12 de Marzo, 2006
Publicado en Mis canciones el 12 de Marzo, 2006, 21:40
por Gabi Gervasoni
EL COYUYO Y LA TORTUGA (P. Trullenque-Peteco Carabajal )
I
Yo tengo una flor en coplas para prenderte en el alma. Sé que otro será tu dueño y sé también que no lo amas.
Sé que tu Tata te prohibió de un trovero enamorarte y con las alas mojadas cobarde, el vuelo no alzaste.
Yo sé que te han elegido casal y jaula dorada.
Podrás casarte sin amor sembrar en tu vientre el llanto sin luz de sol, la cosecha dará frutos muy amargos.
Se vive una sola vida, caminando hacia la muerte.
Amo al coyuyo trovador pasa un verano cantando pobrecita la tortuga vivir triste tantos años.
II
Cuando el vino de tu olvido busque la macha en mi pecho voy a colgar de la aurora para que escuches mis versos.
Y cuando mires hacia atrás desde la flor del ocaso verás que es tarde y es lejos que no regresan los años.
En tu corazón desierto, no brotarán ilusiones.
Y el día del juicio final podré decir que te he amado vos no podrás decir nada ahogada en angustia y llanto.
Se vive una sola vida, caminando hacia la muerte.
Amo al coyuyo trovador pasa un verano cantando pobrecita la tortuga vivir triste tantos años.
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Publicado en Poemitas. el 12 de Marzo, 2006, 21:18
por Gabi Gervasoni
En el río
Lo que queda del día
de la noche,
lo que duele.
Millones de lágrimas,
saliva de besos,
sudor de horas gastadas.
El amuleto de amor
que le impuse una noche,
cerca de la usina Sorrento.
Las cenizas de quienes prefieren
ser agua para los pájaros
en vez de polvo para la tierra.
Lo que queda del día
de la noche,
lo que duele
y salva.
Gabi Gervasoni
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Publicado en Poemitas. el 12 de Marzo, 2006, 21:06
por Gabi Gervasoni
Llovía
Para Maripau y Pablo
Llovía.
Afuera y adentro
llovía.
Queríamos decirnos
que tenemos un poco de miedo
que ayer o antes de ayer lloramos
que el lunes reímos un poco,
que nos dieron un beso, un abrazo atrasado
que soñamos con un amor vencido
que conocimos una planta prohibida.
Queríamos decirnos
que nada tarda en tanto en llegar
que nada dura tan poco
que nada se instala para siempre pero
que nada muere totalmente;
que nuestra vida no es sólo la espera
que está instalada y nos mueve.
Queríamos decirnos
que vamos a poder doblar la pierna,
abrir el pecho
tomar aire, amor, ternura,
estirar los brazos,
moverlos como abanicos, plumas;
que vamos a poder.
Llovía.
Afuera y adentro
llovía.
Gabi Gervasoni
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Publicado en Poemitas. el 12 de Marzo, 2006, 18:24
por negrointenso
jueves 11 de octubre,
15 horas : turno con el tatuador.
Con una autorización escrita por tus padres,
igual que en la escuela.
Menor de edad para infligirse dolor
ornamentaste tu cuerpo.
La moda
este año
marca de por vida.
Elegiste el dibujo con detenimiento
17 años y una araña en el hombro.
No fue la cárcel
quien impuso al arácnido.
"Cuando pase el sufrir
vendrás por más
se hace vicio:
Sufrir y tatuarse"
aseguró el cirujano plástico
de las márgenes.
Verónica Laurino.
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Publicado en De Otros. el 12 de Marzo, 2006, 11:34
por pjavkin
De pronto, aquel escritor tan divertido, inteligente y frívolo, que volaba como una mariposa amarilla por las fiestas de Nueva York, de Tánger y Taormina, al final de un desayuno con diamantes se encontró de frente con el Mal Absoluto. En Kansas dos asesinos habían acabado con la vida de los cuatro miembros de una familia. Truman Capote leyó la noticia con un martini en la mano, se quedó pensando y luego la recortó lentamente con unas tijeras. En realidad había imaginado que ese crimen horrible podía ser relatado con todo pormenor con las misma palabras que él hasta entonces había utilizado en las historias de ficción, con palabras rítmicas, brillantes y exactas, para crear de esta forma un nuevo género literario, nacido de las páginas de sucesos. Capote dejó a un lado el ingenio feliz de los saraos y quiso conocer personalmente a las que iban a ser ahora sus nuevas criaturas literarias. Logró acceder hasta la celda de los asesinos en la cárcel, pasó largo tiempo escrutando sus rostros, se ganó su amistad y así pudo investigar sus vidas metiendo el bisturí hasta el fondo más oscuro. El resto ya es conocido. La novela A Sangre Fría, de Capote, inauguró lo que en adelante se llamaría nuevo periodismo. Alguien ha escrito que si Jesucristo, en lugar de morir en la cruz, hubiese sido condenado a doce años y un día, en el supuesto de haber existido el cristianismo, cosa improbable, habría carecido de todo interés. Capote comenzó a escribir la novela por entregas y a medida que el relato iba avanzando, su compasión por los asesinos era neutralizada por la necesidad de que fueran ahorcados a fin de que su historia alcanzara un gran éxito literario. Llegó un momento en que el amor por uno de ellos desarrolló, a su vez, la perfidia más refinada en el alma del escritor. Te amo, parecía decirle con los ojos, pero deberás ir al patíbulo para que mi obra se salve. Capote ignoraba que en ese momento también él acababa de entrar con los asesinos en el corredor de la muerte. Se acabaron las fiestas de Nueva York, los turbios almohadones de Tánger, las buganvillas de Taormina y comenzó el furioso alcohol y las pastillas. El escritor quiso asistir a la ejecución de sus criaturas literarias. Se le vio de pie entre el público mientras los verdugos preparaban las sogas, pero Capote en realidad ya había muerto y sólo desde la propia muerte logró escribir el último capitulo de su novela. ¿Quién hubiera preferido a un Truman Capote compasivo? Esta es la maldad de la belleza.
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Publicado en Pavadas hechas texto, el 12 de Marzo, 2006, 0:05
por Descarga
La salud de mi Viejo me preocupa (si le hiciera caso a mi Madre debería preocuparme aún más). En cada visita le reconozco un nuevo agujero, otra burbuja en su memoria. Cae en posiciones de estanque que se multiplican como los negocios de ropa femenina (estos últimos, casi siempre luego de tormentas matrimoniales). Lo estudio igual que a un boxeador rival, trato de llevarlo hacia los antiguos temas que prefería. Groseramente se los simplifico para prolongar las charlas. Lo pruebo, le doy una platea para que nos acomodemos en el fútbol. No hay caso. Uno o dos fogonazos, cinco pasos alineados y al suelo. A todo ello, mi comportamiento es oscilante. Durante la quincena que no lo veo, armo una estrategia: hablarle poco, mensajes simples y claros, predominio del campo físico (dice el médico). Sí, digo yo. Abrazarlo, hacerle unos masajes, entrarle con que no hay que descuidar las pilchas porque las viejitas miran, embromarlo con la gestación que sigue desarrollando en la panza. Pero tiene sus complicaciones. No es fácil equilibrar el silencio y, mucho menos, seguir esa mirada jabonosa que parece buscar cosas que quieran subirse a su fuga. Ultimamente, me fui convenciendo que su problema tomó para el lado de la lucidez. Para el médico, esto es sólo una visión de autoayuda frente a la adversidad. No sé. Puede ser. Veamos, se despega cada vez más de la televisión, relee los mismos libros, tiene gran preocupación por los nietos, los pájaros y el perro, exhibe un total desinterés por el dinero y lagrimea de manera abundante (casi siempre sin decir una palabra) cuando un amigo lo visita. Para que se entienda lo siguiente, antes diré que cuando hay algún vejamen impreciso al que no logro definir de manera satisfactoria, lo resumo en una carnificación personal, y de esa manera, lo dejo evidente y disponible. Así fue, que la última vez que lo ví, tuve la imagen del País (al menos de uno de nuestros países) mientras miraba su perfil estanco y desacomodado cerca de una ventana. De modo que, luego de preguntarme cómo se enfrenta a un País o a un Padre (para el caso encuentro poca diferencia), cambié de estrategia. Ahora, creo haberle sacado más de una sonrisa cuando en silencio nos arrimamos en un mate. En lo que a mí respecta, no pienso hacer nada más que permanecer desnudo para atender a sus signos.
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