Octubre del 2008
Publicado en General el 31 de Octubre, 2008, 9:34
por MScalona
----- Original Message -----
Sent: Friday, October 31, 2008 8:07 AM
Subject: polaroids.
querido marcelo. el piadoso jurado que para premiarme omitió los tres groseros errores en la redacción del cuento, debe haber tenido la percepción de cuanto había atrás de él. no quería dejar pasar mi agradecimiento a tu persona y al maravilloso espacio que creás en tu taller. aquel grupo formidable del que participé y añoro, tenía tu impronta. adonde puedo , siempre digo que mi aprendizaje a partir de vos fue a pura estocada a fondo y palmada en la espalda. un verdadero maestro. claro que la diversión nos une. aguda ,fina, a veces procaz. en tu taller ocurre todo. después de tantos envios, se da este pequeño aliento en el que sin duda estás involucrado. fue el primer texto que te pasé y me leíste. por eso te reenvié tu mail de aquella época. te agradezco la subida al blog. ya Susana y Daniel se hicieron presentes y eso alienta más. te dejo un gran abrazo y te reitero mi deseo de volver a un grupo de cordial pelea como el que animábamos con Susana , Mario, y los demás .
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Publicado en Nuestra Letra. el 30 de Octubre, 2008, 17:25
por MScalona
POLAROIDS
Pudo haber sido en cualquier momento. Pero no. Fue precisamente en la semana en que, por algún motivo para mí desconocido, dejó de lado su habitual gesto adusto. Cada día un nuevo gesto aumentaba la paz de su rostro. Cada día un brillo nuevo se apoderaba de sus ojos. Al punto que, aquel viernes, parecía otra persona.
Se había cortado sutilmente el pelo. Y sutiles eran los acentos que copiaban el tono del mechón casi rubio que, en la nuca, persistía en su color original de la pubertad.Dejó los jeans y calzó polleras de géneros tan frágiles que se agitaban en movimientos inquietantes cuando caminaba, ahora, con una energía desconocida.
Para mi sorpresa, empezó a usar zapatos de media altura y un suave rojizo cubrió sus labios serenos. Algo hizo distinto en sus ojos. Pero no percibía qué. Solo que ahora, aquella profunda oscuridad que fácilmente se veía como ira, ahora despedía una paz sin límites. Tan serena como austera y generosa. La voz inflexionaba en un decurrir envolvente e inquietante. Decidida y firme. No debió sorprenderme. Al fin yo había sentidos, casi desde el principio, que un ángel moraba debajo de aquella coraza fría e impenetrable.
Sin mayor trámite me preguntó una tarde cuáles eran mis rituales. Mientras neguaba aceptar que los tuviera, una película de imágenes detenidas se desató sin piedad. Afeitarme, acomodar mis biromes, escarbar sin rumbo la biblioteca, cierto onanismo premeditado. Rituales. Rituales negados como culpas. No. No tenía rituales.
No respondió. Ni dejó espacio para comentarlo, solo me dio una bolsita de yuyos. «Mezcla de hierbas», rezaba. Me pidió que ayunara un día y solo bebiera aquel té. Pensé en un juego. Los habíamos tenido. No debía sorprenderme. Como cuando la induje a transitar un estado pre hipnótico, a lo que por supuesto se negó. Yo había disfrutado aquel tipo de juego. Ahora ella disfrutaba el hermetismo de éste.
Una íntima letanía me advertía del vértigo del próximo abismo. Pero ¿quién presta atención a lo que viniendo de la más profunda intimidad nos habla de vacíos atrapantes o equilibrios perdidos y caídas tan raudas como lentas? No me permitió que la fuera a buscar a su trabajo. Me citó en su casa e innecesariamente me exigió puntualidad. Nunca lo había hecho antes. Y aún así pasó inadvertido para mí. Cuando doblé la esquina de su casa y la vi parada en la puerta, algo se contrajo cerca de mi corazón. Uno de esos estragos que sueltan una fantasía perversa como la de una muerte súbita. Pero esto no ocurrió. Sobreviví a la experiencia y como tantas veces antes, nos saludamos con la íntima pasión de quien se ocupa del deseo propio y lo aviva cada día con ligeros soplidos, certeros y vivaces.
Los tres pisos de la escalera agitaron aún más aquel ahogo y frente a la puerta sin llave me detuvo con un apretón de mano a la vez que esquivaba sutilmente cualquier intención de beso o abrazo. Como quien tiene certezas de antemano, de un solo movimiento sacó mi eterno pañuelo de cuello y con maestría le dio pliegues exactos y prolijos.
Se puso detrás de mí y en puntas de pie vendó mis ojos. Definitivamente moriría. El pellizco era ahora el de una mano que quisiera detener mi corazón. De tal modo que no pude precisar determinar lo que parecía una risa. Muy por el contrario, como si la ceguera momentánea encendiera otros sentidos, un olor de humo dulzón caló debajo de las cuencas de mis ojos detrás de la nariz. Me sorprendió la precisión con que percibía el lugar de ese olor tan ajeno como conocido.
Abrió la puerta y el aroma se hizo intenso y embriagante. Lo envolvía todo. Con firmeza ceremonial me guió dos pasos y cerró la puerta. Entendí que no debía moverme. Ésa era la tácita consigna dicha por el suave abandono de mi mano. Traté de clasificar el olor. Era humo de velas, seguro. Sentía el acre olor de la parafina al quemarse. Pero ese olor estaba oculto en la intensidad de aquella fragancia desconocida y persistente.
Me tomó el silencio. Ni siquiera de la calle llegaban ruidos. ¿o por algún velado motivo no los oiría? Estaba descalza. Seguro podía percibir el deslizar de sus pies sin medias siquiera. El tiempo se extendía, pero merced a un mandato no explicado, las urgencias me habían abandonado sin avisar. Como sin avisar los finos dedos pasaban una materia aceitosa y perfumada sobre mis labios con una sabiduría que se hubiera dicho antigua, genética.
Ahora, un pote cerámico, tibio, anticipaba una infusión amarga y breve que pronto sentí reconfortante. La proximidad de su cuerpo era innegable. Podía olerla, raramente exudada. Podía percibir el calor corpóreo como si las temperaturas de ambos se hubieran desfasado. No puedo negar la intriga que invadió cada lugar de mi emoción, pero mentiría si dijera que resistía aquel ritual desconocido. ¿Ritual? Otra vez el corazón queriendo escapar de aquella guerra firme y opresora. Ritual. Ceremonia. Preámbulo misterioso anticipado en los días que precedieron.
Con firmes tironeo me hincó en una superficie mullida. Sentí que todas las mantas y sábanas de la casa habían sido apiladas y de alguna forma habían sido tensadas como en un minúsculo dojo de arte marcial. ¿Sería una lucha o su metáfora más vívida? Sin prisa una a una, mis ropas me abandonaba y así adiviné su propia desnudez. Con los ojos vendados me sentí en desventaja y me invadió una vergüenza ajena e impropia. No sentía eros pero estaba excitado. Los latidos golpeaban fuerte el cuerpo entero, pero el ritmo se me ocurría cada vez más lento.
Una flauta celta, morosa y serena anunció el goteo de un aceite grueso y tibio. El vaho perfumado coincidió con un sobresalto. Era plástico lo que cubría las mantas. La pensé en ese instante como una sabia pitonisa de algún rito antiguo y desconocido. Ahora sus frágiles dedos me recorrían aceitados a ritmos impredecibles. Nada era casual, ni siquiera ciertos imperceptibles roces que anunciaban desbarranques que nunca llegarían.
Una pausa puso en mis labios una boquilla metálica liviana y delicada. No dejaba de ser tabaco. Pero picaba la garganta y confundía cierto «blend» dulzón, inexplicable. Cada cosa se hizo más lenta, más pesada o más penetrable. Las manos deslizaban debajo de la piel y el canto de un cello envolvía los sentidos de un modo exasperante. Me provocaba una lengua puntiaguda y firme. No había secretos. Ni límites. Me sentí flotar y no me resistí a nada. Desató el pañuelo en un momento eterno donde pude percibir el trabajo medido de los dedos en los pliegues del nudo. Por un instante infinito me negué a abrir los ojos. Los efectos de aquellas sustancias químicas y seguramente prohibidas, me guiaban en un sendero de profundo placer donde nada apuraba trámite alguno.
Una brisa de soplido ahumado perturbó la calma y ví cien mil velas y sahumerios irradiando líneas iridiscentes que rompieron mi última voluntad. Caí de espaldas y un llanto sin congoja me ganó al tiempo que sonreía a aquella diosa sibarítica de goces para mí desconocidos. La duplicaba en peso y no poca altura le llevaba. Sin embargo su cuerpo untuoso generaba calces perfectos como una pieza dinámica de un rompecabezas sinuoso y cada vez más excitante.
Me envolvieron sus pliegues con promesas gigantescas que no podía deducir o tan siquiera imaginar. Dónde ancló en mí esa ceremonia, no lo sé. Como no sé cuándo ni cómo terminó. Un sueño intenso se resistía a dejarme ordenar los hechos.
Recordaba el rostro, bello, franco sereno, el cabello tensado en una cola alta, y la belleza emanada en suaves oleadas de una voz que no entendía. Volví a la vida en una ducha que no podía precisar cuándo ocurría, pero cuando salí, solo pude cambiarme para, sin palabras, salir escaleras abajo a un día gris de ese invierno intensamente frío. Juzgué que era sábado o domingo. No podía precisar que día había recorrido el camino inverso.
Descubrí un hambre de cosas dulces y no pude decirlo porque antes de hablar me ofrecía, riendo, una barra de cereales y miel. Caminamos en línea recta hasta el final mismo de la calle, contra el río, y nos abrazamos pidiéndonos permiso, como la primera vez debajo del marco de la puerta de su casa. Muy a mi pesar, no volví a verla. Nadie respondía su teléfono y su timbre se había silenciado. No podía preguntar en su trabajo. Pero compré varias veces en cada local de la cadena, pensando encontrarla, aunque cada vez menos.
Busqué alguna vez sus fotos, y no estaban. Como no estaban los pocos negativos que tuve con su imagen. Busqué la caja donde algunas polaroid compartían poesías de Neruda y fotocopias de mis textos pensados para ella. Nada. Caí en la cuenta que su aguda inteligencia sólo podía opacarse ante su astucia. Me negó su recuerdo en esa huida hacia ningún lugar.
Algunas semanas después de su extraña partida, descubrí un mechón de pelo dorado y oscuro, con ondas profundas atado con un hilo rojo a la correa de mi cámara más querida. Sentí que me embargaba un abismo profundo y silencioso. Lo prohibido, lo negado, lo sentido, se mezclaban en esa sima profunda y traicionera. Me explotaban los sentidos con su anunciada ausencia.
Como un rayo, me di vuelta sintiendo su presencia. Pero era el vacío. Maldije el aire que me rodeaba y maldije el sentimiento que tardío me rozaba el alma y esculpía las tardes con hastío. Un día de enero, un sobre sin remitente me devolvió su imagen de polaroid difusa. Sin textos, se la veía rodeada de orientales y médicos. Un uniforme decía que podría ser monja, pero me resistía a aceptarlo. A través de la foto, me hablaba sonriendo con sus enormes ojos oscuros. Un aire angelical y pícaro irradiaba mensajes que no pude entender hasta pasado cierto tiempo.
La emoción me impidió ver que un médico de estetoscopio al cuello, de perfil, con los ojos semicerrados, sostenía con firmeza su mano cerrada sobre el otro brazo. Era su gesto más característico. Estaba cómoda y me lo decía con la imagen. Estaba en paz, y su mano lo confirmaba aceptando la presencia de aquel hombre.
No había rencores. No había pasado. Sólo la distancia que la ubicaba en la exacta antípoda de nuestra tierra. A esa que de tanto quererla, le había suplicado hasta el hartazgo que la liberara de tamaño compromiso. Enchinché la polaroid por encima del 39 gigantesco con que homenajeaba a Antonioni en la puerta de mi estudio.
Pensé que ella llamaba «tus polaroid» a los momentos en que capturaba su belleza con sólo lo efímero de mis ojos. No era efímera su otra belleza. La que recordaría hasta mi último momento.
Tal era el pacto.
EDGARDO JUÁREZ
edgardojuarez@hotmail.com
POLAROIDS.
NIKON. Agosto 2003.
el autor acaba de ganar el 1º Premio en el Concurso de Cuentos del Valle de Punilla, con este maravilloso relato. EDGARDO pasó (pasa) unos 3 años por el taller, hasta el año pasado. Además es fotógrafo artístico, diseñador gráfico y publicitario. Recibirá el premio y una estadía en el valle, el próximo 8 de noviembre. ¡Hermosa noticia...!
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Publicado en Nuestra Letra. el 30 de Octubre, 2008, 10:02
por Ali
Se te olvida
Que me quieres a pesar de lo que dices
Pues tenemos en el alma cicatrices
Imposibles de borrar.
Dicen que no hay herida que el tiempo no pueda sanar.
Es cierto, las heridas se curan pero nos dejan una cicatriz, que con el tiempo no molesta ni duele, pero allí se mantiene, indeleble.-
Me he puesto a pensar que a veces no es malo recorrer nuestras cicatrices. No todas significan recuerdos dolorosos.
La marca que tengo en la rodilla por ejemplo, fue cuando me estrellé contra los adoquines de la calle al estrenar mi primera bici; estaba tan feliz que dije: “No me dolió”.-
Acá, en la mano, me quedó la marca del colmillo de una mascota, un cachorrito lanudo que no le gustaba que lo molesten cuando comía; y como yo no lo respetaba no tuvo mejor forma de hacerse entender que tirándome un tarascón.- ¡Bien hecho! ... Dijo mi mamá.-
Continúo recorriendo mi cuerpo como si fuera un mapa, y me detengo cada pocos centímetros. ¡Hay tantas cicatrices, o mejor dicho tantos recuerdos, que enumerarlos a todos sería una tarea difícil !
Pero ¿cómo ignorarlos? Ocurre que cada cual guarda una significación diferente asi como la dimensión de su paso por mi vida.
Cada vez que me maquillo frente al espejo trato de ocultar esa pequeña línea, hoy casi imperceptible, en la zona del tabique nasal, secuela de aquel choque en moto. La caída contra el pavimento fue muy violenta, no tenía el casco puesto y como se dice en la jerga popular: “la saqué barata”. Sólo unos cortecitos en la cara, magullones en todo el cuerpo y un diente partido. Chau moto!
Sigo incursionando, atravieso rápidamente años de mi historia y llego adonde no quería llegar. La mama izquierda ya no es igual a la derecha, después de una mastectomía. Me detengo unos segundos sobre esa cicatriz, la acaricio y la disfruto. ¡Estoy curada ... y viva!
Cuando creí haber concluido ese viaje imaginario a través de mi cuerpo buscando y descubriendo cicatrices, trayendo a la mente cada hecho provocante de las mismas, algo me decía que no estaban todas.-
Sentí que faltaban las más importantes, las que aún seguían doliendo, pero no las podía encontrar.- Recordé a Saint Exupery cuando su Principito decía: “lo esencial es invisible a los ojos”.-
Y así las encontré. Allí estaban las cicatrices del alma, invisibles pero presentes, imposibles de borrar.-
Ali Catania (2008)
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Publicado en General el 29 de Octubre, 2008, 18:03
por MScalona
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Publicado en Mis canciones el 29 de Octubre, 2008, 15:59
por MScalona
Antes de volvernos locos corrijamos el futuro
Querido Rodolfo Páez
En horas inoportunas
Me han ido llegando algunas
Noticias que se las traen.
Y, como vuelan y caen
Sobre terreno abonado,
Voy, señores del jurado,
A contestar enseguida
Para vendarme la herida
Cortando el pasado.
Sabes bien que no intervine,
Por respeto, en tu rodaje.
No quise hacerte chantaje,
Ni soy crítico de cine.
Cuando me llamaste vine
A filmar en aquel cuarto
Como un actor de reparto.
Pero ha llegado el momento
De decirte que lamento
Estar harto de estar harto.
(…)
Urge cortar por lo sano
Con la gira del verano
Y el kilombo del video.
El rol de patito feo
No me va, te lo aseguro
Y menos el de hombre duro
Que a ti te cuesta tan poco.
Antes de volvernos locos
Corrijamos el futuro.
He decidido que paso
La página de este enredo
Perdiéndole miedo al miedo.
La gota que colma el vaso
No me la trago; hazme caso
Y volvamos a lo nuestro,
Cortemos este ambidiestro
Nudo gordiano de un tajo;
No soy tan tonto, carajo,
Ni tan listo, maestro.
Te lo he dicho muchas veces
Y no has querido escucharme,
Sin pretender humillarme
Me has humillado con creces:
A ti siempre te parece
Que mis quejas son por vicio,
Que maltrato nuestro oficio
Siendo tal y como soy.
Déjame sacarte hoy
Por última vez de quicio.
Lo más difícil ahí queda:
Catorce hermosas canciones,
Clips, reseñas, promociones,
Mi voz de lija y tu seda;
Con que sálvese quien pueda,
Antes de que otras rencillas
Conviertan en pesadillas
Los sueños de la razón.
Joaquín Sabina
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Publicado en Fotitos. el 27 de Octubre, 2008, 17:39
por MScalona
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Publicado en General el 27 de Octubre, 2008, 14:04
por Saty
Hay gente que tiene la extraña habilidad de hacernos sentir culpa, aunque seamos totalmente inocentes de una situación. Así como algunas personas logran sacar de nosotros lo mejor, estas otras nos sumergen en una maraña de mentiras y terminamos atrapados como insectos en una telaraña. Ese tipo de personas siempre está escapándole a la vida, escapa del dolor, de las responsabilidades, del amor, del compromiso, de los hechos cotidianos. Como si el hecho de escapar pudiera librarla de sentir, en una suerte de indiferencia fingida. De esa gente escuchamos permanentemente comentarios como: “A mí nadie me manda”, “Soy libre de ataduras”, “No tengo que darle explicaciones a nadie”. Viven inmersos en una aparentemente buscada soledad. Y tal vez por eso, porque se sienten solos, les gusta complicar las cosas de los otros.
Tengo una amiga que se jacta siempre de ser ella la que abandonó al marido, se siente fuerte y poderosa porque se acuesta con varios tipos a la vez. Como si el acostarse con muchos fuera un mérito propio y no el resultado de continuos intentos por conseguir un compañero. Pareciera que el hecho tan elemental de darle una mamada a un hombre, la convirtiera en una heroína, descartando la posibilidad de que los hombres se acuestan con ella por la simple razón de que ella les dice que sí.
A veces tengo ganas de decirle lo que pienso, pero eso llevaría a una inmediata ruptura de nuestra amistad. Amistad que me cuestiono permanentemente. Y me callo. No le digo, por ejemplo, que tuvo que abandonar al marido porque él le puso los cuernos durante más de diez años de matrimonio y ella no soportó que él no cortara con su amante. Ni tampoco le digo que si su hija no le habla desde hace un par de años, es porque no soporta ver cómo actúa y se avergüenza de ella. No lo digo porque sé que ella lo sabe, aunque sostenga una inmadura postura de indiferencia.
Menos puedo decirle que su segundo marido la abandonó después de sacarle la plata que ella le sacó al primero a cambio de soportarle sus infidelidades.
Porque lo terrible de todo esto es que ella está convencida que es una mujer perfecta, que todos mueren por ella y que si está más sola que un perro abandonado, es por su autodeterminación.
Cuando le ataca la soledad viene a charlar conmigo, aunque nunca me dice que se siente sola y viene a mi casa para aspirar un poco de ambiente familiar.
El otro día llegó en el momento justo. Me encontraba enloquecida entre las cacerolas, tratando de lograr un almuerzo decente para los miembros de mi familia. Era ya bastante tarde y yo me desesperaba entre lavar la ensalada, poner la mesa, controlar que no se quemaran las milanesas y escucharla decir que “nadie cocinaba como ella”.
“¿No podés hacerles una comida casera?” me espetó. Estaba a punto de tirarle con una hoja de lechuga cuando agregó,”yo siempre les hago las supremas, nunca las compro hechas”.
Abandoné mi primer instinto de tirarle con la ensaladera entera y le pregunté “¿A quiénes?”. “A los chicos”, contestó.
“Pero si solamente vive con vos el más chico y encima están viviendo en la casa de tu mamá” dije, mientras pensaba que qué mierda hacía en mi casa a esa hora si tenía que atender a tanta gente.
Pero me callé, todo en pos de una amistad, que como dije, dudo que lo sea. En el fondo, las dos sabemos que tenemos muy poco en común. Apenas algunos secretos, los cuales me tiene sin cuidado si quiere revelarlos. Pero aunque amenaza, no lo hace. Ella sabe que si lo hiciera, el estrecho vínculo que nos une, se cortaría por completo.
A veces creo que no soporta que yo sea feliz y que a pesar de no ser un chef en la cocina ni una experta en las manualidades, mi marido siga a mi lado después de tantos años.
Una vez me contó que quería tirarse al ex marido de una amiga en común. Mi respuesta fue inmediata, le dije “No lo hagas, mirá que si Fulana se entera la vas a hacer mierda”. “Pero los dos somos libres”, me contestó.
Y ahí me di cuenta que ella era una mujer sin códigos. Porque aunque no estoy en contra de la infidelidad, es más, a veces creo que alguna que otra es necesaria para mantener el calor en una pareja, definitivamente los maridos de las amigas son intocables.
Creo que eso fue el principio de mi deseo de cortar con esta amistad. Y ella debe haberse dado cuenta porque a los días volvió a la carga para contarme que ya se lo había tirado. Y con esa confesión logró involucrarme. Me ató de pies y manos, me cargó de un peso enorme, porque es hábil la muy hija de puta. Si algo tiene es habilidad para enredar las cosas y la gente.
Cada día me convenzo más de que tendría que haberla mandado a la mierda en ese momento. Pero no lo hice. En cambio la escuché contarme de que el tipo en cuestión no la tenía tan grande como decía su ex, que había encontrado en ella alguien con quién hablar y que lo entendía, que a él no le importaba si su ex se enteraba y que congeniaban tanto que hasta estaba la posibilidad de un futuro en común. Toda la sarta de idioteces que decía, me iban revolviendo el estómago y para cuando llegué a mi casa me sentía como si la que hubiera metido los cuernos fuera yo.
Seguramente me contó todo para que yo saliera corriendo a contarle a nuestra amiga en común que su ex se estaba acostando con otra y que esa otra era su amiga. En eso se equivocó, ni en un pedo lo haría. Creo que con sus palabras “quiero que quede entre nosotras” estaba diciendo “andá a contarle a Fulana”. Pero yo no lo hice ni lo haría nunca.
Lo peor de todo es que ahora cada vez que la veo quiere hablarme del tipo y yo detesto que lo haga, porque no me interesa si se le para o no, si cogieron en la cama o parados en la cocina, si le dice bichito o si le regala flores, si la invitó a irse de viaje al Congo belga. Ella habla y a mí se me viene a la mente la imagen de Fulana y me siento culpable.
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Publicado en General el 26 de Octubre, 2008, 22:01
por MScalona
AGENDÍSIMA
LUNES 27 de octubre- 21 HS.
BAR TERCER MUNDO leen PABLO CASTRO
IVANA Pipu SIMEONI
NICO DOFFO
JUEVES 30 octubre, 20 hs. Inauguración feria del libro Rosario
Almacenes ROSENTAL, Sgto Cabral y Av. Belgrano. Les mando el programa por mail, pero para nuestro interés estarán: JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ (Director ADN), ANA MARÍA BOVO, EDUARDO SACHERI, ANGÉLICA GORODISCHER, ALMA MARITANO, CRISTIAN ALARCÓN, OLIVERIO COELHO, JUAN MARTINI, REP, JUAN SASTURAIN, NOEMÍ ULLA, SUSANA SZWARC, GLORIA LENARDÓN
VIERNES 31 octubre , 20 HS.
Presentación ANTOLOGÍA 19 DE FONDO
Alzugaray-Marquínez-Simeoni-Culaciati-Vignoli-Guiamet, etc…
Centro Colegio Arquitectos Córdoba 954, subsuelo.
SÁBADO 1º de Noviembre, 19 hs. empieza la maratón de lectura de los talleres literarios de Rosario, en la Feria del Libro, todos los días, 19 hs.
SÁBADO 1º de Noviembre, 23,30 hs.
concurrencia en masa a la obra teatral de PIPU SIMEONI, Teatro La Morada, San Martín 771, Rosario obra: "OLIENDO A"…
MIÉRCOLES 5 de NOVIEMBRE
empieza el Festival Internacional de Poesía de Rosario 2008 en el Centro Cult. Bernardino Rivadavia. El programa está colgado en el BLOG.-
VIERNES 7 de Noviembre, a las 19 hs. en el Marco del Festival de Poesía LEE VERÓNICA LAURINO, y a las 20 hs. lee RODOLFO FOGWILL, ambos imperdibles…
VIERNES 7 de Noviembre (sólo para 3º año), 22 hs. el cumple de AMANDA POLIÉSTER, ignorándose aún en qué satélite será la reunión acuática…
SÁBADO 8 de Noviembre, 19 hs. NUESTROTALLER lee en la FERIA DEL LIBRO de Rosario.- Algunos de los confirmados son Ale Caponi, Francisco Kuba, Sandra Fabi, Beto Frangi, Clara de Luise, Mirta Pujol, Juanjo López Puccio, Tomás Boasso y Lorena Aguado.-
SÁBADO 8 de Noviembre 20 hs., SALA A de la feria del Libro de Rosario presentamos la Colección Narrativa ADÁN SIN COSTILLA, Edit Ross, con mi novela ENRARECIDO, Marcelo Scalona, SILVIA, de Ricardo Guiamet, LA MUJER DE LAS CORTADAS de Fabricio Simeoni y EL BARCO, de Jorge Cohen.-
LUNES 10 de noviembre, 21 hs. Ciclo Arte Por la Paz, bar La Sede, subsuelo, San Lorenzo y Entre Ríos, leen PABLO JAVKIN, TOMÁS BOASSO y RAMIRO GARCÍA.-
MARTES 11 de noviembre, 20 hs. TALLER ESPECIAL en Bar Don Chicho, Pje Zabala y Mitre, coordinado por el Prof. ROBERTO RETAMOSO, tema
"Leer a Juan L. Ortiz".-
y después de la charla... CUMPLEAÑITOS
LORENA "la Reina" AGUADO, lleva torta y nosotros ponemos
la alegría...
… por favor, si me olvidé de algún evento me avisan y lo ponemos…
Pero de verdad anoten, porque como ven estamos muy PROTAGONISTAS…
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Publicado en General el 26 de Octubre, 2008, 19:30
por negrointenso
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Publicado en General el 26 de Octubre, 2008, 13:57
por MScalona
SE VIENE LA FERIA LATINOAMERICANA
DEL LIBRO ROSARIO 2008
El lado sensible del macho argentino
http://www.criticadigital.com.ar/index.php?secc=nota&nid=13034
Marcelo Scalona anticipa Adán sin costillas, una colección de novelas escritas por hombres y producida por una editora local. La lectura, dice el escritor rosarino, está a salvo si el texto digital se complementa con el impreso.
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Publicado en General el 26 de Octubre, 2008, 12:20
por pjavkin_
La mayor revelación acerca de quién es Barack Obama me la ofreció Toni Morrison, la premio Nobel norteamericana, durante un almuerzo a principios de este año. Estábamos en medio de las feroces primarias entre Hillary y Obama, y Toni se había abstenido hasta ese momento de anunciar su adhesión al primer candidato de origen afroamericano con posibilidad real de ocupar la Casa Blanca. Ella era muy compinche y admiradora de Hillary y también de Bill Clinton, al que había llamado, en un controvertido artículo en el New Yorker de 1998, el "primer presidente negro" de Estados Unidos, pese a, advertía, "su piel blanca".
Mañana -me dijo Toni- voy a mandarle una carta abierta a Barack Obama, contándole que, por primera vez en mi vida, tengo la intención de apoyar públicamente a un candidato a la presidencia; le voy a apoyar a él. Y no es por su raza. Ésa jamás debería ser la razón para que votemos por una persona, ni tampoco para votar en contra. He hablado con Barack varias veces en las últimas semanas y siempre termina la conversación con la misma frase: "I'd like to have your endorsement. Me gustaría que me apoyaras en forma abierta". Y yo siempre me río y le digo que lo estoy pensando. Bueno, lo he pensado bastante y ahora estoy lista. Y Toni me miró a mí y también a Richard Ford, el gran novelista norteamericano, que almorzaba con nosotros ese mediodía.
-¿Y quieren saber por qué? Muy sencillo. Porque Barack Obama es un poeta.
Un poeta. En los meses que siguieron he retornado muchas veces a esa definición de Toni y la encuentro cada vez más sagaz. Ya había reparado yo -¿quién podría no hacerlo?- en la excepcional inteligencia de Obama y el uso sólido y sutil del inglés que despliega, especialmente cuando se compara con el desastre idiomático de Bush. Y nada de lo que ha sucedido a lo largo de este año electoral me ha hecho cambiar de parecer. Por el contrario, la jerigonza retórica de McCain y la masacre de la lengua de Shakespeare en la boca incoherente de Sarah Palin confirman cada día más la calidad lingüística de Obama, la certeza de que estamos ante un gran artífice de las palabras. Pero, ¿poeta?
Toni no hablaba tan sólo de alguien elocuente, de alguien que amaba las palabras, es decir, que las consideraba amigas íntimas y carnales, sino de algo más: un ser humano animado por una visión trascendental, a visionary, nos dijo Toni ese domingo a fines de enero, mientras atacábamos una buena merienda sureña acá en Carolina del Norte.
Confieso que me gustó, al principio, aquella dilucidación de Toni porque ayudaba aexplicar la ventaja que Obama fue paulatinamente forjando entre los votantes, su capacidad de convencer y de inspirar, la importancia de tener un candidato a la presidencia de Estados Unidos capaz de mover a multitudes y especialmente a los jóvenes en el país que le brindó a la humanidad un rapsoda como Walt Whitman y un primer magistrado como Abraham Lincoln.
Pero es sólo ahora, ahora que parece que es casi seguro que Obama será, efectivamente, elegido presidente de esta República, cuando me he puesto a profundizar en las consecuencias de que un poeta pudiera dirigir los destinos del país más poderoso del mundo. Es sólo ahora cuando me he permitido especular, no acerca de cómo Obama ha de ganar las elecciones, sino acerca de cómo habrá de gobernar. Es sólo ahora, al contemplar la exacerbada crisis que el terremoto financiero ha ido dejando atrás, que comprendo tal vez la importancia histórica de que en este preciso momento catastrófico aparezca alguien que disponga de lo que Toni llamó ese día la "imaginación creativa".
Porque de lo que se trata es, justamente, de imaginar una alternativa a esto que llamamos realidad, esto que se nos insiste que es excesivamente complejo y vasto como para poder controlarlo. Vivimos en un mundo que se precipita hacia un desastre ecológico y moral, un mundo donde se nos viene encima un cataclismo alimenticio y energético como no hemos visto en siglos, un mundo de guerras incesantes y de un terrorismo tenaz, un mundo donde las armas nucleares van a proliferar como una plaga y donde las plagas van a proliferar como si fueran átomos y electrones desenfrenados, un mundo cada vez más interconectado y cada vez más indiferente al dolor ajeno. Lo más fácil, cuando hay tanta confusión aparentemente indomable, es guarecerse en respuestas y refugios del pasado que fortalezcan la identidad más tradicional, buscar en las más oscuras catacumbas del fundamentalismo las certidumbres que el presente empecinadamente nos niega.
En condiciones tan dramáticas, la existencia de una visión poética en un líder poderoso cobra su verdadera magnitud. Porque vislumbrar las palabras múltiples y claras con que lentamente vamos entendiendo lo que nos pasa hoy es indispensable para anticipar las soluciones para los difíciles años que se aproximan. Ya lo dijo Shelley antes de morir en el mar de su exilio italiano: los poetas son los "desconocidos legisladores de la humanidad", los que preparan con sus palabras el vocabulario en que se han de escribir las leyes más justas del mañana, los que nos señalan la urgencia de un futuro ineludiblemente diferente y definitivamente más bello.
Hay muchas posiciones que ha tomado Barack Obama con las que, por cierto, discrepo, y no me cabe duda de que durante su tenencia en la Casa Blanca, quedaré desilusionado en más de una ocasión. Pero la ilusión que no estoy dispuesto a abandonar es mi creencia en la necesidad de que este Presidente Poeta, en la coyuntura actual de su patria, va a tener que explicarles a los hombres y mujeres de Estados Unidos las dimensiones profundas y permanentes del trastorno al que se enfrentan y que no se resuelve con cambiar tan sólo un par de políticas; mi esperanza de que les lance el desafío de que no habrá tal cambio sin la participación masiva, diaria y ojalá clarividente del pueblo norteamericano, un pueblo que hasta ahora ha mostrado en forma mayoritaria una ignorancia virulenta y obstinada ante los problemas del planeta que habitamos y gozamos y sufrimos todos.
Pero es también el norteamericano un pueblo lleno de esperanzas, un pueblo que parece haber alcanzado por fin la madurez necesaria para reconocer que requiere de un ser insólito como Obama para salir del marasmo en que nos deja Bush; hombres y mujeres que intuyen tal vez que hace falta reinventar este país y sus sueños si han de sobrevivir a los grandes retos y combates que se avecinan.
Falta por ver si esos ciudadanos van a recibir y hacer suyas las palabras alucinadas y medidas y sabias que -es mi presagio- va a regalarles Barack Obama, falta por ver si vamos a merecerlas y acompañar esas palabras desde nuestra propia poesía cotidiana.
Antes de que sea demasiado tarde.
Ariel Dorfman es escritor chileno. Su último libro es Otros septiembres.
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Publicado en General el 25 de Octubre, 2008, 13:34
por amanda poliester
También para mis compañeros del taller, esos pedazos de mí
Escribo
mujer rompecabezas
tacho porque si bien todo título horrible tiene derecho a serlo -tal vez mi autocastigo del día de la fecha- elijo puzzle me gustan las dos zetas después de la u algo que se desinfla o un soplo tan lejos de la domesticidad de pizza pero inequiparable a la levedad de mezzo
el subterfugio del título ("subterfugio": sigo forzando, maniobra distractiva del sonido todo para no decir mi pobre corazón repartido en pedazos dispares mi pobre corazón que rehúsa aceptar lo irrenunciable y se obstina en pensar que es posible la reunión fiesta con efes y flamencos en la mesa del té del Sombrerero).
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Publicado en Aguafuerte el 24 de Octubre, 2008, 17:20
por Saty
Klépto no tiene edad ni siquiera un sexo, es de esos seres indefinidos que pasan por la vida sin que los veamos. En su mente, su vida es un continuo suceder de hechos sin sentido. Seguramente por eso, ese día, no debe haber tenido conciencia plena de lo que estaba haciendo cuando tomó el libro de arriba de la mesita, pasó ligeramente sus dedos por la tapa y lo guardó sin que nadie lo viera, mientras su cuerpo era presa de una sensación de nerviosismo y satisfacción.
Apenas 35 pesos, los mismos 35 pesos que no dudaba en gastar para tomarse unos tragos o ir al cine. No importaba, el hecho era tomar algo que no le pertenecía y apropiárselo. Miró a su alrededor y vio que sus compañeros de taller estaban charlando distraídos, nadie le prestaba atención y eso lo puso frenético. En su desorden mental no sintió que estaba robando, se sintió un héroe.
¿Por qué hizo Klépto lo que hizo? Difícil responder este interrogante sin herir susceptibilidades. Seguramente un especialista en el tema podría decirnos que es un trastorno en su personalidad que lo lleva al robo compulsivo y que una persona con este desorden se siente obligada a robar objetos, independientemente del valor monetario de ellos.
Afortunadamente Klépto no está tan enfermo porque se arrepintió y devolvió el libro en cuestión. Sin embargo con su actitud, involucró a mucha gente y lo que es peor, sembró la desconfianza en una persona que le había abierto las puertas de su casa.
Triste ¿no?
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Publicado en De Otros. el 24 de Octubre, 2008, 12:33
por MScalona
NOCHE DE PERROS
Hay noches terribles con truenos, relámpagos, lluvia y
viento. Son las que la gente llama <<noches de perros>>.
Ha habido una noche de esas en mi vida…
Me desperté pasada la medianoche y de repente me senté en la cama.
Me parecía que por algún motivo iba a morir
de inmediato. ¿Por qué me pareció eso? En el cuerpo
no tenía ninguna sensación que me sugiriera la muerte inmediata,
pero mi alma estaba dominada por el terror, como si de pronto
hubiera visto un incendio amenazador muy cerca.
Encendí rápidamente la luz, bebí agua directamente de la
botella, luego corrí a abrir la ventana.
Afuera el tiempo era magnífico.
olía a heno y había otros
aromas muy dulces. Distinguía las estacas de la cerca,
los lúgubres, soñolientos árboles de junto a la ventana,
la carretera, el oscuro perfil del bosque,
había una luna serena y muy brillante en el cielo y ni una sola nube,
una perfecta quietud, ni una hoja se movía.
Noté que todo me estaba mirando y esperando
a que muriera… Sentí frío en la
columna vertebral; parecía que me tiraban de ella
hacia dentro, y noté como si la muerte
fuera a saltar furtivamente sobre mí desde atrás.
qué fácil es encontrar en este poema las influencias que dejó CHÉJOV
en EL ESTILO de los poemas de CARVER
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Publicado en General el 23 de Octubre, 2008, 13:33
por Gabi Gervasoni
EL VIEJITO DE MIERDA
Siempre me sonríe de una forma bastante histérica. Me mira fijo, le tiemblan los labios, se le contraen, y después baja la mirada. Siempre pienso que le voy a preguntar de qué se ríe, que cuente, así nos reímos todos… Al final nunca le digo nada y me voy caliente, juntando las palabras que no me salen para escupírselas algún otro día. Además, hace sonar las manos. Le crujen los huesos de una forma asquerosa, es como si lo viera eructar. La conjunción de sonrisa-mirada-dedos es enloquecedora para mí. Qué viejo de mierda, pienso. Además siempre me da mal el vuelto, se queda con cinco, con diez. Me dan ganas de preguntarle cuánto más piensa vivir, para qué quiere amarrocar, que la mortaja no tiene bolsillo, etc. Pero al final nunca le digo nada y me voy caliente, muy caliente. Los billetes están siempre tibios, y yo pienso que los tiene en el bolsillo, cerca de las bolas y me da mucho asco, así que trato de pagar con esa plata y sacármela de encima. ¡Qué viejo de mierda…! Y el aliento... es repugnante. Me mantengo a una distancia considerable, qué se yo, no menos de cuarenta centímetros. Aunque me pregunto si tiene mal aliento o es olor a viejo. Sí, es eso, una mezcla de sudor, ropa vieja con olor a humedad, fritanga: olor a viejo. No es que no me gusten los viejitos, la gente mayor, al contrario, me gusta charlar con ellos, ver cómo juegan a las bochas, cómo suben a los colectivos a las siete de la mañana para llegar al banco que abre a las diez y después verlos hacer esas colas interminables, y me gusta cuando putean por la calle y reclaman cosas a los gritos. También me gusta verlos cuando se caen al piso, y lloran, y alguien se les acerca y les dice "qué pasó, abuelo?", como si no le diera asco el viejo de mierda. Éste, del que hablo, es un viejo de mierda. Una vez me miró las tetas. Me di cuenta porque justo levanté la vista para preguntarle si me vendía un caramelo más y lo vi. Los ojos estaban enfocados en la rayita que se forma entre las tetas, justo ahí, donde me gusta que me besen y donde seguramente el viejo de mierda me quería besar. Además de avaro y sucio resultó un viejo verde. Eso tendría que decirle, ¿viejo verde qué me mirás?, ¿no ves que soy joven, y linda, y limpia y no me gustan los viejos de mierda como vos? Pero al final nunca le digo nada, ni viejo, ni mierda. Nada.
Gabriela Gervasoni
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Publicado en De Otros. el 22 de Octubre, 2008, 11:25
por MScalona
Nadie sabe adónde va la noche
Mi madre había sido una persona alegre que cuando vi desaparecer su féretro en el correspondiente nicho. –como un cajón cuyos contenidos se retirarán de la vista hasta ser nuevamente convocados- no imaginé que mi padre podría haberla empujado hasta ahí. Y sin embargo, ahora que había visto a mi padre abrir nerviosamente los cajones de la cristalera, encaprichado en hallar algo cierto mantel con particular con la tozudez que sólo recuerdo haber tenido de niño, sentí alivio: su mente ya no tenía poder sobre la mía.
Caminé de regreso hasta casa, esa tarde de mi visita filial, con la serenidad de quien se hubiera librado (Darte Vader = Dark Farré) de una persecución de siglos. O de toda una vida: la mía. Mi calma duró apenas el tiempo que tardó el sol en ponerse. Y se ponía temprano, en esa época del año. Cuando sus rayos brillaban ya casi a ras de la tierra, iluminaron todavía los cabellos de una persona sentada en uno de los bancos de la plaza frente a casa. Supuse que sería mi hijo, que estaría aprovechando la tibieza otoñal y su computadora portátil. Debía serlo, con aquel cabello enrulado igual al de su madre, que el sol le volvía luminosamente traslúcido en torno a la cabeza como uno de esos halos dorados que los hagiógrafos les pintan en sus íconos a sus santos. Me imaginé lo que hubiera sentido yo, veinticinco años atrás, si en vez de hacia él estuviera caminando lenta y sigilosamente hacia su madre. Imaginé el amor en mi corazón, alterando sus latidos. Hubiera sido aquel un Gran Momento Kodak para la eternidad.
La persona a quien yo confundía con mi hijo sólo me era visible de espaldas, por lo que tuve la prudencia de no saludar. Menos mal. Al pasar el rumbo a mi casa pude verla de frente: era una mujer desconocida. Tendría mi edad o todavía más. Era fea. Estaba sentada sin hacer nada más que mirar al sol poniente, bañándose en sus penúltimos rayos como en una alegoría barata de aquel momento particular de su vida. Eso duró mi calma. Cuando entré a casa, ya no era más un joven perseguido sino un viejo cansado y triste.
Bueno, tanto como viejo todavía no. Mi Gran Hermano (my Big Brother, lo apodé de adolescente, eras geológicas antes del programa televisivo de ese nombre) seguía tomando el control en cuanto yo le daba la oportunidad. La diferencia era que yo ya no le daba la oportunidad. ¿Para que? ¿Qué ganaba? Me imaginaba que iba a sentirme tan idiota como se veía mi padre buscando ese mantel en particular y ningún otro.
La novedad era que ahora podía elegir; y elegía no hacerlo. Si quería, podía bajar las defensas y permitir que la belleza de una alumna que me estaba haciendo una pregunta en la clase me diera de lleno en el plexo solar: jugaba a eso. Y mi Gran Hermano alzaba enseguida su hocico de lebrel; en eso seguía siendo casi tan rápido como siempre. No tan claro. Pero lo que me faltaba ahora a mí era convicción. Había perdido el elemento intelectual y volitivo del asunto, si no el físico y químico. Lo que había de caído era mí en el sexo. Me tentaba sin embargo más que nunca la idea de entregarme a las mujeres en forma total y definitiva. Ya no pensar más con el sexo: el junco pensante. Anotaba cosas en libretas. No perdía esa ridícula costumbre. Ahora perdía las libretas.
Y mientras todo me era más fácil que nunca, mientras era adorado no sin un dejo de ironía burlona por mis alumnas de Literatura Inglesa y Norteamericana I como el teniente Kurtz por los salvajes del Congo, yo soñaba con una epopeya a la altura de mi voluntad: es decir, de la voluntad que hubiera tenido en caso de existir entonces una epopeya tal que me dieran a mí ganas de hacer algo.
Analfabetismo afectivo. Así apodé yo mismo a mi enfermedad o lo que fuese. La sospeche inherente a la masculinidad; supuse que vendría con el cromosoma X en un mismo paquete genético. Por lo demás, nunca pensé demasiado en el asunto. De eso se encargó Elizabeth, la madre de mi hijo, hasta que alguien la alertó de que estaba haciendo sola el trabajo de dos personas.
¿Sueño irónico? Es mi actitud habitual ante el tema.
Sé que podría pilotear todo un romance con la ayuda de mi Gran Hermano. Bastará con que ella sea bella. Enamorarme de la belleza que siempre me resultó fácil. Difícil me fue no enamorarme de la belleza de las mujeres bellas. Yo no amo. Sí amo la belleza y acepto por añadidura todo lo que pueda adherírsele, es decir todo aquello lo cual la belleza puede ser una cualidad, léase: mujeres. Ellas y mi Gran Hermano se encargan del resto. Yo no tengo más que seguirlos.
De joven me entere a mí mismo para no abandonarme sino ante quien luego sería la madre de mi hijo. Fácil me hubiera sido volviéndome anacoreta y quedándome en casa. Pero me gano la vida hablándoles de Shakespeare a decenas y decenas de veinteañeras en celo. Y la metáfora del lugar del cuerpo de Julieta donde no llega el sol es mi número favorito. Hacia junio, están casi todas enamoradas de mí. Y yo de ellas. Súmese a esto que enseño en una universidad pública, donde no corro peligro de que sus padres me inicien juicio ni nada parecido: un coto de ninfas a mi disposición. ¿Y? Y no les hice nada. Nada. Malgasté toda mi fuerza de voluntad-mis mejores años- en contenerme y serle fiel a mi mujer. Debo añadir en su descargo que lo hice menos por amor a ella que por amor propio: imaginar los comentarios, el corrillo del gineceo, me helaba. Era mi recurso para asistirlas. Cuando me divorcié quise recuperar el tiempo perdido, pero ya era tarde. Ahora que me gobierno ya no quiero más a nadie.
Ellas me aman:<<¡Profe, profe!>>, como siempre.
BEATRIZ VIGNOLI, Edit. Bajo la Luna
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Publicado en Fotitos. el 21 de Octubre, 2008, 22:54
por MScalona
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Publicado en Fotitos. el 21 de Octubre, 2008, 22:43
por MScalona

 
CINE Y LITERATURA: lunes 20 de octubre,
Bar Don Chicho- Coord. Lic. RICARDO GUIAMET.
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Publicado en Fotitos. el 20 de Octubre, 2008, 17:49
por MScalona

VANINA KISS es un personaje lateral de la novela colectiva de los chicos de Tercero
que como saben pueden irleyendo en el BLOG www.13biromes.blogspot.com
pero como no puedo colgar la foto (imaginaria) del personaje, lo hago acá...
Me suena mucho a Vanina Kiss, sólo que la leyenda debajo de las rosas, en el tatuaje
del pecho debería decir..." Aguante Jaime " o algo así...
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Publicado en De Otros. el 20 de Octubre, 2008, 13:24
por sandra
La gente dice:
Polvo,
Sideral,
Funerario,
y se queda tranquila,
contenta,
satisfecha.
Pero escucha ese grillo,
esa brizna de noche,
de vida enloquecida.
Ahora es cuando canta.
Ahora
y no mañana.
Precisamente ahora.
Aquí.
A nuestro lado...
como si no pudiera cantar en otra parte.
¿Comprendes?
Yo tampoco.
Yo no comprendo nada.
No tan sólo tus manos son un puro milagro.
Un traspiés,
un olvido,
y acaso fueras mosca,
lechuga,
cocodrilo.
Y después...
esa estrella.
No preguntes.
¡Misterio!
En silencio.
Tu pelo.
Y el fervor,
la aquiescencia
del universo entero,
para lograr tus poros,
esa ortiga,
esa piedra.
Puedes juntar las manos.
Amputarte las trenzas.
Yo daré mientras tanto tres vueltas de carnero.
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