porque nadie le ayudó a crecer. Era feliz, dónde?! Aprendió. Sus ojitos achinados de pura sonrisa, siempre inquietos, husmeantes, ayudando, buscando colaborar con todos. Pidiendo alguna que otra cosa. Nació a la vida en la plaza de un pueblo el día que allí lo abandonaron. No hubo forma de ubicar su pasado, algún rastro. Hasta las palabras le quitaron, por las dudas. Pero él, a contrario del despojo guarda, guarda en un cajón de madera al lado de su cama de cemento dentro de la gran JAULA, sus objetos y su presente como tesoros, la sonrisa de Raquel (la Trabajadora Social), un reloj, la foto con la  abogada, sus anillos, su ropa de fiestas.

   Hubo un cierre del mundo que incluyó al hospital, y él aun sabiendo el riesgo que corría, por que no era loco, no era hijo, ni hermano, ni novio, no paciente, colaboró con entusiasmo. El mudito ayudó a liberar las salas y su único albergue volvió a ser, la plaza del pueblo.

 

 

 

La foto de la Abuela

 

 

   Era su cumpleaños número ochenta y tres. Ese día todos menos ella en el Hospital. Ella pensó con lucidez – hoy no habrá festejos -. Entonces eligió su mejor vestido largo y se dirigió a la casa de fotos. Hoy que está cumpliendo los ochenta y siete, nos muestra la foto y la anécdota diciendo: - Y… algo por mí tenía que hacer.

 

                                                           Sandra Bartolomé

EDGARDO ZOTTO

Publicado en De Otros. el 28 de Mayo, 2010, 14:51 por MScalona

A la mañana Séneca

          

        

Sopa aguada y silencio espeso.

Para meditaciones

haría falta

algún aprendizaje.

                

Pero si hay paciencia

la piedra de lo que calla

                 

algún jugo soltará

                            

               

              

Gouache

             

             

Goma y miel

en el agua que diluye

las flores del laurel

y el esbozo del arroyo que

de tan pequeño

se confunde con la gota

de roció que cae en el papel

de la mañana.

                  

                     

Lo que se pierde en la traducción

               

                    

En el reverso del folleto

de un restaurante barato

garabatea

un falso poema chino.

Para ser un haiku

sobran las silabas;

aunque ya se sabe:

¡Tantas cosas se pierden

en la traducción!

La insolencia de la mosca

estampa el punto final.

                   

                

Dibujo sin papel

                    

                  

Corte de luz

en la casa que custodian

las ranas.

No hay luna

ni estrellas

en el cielo del jardín.

Sólo la red

dudosa

de los bichos de luz

marca el camino

de nuestra confusión.

                 

                   

Me han reprochado todo

                  

                 

Se diría que el modo

de mover la cola

 y acomodar las orejas

con la precisión de un radar

de un perro de caza ansioso

no puede ser motivo suficiente

para que un hombre adulto

profesional dotado de cierta

inteligencia estándar

pueda cambiar el ánimo

en forma brusca

y transformar en placenteras

las horas últimas de un día.

particularmente anodino.

             

   

                                       EDGARDO  ZOTTO

         

         

         

         

         

 Nació en Rosario en 1947, ha publicado los libros de poesía MEMORIA DE FUNES,

RESTOS DE UNA CIVILIZACIÓN PERSONAL e IMPLUVIUM.  En estos días aparece un nuevo libro de él, BUCEO.  Además, para quienes fueron a la presentación de ESTUVE, de Miguel Sedoff, recordarán su excelente análisis del libro.

MARTÍN PRIETO

Publicado en Ensayo el 28 de Mayo, 2010, 12:59 por MScalona

anoche  hablamos  de esto con 

los grupos de PRIMER AÑO

¡Feliz Coincidencia!


En el marco de las entrevistas de Rosario3.com por el Bicentenario, el escritor y director del Centro Cultural Parque España, Martín Prieto, arroja una mirada sobre la producción literaria. Los libros nacionales que fueron canonizados y los que aquellos que buscan rastrear a la Argentina en las letras no pueden dejar de leer
El director del CCPE habla de la literatura en el marco del Bicentenario.
El director del CCPE habla de la literatura en el marco del Bicentenario.  

Virginia Giacosa

Pensar en el canon literario nacional en Argentina es acercarnos también a las inquietudes acerca de las tensiones alrededor de la identidad nacional y de la inmigración europea entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera del siglo XX.

Decía Harold Bloom que una de las cosas que hacen a un libro canónico es "la sensación de incomodidad y estupor que se siente al leerlo por primera vez". Una sorpresa permanente, que a su vez lleva a preguntarse cosas como: ¿dónde lo ubico? ¿En qué estante de la biblioteca? Incluso, Tomás Eloy Martínez retomó esto y le dio una vuelta más. "Un libro canónico no es sólo el que se busca para releer sino también el que provoca una relectura", señaló.

A 200 años de la revolución hacia la independencia política, que también supuso cierta emancipación en las letras, surgen preguntas que tienden a ser perpetuas y eso no parece ser nada malo.

Consultado por Rosario3.com, el escritor Martín Prieto, director del Centro Cultural Parque España, arroja una mirada sobre la literatura argentina en el marco del Bicentenario, los vínculos cuturales con España y Europa, los libros nacionales que fueron canonizados y los que aquellos que buscan rastrear a la Argentina en las letras no pueden dejar de leer.

¿Existe una literatura nacional independiente de una española? ¿Hubo una emancipación en las letras, como en la política?

—Así como hubo un tiempo –muy cargado políticamente– que llevó de la Revolución a la Independencia, la literatura argentina también tardó en "argentinizarse". Prueba manifiesta es el Himno, cuya primera versión es de 1813, de contenido explícitamente antiespañol, escrito, sin embargo, bajo la forma, la prosodia y la versificación que estaban en ese momento de moda en España. Y la prehistoria de la literatura gauchesca, los cielitos, también de esa misma época, está marcada por esa misma descompensación entre contenido y forma: contenido revolucionario,antiespañol, y forma por completo española. Si, como creemos, forma y contenido no son escindibles, el conjunto da un híbrido que señala claramente la transición. En los años 30, la generación romántica argentina –la de Sarmiento, Esteban Echeverría, Alberdi– y los poetas gauchescos, con Hilario Ascasubi a la cabeza, dan finalmente el tono de una primera literatura nacional.

Pese a las raíces de gauchos y payadas, para Borges “la tradición argentina es la tradición de Occidente”. ¿De qué hablamos cuando hablamos de una “tradición argentina”?

—Borges, en "El escritor argentino y la tradición", le da forma a una idea que encuentra antecedentes en los románticos argentinos, en Lucio V. Mansilla, en el mismo Rubén Darío –cuando estuvo viviendo y escribiendo en
Buenos Aires– y en Oliverio Girondo: que la tradición argentina es la tradición occidental. Que la literatura argentina, al ser la Argentina una nación joven, no está condenada por su tradición a la "argentinidad", como
puede suceder con las literaturas europeas, de tradiciones largas: francesa, inglesa, española, alemana, que parecen condenadas a su nacionalidad. Leopoldo Lugones, para el Centenario, pretendió, al revés, dotar de carácter épico, fundacional de una nacionalidad, al Martín Fierro. Si hay nación, decía Lugones, hay un relato anónimo, popular, que cuenta el mito del origen: el poema del Mío Cid, para los españoles, La Chanson de Roldan, para los franceses, la saga del Rey Arturo para los británicos, el Martín Fierro para los argentinos. Más convicente resultó, claro está, la hipótesis de Borges, quien proclama una literatura nacional construida sobre un enorme patrimonio temático: el universo.

Se dice que las literaturas secundarias y marginales, desplazadas de las grandes corrientes europeas, tienen la posibilidad de un manejo propio. ¿La argentina ha sido "irreverente" de las grandes tradiciones?

—Más o menos. La literatura occidental moderna y contemporánea da formas muy homogéneas, y en ese contexto a la literatura argentina le caben pocas invenciones: la literatura gauchesca, que es un fenómeno rioplatense sin trascendencia más allá de las fronteras, muy ligado a tipo social y a una época; el género testimonial, "inventado" por Rodolfo Walsh en Operación Masacre, aunque el mundo le atribuya su invención a Truman Capote y le ponga, de nombre, non-fiction, y la "imaginación razonada", que es el gran aporte de Borges a la literatura fantástica, el que le impide volver a ser como era.

—¿Es el Martín Fierro el libro argentino por excelencia?
—El Martín Fierro, de José Hernández, y el Facundo, de Domingo F. Sarmiento, y Los siete locos de Roberto Arlt y Ficciones de Borges. Quien busque a la Argentina en su literatura, la encontrará en esos cuatro libros extraordinarios.

                  

Martín Prieto nació en Rosario, Argentina. Es profesor de Letras de la Universidad Nacional de Rosario. Publicó Breve historia de la literatura argentina (Taurus). Es director del Centro Cultural Parque España y editor de Transatlántico.

las invasiones danesas

Publicado en relatos el 27 de Mayo, 2010, 18:07 por Fran
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Las invasiones danesas

Estuve toda la noche pensando en Lars Von Trier. No me lo puedo sacar de la cabeza, lo siento atrás de la oreja, como una invasión de daneses a los que él comanda. Me rasco, masajeo, intento descubrir un tumulto delator, un corte, una dureza. Pero mi vieja cabeza grasosa no cambió en nada.  Vikingos hijos de puta. Cientos de  años saqueando puertos, entrando en donde se les ocurrió. El sadismo y el malhumor pegados al pelo rubio en el adn, esperando el momento para volver a aparecer en la costa, en la escena, en la cabeza de los despistados.

Filmar en la patagonia. Una historia simple, de esas que podrían pasarle a cualquiera. Que no se diga mucho, una par de planos y vos ya sabés de qué se trata. ¿Por qué será que enseguida uno ya sabe de qué se trata? NOTA: El mundo es uno solo, dividiéndose en mitades. Te levantás a tomar agua y también te vas dividiendo en mitades. Una película no tan british. Alguien corre hasta quedarse desnudo y se cae en el cemento. No hay manera de atarlo a la cama, alguien que grite uno de esos viejos gritos. Un idiota. Una cámara que camine por la casa. Todo filmado sin artificios, que pase desapercibida la mentira primordial. El movimiento del cuadro, los cuerpos demasiado cerca. Todo como si la cámara fuera un ojo.

Me levanto. Acomodo por segunda vez las sabanas. Podría bañarme a ver si eso me saca el malestar, o por lo menos la mugre. Me duele la cabeza, la habitación me aplasta, pienso en aparatos encastrados a otros aparatos. Voy a la cocina, abro la heladera y busco algo para comer. El insomnio me desgasta, no termino de tener hambre y a la vez siento que no importa cuánto coma, no me voy a llenar. Lo único que encuentro es una leche, unas verduras viejas y una manteca a la mitad. Tengo que acostumbrarme a ir al supermercado más seguido. Un té sólo a las cuatro de la mañana me va a lavar el estomago y voy a tener más hambre todavía. Tengo ganas de ir al kiosko y saquearlo. Que el tipo que atiende vaya al baño, que no preste atención. Veinte minutos free. El sueño del pibe. No va a pasar, mejor me acuesto otra vez. Una parte de mi quiere dormir y la otra saldría a recorrer la ciudad buscando un bar abierto. Vuelvo a la cama. Bañarme sólo me terminaría de desvelar.

Sino hay luces que tampoco haya ropa. Quiero un actor que con sólo mirar desespere, un burgués, una puta, una chica indefensa. Todos desnudos. Ella corre y se cae. No se levanta. Dos o tres tipos llegan como babosas y la empiezan a frotar. No va a poder ser en la patagonia. ¿Sudáfrica? Una colonia de paisajes tranquilos y cierto recuerdo del olor a la pólvora. O mejor un barrio privado en los países bajos. Algo que sea todavía más desesperante. Que venga un politico y marque , con ese aire de representante comunal de vieja escuela, las preocupaciones de los vecinos.

Me levanto agarro la libretita que esta en la mesa de luz y escribo un sueño. Últimamente escribo imágenes. No sé porqué pero me sale así. Pienso en escenas, planos y en contar una historia en la que sobran las palabras. Contarla sin reflectores, con luz ambiente. Pero para eso primero necesito dormir, descansar, despertarme, volver a escribir. Necesito comer y necesito otro puerto.

                

                

                

                

Francisco Kuba

Uno mismo, el otro, el doble...

Publicado en relatos el 25 de Mayo, 2010, 21:44 por F_Artana

 

 

 

La pequeña isla del yo

 

 

 

Siempre me resultaron atractivas las historias de posesiones demoníacas. Es tal vez el mecanismo más extremo para poner la culpa fuera de uno; salvo, claro está, que realmente existan los demonios.

Por eso cuando en aquella librería de viejos encontré un ejemplar de “Los demonios de Loudun” de Huxley, uno de mis autores preferidos, no dudé en comprarlo. La encuadernación era excelente y estaba en buen estado. Como un presagio me sentí poseído cuando comencé a leerlo y no pude parar hasta haberlo terminado luego de una única sentada.

Los primeros síntomas comenzaron a manifestarse durante esa lectura. Algunos pasajes creí conocerlos desde antes de leerlos. No le di mucha importancia, al fin y al cabo una sucesión de deja vu podía ser muy extraña, pero no tenía porqué entrar en el terreno de lo paranormal. Pero una turbación difícil de definir me persiguió a partir de ese entonces.

Todo se volvió más irreal y aterrador cuando comencé a percatarme de poseer conocimientos que nunca había adquirido. Podía leer y hablar en inglés de corrido. Tenía conocimientos de medicina, de sicología, de historia, de arte...

Ante esas evidencias inexplicables, mi racionalidad se quebró y comencé a creer en los demonios. Los verdaderos demonios de Loudun no estaban alojados en Urbain Grandier, sino en quienes lo condenaron a la hoguera. Es de suponer que esos demonios son imperecederos y de alguna manera sospechaba que habían logrado llegar hasta mí. Ese libro parecía ser el medio más idóneo de perpetuarse que pudieran haber encontrado. Temí que en cualquier momento podría llegar a transformarme en instrumento del mal.

Sin embargo, nada de eso sucedió. Por el contrario me encontré interesado en ideas más trascendentales. El impulso natural de todos los hombres por la autotrascendencia se manifestó en mí con inusitada fuerza.

De a poco fui perdiendo el miedo a las manifestaciones de este intruso en mi mente. Muy por el contrario fui aprendiendo de él. En estado de duermevela conversaba con él. El intruso dice ser el propio Aldous Huxley ¿Será esto posible?

Dice haber encontrado una forma particular y personal de autotrascendencia ascendente.

 

“La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo aunque sólo sea por breves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma. El arte y la religión, los carnavales y las saturnales, el baile y el escuchar la oratoria son cosas que han servido, para emplear la frase de H. G. Wells, de Puertas en el Muro. Y para el uso privado y cotidiano, siempre ha habido los tóxicos químicos.”1

 

 Huxley clasifica las distintas formas de autotrascendencia en ascendente, descendente y horizontal.

 

Después de todo, ante la palpable vivencia de un fenómeno que escapa a lo racional, los conceptos de que los humanos son irremediablemente extinguibles y de que los demonios irremediablemente indestructibles, no tiene mayor peso que los conceptos opuestos.

De alguna manera, ya no sé si a través de sus escritos, a través de sus conversaciones o simplemente por transmisión directa e inconsciente de su memoria hacia la mía, voy adquiriendo sus conocimientos y sus vivencias.

 

“Según las ideas de Bergson, la función del cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales es principalmente eliminativa, no productiva. Cada persona, en cada momento, es capaz de recordar cuanto le ha sucedido y de percibir cuanto está sucediendo en cualquier parte del universo. La función del cerebro y del sistema nervioso es protegernos, impedir que quedemos abrumados y confundidos, por esta masa de conocimiento en gran parte inútiles y sin importancia, dejando fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos o recordaríamos en cualquier momento y admitiendo únicamente la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos prácticamente útil. Conforme a esta teoría, cada uno de nosotros es potencialmente Inteligencia Libre. Pero, en la medida que somos animales, lo que nos importa es sobrevivir a toda costa. Para que la supervivencia biológica sea posible, la Inteligencia Libre tiene que ser regulada mediante la válvula reducidora del cerebro y del sistema nervioso.”2

 

¿Habrá podido Aldous Huxley controlar la válvula reducidora del cerebro y encontrado el mecanismo para compartir su memoria con la mía? ¿O simplemente estaré sufriendo un extraño caso de demencia?

El mismo día que asesinaron a John Fitzgerald Kennedy; Huxley murió bajo los efectos del LSD, tal cual fue su voluntad. ¿Habrá podido perdurar su memoria merced al hecho de que su conciencia haya estado fuera de su cuerpo en su momento final?

Como sea, convivimos en paz. Él no hubiera elegido alguien que pensara muy distinto con quien convivir. Discutir posiciones encontradas es enriquecedor, pero para convivir es preferible caer en el aburrimiento de la permanente coincidencia que en la polémica. Si quisiera polemizar buscaría la forma de contactar con Timothy Leary me decía irónico, sabedor que yo ya tenía la memoria de sus anécdotas con Leary.

Estoy perdiendo la noción del yo. A veces confundo a las personas cuando digo “nosotros” en lugar de “yo”. Compartir la mente y la memoria con otro es también una forma de vulnerar la pequeña isla del yo en que cada uno está confinado, y autotrascender fuera de la propia y esclavizadora identidad.

 

 

 

 

FERNANDO   ARTANA

 

 

 

 

 

 

 

1.    “Las puertas de la percepción”. Aldous Huxley

2.    Ídem

KONSTANTINO CAVAFIS

Publicado en De Otros. el 25 de Mayo, 2010, 16:15 por MScalona

Esperando a los bárbaros

¿Qué esperamos agrupados en la plaza?
Hoy llegan los bárbaros.

¿Por qué inactivo está el Senado
e inmóviles los senadores no legislan?

Porque hoy llegan los bárbaros.


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Jorge Martínez García - Esperando a los Bárbaros (C.P. Kavafis)
¿Qué leyes votarán los senadores?

Cuando los bárbaros lleguen darán la ley.

¿Por qué nuestro emperador dejó su lecho al alba, y en la puerta mayor espera ahora sentado en su alto trono, coronado y solemne?

Porque hoy llegan los bárbaros. Nuestro emperador aguarda para recibir a su jefe. Al que hará entrega de un largo pergamino. En él escritas hay muchas dignidades y títulos.

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores visten sus rojas togas, de finos brocados; y lucen brazaletes de amatistas, y refulgentes anillos de esmeraldas espléndidas? ¿Por qué ostentan bastones maravillosamente cincelados en oro y plata, signos de su poder?

Porque hoy llegan los bárbaros; y todas esas cosas deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia?

Porque hoy llegan los bárbaros que odian la retórica y los largos discursos.

¿Por qué de pronto esa inquietud y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.) ¿Por qué vacía la multitud calles y plazas, y sombría regresa a sus moradas?

Porque la noche cae y no llegan los bárbaros. Y gente venida desde la frontera afirma que ya no hay bárbaros.

¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros? Quizá ellos fueran una solución después de todo.

Konstantinos Kavafis (1863-1933)

No dejen de ver este cortometraje...

Publicado en La vi y me gustó el 24 de Mayo, 2010, 17:54 por MScalona

http://www.youtube.com/swf/l.swf?video_id=RpjHSiQLPmA

ME LO ENVIÓ mi amigo JORGE COHEN,  escritor, periodista,
sobreviviente del atentado a la Embajada de Israel en Baires, en 1992
ex- encargado de prensa de la embajada, entonces...
                            Marce

el último cuento de KUNDERA

Publicado en Cuentos el 24 de Mayo, 2010, 12:25 por Mayra_R

El eterno retorno de Kundera

Himno nacional Checo: Kde domov můj?
« ¿Dónde está mi hogar?»

Tengo una certeza: el día que Milan Kundera apoyaba sus codos  sobre el Puente Carlos en el 75, para apreciar el río Moralva por última vez antes de partir; mis padres, sin saberlo, ejercitaban mi gestación.

Mientras yo pasaba de ser poco más que un óvulo y un espermatozoide, Milan guardaba su convicción en la valija y la llevaba a París.  

Co-incidencia: dos hechos inesperados ocurren al mismo momento, se encuentran. Me gusta afirmar vanidosa, que Praga es una ciudad que me inquieta desde el útero.

Él mismo lo dijo: "Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla." Desde ese momento, en que leí las seis casualidades necesarias para que se conocieran Tomás y Teresa, supe que nada es en vano, e intenté descifrar los recados que el universo tenía para mí.

La primera de las casualidades fue cuando cayó en mis manos La insoportable levedad del ser y lo dejé caer, literalmente. De hecho, lo castigué a la biblioteca porque no sacudía mi interés. Kundera no fue el único que sufrió esa suerte. Entre los postergados también estuvo Jorge Luis. Me alivió escuchar, años después, una entrevista en la que él afirmaba: "si te aburre Borges, no es tiempo de Borges" y me di por absuelta de mis descréditos adolescentes.

Geografía no era mi fuerte en la secundaria, pero hasta donde yo sabía, Checoslovaquia era un país muy pequeñito en el corazón de Europa. Se podría decir una aurícula. La indiferencia a su división estaba justificada por los festejos de quinto año y el viaje a Bariloche en el 93. Segunda casualidad.

Cuando volví a leer a Kundera ya no lo abandoné. Sus historias tan simples como reales, me llevaron a algún barrio arbolado de Bohemia en más de una ocasión. La levedad de una historia con el peso de un exilio. En griego, regreso se dice nostos. Algos significa  sufrimiento. La nostalgia por volver. "El errante Ulises que vuelve a su isla tras vagar durante años; el regreso, el regreso, la gran magia  del regreso". Como mi idilio con Cortázar aún antes de Milan. Y  París, ese gigante  protector de cerebros,   esa fue mi tercera casualidad.

¿Regresar adónde? Parece una broma. Su país ya no existe. Su documento no dice ni República Checa, ni Eslovaquia. Es ciudadano francés ahora y su vida está en otra parte. Los checos junto con sus vecinos los eslovacos, se unieron para formar la república independiente de Checoslovaquia en 1918, cuando nació mi abuelo. Mi cuarta casualidad. Sin mi abuelo, sería improbable mi existencia. Sin Stalin, pensar que hubiese escrito Kundera sino la crítica mordaz a ese comunismo impuesto. ¿Sin Praga y su primavera? ¿Y si no hubiese asistido a la  misma Universidad en la que Kafka habló de las ansiedades y la alienación del hombre?  Desde el 93, Checoslovaquia es historia.  Mi abuelo sobrevivió siete años más. Es absurdo pensar que una persona viva más que un país. Pero es así, tan ridículo como los amores de su libro.

En Coyoacán, la casa roja de Trotski me estremeció con un árbol genealógico podado de locura y muerte, sin amor. No pude dejar de pensar en La broma y en su "¡Viva Trotski!"; ni en Lenin vomitando, apoyado en su propia estatua. Quinta casualidad. 

Puedo ver a Kundera fumar un habano en la ventana. Tirar el humo hacia el adoquinado galo. Desmenuzar un gesto y a partir de ahí crear una novela. Madurar una teoría sobre un comportamiento. Traer a Goetche como un mortal más. Jugar con el sexo. Pensar en checo. Hablar en francés. Volver, cada tanto, a esa ciudad. Caminarla en silencio con la certidumbre de que el destino dio un tumbo inesperado. Y que una casualidad se fue burlando de la otra.

Cuando conozca Praga transitaré sus pasos. Pasaré la mano por la piedra de ese puente centenario, para rastrear la huella de Milan Kundera. Pensaré en la palabra migrante de Cortázar, Di Benedetto, Puig, Soriano, Gelman, Saer y tantos, tantos más. En mi país, tantas veces convertido en callejón sin salida. Se me amontonará el estómago como a todos ellos a la hora del ojeo final y esa será mi sexta casualidad.

Mayra Rodríguez 

23-05-10

Tarea de "Memorias"

Publicado en relatos el 23 de Mayo, 2010, 12:33 por Caro-Musa
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Desconsuelo en el almacén

Pero los días son una red de triviales miserias,

¿y habrá suerte mejor que la ceniza

de que está hecho el olvido?

J. L. Borges[1]

                             

            

          

Pero los días son una red de triviales miserias,

¿y habrá suerte mejor que la ceniza

de que está hecho el olvido?

J. L. Borges[1]

                             

            

          

vido?

En el hipotético caso en que fuera obligada a entrar en un almacén de memorias, yo seguramente descartaría el pasillo de los escritores. Caminaría hasta el estante de los constructores de pagodas chinas, de los grumetes de barcos piratas (probablemente el Plenitude, de Almeida de Souza), de los aviadores de principios del siglo XX, de los criadores de gallos de riña, de los médium umbanda y de las niñas aparecidas muertas por su propia mano en 1892, a la edad de siete años (cfr. Ma. Antonia Clémini, Laferrere, Bs. As.) También se me antoja el horizonte de la memoria de un torrero del Faro del Fin del Mundo, el encierro de la memoria de un preso (sus barrotes) y el desarraigo de un exiliado (su añoranza).

En el aún más absurdo caso en que fuera obligada a escoger una memoria célebre, yo seguramente tampoco consideraría el pasillo de los escritores. Iría sin dudar al de los pintores. Me debatiría malhumorada entre la memoria de Toulouse-Lautrec, Picasso y Huntherwassen; y al final, irresponsable, compulsivamente tomaría de un trago la memoria de Leonardo Da Vinci (tendría el cuidado de llevar, por cierto, papel y lápiz, y alguna cantidad de utensilios triviales como clavos, tazas y espumaderas).

No obstante, sopesemos el penoso caso en que me obligaran a hurgar en el pasillo de los escritores. Otearía con desazón, luego terror, la memoria de Borges, la de Joyce, la de Shakespeare. Sostendría en mi mano sucesivamente la memoria de Chéjov, la de Hemingway, la de Katherine Mansfield (le daría, creo, un beso antes de devolverla a su sitio). Después de esta mística deudora (no sin abrazar a Cortázar, a Calvino y a Bolaño) recorrería cabizbaja ida y vuelta varias veces el estante de los poetas. Abriría el frasquito de Juan L. Ortiz, cerraría los ojos y respiraría hondo (memoria de pasos arrastrados en el follaje y río, pájaros, insectos), abriría el frasquito de Paco Urondo (memoria de whisky y corridas de madrugada, de tiros), abriría el frasquito de César Vallejo (memoria de puna descorazonada, de París), abriría el frasquito de Neruda (memoria de mil memorias), desesperadamente abriría las memorias de Whitman, de Pound, de Huidobro, de González Tuñón, de Pizarnik, de Marull, de Juarróz y de Rubén Darío (no creo que pudiera resistirme), de Sor Juana Inés de la Cruz, de Alfonsina Storni, de Elizabeth Bishop, de Pavese y Kavafis, de Quevedo y de Lorca, desesperadamente, me sentaría en un rincón a respirar esa espesura (Carver, Bukowski, Lamborghini) y lloraría con total desconsuelo -como sólo he visto llorar a una niña que fui, una indecible rotunda tarde en que dejó de serlo.

Entonces elegiría un frasco azul al azar, sería un frasco delicado con etiqueta borrosa, y bebería sin pensar la memoria de un poeta menor, desconocido, húngaro o marroquí.

                                                                     CARO  MUSA



[1] "A un poeta menor de la antología", en: El otro, el mismo (1964)

FACUNDO MARULL x Seba Riestra

Publicado en Aguafuerte el 23 de Mayo, 2010, 12:22 por MScalona

 

 

 

Facundo

 

 

En este húmedo viernes de otoño, la peatonal Córdoba entera adora al dios consumo.
“Verde y negro combinan”, le dice una adolescente a otra en el corazón del Paseo del Siglo.
“Ahora voy por las zapatillas”, le informa una muchacha de largo cabello rubio a su madre también rubia, pero no natural.
“Apurate que ya cierra”, le contestan.
Más allá, detrás de las estatuas de plaza Pringles, una sombra melancólica las mira. Es la del poeta Facundo Marull.
Nadie sabe dónde está Facundo. Si vive (algo improbable, porque nació en 1915) o si murió lejos de la ciudad que amaba, y a la que le escribió textos maravillosos que recién ahora han comenzado a ser leídos.
Nadie sabe dónde está, nadie contesta. Pero tampoco hace falta, porque lo que escribió vive.

“Ya no tengo mi casa en Rosario.
Ya no sabría dónde volver con mi mal humor
ni en qué sitio dejar la moto;
ya no tengo ni una silla en Rosario,
ni perro que me ladre,
ni el umbral de una puerta para sentarme a lamentarlo.
Ya no existe el hombre que odié
y que me odiara;
ni la esquina, ni el farol, ni la pared
que me amaba”.

La ciudad que recorrió Facundo Marull ya no existe. Plaza Pringles, la misma donde amó a una tal María Luisa a quien le dedicó un misterioso poema, asiste al triunfo de la superficialidad y el dinero. Tal vez alguien contemple todavía los altos plátanos cuando se vuelven color cobre antes que sus hojas tapicen las veredas. Pero esta tarde no los mira nadie: todos miran las vidrieras. Todos compran, compran, compran.

“Ya nadie me envía una carta, ni recorre los almacenes buscándome, ni me espera con la boca pintada, ni lamenta haberme conocido. Ya no recuerdo qué tranvía pasaba por el túnel de Sunchales, ni la casa de Arroyito, ni a Katouchka, ni el perfume de su cama, ni en qué balde enfriaba el vino, ni qué mentiras dije junto a su cuello hace tantos años que ni recuerdo...”.

La ciudad no sabe todavía quién fue Facundo. Los que caminan por plaza Pringles sin ver las estatuas no lo saben. No lo saben los jóvenes, lo ignoran los viejos. La ciudad sigue olvidándose de sí misma. En las aulas universitarias citan a teóricos franceses y releen por enésima y aburrida vez a Borges.

“Habrá llovido mucho en mi ausencia y en las alfombras
que se olvidan en el patio,
habrán colgado nuevos luminosos,
habrán nacido generaciones de poetas, de talabarteros,
de chiquilines sin porvenir que juegan en la misma calle
donde solía caer borracho junto al árbol que abrazaba y a veces veló mi sueño
y ahora sobrevive a la pena de nuestra separación...”.

Ya es casi de noche. Las hordas de consumidores comienzan a ralear y la oscuridad cubre con su manto generoso la calle sin rostro, el paisaje sin pasado, los hombres sin nombre, las mujeres sin alma. Facundo estará buscando un bar. Tal vez lo encuentre.

“...puedo no volver pero el viento que aúlla en las esquinas llorándome perdido y el barrilete que instaura su osadía en el azul del cielo y la pequeña que deshoja una flor silvestre y el chico que apedrea una vidriera y el pájaro de la plaza Pringles están poblados de mi ausencia.
Esa ausencia es como si yo hubiera regresado, como si estuviera de vuelta en cada rincón donde dejé un poco de amor”.

Yo también voy por una copa. La ciudad que amo ha retrocedido hace mucho. En el fragor, en el cambio incesante que destruye sin sentido, los refugios más tibios fueron canjeados por el progreso. La derrota es lo único que tenemos, pero no arriamos la bandera. Vamos por otro cielo.

“Cuando lo haya perdido todo, regresaré.
Quiero decir, ya no volveré a mi casa de Rosario que no tengo, ni al corazón de sus muchachas, ni a la casa de los amigos que me olvidan; miraré desde el insomnio de las estatuas a los nietos de sus hijos y al bisnieto del hombre que me odiaba, comentando el infortunio de los poetas de Rosario.
(Como si yo fuera otro Facundo Marull, descanso el brazo sobre los hombros del que soy y los dos –Facundo Marull y yo– escuchamos llenos de compasión al Facundo Marull que ya no tiene su casa en Rosario).
Y es triste en verdad, es triste”.

Tal vez Facundo no lo sepa, pero estamos haciendo su casa en Rosario.

 

 

SEBASTIÁN  RIESTRA

 

 

 

www.lacapital.com.ar

 

 

Nota:   está a punto de salir el 1º número de la REVISTA LITERARIA “Facundo”, cuyo hnombre es justamente en homenaje a MARULL, dirigida por Seba Riestra, Eduardo D’Anna y Andrea Ocampo.

En el 1º número hay textos y análisis de los trabajos de LORENA AGUADO.-

dos más...

Publicado en relatos el 22 de Mayo, 2010, 13:57 por A_Zappa

 

El ángel de la soledad

 

El ángel de la soledad me visita en otoño, aunque no sea otoño. Y sólo sea Abril. La única condición que no resigna para encontrarnos es la lluvia. Si no llueve, no me molesto en esperarlo porque sé que será en vano. Ni él, ni su sombra, que a veces cumple en visitarme cuando él no puede,  arriesgan ni por asomo una visita sin esa condición.

Al principio no entendía, y supuse que ello sería una pedantería de su parte. Como suele suceder con algunos ángeles.

Pero un día radiante de sol, quizás sumergido en los bahos narcóticos de un adiós desesperante, lo vi aparecer a plena luz del día. Con la vista pérdida en los adoquines de una calle de hace tiempo, las alas raídas y sucias, bebiendo un licor amargo, hecha harapos su alegría.

Desde entonces, en esos días claros y serenos en que la luz se desparrama por las alcantarillas del mundo, cierro la ventana y no la abro ni siquiera al último de los parias. Y espero la lluvia para sentirme bien. Bien solo.

 

 

El abuelo

 

Abrió los ojos y pensó en la improbable posibilidad de que no fuese domingo. Pero no. Era domingo. Y de sol. Número puesto. Van a llegar los hijos, los nietos, las nueras. Y el único que tiene una casa grande es él. Una casa con patio, césped cuidado y árboles para que los chicos zafen del encierro al que se los conmina todos los días de la semana. Para colmo de males, desde que murió su esposa, “la nona Elvira”, es el que se lleva todos los lauros a la hora de hacer ñoquis caseros. Y eso, no es nada: el tuco. El tuco es una exquisitez, una delicia. Hay que ver a los pibes chupándose los dedos, comiendo hasta con las manos de la desesperación por engullir.   

Los hijos, igual. Las cuñadas, lo mismo.

Y cuando todos están absolutamente saciados, tomándose la panza, respirando hondo,  coloradas las mejillas por el esfuerzo, él, recién ahí y no antes, puede sentarse a probar un  bocado. El abuelo, el que cocina para todos, especialmente los días domingo de sol; recién en ese instante se sienta. Y rechaza el pedido de los nietos que le piden sentarse en su falda. Y no contesta a ninguna de las preguntas que le hacen sus hijos sobre la jubilación. Ni tampoco da lugar a la consulta de compromiso que le hace una nuera, que es doctora, al preguntarle si en la semana se tomó la presión.

No escucha. No tiene ganas de escuchar porque piensa en otra cosa. Piensa cuándo llegará el día que ya no exista el domingo. Y como sabe que ese día no llegará, o por lo menos, sabe o intuye que falta mucho para eso, se manda tres pastillas. Le han dicho que con dos es  suficiente. Pero él no quiere jugar con ningún margen de error y se zambulle tres. Allá, en el fondo del paladar, bien adentro.

Y apenas siente que se le empieza a nublar la vista, quiere ponerse de pie y no puede. Lo que sí puede, es putearlos. A todos. Y revolcarse de dolor, también. Y ver, ya muy empañada, una escena en la que todos corren. Y se retuercen. Corren a ayudarse unos con otros. Y llega a intuir, porque ya mucho no siente, que también lo insultan a él. Y lo insultan fiero. Lo zamarrean, le gritan viejo hijo de mil puta qué hiciste. Y eso, es lo último que siente. 

 

 

 

Ariel  Zappa

 

 

 

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María Paula Cerdán, Francisco Kuba, Verónica Laurino, Marcelo Scalona, Caro Musa, Claudia Malkovic, Silvina Potenza, Marcela González García, Soledad Plasenzotti, Natalia Massei, Mónica M. González, Ariel Zappa, Cintia Sartorio, Cecilia Mohni, Silvia Estévez, Julia M. Sánchez, Matías Settimo, Marisol Baltare, Maximiliano Rendo, Matías Magliano, Andrea Parnisari, Roberto Sánchez, Alina Taborda, Nicolás Foppiani, Mayra Medina, Alfredo Cherara, María B. Irusta, Ale Rodenas, Laura Rossi, Germán Caporalini, Rosana Guardala Durán, Rosario Spina, Sergio Goldberg, Luisina Bourband, Alejandra Mazitelli, Tomás Doblas, Laura Berizzo, Florencia Manasseri, Beti Toni, Nahuel Conforti, Gabriela Ovando, Diana Sanguineti, Joaquín Yañez, Joaquín Pérez, Alvaro Botta, Verónica Huck, Florencia Portella, Valeria Gianfelici, Sofía Baravalle, Rubén Leva, Marcelo Castaños, Luis Astorga, Juan Pedro Rodenas, Esteban Landucci, Dora Suárez, Laura Cossovich, Alida Konekamp, Diego Magdalena, Franco Trivisonno, Gerardo Ortega, Roberto Elías, Facundo Martínez, Ariel Navetta, Graciela Gandini, Jimena Cardozo, Soledad Cerqueira, Juan Gentiletti, Sebastián Avaca, Emi Pérez, Adriana Bruniar, Mariano Boni, Flor Said, Elina Carnevali, Roxana Chacra, Lorena Udler, Nora Zacarías.-