RODOLFO WALSH
Publicado en De Otros. el 9 de Julio, 2008, 20:29 por MScalona
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Las Fotos (fragm.)
(del libro LOS OFICIOS TERRESTRES) (del libro LOS OFICIOS TERRESTRES)
1
-Niño Mauricio, vaya a El niño Mauricio Irigorri le tocaba el culo a la maestra, eludía el cachetazo y en el recreo cobraba las apuestas. Tenía una hermosa letra, sobre todo cuando firmaba "Alberto Irigorri" bajo las amonestaciones de los boletines. Don Alberto no reparaba en esos detalles. Estaba demasiado ocupado en liquidar a precios de fábula un galpón de alambre de púa que empezó a almacenar cuando la guerra de España. Ahora el alambre no venía de Europa porque allá lo usaban para otra cosa. "Gracias a Dios", repetía don Alberto, que por esa época se volvió devoto. A fin de año la señorita Reforzo se quitó a Mauricio de encima con todos cuatros. ("Ese chico necesita una madre", comentó.) Entró en sexto de pantalón corto y bigote. El de sexto era maestro y el niño Mauricio tuvo que inventar otros juegos, con pólvora, despertadores y animales muertos. Tal vez se adelantaba a sus años y a su medio, y por eso no era bien comprendido. -No te juntés con él –decía mi padre. Yo me juntaba igual. -¿Eh, Negro? –proponía Mauricio mirándome desde la esquina del ojo. -¿Y si tal cosa? –protestaba yo. -Hay que divertirse, negro. La vida es corta. Mauricio pegaba una oblea, la oblea decía "Dios es amor", Mauricio le pegaba en la maquinita de preservativos, en el baño del "Roma".
2
No quiso entrar a Este año me vine a Buenos Aires. Le escribí, no me contestó. En mayo tuve carta de Estela. Te estoy tejiendo un pulóver, aquí ya empezaron los fríos. Mamá, que a ella tampoco le gustan las tías, pero este año no hay más remedio, sos muy hico para ir a una pensión. ¿Y es cierto que estudiás latín? Ah, a Mauricio lo echaron. Yo veía las grandes pestañas de mi hermana Estela sombreando la carta. Las mujeres siempre lo quisieron a Mauricio.
3
Cuando empezaron a mermarle las botellas de guindado, don Alberto prefirió no tenerlo más de lavacopas. Entró de aprendiz tipógrafo en "
INAUGUROSE EL MEODUCTO PRESIDENTE PERON Asistió el Gobernador
Lo echaron. -Un error lo tiene cualquiera –dijo Mauricio.
4
Diciembre y allí estaba en la punta del andén, haciéndose el distraído para no encontrarse con la mirada de mi padre. Me había sacado una cabeza de ventaja, pero ésa ya no era su medida, ni los pantalones largos y el cigarrillo colgando del labio, sino el gesto de rechazo, de conquista y de invención con que probaba el filo del mundo y rebotaba, descubriendo siempre una nueva manera de lanzarse al asalto, como un revólver que agota su carga y luego se dispara a sí mismo, el cañón, el tambor y hasta el gatillo, quemado de furor y desmesura. Apoyado en un poste me miraba y su mano izquierda oscilaba suavemente a la altura del hombro en una especie de saludo. Mi padre terminó de hablar con el jefe de estación, y sólo cuando todas las valijas estuvieron a mi lado y el peoncito esperando órdenes, se volvió hacia mí con los brazos en la cintura –una alta figura quemada por el sol, alta desde el chambergo hasta las botas- y yo sin saber si debía darle la mano o besarlo hasta que sacó de adentro una lenta sonrisa de metal y me puso la mano sobre el pelo. En el trayecto a la camioneta, me crucé con Mauricio sin mirarlo.
5
-Dejaron la tranquera abierta: el toro se escapó. Corrieron los avestruces: así se matan los caballos. Cosas de gringo. -Fui yo. -Cosas de gringo bolichero –insistió mi padre moviendo suavemente el cabo del rebenque como un gran índice-. Ya te tengo dicho. -Campo hay por todas partes –comentó después Mauricio. Pero no un campo con media legua de laguna como aquél, no el campo donde andabas a lo pueblero, con las riendas sueltas, rebotando con el recado, con la escopeta en la mano, saliendo ensangrentado de los cardales, tiroteando las gallaretas, hundiéndote hasta las verijas en el barro. Acordáte: el cerro donde apareció el gliptodonte panza arriba, con la panza llena de agua llovida. Acordate: la noche en que no encontramos más que las riendas en el alambrado y tuvimos que volver a pie entre juncos. Acordate: el espinel lleno de taralilas. ¿Campo como ése? Dónde, Mauricio, dónde.
6
Mauricio, a los quince años, mide un metro setenta y cinco, es campeón de bochas en el almacén de su padre, se acuesta con la sirvienta. Por un tiempo pareció que se iba a dedicar a la guitarra, pero su verdadera cocción es el codillo. |