Febrero del 2009
Publicado en General el 27 de Febrero, 2009, 18:28
por negrointenso
GUSTO EN CONOCERTE
Lectura de poemas con Marcelo Valenti y Susana Rozas.
06/03/09 Horario: 20.00 hs.
CMD Centro. Wheelwright 1486.
CMD Centro. Wheelwright 1486.
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Publicado en Poemitas. el 27 de Febrero, 2009, 15:48
por MScalona
Credo apócrifo del argentino desorientado
Creo en San Martín y Belgrano, prócer todopoderoso, creador de la bandera y la batalla de San Lorenzo. Creo en La Patria, su hija, que fue concebida por obra y gracia de Diego Armando y la Mano de Dios. Creo en la Madre Patria, Europa, y sus advocaciones, Eva, Isabel y Cristina. Creo en Juan Domingo, padre putativo, que fue canonizado, electo y refugiado. Alcanzó el cielo, juzgó a Derecha y a Izquierda, volvió a la Plaza, descendió a los infiernos, yace insepulto en San Vicente. Creo en la Justicia, que resucitó de entre los muertos a los treinta y cinco años. Creo en la resurreccción de Gardel, Borges, Olmedo, Bores, Fangio y Favaloro. Creo en la Difunta Correa, el Gauchito Gil, Sandro, Rodrigo y Gilda, la birome y el colectivo. En Luca, Charly, Miguel y Pappo. Creo en el mundial 78, los seis goles a Perú, la desaparición de los muertos. Creo en el índice del Indec, la convertibilidad, la revolución productiva, el salariazo, la cotización del dólar, la reorganización nacional, el invierno, el rodrigazo, las lámparas de bajo consumo, el cambio de horario. No me olvido de... Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Creo en Raúl Ricardo y Carlos Saúl. Punto final.
CARLOS BAGNATO
Publicado en Revista EN VOZ ALTA, nº 2, presentada anoche
En Bar PICHUCO, donde publican varios compañeros del taller.-
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Publicado en De Otros. el 27 de Febrero, 2009, 15:34
por MScalona
¿Qué es un lector?
foto Sara Facio
PAPELES ROTOS
Hay una foto donde se ve a Borges que intenta descifrar las letras de un libro que tiene pegado a la cara. Está en una de las galerías altas de la Biblioteca Nacional de la calle México, en cuclillas, la mirada contra la página abierta.
Uno de los lectores más persuasivos que conocemos, del que podemos imaginar que ha perdido la vista leyendo, intenta, a pesar de todo, continuar. Ésta podría ser la primera imagen del último lector, el que ha pasado la vida leyendo, el que ha quemado sus ojos en la luz de la lámpara. <<Yo soy ahora un lector de páginas que mis ojos ya no ven. >>
Hay otros casos, y Borges los ha recordado como si fueran sus antepasados (Mármol, Groussac, Milton). Un lector es también el que lee mal, distorsiona, percibe confusamente. En la clínica del arte de leer, no siempre el que tiene mejor vista lee mejor.
<<El Aleph>>, el objeto mágico del miope, el punto de luz donde todo el universo se desordena y se ordena según la posición del cuerpo, es un ejemplo de esta dinámica del ver y descifrar. Los signos en la página, casi invisibles, se abren a universos múltiples. En Borges la lectura es un arte de la distancia y de la escala.
Kafka veía la literatura del mismo modo. En una carta a Felice Bauer, define así la lectura de su primer libro: <<Realmente hay en él un incurable desorden, y es preciso acercarse mucho para ver algo>> (la cursiva es mía).
Primera cuestión: la lectura es un arte de la microscopía, de la perspectiva y del espacio (no sólo los pintores se ocupan de esas cosas). Segunda cuestión: la lectura es un asunto de óptica, de luz, una dimensión de la física.
Joyce también sabía ver mundos múltiples en el mapa mínimo del lenguaje. En una foto, se lo ve vestido como un dandy, un ojo tapado con un parche, leyendo con una lupa de gran aumento.
El Finnegans Wake es un laboratorio que somete la lectura a su prueba más extrema. A medida que uno se acerca, esas líneas borrosas se convierten en letras y las letras se enciman y se mezclan, las palabras se transmutan, cambian, el texto es un río, un torrente múltiple, siempre en expansión. Leemos restos, trozos sueltos, fragmentos, la unidad del sentido es ilusoria.
La primera representación espacial de este tipo de lectura ya está en Cervantes, bajo la forma de los papeles que levantaba de la calle. Ésa es la cuestión inicial de la novela, su presupuesto diríamos mejor. <<Leía incluso rotos que encontraba en la calle>>, se dice que el Quijote (1,5).
Podríamos ver allí la condición material del lector moderno: vive en un mundo de signos; está rodeado de palabras impresas (que, en el caso de Cervantes, la imprenta ha empezado a difundir poco tiempo antes); en el tumulto de la ciudad se detiene a levantar papeles tirados en la calle, quiere leerlos.
Solo que ahora, dice Joyce en el Finnegans Wake –es decir en el otro extremo del arco imaginario que se abre con Don Quijote-, estos papeles rotos están perdidos en un basurero, picoteados por una gallina que escarba. Las palabras se mezclan, se embarran, son letras corridas, pero legibles todavía. Ya sabemos que el Finnegans es una carta extraviada en un basural, un << tumulto de borrones y de manchas, de gritos y retorcimientos y fragmentos yuxtapuestos>>, Shaum, el que lee y descifra en el texto de Joyce, está condenado a <<escarbar por siempre jamás hasta que se hunda la mollera y se le pierda la cabeza, el texto está destinado a ese lector ideal que sufre un insomnio ideal>>
(by that ideal reader suffering from an ideal insomnia).
El lector adicto, el que no puede dejar de leer, y el lector insomnio, el que está siempre despierto, son representaciones extremas de lo que significa leer un texto, personificaciones narrativas de la compleja presencia del lector en la literatura. Los llamaría lectores puros; para ellos la lectura no es sólo una práctica, sino una forma de vida.
el último lector, Ed Anagrama, p. 19-22
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Publicado en De Otros. el 26 de Febrero, 2009, 8:05
por MScalona
1912, El Cairo- 1991, París
-Usted habla poco de Egipto en sus libros, salvo por su recuerdo del desierto. Tres citas se imponen aquí, pues resumen el carácter del pívot, de matriz que tiene el desierto en su formación y en sus libros. La primera se encuentra en El libro de las preguntas. Usted dice: "Del alma, el desierto es el despertar". En El libro de Yukel, la segunda cita no puede dejar de pasar como una señal muy reveladora del clima profundo de sus libros: "Yo provengo del desierto como se proviene del más allá de la memoria". Finalmente la tercera, en Elya, parece resumir por sí sola la lección del desierto: "Toda claridad nos ha llegado del desierto".
-El desierto fue para mí el lugar privilegiado de mi despersonalización. En El Cairo me sentía prisionero del juego social. Mi situación se me iba de las manos -la mayor parte de mis relaciones profesionales me pesaba- sin que fuera posible ponerle fin. Es ésa, lo sé, la situación de todo escritor que debe trabajar para vivir. Pero, en El Cairo, esta dualidad era más insostenible porque todos se conocían. En esa época, el barrio mayoritariamente europeo en el que vivía -el barrio del comercio y de negocios- tenía apenas las dimensiones del barrio de la Opera en París. En una atmósfera tan limitada, los textos que yo publicaba constituían a lo sumo un divertimiento intelectual. Era más prestigioso que el golf o el tenis, pero desprovisto de consecuencias. No hace falta decir que yo sufría mucho por ser considerado un amateur.
En los mismos bordes de la ciudad, el desierto representaba para mí un corte salvador. Respondía a una necesidad urgente del cuerpo y del espíritu, y allí me dirigía con deseos completamente contradictorios: perderme, para reencontrarme algún día. El lugar que tiene el desierto en mis libros no es entonces el de una simple metáfora. Yo todavía no me daba cuenta -ya que continuaba escribiendo poemas muy marcados para el surrealismo y en los que la imagen era preponderante- de que un verdadero trabajo de excavación se llevaba a cabo sin que yo lo supiera. Sólo algunos aforismos escritos en esa época lo testimonian. Esta excavación, que cobrará toda su importancia luego de mi ruptura con Egipto, se reencontrará en el centro mismo de mis textos.
Muchas veces permanecí solo en el desierto durante cuarenta y ocho horas.
No llevaba libros, sino una simple frazada. En un silencio semejante, la proximidad de la muerte se hace sentir de una manera tal que parece difícil soportar más. Por haber nacido en el desierto, sólo los nómades son capaces de soportar la presión de una tenaza semejante.
Es que no podemos imaginarnos fuera del tiempo, fuera de los acontecimientos. Toda nuestra cultura nos reduce a plazos. Mire los anacoretas: están más muertos que vivos, literalmente abrasados por el silencio. Sólo los nómades, una vez más, saben transformar ese silencio abrumador en energía vital.
Es necesario, creo, insistir en el desierto y mostrar, a propósito de un ejemplo preciso, la complejidad de su camino.
Cuando usted habla de desierto, de lo que se trata primero es de la experiencia concreta que usted ha tenido y de la cual ha hablado. Pero también ha tomado de él la metáfora del vacío. Es que, en el judío que hay en usted, es inevitable ver la ilusión bíblica.
-Es así, absolutamente. Cuando utilizo la palabra desierto, hay tanto uno de esos sentidos como los tres juntos. Creo que se podría hacer la misma aclaración para otras muchas palabras que empleo frecuentemente.
No es una intención de confundir al lector. Creo que se trata, por el contrario, de intentar dar a cada una de esas palabras la mayor dimensión posible, pero respetando siempre el sentido más estricto. En lo que respeta la palabra desierto, lo que me fascina es ver hasta que punto la metáfora del vacío, a fuerza de haber servido, ha impregnado completamente la palabra. La palabra misma se ha vuelto metáfora. Para restituirle fuerza es necesario volver al desierto real, que es en perfecto el vacío ejemplar, incluso con su polvo.
Considere también la palabra "libro". El libro, donde todo se siente posible a través de una palabra que se cree poder dominar, y que revela finalmente no ser más que el lugar de su fracaso. Entre estos dos sentidos extremos están todas las metáforas que la palabra puede inspirar. Ninguna la abarca verdaderamente, pero, entre ese todo y esa nada, se escribe la apertura insondable con la cual, a fin de cuentas, todo escritor, todo lector, se ve confrontado, Por otra parte, usted sabe que uno de los nombres de Dios en hebreo es Hamakom, que significa: Lugar, Dios es el lugar -como el libro. Esta aproximación me ha excitado siempre. Dios, a través de su Nombre, es el libro. Es por lo que he subrayado, en una de mis obras, que sólo se escribe en la borradura del Nombre divino del lugar.
DEL DESIERTO AL LIBRO, Ed alción, p. 24-27
DEL DESIERTO AL LIBRO, Ed. Alción p. 24-27
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Publicado en General el 26 de Febrero, 2009, 7:38
por MScalona
RUBÉN MUSANTE
SILVIA RÍOS
MARÍA INÉS BENEDETTO
MAYRA RODRÍGUEZ
ARIADNA MACHAIN
MARÍA LAURA PESOA
LUJÁN MORTEO
SILVINA BERTELLI
JORGE CUELLO
ENRIQUE GIRARDINI
FERNANDO ARTANA
BRUNO PREATONI
NORMA PÉREZ
ROMINA BELÉN ZAMPA
AYELÉN CODURÍ
DAFNE TIMÓ
GERARDO BUSSI
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Publicado en Sugerencias. el 24 de Febrero, 2009, 13:57
por MScalona
SOLO UN SUEÑO
Basada en la novela de RICHARD YATES (Revolutionary Road)
Nosotros trabajamos en el taller con algunos cuentos de
Once tipos de soledad, reconocido maestro de Cheever y Carver.
Con Leonardo Di Caprio y Kate Winslet. La parejita "taitanic" la rompe...
Una joven pareja que vive en en una ciudad estadounidense, en la década del 50, intenta solucionar sus crisis personales mientras crían a sus hijos y sueñan con mudarse a Francia. Eso que suena como fría y escueta reseña, es el marco de un finísimo drama intimista, donde la crisis viene por el lado de animarse a ser feliz, animarse a ser lo que uno debe ser, aún contra todo lo establecido y aún contra las opciones más evidentes o fáciles. Obvio que no iba a recibir ningún premio (el Director es SAM MENDES, Belleza americana) porque el testamento del libro y/o de la peli, es anti-american way of life.
¿Sabían ustedes que las pilas Duracell se agotan...? |
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Publicado en Aguafuerte el 24 de Febrero, 2009, 9:15
por Lauisaia
VACÍO
Montó en el coche de 16 válvulas y primero se pàlpó los genitales para comprobar que seguían en su sitio, luego acarició el salpicadero para estimularlo como se hace con los caballos, estiró la yugular con un gesto de halcón, puso en marcha el motor y finalmente el tipo arrancó encabritado para convertir la máquina en un arma. Tumbó la aguja a 190 y enseguida montes, valles y sembrados se fundieron en su mente en el cristal del parabrisas. Le bastaba con impulsar un poco la suela del zapato y la máquina obedecía: a cada segundo se tragaba el horizonte con más voracidad. Podía aniquilar a su antojo el tiempo y el espacio, esos dos conceptos estúpidos de la creación; de hecho a 220 por hora el tipo comenzó a sentirse amo del vacío. En plena exaltación decidió hacer un alto en el camino y en cuanto entró en aquel bar de carretera su existencia volvió a llenarse de intrascendentes actos anodinos que pertenecen al resto de los mortales. Bostezó, se rascó una oreja y después de vaciar la vejiga sobre la raja de limón del urinario, escribió el número de su teléfono móvil en la puerta de uno de los retretes. Lo había hecho muchas veces en los bares de carretera. Mientras tomaba una ración de queso contempló una vitrina repleta de mantecadas, tarros de miel y embutidos de la comarca. Dudó si comprar un chorizo. Ése fue el pensamiento más profundo que tuvo ese día. Miró el reloj. Volvió a montar en el coche, acarició el salpicadero y salió disparado. De nuevo el tiempo y el espacio se constriñeron en un punto, pero ahora el vacío no era distinto de la propia soledad. Si es cierto que un segundo antes de morir se concentra toda la vida en un solo pensamiento, a 220 por hora, antes de ver el camión que se le venía encima, el tipo pensó en el chorizo que estuvo a punto de comprar. Jamás supo si se había salvado del golpe mortal, aunque al llegar a su destino comprobó que los genitales seguían en su sitio. Vivía solo. Su número de teléfono anotado en todos los retretes del camino era su única conexión con el mundo, pero nunca nadie le había llamado. Una vez en casa, el tipo habló con el gato en la cocina y luego se cortó las uñas mirando por la ventana. Como les pasa a muchos, tal vez había muerto y lo ignoraba.
Diario EL PAÍS, Domingo 22 de febrero de 2009
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Publicado en De Otros. el 23 de Febrero, 2009, 15:18
por MScalona
ILIADA DE 1950
del libro se desprende olor a carne asada, los héroes en la pieza recuperan fuerzas
la ropa en el respaldo de la silla
un gorrión confunde el vidrio de la ventana con mi alma.
Arnaldo Calveyra
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Publicado en General el 23 de Febrero, 2009, 14:08
por MScalona
Irene Gruss reinicia su taller de poesía:
Los grupos serán de cupo limitado. Para una primera entrevista, comunicarse al 4982 5463, de lunes a viernes, de 12 a 20, o bien escribir a iregruss@gmail.com antes del lunes 16 de marzo.
es en Buenos Aires.-
Recomiendo el reportaje a IRENE en el último nº de DIARIO DE POESÍA, imperdible !!!!
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Publicado en General el 23 de Febrero, 2009, 14:01
por MScalona
Revista EN VOZ ALTA está de vuelta y te invita a la fiesta de lanzamiento de su segundo número!
JUEVES 26 DE FEBRERO Pichuco Bar (Sarmiento 384)
 22hs PRESENTACIÓN DE LA REVISTA Los Narradores y Poetas seleccionados de la "1er Convocatoria EN VOZ ALTA" leerán parte de su obra y dejarán de ser escritores por una noche para convertirse en personajes!
00hs ENP´S: FIESTA ALTERNATIVA Brit Pop, New Wave, Hard Rock, Pop, Electro Pop y Punck Rock.
SE RUEGA PUNTUALIDAD. MUCHAS GRACIAS
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Publicado en Nuestra Letra. el 20 de Febrero, 2009, 14:39
por MScalona
Pamela no tenía inhibiciones. Quedó bien claro cuando quiso manejar el BM y Javier le dijo que de ninguna manera. Que él era tolerante en todo, pero siempre había un límite. En mi caso, dijo, nunca comprendí por qué designio, azar o bendición, una mujer que conduce un auto, llega a destino.
La chica no era tonta, dijo que ella había aprendido a manejar a los once, cuando todavía no estaba definida y se llamaba Aldo. Por lo demás -dijo- era una lástima que Javier fuera tan estirado: - ...que la mujer no maneje, que no se pinte, una lástima, hubiéramos podido divertirnos- y se le colgó del hombro izquierdo, del mismo lado que tenía un pañuelo que le hacía un cabestrillo hasta la muñeca donde terminaba el vendaje de la mano. Le gustó a él el abrazo y más el perfume, fuerte y dulce. Se sentía tan fresca, tan sana, tan sin pose ni mentira. Esa cosa indefinida la hacía parecer un efebo. Y era bonita, los rasgos de niño que le quedaban eran suaves y no se le habían deformado con el crecimiento. ¿Cómo decirlo...? Un niñoniña, como esos angelitos vacilantes de Bouguereau pero en el cambalache y cuanto más pasaba el tiempo, más le parecía una muchachita: porque en ningún momento su aspecto representaba al marica o el travesti. Había algo ambiguo, pero en el sentido que todos tenemos. Era una niña, una jovencita con cierto aire varonil, pero de antes, de haber sido un niño en otra vida que ya había evolucionado hasta convertirse en una mujer.
Y tan así, que puesta al volante y con los ejercicios que tenía que hacer con las piernas, para los frenos, embrague y todo eso, dejaba lucir unos muslos estupendos, largos, ágiles y macizos, pero no con la esfinge del deportista, del varón de gimnasio, sino con la forma suave y redonda de las mujeres. La verdad es que a Javier le bastó un viaje de diez cuadras para convencerse de que ella era lo más apropiado para conducir su auto, incluso, vestida de leopardo.
Dijo que le gustaba la cabina con más espacio, y en mitad de la marcha corrió hacia atrás el asiento del conductor. Lo hacía adrede, sobreactuaba las piernas al conducir para liberar una bombachita blanca de encaje que asomaba del leopardo como un aliado invitando a la trinchera. Y se reía de todo, de las esquinas, de los peatones, de los imprudentes y de los veloces. Él pensaba que hubiera puteado a más de cinco en el trayecto, pero se ve que la vida debajo de los puentes era otra cosa y empecé a sentirme relajado, dichoso de compartir su risa y tararear un estribillo que salía del estéreo, que por cierto, no era de Bill Evans sino de Calamaro. Si el viaje hubiera durado un día entero y fuera el último, hubiera estado satisfecho. Se hubiera enamorado rápido, ya vería si era recíproco, si era mujer o varón. Lo que importaba era la ausencia de poses. Ella daba ese tipo y ya casi le iba a sugerir algo cuando sin querer me toqué el revólver, se vio el semblante turbio en el espejo y más allá un auto negro, sin patente, que los venía siguiendo. Nos siguen, dijo, y torpemente quitó el seguro del Smith and Wesson.
- Son nuestros -dijo la chica-. Es un Ala Uno, un protector, por las dudas. Los móviles nuestros se llaman Ala, ¿no leíste las instrucciones? Los de color negro, son Uno. Son los mejores, mejor auto y mejor gente. Los azules son Dos, los rojos son Tres y así sucesivamente.
- ¿Y cuántos colores tienen?
- No sé bien, yo conozco los colores primarios nomás, pero sé que hay mezclas. Se ve que el Portador te aprecia, porque los Ala Uno no salen para nadie. A lo sumo van con la madre o el santo.
- ¿Quién es el santo?
- No sé bien, otros compañeros lo nombran con unción y misterio, pero no sé quién es. Es un protector de Furlet, alguien importante que lo guía. La leyenda dice que el santo lo bautizó.
- ¿Por qué le dicen el Portador?
- Por la pija; los más elementales lo dicen por el miembro, que lo tiene como un brazo, un miembro haitiano. Dicen que le creció culeando canas en la Jefatura. Pero bueno, es grande... sí, te impresiona verla dormida y amasarla. Pero no es el tamaño, las cosas hay que saber usarlas. Lo que vale es el oficio.
Y mientras lo decía, su mano hizo un roce desde la palanca de cambios a la bragueta de él que venía levantando. Cada vez que agarraba la cabeza redonda de la palanca, la suavidad y la malicia de los dedos de la chica le rozaban el glande. Empezó a contarle una historia acerca del estilo, esa cosa remanida de que el tamaño no es importante. Ustedes disculpen si Javier no es textual en este punto, la situación era precipitada, ya había perdido mucha sangre y estaba a punto de perder cuatrocientas calorías. Pamela dijo: - Una de mis maestras en el oficio, la Farah Diva, un día se cansó de que la cana nos cogiera gratis y mató al Jefe de Robos y Hurtos con un balín del 22, ¿qué te parece? Hay que saber usar un fierro para embocar un monstruo de dos metros con un revolvito así... Pobrecita, la Farah, después dijeron que se había ahorcado en la celda, con el cinto. Psé... jamás usó pantalones. Pero gracias a ella, nosotras nos dignificamos. Y no fue el tamaño, ¿entendés?, fue el estilo. Desde entonces, la cana cobra en dinero su parte. Y si quieren coger, pagan con guita. ¡Hijos de puta, algún día van a pagar hasta las pizzas !
Ya veo, dijo Pereda, y guardó silencio mientras aseguraba otra vez el arma. La aseguraba de él, porque estaba inquieto, porque no le hubiera embocado al policía ni con un lanzallamas. No era difícil imaginar la identidad del santo y su domicilio, a esta altura de las sorpresas, no le hubiera asombrado que en el convento de los Capuchinos hubiese una baticueva. Más extraño era que la chica hablara con estos modos de autodidacta, de leída, de informada. Era seguro que no había ido a la escuela y acababa de nombrar a su maestra en la vida. ¿Cómo podía entonces una chica leopardo, pintada como payaso, analizar conductas y augurar que el policía que coimea la pizza era un tipo antropológico caduco?
Acaso ella tuviera en la amueblada otra biblioteca infinita como la de Furlet. Acaso Furlet le diera las clases y por eso le decían el maestro o acaso fuera lugarteniente del hombre al que llamaban comandante. Acaso fuese su novia o su amor o su trola y de escucharle todo el tiempo le habían quedado esos latiguillos. O acaso fuese la esperanza, lade Pereda, que necesitaba creer en algo. O la de todos, incluido el santo, que quién sabe por qué designio, bendición o azar, nos había reunido en este ejército de locos, enclenque, impreciso. Y quién sabe lo que era, si un designio, una bendición o un azar de llanto.
A Javier le bastaba con la bandera blanca de encaje. Ni celeste ni blanca, ni siquiera un banderín centralñubel... otra clase de literatura le había dicho a Furlet. La bandera, para él, eran las tres capas sociales anquilosadas en un corsé de hierro, el de las armas de los milicos que garantizaba la torre. Una clase sobre otra; la alta sobre el medio, y todo sobre los negros. La bandera representaba ese orden, una temporada de hambre y frío para los de abajo. Eso era la guerra. Y siempre había sido, por eso no le interesaba y se lo había dicho. Ninguna bandera, salvo ésta, la de puntillas, femenina, aunque fuera Aldo el nombre de pila. Aldo sudado por el deseo. Alas del deseo y otra vez escapaba por las consonancias.
Javier lo sabía en carne propia, había salvado su vida con lencería de jovencitas y la fórmula no estaba en los libros, se lo habían enseñado un ujier, un repuestero de motos y las masajistas de Vinuesa. Eso y la vereda del sol. Y el BM. Y la bandera blanca de encaje.
La duda era qué habría detrás de la bandera, porque la chica se llamaba Aldo y la mano era más rápida que la cabeza. Pereda sabía que tenía que aguantar, pero el cuerpo está hecho de otra cosa. ¿Y si era mina de Furlet? ¿O del novio de Furlet? ¡Quién podía saber nada entre estos tipos!
Por mirarte estoy accidentado, tengo miedo de no recuperar... decía la canción de Calamaro que salía del estéreo argentino compatible. Él tarareaba y hacía teclados en el tablero de cuerina, golpeteaba con la mano entera y pensaba en qué charco estarían el anular y el dedo medio de la mano izquierda. Ya no podría tocar el piano… sin embargo el rabillo del ojo le devolvía la felicidad, de costado veía flamear la insignia nacional del ejército del Portador, Pamela se subía cada vez más la pollera de leopardo y él cada vez más alto en el mástil.
Por la avenida costanera había un nudo de tránsito, un mar de conductores en fila o domingueros de los que acatan todas las señales. El paseo Colón estaba infestado de patrulleros, así que la chica pegó un volantazo y subió por México hasta Defensa y por allí con dos esguinces hasta Bolívar y Perú. Su pericia al volante le recordó su nombre de pila, de antes: Aldo. Y para festejar su hazaña conductiva terminó de levantarse la mini con la mano y entraron al Parque Lezama en hurra, volando, a fondo.
Paró en un kiosco por cigarros, cervezas y otras cosas. Cuando el Ala Uno se acercó a ver qué pasaba, Pamela les sacó la lengua, se la pasó húmeda y carnosa por los labios y la metió para adentro, contra la pared de la boca semejando una fellatio.
Tiró en el asiento un pack de seis latas de cerveza, tenía un cigarro prendido en la boca y no sé bien con qué mano se preparó un saque. Aspiró la pala, largó el humo y puso primera. Se vio de nuevo la punta de la insignia de encaje que a causa del sudor iba perdiendo el blanco inmaculado. Todos los olores conducían a la embriaguez: lúpulo, tabaco, Chanel y los fluidos de los cuerpos. Y la imaginación, que todo lo exagera. ¡Vaya a saber cuántos eran en la cabina del auto...! Él contaba por lo menos tres cuerpos sudorosos que ya no podían evitar el roce: él, el Aldo y Pamela. La próxima vez que lo tocara le saltaría. Y así fue, escolar del ciclo básico en busca de la bandera blanca, como la mayoría de los héroes, por impulso, por instinto, por estar ahí. ¿Acaso una batalla no es una orgía? La chica hablaba sin pausa, ustedes disculpen si Pereda no es muy textual en esta parte, es que las últimas frases coincidieron con la ruta del cierrefácil a todo lo largo del leopardo sintético, un vestidito de la casa Etam. Le quedó solamente la bandera blanca. Y las palabras. Pueden faltar algunas, pero la chica dijo más o menos así: -Para los elementales, la visión santa es la forma, el tamaño, la fuerza, las proporciones ...aunque los deformes tienen lo suyo. El hombre es primitivo, ciego, hay que buscar con las manos, la boca, el pelo. El fuego brota de las fricciones. Los tesoros se guardan en huecos pequeños y lo más hermoso es la ilusión de poder abrirlos. Con llave, con fuerza o con jugos y modos de seda. Hay agujeros que se niegan al principio y puertas que rechinan, para eso se inventaron los aceites y las sorpresas. Empezará como un hurto y acabará en un saqueo.
De ahí en adelante Javier pudo acordarse de los gestos, no de las palabras. Si esto era una religión, entraba y salía del arca, mete y saca. No podía parar de quemar, de romper la bombacha, de echar simiente, blanca, espesa, abundante. Como una hostia, aunque cayera afuera de la boca, en la cara, o sobre el asiento del BM, de un cuero de unas vacas criadas en Escocia, sin alambrado de púas. Pero la violencia es inevitable cuando hay tanto deseo y poco espacio. No acertaba a saber con qué mano o cómo sacar el último encaje. La chica no lo dejaba romperla ni hubiera podido, como hacen en las películas. La deslizó suave entre las piernas y mete y saca, esta vez una lluvia de fuego, de sangre y hacia adentro, dio una vuelta imaginaria y saltó por el torrente de su lengua, las tetas y las manos. Por fin saltó su lluvia blanca, afuera, a su boca, la cara y el asiento cuerovaca de Escocia.
La mano más próxima de Javier era la mutilada, pero el deseo se extendía hasta las partes ausentes. Se dice que los mutilados conservan la sensibilidad de los miembros que faltan, así como hay quienes los tienen y no sienten nada. Se quitó el pañuelo que sostenía la armadura de los vendajes. El dedo medio que faltaba era útil para lo que quería hacer, tarea específica de esa falange. Como un cyber se ayudó con las gasas, las tablillas de torniquete y todo lo que componía ese muñón consolante. Consolante para ella, que emitía gemidos dulces, suaves y estudiados. Abrió esa boca inmensa, tenía unos dientes blanquísimos y la lengua le transmitió una energía, una fuerza y un deseo que solo podía atribuir a la vida salvaje de abajo de los puentes.
Salió todo de adentro de él y sin embargo aún le faltaba entrar, meterse en su cuerpo. Recién allí sería completo para los dos. Carne y carne o comunión decía. La comunión de los santos y otras cuatrocientas calorías. Para los dos, porque ella también era el Aldo. Javier sintió que llegaba la delicia de la gloria, un éxtasis irrefrenable y ningún santo podría negarse. Ella se puso perrito, apretó sus nalgas, la resistencia decía que eran de quince, diecisiete… máximo ventiluces… Mojó con saliva y preparó el hueco: mete y saca y atrás y adelante. Se puse loco cuando sintió que se venía, que gritaba sin estudio, sin pose. Dejaron el chorro adentro, esa ilusión de que tirarlo es desperdicio. Ni el lugar ni la hora. Entonces ella gritaba: -...dale, dale, dale ...sí, sí, loco, loco, loco- y empezaron a abrirse puertas y ventanas de todo el vecindario. ¡Quién diría...! Javier Pereda acababa de hacerse coleccionista de los discos de Calamaro.
MARCELO SCALONA, novela El Portador, Dir. Nac. der. autor exp. 15.226/99
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Publicado en Cuentos el 17 de Febrero, 2009, 9:18
por MScalona

CARTU planteó el jueves pasado en la reunión, una estructura muy interesante,
creativa, posible y permitida, que es, repetir la misma base fáctica de la historia,
con 3 desarrollos y desenlaces distintos. Habiendo puntos de conexión objetivos
y subjetivos (mismo hecho-conflicto y mismos personajes)
VALE COMO UN SOLO CUENTO con tres variaciones o tres variaciones
sobre una sola melodía... por caso, el guión de CORRE LOLA CORRE... vale...
Otra combinatoria estructural posible es la estructura coral, es decir, 3 historias
de 3 protagónicos diferentes que se cruzan o tocan en algún núcleo objetivo o
subjetivo común... por caso, LA DESPEDIDA de Milán Kundera o Las Correcciones
de Franzen, o el guión de VIDAS CRUZADAS de Paul Haggis... todo eso vale...
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Publicado en Cuentos el 16 de Febrero, 2009, 15:46
por MScalona
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SE PUEDE PRESENTAR UN CUENTO
POR ASISTENTE, UNO SOLO...
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El cuento va por 3 ejemplares ( 3 jurados, D´ANNA -AGUADO -SCALONA )
El cuento va firmado o suscripto con un nombre SEUDÓNIMO, alias, apodo, etc... por ejemplo: ZINGUERO CON ZUNGA...
Los 3 ejemplares (con clip, gancho, carpeta, etc) van dentro de un sobre grande, juntos, y en la cubierta del sobre grande, EL TÍTULO DEL CUENTO... por ej. "La Defección del Aleph"
Dentro del sobre grande junto con los 3 ejemplares va un sobre chico, cerrado y dentro de ese sobre van los datos de identidad reales del concursante: PABLO CASTRO, cuento LA DEFECCIÓN DEL ALEPH.
En la cubierta de este sobre chico, va el SEUDÓNIMO del autor- nombre del cuento... ZINGUERO CON ZUNGA-LA DEFECCIÓN DEL ALEPH.
La fecha de entrega es HASTA EL 5 de marzo, de modo que si lo tienen antes, mejor... pueden traerlo de lunes a jueves de 9 a 12 y de 16 a 20 hs.- Los originales se entregan a los jurados para la evaluación, todos juntos, después del 5 de marzo.-
M a r c e
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Publicado en Aguafuerte el 16 de Febrero, 2009, 12:59
por MScalona
en que un político yanqui y otro argentino se consultaban acerca de cómo hacían las obras públicas en cada país, y cuál era el porcentaje de coima-soborno-retorno que le quedaba a cada polítco... y claro, el político yanqui, el primer mundo, la decencia luterana, etc etc etc... sólo mordía el 2 % del valor del puente, y el político argentino se quedaba con todo el puente... chiste viejo pero efectivo...
bueno, ahora resulta que los impolutos republicanos de BUMSHHHHH...
levantaron el porcentaje de su comisión... vean las notas...
http://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=18886
http://www.ambitoweb.com.ar/noticia.asp?id=444792
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Publicado en Aguafuerte el 16 de Febrero, 2009, 10:06
por MScalona
http://www.clarin.com/diario/2009/02/16/um/m-01860020.htm
no sé si vieron el video del rescate del andinista-guía FEDERICO CAMPANINI
por parte de la Policía Rescatista de Mendoza. Me hace acordar a "el rescate"
que la misma policía de Mendoza hizo con el chico Sebastián Bordón allá por al año 98,
cuando el pibe se había "caído" a un barranco en un viaje escolar.
Aprovecho la ocasión para pedirles a mis amigos y familiares que si algún día necesito
"un rescate" en alguna montaña de Mendoza, NO LO MANDEN, NO LO PIDAN !!!!,
prefiero la MONTAÑATANASIA, antes que "el sacrifico y la pericia" de este grupo de
elite ... ????
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Publicado en Cuentos el 16 de Febrero, 2009, 9:46
por MScalona
Esta fue una de las consultas generales que me hicieron sobre QUÉ POSICIÓN PUEDE TOMAR EL NARRADOR DEL RELATO, en especial, 1º o 3º persona.-
sobre la persona-distancia-efectividad de la posición del narrador hay dos bibliotecas. Los objetivistas, literatura siglo XIX, Sarlo entre nosotros.. p. ej... se inclinan siempre por la 3º...(él - ella- Emma Bovary o Juan Dahlman...) contar las cosas como si uno fuera un observador (generalmente omnisciente, sabelotodo), que puede implicarse, pero como testigo, no protagonista de los hechos.
Los subjetivistas, asumen y escriben a MENUDO EN 1º persona, y eso le da mucha más fuerza al relato, porque es una confesión y no un testimonio. Aún en ese caso, se trata de que el tratamiento de la 1º persona no sea autobiográfico sino un protagonismo que consigue crear un testimonio, y allí, aunque tenga la fuerza de la 1º persona, el relato tiene valor universal, como si uno contara algo propio, pero propio de todos los hombres (Proust, Duras, etc)
Yo particularmente, adhiero a ambas teorías y depende del tipo de historia y personaje. Modestamente tengo escritas cosas desde ambas perspectivas. Sí he tratado (no sé el resultado) que cuando escribo en 1º sea (si es algo propio) propio a todos. Incluso, he escrito en 1º algo ajeno como propio.
Las posibilidades y combinatorias son muchas (relatos en 2º persona... tú, vos... (Lorriem Moore, autoayuda; Angélica Gorodischer en MENTA, Guillermo Saccomanno en El Buen Dolor), el tema es QUE NUNCA PAREZA QUE UNO ESTÁ ESCRIBIENDO EL DIARIO DE UNO MISMO. Eso no...
Después hay autores que usan dentro del mismo texto (Borges, El Aleph, ambas personas, 1º y 3º en el mismo cuento). Saccomanno también lo hace en EL BUEN DOLOR, y Bolaño en Detectives y 2666... Pero el 1º que lo hizo (nunca olvidar), fue JOYCE en EL ULYSES...
Si se combinan las dos personas del narrador en un solo cuento, hay que tener mucho cuidado con la inteligibilidad o legibilidad, o sea, que se entienda que es el mismo y que se entienda cada situación o circunstancia en que sucede...
Marce
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Publicado en De Otros. el 15 de Febrero, 2009, 22:57
por Celina
Cuando no estoy escribiendo,yo simplemente no sé cómo se escribe. Y si no sonara infantil y falsa esta pregunta que es de las más sinceras, yo elegiría a un amigo escritor y le preguntaría:¿cómo se escribe?.
Porque realmente, ¿cómo se escribe? ¿qué se dice? ¿cómo se dice?. Y ¿cómo se empieza?.Y ¿qué se hace con el papel en blanco que nos enfrenta tranquilo?.
Sé que la respuesta, por más que intrigue, es esta única: escribiendo. Soy la persona que más se sorprende al escribir. Y todavía no me habitué a que me llamen escritora. Porque salvo las horas en que escribo, no sé en absoluto escribir. ¿Será que escribir no es un oficio? ¿No hay aprendizaje entonces? ¿Qué es?. Sólo me consideraré escritora el día en que yo diga: sé cómo se escribe.
del libro Revelación de un mundo, Clarice Lispector.(pág. 136)
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Publicado en De Otros. el 13 de Febrero, 2009, 8:36
por MScalona
Franzen, EE.UU., 1959
LAS CORRECCIONES
Jonathan Franzen, Ed. Alfaguara, p. 329.337
El doctor Mather Hibbard tenía una cara grande, de piel un poco basta, parecida a la cara del actor italonorteamericano que tanto le gustaba a la gente, el que una vez hizo de ángel y otras, de bailarín de discoteca.
-Hola, ¿Cómo andamos hoy? -dijo, en una exhibición de perlados dientes. Enid lo siguió vestíbulo adelante, hasta llegar a la consulta. Una vez allí el hombre le indico que tomara asiento en el sillón de las visitas, frente a la mesa.
-Soy la señora Lambert -dijo ella-. Enid Lambert, del B11. Vengo a ver si me puede usted ayudar.
-Eso espero. ¿Qué le ocurre a usted?
-Estoy teniendo dificultades.
-¿Problemas mentales? ¿Problemas emotivos?
-Bueno, es mi marido…
-Perdone. Un momentito, eh?, un momentito -el doctor Hibbard se agachó un poquito, sonriendo malévolamente-. ¿Dice usted que tiene problemas?
Tenía una sonrisa adorablemente propia, que tomó de rehén la parte de Enid que se derretía ante la contemplación de unas crías de foca o unos gatitos, y se negó a soltarla hasta que ella, no sin algún resentimiento, le devolvió la sonrisa.
-El problema que yo tengo -explicó- son mi marido y mis hijos.
-Perdone otra vez, Edith. ¿Tiempo? el doctor Hibbard se agachó aún más, se puso la cabeza entre las manos y la miró entre ambos antebrazos-. Seamos claros. ¿Es usted quien tiene el problema?
-No. Yo estoy bien. Pero todo el mundo a mi…
-¿Siente angustia?
-Sí, pero….
-¿Duerme mal?
-Exactamente. Mire, mi marido…
-Edith. ¿Dijo usted Edith?
-Enid. Lambert. L-A-M-B…
-Enith. ¿Cuánto da cuatro por siete menos tres?
-¿Cómo? Bueno, está bien. Veinticinco.
-Ajá. Y ¿en qué día de la semana estamos?
-Lunes.
-Y ¿Qué paraje histórico de Rhode Island visitamos ayer?
-Newport.
-Y ¿está tomando algún medicamento contra la depresión, la angustia, el desorden bipolar, la esquizofrenia, la epilepsia, el parkinson o cualquier otro desorden psiquiátrico o neurológico?
-No.
El doctor Hibbard asintió con la cabeza y se enderezó en su asiento, abrió un cajón de corredera de la consola que tenía a la espalda y extrajo de él un puñado de paquetes de plástico y papel de estaño, muy alegres. Apartó ocho unidades y se las colocó delante a Enid, encima de la mesa. Tenían un aspecto de cosa carísima, que no le gustó nada a ella.
-Es un fármaco nuevo, muy bueno, que le va a sentar a usted estupendamente -recitó Hibbard, en sonsonete monocorde.
Luego le guiñó un ojo a Enid.
-¿Perdone?
-¿No nos hemos entendido bien? Creo que usted ha dicho <<tengo problemas>>. Y habló de ansiedad y alteraciones del sueño.
-Sí, pero lo que quería decir era que mi marido…
-Marido sí. O mujer. Suele ser el cónyuge con menos inhibiciones quien viene a verme. En realidad, es el miedo paralizante a pedir Aslan lo que hace que Aslan venga a ser, por lo general, lo más indicado. Es una medicina que ejerce una notable efecto de bloqueo en la timidez <<profunda>> o <<mórbida>>.
La sonrisa de Hibbard era como una mordedura reciente en una fruta blanda. Tenía pestañas de animalito lujoso, una cabeza que invitaba a darle palmaditas.
-¿Le interesa?- preguntó-. ¿He conseguido llamar su atención? Enid bajó los ojos. Le habría gustado saber si puede uno morir por falta de sueño. Como el que calla, otorga, Hibbard prosiguió:
-Tendemos a considerar que un depresivo clásico del sistema nervioso central, como el alcohol, elimina la <<timidez>> o las <<inhibiciones>>. Pero apelar a tres martinis para superar la <<timidez>> equivale a reconocer la existencia de esta <<timidez>>, sin reducirla en absoluto. Piense en los profundos remordimientos que surgen una vez disipado el efecto de los martinis. Lo que ocurre, Edna, a nivel molecular, cuando se bebe uno de esos martinis, es que el etanol impide la recepción del Factor 28A que las personas con problemas de <<timidez>> morbosa o profunda poseen en exceso. Pero el 28 A no por ello resulta adecuadamente metabolizado o absorbido en la zona de recepción. Permanece almacenado en la zona de trasmisión, de modo temporalmente inestable. De manera que, en cuanto desaparece el efecto del etanol, lo que ocurre es que el receptor recibe una verdadera inundación de 28 A. Hay una estrecha relación entre el miedo a resultar humillado y el deseo de resultar humillado: lo saben los psicólogos, lo saben los novelistas rusos. Y resulta que no sólo es verdad a secas, es vedad-verdad. Verdad a nivel molecular. Resumiendo: el efecto del Aslan en la química de la timidez no se parece en nada al efecto de los martinis. Aquí estamos hablando de eliminación total de las moléculas de 28 A. El Aslan en un feroz depredador.
Evidentemente, ahora le tocaba hablar a Enid, pero en algún momento del discurso anterior se había quedado sin pistas.
-Mire doctor, lo siento -dijo-, pero no he dormido y estoy un poco confundida.
El doctor frunció su adorable entrecejo.
-¿Confundida, o confundida-confundida?
-¿Perdón?
-Me ha dicho usted que tenía <<problemas>>. Lleva usted encima ciento cincuenta dólares en efectivo o en cheques de viaje. Basándome en sus respuestas clínicas le he diagnosticado una distimia subclínica sin demencia observable, y a continuación procedo a suministrarle, sin cargo, ocho envases de Aslan <<Crucero>>, con tres pastillas de treinta miligramos cada una. Con ello bastará para que disfrute plenamente de lo que queda en este crucero, aunque más tarde deberá seguir el programa treinta-veinte-diez que se recomienda para la disminución gradual de la dosificación. Con todo, Elinor, debo advertirle que si se siente usted confundida-confundida, y no confundida a secas, ello puede obligarme a variar mi diagnóstico, lo cual a su vez pondría en serio peligro su acceso al Aslan.
Sobre estas palabras alzó Hibbard las cejas y silbó unos cuantos compases de una melodía que perdió la entonación, por culpa de la sonrisa de falsa incredulidad.
-No soy yo quien se siente confundida -dijo Enid-. Es mi marido quien se siente confundido.
-Si por confundido debemos entender confundido-confundido, entonces debo expresarle mi sincera esperanza de que su intención sea limitar el Aslan a su uso personal, sin suministrárselo a su marido. El Aslan está fuertemente contraindicado en caso de demencia. De modo que debo insistir, oficialmente, en que utilice este fármaco respetando las indicaciones y sólo bajo mi estricta supervisión. Claro que, en la práctica, no soy tan ingenuo. Comprendo que un fármaco tan potente y tan capaz de aportar alivio, un fármaco que aún no está disponible en tierra firme, vaya de vez en cuando a caer en otras manos.
Hibbard silbó otros varios compases sin melodía, actuando como los personajes de dibujos animados cuando deciden ocuparse de sus propios asuntos, sin por ello dejar de observar a Enid, a ver si todo aquello le estaba resultando entretenido.
-Mi marido se comporta de un modo muy raro, a veces, por las noches -dijo ella, apartando los ojos-. Se agita mucho y se pone muy difícil, y no me deja dormir. Luego me paso el día arrastrándome de un lado para el otro, cansadísima y de mal humor. Lo cual me impide hacer todas las muchas cosas que quiero hacer.
-El Aslan la ayudará -le aseguro Hibbard, con más sobriedad en el tono-. Muchos pasajeros lo consideran más importante, como inversión, que el propio seguro de cancelación. Con todo el dinero que ha pagado usted por el privilegio de estar aquí, Enith, qué duda cabe, nadie puede discutirle el derecho a sentirse en plena forma todo el tiempo. Pelearse con el marido, estar muy preocupada por la mascota que se ha quedado sola en casa, o ver desaires donde no los hay, son cosas que usted no puede permitirse. Mírelo así. Si el Aslan evita que se pierda usted, por culpa de la distimia subclínica, una sola de las actividades de las Pleasurelines que tiene pagadas de antemano, ya saldrá usted ganando. Con lo cual estoy diciéndole que esta consulta de precio fijo, a cuya conclusión recibirá usted ocho paquetes de muestra gratuita de treinta miligramos de Aslan <<Crucero>>, le habrá valido la pena.
-¿Qué es el Ashland?
Alguien llamó a la puerta, y Hibbard sacudió los hombros como para despejarse la cabeza.
-Edie, Eden, Edna, Enid, perdóneme un momento. Estoy empezando a comprender que está usted confundida-confundida en lo tocante a la psicofarmacopea de vanguardia mundial que las Pleasurelines tienen el orgullo de ofrecer a sus distinguidos pasajeros. Veo que necesita usted más aclaraciones suplementarias que la mayor parte de nuestros clientes. De modo que si me perdona un instante…
Hibbard sacó ocho paquetes de muestra de Aslan de su consola, se tomó la molestia de cerrar ésta y echarse la llave al bolsillo, y salió al vestíbulo. Enid oyó el murmullo del doctor y la ronca voz de un hombre mayor, contestando <<Veinticinco>>, <<lunes>>y <<Newport>>. No habían pasado dos minutos y ya estaba de regreso el buen doctor, con unos cuantos cheques de viaje en la mano.
-¿Es correcto lo que hace usted? -le preguntó Enid-. Quiero decir desde el punto de vista legal.
-Buena pregunta, Enid, pero óigame lo que le digo: es maravillosamente legal.
Examinó uno de los cheques, como pensando en otra cosa, y luego se los guardó todos en el bolsillo de la camisa.
-Pero sí, es una excelente pregunta. Una pregunta de primera. La deontología medica me impide vender los fármacos que receto, así que lo único que puedo hacer en dispensar muestras gratuitas, lo cual se da la afortunada circunstancia de que encaja plenamente en la política de las Pleasurelines de tutto é incluso. Lamentablemente, dado que el Aslan aún no ha recibido todos los permisos que la ley norteamericana prescribe, y dado que casi todos nuestros pasajeros son norteamericanos y dado que, en consecuencia, el creador y fabricante de Aslan, Farmacopea S.A, carece de incentivos para promoverme de muestras gratuitas suficientes para atender la extraordinaria demanda, lo que hago, por pura necesidad, es comprar muestras gratuitas a granel. De ahí los honorarios de mis consultas, que de otro modo podrían parecer algo exagerados.
-¿Cuál es el valor real en efectivo de las ocho muestras? -le preguntó Enid.
-Dado su carácter gratuito, y que esta prohibida su comercialización, su valor monetario es nulo, Eartha. Si lo que me preguntas es cuánto me cuesta ofrecerte este servicio sin cobrarte nada, la respuesta es unos ochenta dólares de los Estados Unidos.
-¡A cuatro dólares la pastilla!
-Exacto. La dosis plena para pacientes de sensibilidad normal es de treinta miligramos el día. Dicho de otro modo: una pastilla con capa protectora. Cuatro dólares diarios por sentirse estupendamente: habrá pocos pasajeros a quienes no les parezca una ganga.
-Bueno, pero dígame: ¿qué es el Ashram?
-Aslan. Se llama así, según cuentan, por una criatura mítica de alguna mitología antigua. Mitraísmo, adoración del sol, etcétera. Para decirle más, tendría que inventármelo. Pero cero que Aslan era una especie de león bueno. El corazón de Enid brincó en su jaula. Tomó un paquete de muestra de encima de la mesa y examinó las pastillas a través de sus burbujas de plástico duro. Cada pastilla dorada, color león, presentaba una hendidura central por donde partiría en dos y llevaba como blasón un sol de muchos rayos, ¿o era la cabeza, en silueta, de algún león de rica melena? La etiqueta era ASLAN Crucero.
-¿Qué efecto tiene?
-Ninguno- replicó Hibbard-, para las personas en perfecto estado de salud mental. Pero, seamos francos, ¿hay alguien que responda a esa definición?
-Y ¿Qué pasa si no está uno en perfecto estado de salud mental?
-Aslan suministra una regulación de factores verdaderamente de vanguardia. Los mejores fármacos ahora autorizados en Norteamérica son como un par de Marlboros y un cuba libre, comparados con Aslan.
-¿Es un antidepresivo?
-Sería una forma muy tosca de expresarlo. Llamémoslo, mejor, <<optimizador de personalidad>>
-Y ¿por qué <<Crucero>>?
-Aslan optimiza en dieciséis dimensiones químicas-dijo Hibbard, haciendo gala de gran paciencia-. Pero adivine que. Lo óptimo para una persona que está disfrutando de un crucero marítimo no es óptimo para quien está funcionando en su puesto de trabajo. Las diferencias químicas son muy sutiles, pero también puede ejercerse un control muy calibrado, de modo que ¿por qué no hacerlo? Además del Aslan <<Básico>>, Farmacopea comercializa otras siete presentaciones. Aslan <<Esquí>>, Aslan <<Hacker>>, Aslan <<Ultra Rendimiento>>, Aslan <<Adolescentes>>, Aslan <<Club Méditerranée>>, Aslan <<Años Dorados>>… Y me olvido uno, Ah, sí: Aslan <<California>>. Con mucho éxito en Europa. En el transcurro de los dos próximos años está previsto elevar a veinte el número de presentaciones. Aslan <<Súper Estudiante>>, Aslan <<Cortejo>>, Aslan <<Noches en blanco>>, Aslan <<Desafió a Lector>>, Aslan <<Selecto>>, blablá, blablá. La probación en Estados Unidos por parte de los organismos competentes aceleraría el proceso, pero habrá que esperar sentados. Si me pregunta usted, ¿qué distingue <<Crucero>> de los demás Aslan? La respuesta es: que pone el interruptor de la ansiedad en No. Baja ese pequeño indicador hasta situarlo en cero. Algo que no hace Aslan <<Básico>>, porque en el funcionamiento cotidiano es deseable un moderado nivel de ansiedad. Yo, por ejemplo, estoy ahora con el básico, porque me toca trabajar.
-¿y c…?
-Menos de una hora. Ahí esta lo más esplendoroso del asunto. La acción es prácticamente instantánea, sobre todo si la comparamos con las cuatro semanas que necesitan algunas de las pastillas antediluvianas que se siguen tomando en Estados Unidos. Empieza usted hoy a tomar Zoloft, y con un poco de suerte a lo mejor empieza a sentirse mejor el viernes que viene.
-No, digo que cómo hago para seguir tomándolo en casa.
Hibbard miró el reloj.
-¿De que parte del país eres, Andie?
-De St. Jude, en el Medio Oeste.
-Bien. Entonces, lo mejor es que se consiga Aslan mexicano. O, si tenes amigos que viajan a Argentina o Uruguay, puedes llegar a algún acuerdo con ellos. Ni que decir tiene que si le tomas afición al fármaco y deseas una disponibilidad total, las Pleasurelines estarán encantadas de recibirte de nuevo a bordo.
Enid frunció el ceño. Este doctor Hibbard era muy buen mozo y muy carismático, y a ella le encantaba la idea de una píldora que le ayudara a disfrutar del crucero y, al mismo tiempo, a cuidar mejor de Alfred. Pero el buen doctor se pasa de labia. Y, además, Enid se llamaba Enid. E-N-I-D.
-¿Está usted total y absolutamente seguro de que me hará bien? – dijo- ¿Está superconvencido de que es lo mejor que puedo tomar?
-Te lo garantizo-dijo Hibbard, guiñándole un ojo.
-Pero ¿Qué significa optimizar?
-Notarás una gran capacidad de resistencia emotiva -dijo Hibbard-. Te sentirás más flexible, más confiada, más contenta contigo misma. Te desaparecerán la angustia y el exceso de sensibilidad, así como la mórbida preocupación por la opinión de los demás. Cualquier cosa de la que ahora te avergüences…
-Sí -dijo Enid-. Sí.
-<<Si surge, ya hablaremos de ellos, Si no, ¿para qué mencionarlo?>> Esa será tu actitud. La bipolaridad de la timidez, un círculo vicioso de la confesión al engaño y del engaño a la confesión… ¿Es algo de eso lo que te hace sentir a disgusto?
-Veo que usted me comprende.
-Es todo por la química cerebral, Elaine. Un fuerte impulso de contar las cosas, un impulso, igual de fuerte, de ocultarlas. ¿Qué se un impulso fuerte? ¿Qué va a ser, sino química? ¿Qué es la memoria? ¡Un cambio de tipo químico! O quizá un cambio estructural, pero, ¿sabes qué? Las estructuras están hechas de proteínas. Y ¿de que están hechas las proteínas? De aminas.
A Enid le paso por la cabeza, haciéndole sentirse vagamente inquieta, la idea de que eso no era lo que enseñaba su iglesia -sino que Cristo sin dejar de ser un trozo de carne colgando de una cruz, era también Hijo de Dios-, pero las cuestiones de carácter doctrinal siempre le habían parecido disuasoriamente complejas, y el reverendo Anderson, el de su Iglesia, tenía cara de bondad y gastaba bromas en los sermones y hablaba de los chistes del New Yorker o de escritores seglares como John Updike, y nunca incurriría en nada molesto, como decirles a sus feligreses que estaban condenados, lo cual habría sido absurdo, porque todos ellos eran gente cariñosa y simpática, y luego, además, Alfred siempre se había burlado de su fe, y a ella le resultó más fácil dejar de creer (si es que alguna vez había creído) que tratar de vencer a Alfred en un debate filosófico- Ahora, Enid pensaba que uno se muere y se acabó, muerto queda, y el modo que tenía el doctor Hibbard de presentar las cosas le parecía bastante lógico.
Pero nunca había comprado nada sin ofrecer resistencia, de modo que dijo:
-Mire, yo soy una vieja tonta del Medio Oeste, o sea que eso de cambiar de personalidad no me suena muy bien.
Puso una cara muy larga y muy preocupada, no fuera a ser que no se le notara la desaprobación.
-¿Qué tiene de malo cambiar? -dijo Hibbard-. ¿Tan contenta estás de cómo te sientes ahora?
-Pues no, pero si me convierto en otra persona después de tomar la píldora esta, si me vuelvo diferente, no puede ser nada bueno, y…
-Créeme que te comprendo muy bien, Edwina. Todos nos apegamos de un modo irracional a unas determinadas coordenadas químicas de nuestro carácter y temperamento. Es una variante del miedo a la muerte, ¿cierto? Ignoro cómo sería dejar de ser el que ahora soy. Pero ¿sabes qué? Si <<yo>> ya no está ahí para notar la diferencia, a <<yo>> qué más le da. Estar muerto es problema si uno sabe que está muerto, lo cual es imposible, precisamente por estar muerto.
-Pero es que suena como si esa medicina hiciera iguales a todos los que la toman-
-Eh eh ¡bip bip! ¡Error! Porque, ¿sabes qué? Dos personas pueden tener la misma personalidad y seguir siendo singulares. Dos personas con el mismo coeficiente intelectual pueden diferir en cuanto a sus conocimientos y al contenido de sus memorias. ¿Cierto? Dos personas muy cariñosas pueden tener objetos de afecto completamente distintos. Dos individuos idénticos en su aversión al riesgo pueden diferir por completo en cuanto a los riesgos que cada uno evita. Puede que Aslan nos haga a todos un poco más parecidos, pero sabes qué Enid? No por ello dejamos de ser singulares.
El doctor soltó una sonrisa especialmente encantadora, y Enid, teniendo en cuenta que, según su cálculo, la consulta iba a costarle 62 dólares, decidió que el hombre ya le había dedicado la suficiente atención y el suficiente tiempo, e hizo lo que supo que iba a hacer desde la primera vez que puso los ojos en las leoninas y soleadas pastillas. Abrió el bolso y extrajo 150 dólares en efectivo del sobre de las Pleasurelines donde llevaba sus ganancias de las tragamonedas.
-Puro gozo del León -dijo Hibbard, guiñándole el ojo, mientras le acercaba, haciéndolo deslizarse sobre la mesa, en montoncito de paquetes de muestra-. ¿Quieres una bolsa?
Con el corazón batiéndole en las sienes, Enid regresó a la zona de proa de la Cubierta B. Tras la pesadilla de los días y noches precedentes, de nuevo tenía algo concreto que esperar; y qué tierno, el optimismo de quien lleva encima una droga recién conseguida y de ella espera que le cambie la cabeza; y qué universal, el ansia de eludir los conocimientos del yo…
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Publicado en De Otros. el 13 de Febrero, 2009, 8:22
por MScalona
OFICIO
Cuando al entrar al verso me disloco
o no cabe un adverbio y se me quiebra
toda la música, la forma mira
con su monstruoso rostro de abortado,
me duele el aire, sufro el sustantivo,
pienso qué bueno andar bajo los árboles
o ser picapedrero o ser gorrión
y preocuparse por el nido y la
gorriona y los pichones, sí, qué bueno,
quién me manda meterme, endecasílabo,
a cantar, quién me manda
agarrarme el cerebro con las manos,
el corazón con verbos, la camisa
a dos puntas y exprimirme,
quién me manda, te digo, siendo juan,
un juan tan simple con sus pantalones,
sus amigotes, su trabajo y su
condenada costumbre de estar vivo,
quién me manda andar grávido de frases,
calzar sombrero imaginario, ir
a esperar una rima en esa esquina
como un novio puntual y desdichado,
quién me manda pelear con la gramática,
maldecirme de noche, rechinar
firmemente, negarme, renegar,
gemir, llorar, qué bueno está el gorrión
con su gorriona, sus pichones y
su nido, su capricho de ser gris,
o ser picapedrero, óigame amigo,
cambio sueños y músicas y versos
por una pica, pala y carretilla.
Con una condición:
déjeme un poco
de este maldito gozo de cantar.
JUAN GELMAN
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Publicado en General el 13 de Febrero, 2009, 7:55
por MScalona
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