Publicado en Cuentos el 31 de Agosto, 2009, 3:16
por Mayra
los "mayores"querian leer... aquí va mi cuento de terror...
La Voz
Cuando Martín asomó del burdel, la noche negada de constelaciones exhibía una oscuridad ciega. Apenas lastimada por unos faroles con luz tiritante. Aún bajo el alero compuso su sombrero, resguardó su cuello y prendió un cigarro. Fresco –pensó-, y partió caminando por la calle almendrada. Esquivaba por instinto algunafalta de adoquines y el aliento enredado con el humo pulsaba nubes en zigzag. Su mente fija en Sofía, que joven y delicada se diferenciaba del resto. Debía sacarla de allí antes que sucumbiera a su destino.
Aporreando sus bolsillos comprobó que había fumado su última dosis de nicotina. No lograría componer nada sin su aliado de alquitrán. El silbato del tren lo incitó hacia la estación terminal. Allí seguro conseguiría tabaco. Cuando llegó, el tren ya estaba detenido. Un hombre con sobre todo gris y sombrero negro parecía ser el único pasajero. Era extraño que no cargara equipaje, sólo un diario enrollado bajo el brazo derecho. En la tienda consiguió lo que buscaba. Retomando el regreso escuchó al tipo gruñir - En esta mierda de pueblo nadie madruga-. Giró para compartir el chiste. El rostro petroso del otro indicaba que el chiste no era tal. El tipo alzó el mentón en saludo mudo y le oyó otra vez: -…¿y este boludo qué mira?-. Pudo ver que no gesticuló ni movió los labios. Atónito pensó que era un ventrílocuo poco amigable. - Mejor me voy a matar al otro y no me detengo en idiotas-. A la tercera frase se percató, no sin asombro, de lo que estaba sucediendo:él podía saber o escuchar lo que el otro pensaba.
Lo saludó de la misma manera con la cabeza al tiempo que un abanico de interrogantes se abría perturbador. ¿Quién era? ¿De dónde venía? ¿Por qué él escuchaba sus reflexiones? y lo más inquietante ¿a quién venía a matar?
Decidió alejarse sin perderle el rumbo. Buscar a la policía para prevenir el incidente sin pruebas concretas, no tendría más mérito que el de ser tomado por un loco. Su amigo lo juzgaría alcoholizado y el olor a whisky en su vestimenta no lo favorecería. Definitivamente nadie le creería. Resolvió seguirlo con la precaución de no ser visto. Mantenía distancia prudentemente. La marcha lenta y pesada del pasajero, el abdomen prominente y los hombros hacia atrás lo mostraban seguro y rígido como un soldado.
Era lo único en movimiento, aparte de los carteles chirriantes y algunas ramas quebradizas, que solapaban intermitentemente el silbido soplante. La madrugada se presentaba con un sol perezoso y ausente siendo suemisaria una bruma espesa levitando sobre el río.
Luego de siete cuadras se detuvo en una esquina. Desenroscó el diario y sacó una hoja de su interior. Por la forma de mirar hacia una y otra ochava alternando con el papel, parecía ser un mapa. -Calle Maipú…calle Maipú… en esta mierda de pueblo no señalizan nada…-. Martín se alivió al saber que se dirigía a su barrio. Siete cuadras no son pocas para un fumador mal dormido. Ya comenzaba a agitarse. Si seguía alejándose, recuperarse de la noche y componer música pasaría a ser meta para el día siguiente. Estuvo a punto de indicarle la calle Maipú instintivamente, pero la orientación renovada del extraño lo salvó de cometer ese error. Pensó en la cara que pondría si revelaba su secreto y, sobre todo, en como lo callaría. Se vio débil y cobarde. Deshacerse de él -para el extraño-, sería poco más difícil que degollar a un pollo.
-Todos duermen, pueblo de dormidos, más fácil el trabajo sin testigos, nadie me vio, sólo el tarado de la estación-. El hecho de que lo recordara le produjo un escalofrío que le atravesó el esternón. Ahora sudaba. ¿Seguiría él? Dudó en abandonar la persecución y simplemente esconderse, pero sabía que se dirigía a su calle. Mejor controlarlo y evitar el crimen. ¿Pero cómo? Todo indicaba que el hombre era un profesional y él, un compositor de poca monta, desnutrido y sin fuerza. -Estos favores del pasado, en que molestias me meten…es la última que le banco al ruso… encima por calentura, si fuera por el negocio, vaya y pase…”.
El ruso, el ruso… ¿sería el mismo que él conocía? Probablemente. La gente oscura se conoce, forman un comunidad secreta: una religión de hombres sin escrúpulos. El ruso Rivak era el dueño del prostíbulo donde trabajaba Sofía, el proxeneta más mafioso de Pichincha. No era de extrañar que se conocieran.
- Rioja,San Luis… 1063, al fin- . Cuando escuchó la dirección de su casa empalideció. La sudoración fría bañaba las grietas de sus manos. Escondido tras la columna de una casa observó cómo el desconocido estiraba su cuello en forma circular enfrentado a su puerta. Golpeó la madera despiadadamente. - Faltaría que este hijo de puta no esté…-. Sintió sus piernas débiles. ¿Qué debía hacer? ¿Porque habían planeado para él este destino? Escaparse no tendría sentido. Lo encontrarían en otro momento y sobreviviría en un delirio paranoico permanente. Una vez recuperado, actuó.
-Buen día, ¿qué necesita?
-Martín Banegas – dijo a secas.
- Soy yo – trató de disimular el temblor en su garganta – adelante – abrió la puerta sin darle la espalda
Entraron a la casa en formalidad desecada.
- ¿Quién es usted?
-Vengo a escuchar sus últimas composiciones - soy tu verdugo.
Martín sintió que tragaba vidrio al escuchar las dos voces superpuestas en un coro diabólico.
- ¿Cómo supo de mí?
-Unos amigos de Buenos Aires lo escucharon en un bar. – me ordenaron que te desaparezca.
-¿En que bar?
-En uno por Pichincha…no recuerdo exactamente el nombre – en la casa de putas del Ruso.
-¿Por qué?
-Les pareció bueno y quiero que actúe en Capital – sabe que Sofía está enganchada con vos y le pudrís el negocio.
- ¿Le gustaría escucharlo ahora? Tengo el estudio en el sótano para no molestar a vecinas quejosas…
-Claro que sí – en el sótano mejor, así nadie escucha.
-Por aquí por favor.
Una vez en la sala de estar abrió una pesada puerta de madera. En reverencia limitada señaló la escalera angosta.
-Usted primero.
La mole bajó inseguro soportándose en la pared. Pudo rozar una humedad musgosa y oler el óxido que ascendía desde la profundidad.Al no escuchar los pasos de Martín tras de él, giró con dificultad sobre su dorso. Lo vio sosteniendo en el aire, sobre su cabeza, una banqueta de cuero. La cara del endeble aterrada y lacrimosa. Sus brazosvibraban bajo el peso excesivo a ese cuerpo famélico. El lanzamiento fue débil pero efectivo. El gordo cayó rodando como un buey por la ladera de la montaña. Se escuchó el crujido de unos escalones rotos y finalizó sobre una mezcla de hierros desarmados, vidrios y maderas. Martín cerró la puerta. La clausuró con un pesado mueble. Aún temblando, encendió un cigarrillo y esperó.
El cruel malogrado despertó con gusto a sangre y tierra en la boca. Observaba una pequeña claraboyaque daba a la vereda. Única luz esperanzada Tal vez alguien me oiga Los gritos de boca seca se ahogaban a lo lejos. Inútil. Luchando con los obstáculoslogró flexionarse hacia adelante y examinar su pierna. Al rasgar la gabardina mostró su peroné rebosando la piel. Frágil, cual rama seca, blanca, rodeada de músculos macerados y sanguinolentos. Tenía la real impresión de no percibir sensación alguna, sensitiva o motora, de la rodilla hasta el pie. Estoy sonado.
Martín salió a caminar. No soportaba la tortura del torturado sobre su nuca. Taparse los oídos no lograba acallar el dolor, el lamento, el miedo, el desasosiego. Tal vez alejándosepor fin lo desterraría.
El hombre pudo indagar que la palidez del sol del mediodía no justificaba el calor que lo hacía sudar. Tengo fiebre. A pesar del torniquete improvisado la sangre seguía brotando como una fuente sofrenada pero continua.
Luego de andar toda la mañana sin rumbo específico como alienado, se dirigió a la estación de trenes. Era coherente volver adonde principió la siniestra enajenación. Probablemente allí mismo sería el final. Negativo.Aún con el sonido de los trenes, las voces en su cabeza prevalecían en tozuda posesión.
Un ratón se posó en los escalones completos. Lo examinó desde la altura. El tipo lo creyó delirio por la fiebre, entre la visión borrosa y el mareo. El animal refutó su teoría romántica cuando se acercó. Ahora caminando por el borde de los últimos escalones rotos, pausado, con la elegancia de un equilibrista.¡No te atrevas! El ratón asintió respetuoso, aquietó el paso pero no le quitó la mirada.
Martín sentado en la barranca del río, sosteniendo sus piernas. Perturbado entre la nicotina y las imágenes impostoras. Un sol rojo sangre ocultándose en el oeste, era su bautismo acusador.
En el sótano, el aire comenzó a ser insuficiente. Aumentó la frecuencia de sus respiraciones, en un ronquido suspiroso y entrecortado. Podía sentir los latidos multiplicados en su cuerpo abrasado. Se sintió ridículo. Un hombre y un ratón sin perderse de vista, con un halo fino rojizo resaltando las siluetas del duelo. El ratón resistió honorable la ceremonia.
La tarde en el río no era lo único que agonizaba. Martín fue librado pausadamente de los pensamientos hasta que el silencio se impuso aliviador.Ahora sólo tenía que tolerarlos, de vez en cuando, en sueños.
Publicado en De Otros. el 30 de Agosto, 2009, 19:59
por Saty
Elogio de la mujer brava
Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Por: Héctor Abad
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran "no más usted me avisa y yo le abro las piernas", siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.
Vamos hombres, por esas mujeres bravas!!!!!!!!!!!!!
Lore
y yo nos mudamos en septiembre a la casita de la cortada Brandsen. La elegimos
entre unas veinte que ella se ocupaba de marcar en el diario. Como yo no tenía
mucho tiempo con el trabajo, Lore las preseleccionaba y el sábado salíamos
juntos a recorrer inmobiliarias.
Me
acuerdo perfectamente que a mi viejo no le gustó mucho, tenía que poner la
firma, por eso nos acompañaba. Pensé confiar en su presentimiento, pero Lore tenía
razón, ninguna le gustaba:- tiene mucha humedad, poco patio, no hay cochera,
mala ventilación.
Por
250 mangos que era lo que estábamos dispuestos a pagar, no había mucho más que
eso. Era como en épocas electorales,lo
mejor de lo peor, estar atento a la letra chica, pero sabiendo que
indefectiblemente, te cagan.
El
dueño me recordó al Hombre de Arena de mis pesadillas de niño, las cejas eran
imponentes, nariz puntiaguda, mirada penetrante. A esta altura no podía
explicar miedos relacionados con la infancia, Lore me apuraba con su sonrisa
desde hacía más de un año. Finalmente firmamos, papá menos convencido que yo, y
tres días mas tarde, nos mudamos.
Nosotroscontentos, recuerdo que la primer semana
entre cajas y cajas de mudanzas, vivíamos tropezándonos, nos reíamos todo el
tiempo y terminábamos en revolcada.Poníamos
música fuerte, bailábamos mientras cocinábamos juntos en medio del desorden
caótico de la antesala.
La
cocina era muy chiquita, yo pelaba verduras en la mesa, se las pasaba a Lore
para que las picara. La zanahoria pasaba de mano en mano con un beso, la
cebolla, con una mirada, el puerro, ya era con permiso de toqueteo y así la
cena solía verse demorada. Creo que estábamos muy enamorados. No creo, aseguro,
estábamos totalmente enamorados.
Eso
es, amor: mi primera palabra.
Las
semanas siguientes las cosas de a poco empezaron a cambiar. El aire siempre
dentro de la casa era helado, pensamos que sería bueno en verano, sufro mucho
el calor, al punto de tener un turbito en el baño, al lado del revistero. Por
lo pronto cerrábamos todas las ventanas ni bien caía la tarde.
Por
esos días fue cuando mi hermosa novia se transformó en esposa, creí que nunca
sucedería y sin embargo… Ella comenzó con algunas quejas mínimas, que tenían
que ver con el mal estado de la casa:
-Estuve
todo el día limpiando, no doy más. Mirá, ya esta todo sucio de nuevo.
Y
terminó con escenas histéricas donde frenéticamente fregaba paredes y pisos
susurrando:
-
Basta de arena. Basta.
En
realidad creo que eso fue lo primero, sí, lo fue.
Las
paredes tenían algunos problemas de humedad, era cierto, caía arenilla
permanentemente, pero además Lore iba mostrando una faceta de obsesiva que yo
no conocía.
Su
aspecto también fue cambiando, no se arreglaba ni se depilaba. Se veía ojerosa,
no dormía bien, se movía y daba sobresaltos en la cama. Por las mañanas saltaba
como resorte y antes de desayunar deambulaba un rato observando los rincones.
Siempre encontraba algo y ya salía atolondrada a buscar la escoba y la palita.
Una
tarde llego de la oficina y me la encuentro en el baño, a medio vestir, pinza
en mano, tratando de desarmar la ducha.
-
Me quiere llevar.- dice desencajada- el agua se puso fría, quise cerrarla y
empieza a caerme en la cara esa maldita arena, por la nariz y los ojos. ¡Qué asco!
las tetas, todo el cuerpo me tocó. Me quiere, estoy segura de que me quiere.
Tenemos que irnos.
-
A ver, dejá.- le dije mientras la corría- calmate, por favor, calmate, yo me
ocupo. Están viejas las cañerías, mañana llamamos al plomero, vestiste.
Enseguida
pensé que era un problema esto de que se haya quedado sin trabajo, justo ahora,
que necesitaba distraerse un poco. Supuse que la vida de ama de casa no sería
para ella nada fácil.
Cuando
se tranquilizó le propuse salir a comer una pizza y aunque le duraba el susto,
aceptó. Salir siempre le gustaba.
Comimos
y tomamos una cervecita, nos reímos un poco de lo sucedido y nos relajamos. Esa
noche volvimos al sexo y sentí que al menos un rato éramos los de antes.
Dormimos en cuchara, lo recuerdo bien. También se que noté la arena en su cuero
cabelludo y detrás de las orejas cuando la acariciaba, por supuesto no le dije
nada.
Cuando
abrí los ojos, Lore gritaba. Miraba la cerradura y la señalaba.
-Cae
por ahí, ya viene. Viene a buscarme. Mirá.
Yo
no veía nada, le traje un café con leche y pudo explicarme que vio arena caer
por la cerradura, una montaña de arena que crecía en el piso. Le dije que seguramente estaba soñando y
apurado me vestí, se me hacía tarde para ir al trabajo.
A
la noche mis viejos venían a cenar, antes de irme le pedí por favor que no dijera
nada y que cocinara algo rico, yo me ocuparía de unas masas para el postre.
Todo
parecía tranquilo cuando llegamos, desde la puerta se sentía el olor a salsa.
Ella estaba linda, creo que tenía una camisa nueva, cuando le pregunté me
aseguró que era viejísima. Con esto de mi déficit atencional para la ropa,
siempre aprovechaba para llenar el ropero sin que me enterara, después me
sorprendía cuando llegaba el resumen de la tarjeta, a esa altura ya no
importaba.
La
mesa estaba muy bien presentada, ella sonriente, nos recibió con empanaditas de
atún y vino tinto, un rato más tarde nos sentamos, ya estaba lista la pasta.
Mi
viejo no paraba de hablar de enfermedades, empezócontándome del vecino de enfrente, le dolía
mucho la espalda y la cintura, pensó que era reuma y no, cáncer de próstata,
después también la tía Cata y el verdulero y el primo de la vieja del campo, ni
él se acordaba del apellido, tuvo que pedir ayuda cuando llegó el momento de
nombrarlo. Me estaba mareando con la charla cuando Lore me pidió que le pasara
los platos. Menos mal, pensé, mientras come se calla. Los platos fueron pasando
de mano en mano mientras se me ensalivaba la boca con el olorcito que humeaban.
Mamá
dio el primer bocado y comentó algo, como que el queso estaba raro, entonces me
apuré a probar. Mi cara se transfiguró, esto era lo último, lo penúltimo supongo.
Comencé a creer que mi mujer era mala, o estaba loca, esto no podía ser casual,
esto era a propósito.
Definitivamente,
loca: penúltima palabra.
Traté
de disimular pero mi viejo con la frontalidad que lo caracteriza escupió en el
plato:- Esto tiene arena. ¡Qué asco!
Y
si, masticar arena no es una sensación agradable, Lore lo miró sin poder decir
nada y desde ese día no paró de llorar.
Pasaba
tardes enteras en la cama, sumida en una total depresión. A veces llegaba y la
veía en la mesa, tomando mates, era peor, fumaba y en vez de humo largaba
lágrimas. Empezó a adelgazar mucho, no sabía que hacer para ayudarla. Le
pregunté una y mil veces qué era lo que le pasaba. Nada. La voz se le había
desvanecido supongo, como castillo de arena en el agua.
Después
empecé a llegar más tarde, prefería encontrarla durmiendo. Martes y jueves
jugaba al fútbol con los muchachos, lunes y viernes cenas de trabajo. Los fines
de semana se me hacían eternos. Trataba de poner al día la casa, cocinarle algo,
nada la entusiasmaba. A veces me sacaba de quicio, terminaba maltratándola. No
se si ella se enteraba.
Lo
último fue terrible, en medio de la madruga me despertó un grito desgarrador,
prendí el velador y Lore sentada con las piernas abiertas y cara de espanto me
miraba, entre las piernas tenía una montaña de arena. Empecé a zamarrearla para
que me dijera de dónde había sacado eso, no soportaba más ese juego inmundo,
necesitaba que hablara. Finalmente la abracé y lloré como un chico.
-Me
quiere para él.- murmuró.- me va a llevar.
Entonces
tomé la decisión, que tendría que haber tomado mucho tiempo antes.
-Mañana
nos vamos.-aseguré- tratá de juntar algo, cuando vuelvo del trabajo llamo a un
flete.
Ella
volvió a su mutismo.
Me
desperté más temprano que de costumbre y pensé hablar con mis padres para
pedirles que nos alojen unos días hasta poder ver algo, pero me resultó
imposible. ¿Cómo explicar lo inexplicable?
Dejé
pasar el día, algo se me ocurriría seguramente al llegar a casa.
La
cortada estaba más silenciosa que de costumbre, seguramente había sorteo en el
super del barrio. Ni los pibitos de enfrente que siempre me recibían a los
pelotazos. Silencio raro. No corría el aire, pude ver las ramas del ceibo con
sus flores rojas y estáticas, el ambiente estaba denso como anunciando tormenta
de mar.
Entré
a casa y cerré la puerta sin llave. Dejé mis cosas en el hall y antes de pasar para
al baño golpee con el anillo la puerta del dormitorio donde seguramente Lore
acostada me esperaba.
Quise
abrir mientras anunciaba mi llegada pero la puerta estaba trabada. Golpee con
fuerza, ella por supuesto no me contestaba. Insistí, cada vez más fuerte. Al
borde de un ataque nervioso, agarré la puerta a patadas. Era imposible, parecía
sellada. Corrí hasta el galponcito del patio y tropecé con un balde, lo había
dejado yo, seguramente, busqué desesperado un hacha que tenía para la leña de
la salamandra. Las latas de pintura se me caían, la lamparita se había quemado.
Atrás de la bolsa de leña, ahí estaba. Volví a la puerta y empecé a golpearla
con furia hasta que la hice pedazos.
Terrible
cuadro. Creí que era una pesadilla. Eso no podía estar pasando. . . La
habitación entera colmada de arena, no se distinguían los muebles, todo era una
gran montaña.
Desesperado
intenté llegar a la cama, escarbé con pies y manos. Supe que Lore estaba ahí
abajo, vi el color verde de su camisón y temiendo lo peor, a los tirones logré
sacarla. No respiraba.
Pude
ver el teléfono caído sobre una montaña menor, ubicada en el lugar de la mesita
de luz, un almohadón y el libro de Quiroga que ella me regaló para mi
cumpleaños. Espantado y hasta casi anestesiado tomé el teléfono y llamé a una
ambulancia.
Abrazado
al almohadón y sentado sobre la cama estaba cuando los médicos llegaron. No
contesté el timbre. Mi mujer yacía muerta a mi lado. Trataron de revivirla. Fue
inútil.
-La
quería- les dije- me la quitó. Él. . .
-
Buenísima historia, pero a mi la verdad. Su mujer murió de asfixia, usted tenía
un almohadón en la mano. Ya le dije, ni un poquito de arena había en la casa.
Declárese culpable, serán menos años.
-El
hombre de arena se la llevó-aseguré- Arena…Y
fue mi última palabra.
Publicado en General el 28 de Agosto, 2009, 15:29
por CELINA
APARIENCIAS
Se levantaba cansada. Su vida se había reducido a puras apariencias. Simular que todo estaba bien, que deambulaba entre un amor para toda la vida, un trabajo ideal, una casa magnífica decorada al estilo Feng-shui con patio, parrillero y pileta e incluso un perro que una vez por semana iba a la peluquería canina. Ese día toda la casa despedía el aroma a perfume del perro. No había persona que entrase a su casa el día que Rufo (así se llamaba el ovejero alemán) volvía de su baño semanal que no dijese:-¡Qué bien huele tu casa!, y en realidad querían decir que su vida era decididamente maravillosa. Porque nada triste podría pasarle a alguien que posee un perro que huele tan bien.
“Las apariencias son muy importantes” solía decirle su madre. Escuchaba a sus padres discutir y gritarse casi todas las noches. Cuando le preguntaban cómo había sido su infancia ella decía: -Bastante gritona. La miraban raro y no preguntaban más. Su mamá se levantaba con los ojos hinchados de tanto llorar. La veía maquillarse frente al espejo de su cómoda, poniendo especial cuidado en disimular las ojeras. Era la reina del disfraz. –No importa cómo te sientas -le decía -si la gente te ve bien, creerán que eres confiable. Ella no se animaba a preguntarle si no era importante decir siempre la verdad; el asunto la confundía bastante. Ahora ella pasaba cada mañana un largo rato en el baño cepillándose los dientes, poniéndose cremas para no envejecer, otras para humectar la piel, peinándose y se tomaba más de veinte minutos en decidir qué ropa ponerse. No era lo mismo un día soleado de primavera, uno lluvioso de otoño o un sofocante día de Enero. Tenía ropa para cada estación, prolijamente ordenada para no mezclarla. Dos veces por año pasaba un día entero guardando en cajas la ropa correspondiente al otoño-invierno o primavera-verano, le ponía bolsitas perfumadas, las etiquetaba y subía al altillo. Tenía cajas de diferentes colores. Roja para las fotos de su infancia, azul con recuerdos de la escuela, verde para cartas de amigas y ex-novios . A veces sentía que su vida se había reducido a cosas guardadas en cajas. Aprovechaba el cambio de estación para separar la ropa que no quería o la había cansado y la ponía en bolsas para la señora que limpiaba o para llevar a la iglesia. Eso la hacía sentir bien. Todo ese dinero gastado encontraba finalmente una utilidad importante.
El tener todo meticulosamente planeado le daba seguridad. Por eso no le gustaba cuando se encontraba repentinamente con su marido, en algún momento que estaba distraída como cuando salía del baño o volvía de la cocina y pensaba ¿quién es este señor que vive conmigo? A veces le costaba reconocerlo. ¿Siempre había tenido ese mechón de pelo más claro? o ¿ese tic es nuevo? Solía parpadear repetidas veces cuando una pregunta lo descolocaba. Como si repentinamente hablara en chino y él por más que lo intentase, no lograra entenderla.
-¿Cómo te fue en el trabajo hoy?-le preguntaba tratando de ser amable.
- (no contesta)
-Supongo que eso significa "Me fue bárbaro ¿y a vos?"
- A mí también, gracias por preguntar.Un par de veces pensé en arrojarme desde el balcón de la oficina y experimentar la sensación de caída libre pero después me acordé de que no había colgado la ropa. No te quedó ninguna camisa limpia.
Entonces la miraba con una mueca, frustrado intento de sonrisa, no muy seguro de si hablaba en serio. Después volvía a zambullirse en la caja boba. Se quedaba con el tenedor a medio camino de su boca cuando escuchaba: “si querés saber cómo soy en la cama llamá al 0800…..” y cuando se sentía observado preguntaba algo tonto como “¿Te cambiaste el color del pelo?”. Nunca se había teñido.
Era como volver a descubrirlo, con la diferencia de que éste no le gustaba tanto. Lo encontraba común y algo excedido de peso. “Para toda la vida” se habían dicho creyéndose invencibles. No tenía idea de cuándo las cosas habían cambiado. Cuándo fue que empezó a ser más importante agrandar la casa, decorarla a la última moda y cambiar el auto todos los años. Cuándo dejaron de pasar tiempo juntos o dormir entrelazados, pierna sobre pierna, enroscados, manos y dedos buscándose en la oscuridad, pulpos de cuatro piernas y cuatro brazos, aferrándose al otro hasta confundir las soledades. Cuándo el sexo se volvió rutinario para después simplemente desaparecer. Cuándo necesitó un amante.
La última vez que hicieron el amor ella cerró los ojos y pensó en pájaros y nubes mientras sentía la respiración de él cada vez más agitada taladrándole los oídos. Después se quedó muy quieta, hasta que se durmió.
Había tenido varios amantes en los últimos años. Nunca le duraban mucho. Eran cuerpos tibios que le daban calor, que le infundían un poco de pasión a su vida burguesa. Quería sentirse misteriosa, interesante. Era cuidadosa y le gustaba planear lugares para encontrarse y pensar excusas por si le preguntaba. Nunca necesitó dar explicaciones.
Se había acostumbrado al circo de su vida, eran pésimos malabaristas, todo se les caía encima. A veces hacían de payasos o magos, pero nunca conseguían reírse ni hacer que salieran conejos de la galera o que el pañuelo se transformase en paloma. Un mal truco, la magia había desparecido.
Le habían enseñado a aparentar y eso era lo que hacía. Demasiadas cosas deberían cambiar y después de todo, le gustaba su casa decorada al estilo Feng-shui, el patio con parrillero, la pileta, y sobre todo le gustaba Rufo, su ovejero, y el olor a perfume que despedía los días que iba a la peluquería. Hacía que su casa oliera tan, pero tan bien.
Aquel sábado llegaban un
par de camiones jaula transportando unos terneros comprados en Entre Ríos.
Hago una pausa.
Llovió. En los últimos 10
años la lluvia se movió en dirección opuesta a mis intereses. Esa tarde no
debía llover, pero lo hizo. Era urgente una solución rápida y el intermediario,
al que aquí llamaré Roberto M., la propuso. Cerca, en Puerto Gaboto, alquilaban
por día unos corrales para hacienda. Ofrecían agua y pasto. “Servicio de Hotelería”.
Allá fuimos. Al llegar, en los extramuros del pueblo (solo una cosa podía ser
peor que Puerto Gaboto, sus extramuros), nos arrimamos a una tranquera donde mi
acompañante hizo unas señas.
Otra digresión.
El lugar, tal vez
siniestro, contorneaba alrededor de las imágenes de “El Matadero”. Su propietario, un esteta influenciado por
Echeverria. Hubiera apostado que algún vacuno, de poder hacerlo, habría
sugerido un frigorífico como lugar mas apropiado. Entre el barro, botas de goma
negra, pilotín infructuoso, se nos acercó un ente, un estadio anterior en la
escala de la evolución del ser humano. Ajado por la brutalidad del mero
transcurso del tiempo. El recuerdo de nada mejor. Intenté ser correcto. Extendí
mi mano:
-Buenas tardes Jefe
-Es una Señora,
vomitó M, un poco a la derecha, calmo.
Mi vista vagó por la chatura feraz de
la pampa gringa. Vi algunos hombres más jóvenes. Supe de inmediato que eran los
hijos. Y me pregunté cómo pudo alguien. El otro lado de la delgada línea roja.
Antes de anoche fue la última cena casi normal. Todos estábamos asustados pero pretendíamos que era una noche como otras. Nadie habló sobre lo que nos pasaba. Marta parecía estar más distraída que de costumbre, me miraba como esperando una explicación. Tampoco mencionamos el hecho que la casa se estaba oscureciendo. Era cobarde de mi parte no hablar del horror que nos estaba acorralando. Estaba inquieto, triste. Me fui a dormir. Ayer a la mañana la vi, entro y se quedo cerca de mi cama por un minuto, me alegré; pensé que se iba a dar cuenta que me tienen atado a la cama y que me dan esta droga que me inmoviliza, pero no. Salió caminando despacio, grité, la llamé pero ellos saben lo que hacen, también han drogado a toda mi familia para que no avisemos de su llegada. Había venido otra vez mas temprano, quise sonreírle para tranquilizarla, que supiera que voy a defenderlos, como siempre; que voy a sacar a estos visitantes de mi casa así volvemos a la vida de antes, pero me di cuenta que tampoco puedo abrir los ojos, siento como una presión alrededor de mi cabeza, a lo mejor me pusieron una venda.
A la tarde me sentí mas despierto, cuan ella entro la llamé por su nombre, Marta, hija….., pero me miró como si no me conociera. Las otras dos que se acercaron esa tarde quisieron hacerse pasar por Marta pero no me van a engañar, conozco a mi hija. Soy un buen padre. Siempre he cuidado de ellos. Me quieren mucho, mi mujer Sara también. Pero fue la primera en aislarse. Una noche ellos me agarraron en el baño, son helados, como niebla, dejé de ver y de oír, creo que se meten dentro de los cuerpos. Esa vez grité. Vino y se enojó cuando traté de contarle que ellos estaban llegando a la casa. No me miraba. Varias veces la desperté para que los viera, pero no quiso, ni siquiera dio vuelta la cara, seguro que el terror la paralizó. Tampoco me dijo porque había sacado todos los adornos del dormitorio. Seguro que ya le habían hecho algo y estaba dejando de ser ella. La última vez que la vi había envejecido, como si hubieran pasado años. Ahora no la veo nunca.
Ese ruido.
Están llegando.
Tengo que dejar de pensar, tengo que poner mi mente en blanco, adivinan mis pensamientos y me tragan para que no hable. Siempre está oscuro cuando llegan, me miran, cada vez más grises, enormes, caras sin ojos. Y esas voces infrahumanas, de bestias. Dan vueltas a mí alrededor, me acechan. Muertos vivos, eso son, seguro, huelen mal. Aparecen y desaparecen en segundos, pero no se van lejos, escucho los gorgoteos y la respiración pesada. Están sobre mi, alientos fétidos. Me vigilan.
Me despierto. No veo, no tengo ojos, no tengo ojos. Trato de tocarme la cara para ver si me los han sacado pero tampoco encuentro mis manos.
Quienes son. Que quieren, no entiendo. El dolor es insoportable, no puedo moverme. No puedo pensar en nada. La niebla también está en mi cabeza. Escucho los lamentos, los gemidos, no reconozco las voces, seguro han traído a otros. Se mueve la cama......se mueve, me están llevando.
Publicado en General el 27 de Agosto, 2009, 1:24
por Saty
“Uno se cree
Que las mató
El tiempo y la ausencia
Pero su tren
Vendió boleto
De ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón,
En un papel,
O en un cajón.
Como un ladrón
Te acechan detrás
De la puerta.
Te tienen tan
A su merced
Como hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí
Que te sonríen tristes y
Nos hacen que
Lloremos cuando
Nadie nos ve.”
En el silencio de la habitación solo se escucha la voz grave de Serrat, proveniente de un viejo grabador.
Esteban está sentado, la mirada fija en el botón que aprieta una y otra vez, con metódica repetición al terminar la canción.
Sus nietos le regalaron un equipo de audio para su último cumpleaños, pero él insiste con su gastado aparato poseedor de un sentido de pertenencia del que carece el otro.
Por eso apenas los chicos le dieron el enorme paquete, lo guardó sin abrir en el placard.
Esteban Molina aún conserva un cuerpo atlético. Aunque está jubilado, todos los días camina las dieciocho cuadras que lo separan de su antiguo trabajo. El portero, que lo conoce, lo deja pasar y entonces él recorre los pasillos del edificio, saludando a cada persona que cruza, hasta detenerse en la puerta de su oficina. Ritualmente cada día, se queda allí mirando durante unos minutos, para después volver sobre sus pasos.
En el café “Los Orientales”, se sienta en una mesa al lado de la ventana y toma el mismo café con crema a media mañana. No quiere resignar ese pequeño paseo rutinario ni aún en los días de lluvia o frío intenso.
Pero esta mañana, no se ha sentido muy bien y prefirió quedarse en su departamento.
“Lloremos cuando nadie nos ve.” Unos segundos de silencio. Vuelve a apretar el botón. “Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia…” y la canción comienza nuevamente.
- Papá, ¿podés poner otra? La vas a gastar.
Esteban no contesta, no la oye, tan inmerso en las palabras, tan pegado a los recuerdos que inexplicablemente hoy se han apropiado de él.
Tengo miedo. Miedo a dormirme y no volver a despertarme. Pero no creas que es un miedo a dejar esta vida que me ha sido esquiva muchas veces, ni siquiera es un miedo desconocido. Lo he sentido muchas otras veces durante todos estos años. Es el miedo de los asuntos pendientes, de la ausencia de explicaciones. Es un miedo que nace desde esa imposibilidad mía de no haberte podido decir los por qué de tantas cosas y que no me han permitido vivir con tranquilidad. Y no pienses que en mi afán de saldar esta cuenta busco alguna excusa tonta, porque he tenido motivos y de sobra para no hablarte, para no contactarte, para borrarte de mi vida de la manera más terrible que puede alguien hacerlo. Pero tengo miedo de que el tiempo sea ingrato con nosotros y de repente me muera o me entere que estás muerta y ya no poder explicarte. Ese mismo tiempo que solamente ha servido para borrar los recuerdos ingratos y me lleva a evocarte desde la pasión. Este dolor en mi pecho, que preocupa a los médicos y a mi familia, es sin dudas, un dolor físico, que a menudo me quita la respiración y se exacerba cuando pienso en todo lo que te debo, en lo que hubiera querido hacer y no hice, en la convicción cada vez mayor de haberle causado una pena inmensa a la persona que más amé en la vida.
No hay peor muerte que la que no nos ocurre. Esa muerte latente, la que nos encuentra viviendo a pesar de que se nos ha agotado la capacidad de amor y de odio, cuando todo se resume a transcurrir en una suerte de catalepsia insustancial.
Así estoy yo, así es mi vida hoy, un destierro total de proyecciones donde lo único que me mantiene vivo, el único motivo por el que sigo estando, es por mi necesidad de volver a verte una vez más.
El Presidente del Concejo Municipal, Concejal Miguel Zamarini y el Concejal Carlos Comi, autor del proyecto, tienen el agrado de invitar a Ud/es. al acto durante el cual se declarará “Ciudadano Ilustre” de la ciudad de Rosario al Sr. Rafael Oscar Ielpi. La distinción se otorga por su destacada trayectoria en la esfera de la literatura y por su invalorable aporte a la cultura y a la historia de la ciudad.
EL ACTO ES MAÑANA JUEVES 27 DE AGOSTO
A LAS 12,00 HS. EN EL CONCEJO MUNICIPAL DE ROSARIO
Para los que quieran precalentar para la fiesta, les dejo esta sugerencia..una amiga esta en la organizacion..yo no arme el texto jjaja
saludos!
VIVE CUBA !!!
Gran Fiesta Cubana - Sabado 29 de Agosto - Terrazas del Parana (La Fluvial)
Forma parte de una Noche diferente y única !!!, donde gozaremos de la mejor selección musical de 4 Dj's. Una increible Orquesta en Vivo !!! mas la animación de una Celebridad Cubana que marcara la diferencia.
TODO ROSARIO, MUCHA MUSICA, LOS MEJORES TRAGOS, UNA NOCHE LOCA A ORILLAS DEL RIO !!! - TERRAZAS DEL PARANA.
Dos amigos se encuentran después de mucho tiempo en un bar.
En determinado momento de la charla uno comenta al otro:
-Así que estás yendo a un taller literario…
-Si, no sabés, estoy re contento.
-¿Y qué andas haciendo?
-Ahora estoy pensando mucho en la escritura y el
movimiento. Intento hacer el siguiente experimento: escribo mientras camino.
-¿Y cómo va?
-Mal, después no hay manera de entenderme la letra.
-¿y cuanto te cobran por eso?
-¿Por qué?
-Por hacer el taller.
-Ni idea, los pagan mis viejos.
-Pero no entiendo, si vas a un taller literario y no
escribís ¿Qué hacés?
-Eh, pero no es sólo eso. También estudiamos la historia
de la literatura, las líneas estéticas.
-¿Y cómo es eso?
-Y mirá, el mundo como lo conocemos empieza con las
guerras. La generación que está entre las dos guerras mundiales se llama la Lost Generation. Son escritores
más bien existencialistas.
-Ahá.
-Después viene la Beat Generation. Kerouac,
Bukowski y todos esos. Son unos tipos más jugados, experimentan con drogas, tan
muy ligados al movimiento jipi y esas cosas.
-Si, Bukowski me gusta.
-Después, con la caída del mayo francés y la muerte de
las utopías, aparece la Next Generation,
son unos tipos más sobrios. Pareciera que aceptaran el mundo tal como es.
-¿Y quién estaría en esa generación?
-Eh, ahora no me acuerdo de ningún nombre, pero son más
que nada autores yankis.
-Ahá.
-Después viene la generation X. Son unos tipos que
buscan el brillo de la vida en las pequeñas cosas.
-Ah, como los anteriores. ¿Cómo se llamaban?
-Next generation. No, no es lo mismo. Es una típica
equivocación, confundir la Next Generation
con la X Generation.
Comparten algunos puntos, pero no es lo mismo.
-Mmm, ¿y los de ahora cómo se llaman?
-Y, nosotros vendríamos a ser la generation 2000 ó
generation cero-cero.
-¿Y cómo escriben?
-todavía no escribimos mucho.
-¿Se les pegó lo del cero-cero?
-Puede ser, algunos dicen que es una generación que
produce con el silencio.
-¿Y vos hasta ahora qué escribiste?
-No mucho, algunos haikus, viste que son tan atemporales…
Yo tuve un nogal amigo que era un elefante sus hojas eran ojos que vibraban con el viento y el estuche verde de sus nueces teñía las manos su corteza se desprendía en anillos era mi hermano gris generoso y suave
era fácil treparlo abrazarlo acariciarlo llegar muy alto esconderse entre sus brazos mis ojos latiendo entre sus ojos sintiendo el perfume de las cercanas cerezas maduras
debería haber llorado sobre las marcas cuando la soga de la hamaca fue retirada porque ya era la despedida
ahora él sigue en el mismo lugar tal vez más gruesos sus brazos más finos tal vez haya sobrepasado el tejado y sigan cerca los frutales vecinos y cuando yo ya no esté en este mundo él seguirá creciendo y reconstruyéndose y no seré más la que lo abandonó para seguir su camino sino parte de todo lo que él deja atrás
Durante muchos años, desde la adolescencia, juzgué un entretenimiento estúpido la edición de autor y, consecuente con ese criterio, permanecí inédito. Pero no me pertenece todo el mérito; sin la pertinaz cortesía de los empleados de editoriales nunca lo hubiera logrado.
El tiempo, como es de su uso, ha transcurrido; no sé discernir si mi antiguo temperamento cambió o alcanzó el grado de estupidez atribuible al que se edita a sí mismo pero, rechazado desde el fondo de las artes, archivo mis novelas y destino a ustedes, mis amigos, este renegado documento de mi claudicación.
Nota: este recuadrito figura en medio del libro LAS GRANDES PALABRAS (1966) edición que se pagó el propio Facundo Marull cuando residía en Montevideo (URUG) No puedo dejar de recordar aquí que Macedonio Fernández se pagó la edición de casi toda su obra, Adolfo Bioy Casares (su padre) pagó sus dos primeros libros y aunque la lista sería interminable, hay dos obras cumbres del siglo XX cuya edición pagaron sus autores, ASÍ HABLABA ZARATUSTRA (Nietzsche) y EL POZO (donde todo comenzó) de Juan Carlos Onetti.-
Barre Colorate, Alojamiento. Así se llama la pensión al final de la Avenida Colón, casi en esquina con la ruta Dos, en Mar del Plata. Antiguo chalet venido a menos de la pomposa ciudad balnearia en los cuarenta.
Allí entra presuroso, cada mediodía, al filo de las doce treinta, Toni Negri. Cumple con el ritual de la comida incluida en la tarifa, desde el 7 de agosto. Es un turista más. Anónimo, emplea las mañanas en largas caminatas junto al mar. Por las tardes toma un remís al centro. Cada vez a un lugar distinto. Siempre un bar. No le importa la categoría. Observa la fauna y sus entornos, y toma notas. A veces se anima en las plazas, en lugares abiertos. Empuña un viejo Sony de minicassette y registra alguna idea. Con discreción merodea la sede de la cumbre y sus alrededores. Habla castellano casi sin acento y se mezcla en charlas de fútboly economía con la gente común. Se viste como la gente común. Puede pasar por un italiano del puerto, o por lo que sea que la gente quiera que sea. ¡Mar del Plata es a veces tan cosmopolita…!
Juan Domingo Gauna nació en Itá Enramada. La colimba lo ubicó en el 121 de infantería de Monte. Fue en febrero del 82. En abril de ese año formó parte del quinto contingente en bajar en Malvinas. Semi analfabeto, arriero de oficio, entró brutalmente en una guerra sin siquiera saber que era una guerra. Nació en un rancho como todos sus hermanosy vecinos, y fue anotado en el registro civil por esa cosa de los caudillos inversores en votos a largo plazo. La guerra fue para él un feroz lazo con sus compañeros de trinchera, de hambre, de frío, de muerte. Criado en el monte, la vida y la muerte, la muerte y la vida, eran para él cosas naturales. Como respirar o elegir la mejor hoja de chamico para limpiarse el culo. Pero esa otra muerte lo sorprendía. Lo ahogaba de incertidumbre.
A puro reflejo, cagado de frío, descarnado de hambre, con la pilcha manchada en sangre ajena, sobrevivió a la tragedia. En un barco vomitó todo lo que comía sin saber que lo llevaban a Ascensión. Los gringos no lo elegían a la hora de coger soldados enemigos porque ni los baños a manguerazos de agua y desinfectante le sacaban el olor que exudaba. Olía rancio. A monte. Las pilchas lavadas en la lavandería del barco, perdieron la sangre y eran mas dignas que en los días de combate. Pero seguían manchadas. Un día, un inglés colorado y corpulento loprovocó tanto con una bayoneta enfundada que reaccionó con una flautita de caña que le arrancó a un compañero. Se armó la pelea desigual ante la barra eufórica de gringos prepotentes. El cabo de cuarto miraba yconsentía. Juan empuñaba la flautita con decisión y el gringo que casi lo doblaba en contextura disfrutaba la coreografía inicial de la pelea. No disfrutó para nada el chirlo que se comió en la mejilla derecha. La cañita dejó su marca. Ensu gestualidadsimple, Juan ofrecía el final. Íntimamente pensaba: -Primera sangre…-
Pero el: - UHUUUUUU!! !- Prolongado, de la barra gringa, enardeció al colorado que retiró la vaina de la daga y se le fue al humo.
El cabo de cuarto se puso de pie y el silencio fue total. Juan esquivó la estocada, y en la media vuelta del contrincante, de tres chirlos veloces y fríos, lo desarmó. El puñal daba vueltas en el piso metálico. Los pibes argentinos contenían la respiración. Los gringos estaban mudos. Juan blandía la cañita firme y miraba a los ojos al colorado. Todos sabían que en una pelea pareja la mano del gringo sería un colgajo sangrante. El cabo hizo sonar el silbato estridente y agudo que pendía de su cuello, y ése fue el fin. Ya no se cogieron más a ningún pibe. Y algunos gringos cuando lo cruzaban a Juan en el barco se animaban a saludarlo tímidamente.
Se acerca noviembre y Toni se tensa cada día más. Teme ser reconocido por la calle. Al fin y al cabo es un autor y analista político reconocido. Le encanta descubrir sus libros en las vidrieras coquetas de las librerías de Mar del Plata.
Usa distintas gorras y anteojos oscuros. Eso le da confianza y sigue su tarea, libremente.
Desde fines de septiembre comienza a distinguir a los servicios. No por su aspecto, sino por sus rutinas. Esto lo sobresalta y rompe él mismo sus propias rutinas. Ahora va de mañana al centro, y también va a un gimnasio. Siempre sin horario. Sin día fijo. Sólo conserva el almuerzo y la hora de siesta subsiguiente como únicas rutinas. Pero un día se sobresaltó. D’Alessandro, el dueño del Barre Colorate, es un siciliano morocho. Más bien negro. Flaco y de pelo enrulado muy corto. Nariz prominente y tabique quebrado. Sus ojos oscuros casi nunca parpadean. Habla muy mal el castellano y se arroga un pasado de diez años en la Argentina. El día del sobresalto, Toni llegó casi una hora antes de lo habitual. Lo encontró a D’Alessandro en el gran hall de recepción, sereno, leyendo una antigua versión del Talmud.
Toni se sentó con displicencia ignorando el texto y comentó algo difuso sobre el clima. D’Alessandro, con parsimonia cerró el libro y lo puso en un secretairebajo llave, mientras contestaba con amabilidad el tema del clima.
-. Entonces, fiel a su apellido, es judío.- pensó Toni. Se fastidió por su error de apreciación. Siempre pensó en su origen africano. Lo genético estaba a la vistamás allá del apellido y ahora leía el Talmud.
No disfrutó el almuerzo y no concilió el sueñoesa siesta. Así que con su malhumor peninsular, partió hacia su rutina del centro. Volvió a pensar otra vez en la rutina. Ya cerca de la costa, le indicó al chofer que enfilara a Santa Clara del Mar.,
Lo ocuparía toda la tarde. Se hizo dejar en el “Café de Las Tres Anclas``. Ese sería su atalaya esa tarde. Desde allí lo llamaría con su “telefonino”. Allí leería todos los diarios. Todos.
No habíahecho mas que pedir el café, cuando escuchó en la mesa de al lado un comentario que lo inquieta.
-.Está colmada la capacidad hotelera.
Después de la rendición y el periplo hacia Ascensión, Gaunapisa Bs. As en octubre del ochenta y dos. Hace cuatro meses que no pronuncia palabra y no lo hará en los dos años siguientes. Lo llevan…Lo llevan a un regimiento en la Tablada. Las arengas, las órdenes, los gritos, el hablar pausado de los médicos, le son ajenos. No los registra. Más allá de su voluntad, de cualquier voluntad. Cumple la rutina cuartelera con serenidad. Pero no obedece órdenes. No hay desdén en su actitud o en su mirada. No hay nada. Su mente fragmentada, como su alma, no transita nada o quizás transita “la“ nada.
Nadie lo sabe. Mucho menos él. Nadie sabe quién es Gauna. Su chapa de guerra, sabe Dios dónde está. Es nadie. Como otros nadies que viven en La Tablada. Varias veces vinieron los federales, y los gendarmes, y la prefectura. Les entintaban los dedos, tomaban las huellas y partían. Algunos recobraron su identidad y hasta el habla, pero Gauna no.
En el cuartel pasó a ser “el loco”, y nadie se metía con él. Pasaba la tarde en un potrero donde una briosa tropilla de caballos de salto compartía con Gauna el abandono.
Gauna se agachaba en el pastizal por horas. Los briosos pingos pasaban de a uno, a veces de a dos, tan cerca de la cara de Juan que parecía que si movíanel testuz un milímetro más, lo tumbarían.
Las orejas de las bestias denotaban un diálogo, pero Juan, no emitía sonido. Apenas si ponía las palmas hacia arribay recibía lengüetazosy suaves toques de aquellosdientazosamistosos.
Cuando con el correr de los mesesJuan se transformó en el único habitante de la cuadra, comenzó a ser un problema.
Afuera del cuartel comenzaba a latir la República. Los criminales que la mancillaron mascaban su bronca de inútiles marionetas a quienes los hilos les eran cortados de a uno con pausada parsimonia.
Un día de junio del ochenta y tres, muy temprano en la mañana, un patrullero de gendarmería lo retiró del regimiento. Le tomaron una foto en un local de Avenida Rivadavia y lo llevaron al centro, a una oficinade Diagonal Norte.
En una hora le dieron un D.N.I. Estaba vestido con ropa de trabajo. Le habían dado un pilotín de la fuerza. Calzaba zapatillas blancas. Un gendarme se apiadó y le dio un pullover verde. Lo llevaron a la Terminal de ómnibus en Retiro.
-Bueno, Gauna, hasta acá llegamos.-. El gendarme improvisaba cordialidad..
-Acá tenés unos pesos para llegar a tu pueblo y para que te comas algo en el viaje.-
Le dio un fajito de billetes, le palmeó un hombro y partió.
El mundo de Gauna giraba de nuevo, ciento ochenta grados.
Con el fajito de billetes dio dos pasos y se puso frente a la ventanilla de Costera Criolla. La ventanilla decíaMar del Plata. El empleado tomó del fajo lo necesario, y sin vacilar le dijo:
-En media hora, plataforma veintitrés.-
Un peón de limpieza con un escobillón gigante, empujaba aserrín impregnado en kerosene. Miraba la escena.
Se acercó y con cautela le tocó el codo.
-¿Malvinas eh?.- Le dijo sin esperar respuesta.
Juan lo miró fijo, sin pasión, sin entender.
-Yo también.- dijo el peón.
-Vení.-
Lo llevó a la plataforma donde ya estaba el ómnibus. Habló con el chofer y conforme con su gauchada solidaria, no volvió a su tarea hasta que el bus partió. Gauna lo miraba desde la ventanillay al pibe le pareció ver una lágrima en la mejilla del otro. Pero pudo ser un brillo en el vidrio.
Toni pone todo su oficio en esa frase. Apura el café y sale a caminar. Los ve. Los ve a todos. Los zapatos los delatan. La confección de la ropa también. Mossad, F.B.I, C.I.A, M.I.6. Son tan estúpidamente previsibles. Son tan transparentes. Están armados hasta los dientes. Si un ladroncito iniciara un tiroteo, Santa Clarase transformaría en un maldito westerm spaghetti. Se filman entre ellos. Las cuatro por cuatro con vidrios negros pululan. Las Vans con antenas raras también
Toma el telefonino y decide partir. El remisero llega pronto y sorprendido. Quiere hablar en el viaje de vuelta. Toni sospecha y decide cambiar de remisería.
Vino a tomar unas notas para relanzar su “Imperio”. Debe escribir un nuevo capítulo que cierre y haga entendible la amenaza oligofrénica de la familia Bush, cabeza visible del iceberg fascista republicano que maneja al mundo. Son los nuevos Nazis. Afina el pensamiento y se dice: - Son, los nazis…-Siempre lo fueron, sólo que una vez se mostraron y arrasaron Europa para frenar al comunismo ruso. Y ahora están acá. Vienen a exhibir impúdicamente su poder. Vienen a pisar las reservas de agua y petróleo. Vienen a decir que ya está bien. Basta de cabildeos. Ahora el A.L.C.A. A Dios invocando y con el mazo... Si Reagan fue patético, al menos era actor profesional. Cumplió con los mandatos.
W., da pena. Su lenguaje corporal lo vende a cada paso. La tensión le genera un ligero estrabismo que sería cómico a no ser por el hecho de que, cuando se expresa, cuando habla, chorrea sangre. Como un Nosferatu moderno y tecno.
Alguien debería preparar una buena estaca. Alguien. Siempre los otros. Otro.
Gauna es otro de los habitantes permanentes del Barre Colorate. Cuando llegó a Mar del Plata vivió un año en la estación. Allí comía, allí dormía. Mantuvo los hábitos de pulcritud de La Tablada, y no habló sino hasta octubre del 94’. Todos los días iba al “Mago de Oz”, uno de los bares de la Terminal. Ibapor las sobras del mediodía.
Nico, el gambucero del boliche, se las guardaba religiosamente. A él se dirigió un día y le dijo: -Quiero trabajar.-
Así empezó su carrera de mozo. Atildado, discreto y observador,pronto desarrolló un status de mozo de categoría. Sus clientes pronto lo distinguieron y comenzó a recibir ofertas. Las rechazaba a todas antes de contarle a Nico. Un día fue Nico quien le dijo que lo querían en el Hermitage.
Y el Hermitage no es joda. Allí fue Juan. Un resabio de pocas palabras tuvo en la entrevista. No pudo dar domicilio. Así que el entrevistador lo ubicó en el Barre Colorate. Si bien en tantos años se hizo de una posición económica, nunca dejó el lugar. Salvo Nico, no hizo amigos.Sin embargo escaló en la profesión con gran habilidad. Evitó por añosleer y escribir, pero un examen médico previo a su ascenso a jefe de servicio de mozos del hotel lo puso en dos realidades: era hipertenso y debía alfabetizarse. Lo primero lo solucionó con medicación de por vida: “Atenolol 50mg.Lo segundo, se anotó en la nocturna.
La medicación le produjo un trastorno menor, sentía casi todo el día un fuerte olor inguinal. Se obsesionó con lavar las ropas íntimas y bañarse no menos de dos veces por día. Orinaba fuerte y lo sabía. En su intimidad con una dulce maestra jardinera, cuidaba todos los detalles para que esto no trascendiera. Pero la muchacha, jamás reparó en este asunto. Cruzaba escasos saludos de cortesía con los demás pasajeros de la pensión. Cuando reparó en la prolongada estadía de Toni,fue más cortés con él que con el resto.
Toni repasaba sus apuntes del día cuando comenzó a pensar que Gauna se interesaba por él. Pura y simple amabilidad, aquél muchacho indiano sólo intercambiaba saludos. Nunca comentarios. Un día de fines de octubre, fue a oficializar su acreditación para la Gran Cumbre y lo vio a Juan en una reunión con extranjeros. Le pareció que, incomodado por la situación, su cuerpo lo manifestaba. Juan lo vio pero no intentó saludarlo. Estaba coordinando la presencia de los mozos locales en los distintos eventos. Y los de seguridad lo interrogaban sobre todo.
Dos días antes, una flota de tres monstruosos aviones de carga había traído todo para dos mil personas. Comidas, uniformes, medicamentos. Todo. Como si las siete plagas se hubieran abatido sobre Mar del Plata, y los dioses sajones impolutos, inmaculados, santos inocentes elegidos por Yaveh para gobernar al mundo , necesitaran sus esterilizados alimentos para sobrevivir a tanta peste sudaca.
Esto estaba en la prensa, pero Toni lo vivía con furia latina y preparaba su zarpazo académico. Su pensamiento emprendía vuelos incompatibles con la moderación de su pluma. Al menos de su pluma pública.
El día que pensó que sus notas no estaban como las había dejado, compró una cartera casi femenina de fino cuero local y ya no se desprendió de su tesoro. Era su privacidad, su alma. No estaba dispuesto a inmolarse en una nunca vista eclosión de servicios de inteligencia.
¿Eclosión? Si la metáfora se hiciera cierta, si aquella eclosión fuera tan efímera como la de los insectos, una Mar del Plata arrasada se llevaría a un tercio de la dirigencia mundial y a sus esbirros.
-.Estoy pensando boludeces.- Se dijo admonitorio.
-.En un judío ortodoxo italiano, veo un talibán. En la logística de los halcones, veo el desprecio. En el pulular de los servicios, hago explotar mi paranoia. Un simple camarero que, ya averigüé, hace años que vive en mi pensión, me inquieta porque veo desorden en mis notas.
-. Calma Toni, sólo viniste por material para la remake.-
*****
Gauna se topó un día en el ensayo de ceremonial con una gran bandera yanqui. Se quedó tieso ante el gran lienzo y en su mente se armó una película dónde el teniente primero Vegalos arengaba con la bandera yanqui en llamas en sus mugrientas manos.
-.Este es el enemigo!!!- Bramaba desencajado.
-Estos hijos de puta, entregaron al Belgrano!!!-
Un obús silenció la última palabra y al teniente primero Vegapara siempre.
Casi autista, ese día no emitió palabra.
Su rol, sería mínimo. Debía estar los tres días de la cumbre entre bambalinas. Por sus antecedentes profesionales lo habían designado como sustituto contingente de un muchachote flaco y fibroso, que, con aspecto de killerfrío y serenosería el responsable de atender a Bush y Rumsfeld.
Había aprendido un montón de gestos que significaban necesidades distintas. Lápiz, papel, agua, analgésicos, en fin todo lo que los tilingos desearan, estaba convertido en señales. El día del cierre y el brindis iba a ser el más tenso, por la seguridad. Dos gigantes rubios con audífonos yaspecto de poder romper todo lo que estuviera al alcance de sus manos y pies lo habían entrenadoen la coreografía del minué.
La cumbre transcurrió como un minué. Manifestaciones de todo pelaje justificaron la presencia de los dos mil sicarios. Hubo vidrios rotos, y huesos también.
Toni esperó cada día que Gauna se retirara del Barre con una 4x4 negra que, puntual, lo buscaba siempre al mismo horario. Después partía él. En el lugar de la prensa, su butaca tenía ubicación privilegiada.
Viejo zorro, entraba en la zona de seguridad, cinco o seis hora antes de los eventos. Evitaba así los tumultos y a sus fans, que, libros en mano, ahora que lo reconocían trataban de ubicarlo a toda costa por un autógrafo.
El bochorno intelectual de la cumbre sólo se comparaba a la estupidez bovina de los gestos de W publicados en la prensa local. Nada pasaría y él gran Toni Negri tendría asignado cinco minutos durante el cocktail para hablar con la bestia y su amanuense. Cinco minutos negociados por su editorcinco meses atrás.
El día del cierre, Gauna sigue aguantando su inútil plantón de tres días soloporque ya verificó que en su caja de ahorros hay cinco mil dólares depositados .Totalmente suyos. Vale la pena el plantón.
Entre dos cortinas pesadas, al lado de una mesita, con todo lo inútil que no fue pedido, él y otro mozo van a pasar a la acción, sin atisbo de protagonismo. El equipo de airese detuvo hace media hora y hace calor. Transpira y se incomoda por su propia catinga. Cuando está nervioso es peor, transpira más y se pone más hediondo. Se acomoda el moñito y se seca la frente.
Las dos moles rubias no paran de hablarle a la manga de sus sacosy lo miran. Hablan entre ellos.
Gauna mira las barras y estrellas. Hace un esfuerzo para que no lo invadan los recuerdos. No ve a su mozo contingente. Debería verlo todo el tiempo. Algo pasó.
Por fin el rubio le marca una seña
-Dos copas.-
Viene el brindis y debe llevar dos copas al presidente.
Rápido, como en la pelea a cuchillo y flauta, se da vuelta. Con la izquierda se abre la bragueta y busca. Con la derecha, sereno, toma dos copas de la mesita. Mea en una, certero. El otro mozo se siente morir.
Cuando se da vuelta la bragueta está cerrada. Sutilmente vuelca la orina en la cortina. Camina sin prisa. Los rubios lo miran. Toni está con W y Rumsfeld. Hay otros rubios rodeándolos.
Gauna avanza hacia el mozo que sostiene la champaña. Ve que tiene auricular.
Presenta las dos copas y en dos tandas efervescentes el gringo las colma en justa medida. Gauna avanza. Reconoce a Toni. Toni no se inmuta. Entrega las copas y vuelve a su puesto.
W, moja sus labios y frunce el ceño. Arruga la nariz. Rumsfeld lo parlotea a Toni. Se agotan los cinco minutos. W, insiste con la copa y Toni lo ve más imbécil que nunca. Rumsfeld intuye algo.
W, se inclina y pregunta: -.This is ….?- (-.Esto es?.-)
Rumsfeld pone su mejor sonrisa canchera. Los flashes no cesan.
-.Pommery….I Guess….- (Pommery ....supongo.-)
W, infantil, mira hacia atrás.
El rubio de turno se acerca y pregunta:
-.Something wrong, Mr. President?.-(¿Algo mal señor Presidente?.-)
W, fastidiado por los flashes que lo inmortalizan mira fijo a Toni y le contesta:
-.Something stinks in Argentina.- (Algo hiede (huele mal) en Argentina .-)
EDGARDOJUÁREZ
1ºPremio- Concurso de Cuentos CARLOS CARELLA del
Sindicato Empleados de Comercio de Buenos Aires 2009,
Jurados: JULIO VACCARO (Dramaturgo), RUBÉN STELLA (Actor)