No era el sonido de un avión. Era el zumbido de un insecto, en algún lugar detrás de mi oreja. Más pequeño que una mosca, revoloteó por un momento ante mis ojos, luego desapareció en un oscuro rincón de la habitación.
Sobre la blanca y redonda superficie de la mesa, que reflejaba la luz del techo, había un cenicero de cristal. Un largo y fino cigarrillo, manchado de pintura de labios, se consumía en él. Cerca del borde de la mesa había una botella de vino en forma de pera, con una foto de una mujer rubia en su etiqueta, su boca llena de uvas del racimo que sostenía en su mano. La luz roja del techo se reflejaba, temblorosa, en la superficie de un vaso de vino. Los pies de las patas de las mesas desaparecían sumergidas en la espesa pelambre de la alfombra. Enfrente mío había un tocador. La espalda de la mujer, allí sentada, estaba rociada de sudor. Extendió su pierna y se quitó una media negra.
-Eh, alcánzame esa toalla, la rosa, ¿vale? –dijo Lilly, lanzándome la media hecha un ovillo. Acababa de volver del trabajo. Cogió la colonia y se puso un poco en la frente, que relucía de grasa.
-¿Entonces qué pasó? –me preguntó frotándose la espalda con la toalla, mientras me miraba.
-Bueno, ya sabes, pensé que dándole un poco de trago se calmaría, y además había fuera otros dos tíos en el coche, todos colocados de pegamento, ya sabes, así que pensé en darle algo de beber. Estaba volado y buscaba tías.
-Ese tío es coreano.
Lilly se estaba quitando el maquillaje. Se frotó la cara con una bola de algodón, bien empapada de un líquido de olor penetrante. Se inclinó para mirarse en el espejo y se quitó las pestañas postizas; parecían las aletas de un pez tropical. Cuando tiró el algodón, estaba manchado de rojo y negro.
-Ken apuñaló a su hermano, creo que era su hermano, pero no murió y apareció por el bar un poco más tarde.
Miré la bombilla a través del vaso de vino. En el interior de la lisa esfera de cristal el filamento era de color naranja oscuro.
-Dijo que habías hablado de mí, así que ten cuidado ¿de acuerdo Lilly? No hables demasiado con tíos de esa calaña.
Lilly acabó el vaso de vino, colocado entre las barras de labios, cepillos y diferentes frascos y cajas en el tocador, y luego frente a mí se quitó sus pantalones dorados de lamé. El elástico dejó una marca en el vientre. Se decía que Lilly había sido modelo, alguna vez.
En la pared había colgada una foto suya enmarcada, con un abrigo de piel. Me contó que era de chinchilla y que costaba no sé cuántos miles.
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RYU MURAKAMI ... nació en Japón en 1952, es escritor, guionista y director de cine; este fragmmento es el comienzo de esta novela policial, muy realista sucia, minimal, al mejor estilo Carver-Chandler, pero con suspenso, muy negra; en 1979 hizo el film sobre esta novela. Acaba de ganar el premio Yomiuri (célebre en Japón) por su novela SOPA de MISO, por un jurado presidido por el Nóbel, Kenzaburo Oé.
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