JULIA ROBERTS Y YO
Publicado en Parodias el 20 de Octubre, 2005, 15:25 por Lorena Aguado
Hacía una semana que me venía sintiendo Julia Roberts. Linda como Julia, alta como Roberts. Lo que me gustaba de ella era que daba lo mismo si era una prostituta, o una víctima de la violencia de su marido o estuviera sola en el mundo, desocupada y con tres hijos. Siempre estaba impecable, hermosa, delicada y con los dientes blancos y parejitos. Así me sentía yo desde ese día que lo conocí. Como siempre, salí a trabajar y vino hacia mí, un auto hermoso, elegante, negro y con techo amarillo. El tipo que manejaba me lanzó una mirada cómplice y fui yo la que preguntó cuánto cobraba. Sin pensarlo, me acomodé en el asiento trasero forrado de un plástico transparente que hacía ruido cada vez que me movia. Eso me incomodaba, pero más me incomodaba él. Era muy parecido a Richard Gere. No era castaño, ni tenía una mirada seductora, y mucho menos era elegante, pero tenía un aire. Mientras hablábamos, a mi me empezaron a salir los subtítulos por debajo de la cadera, comencé a tratarlo de tú, una cosa rara en mi, incluso en un momento él me preguntó si era extranjera y yo le respondí: "Soy de aquí, como tú". Dos minutos más tarde el auto se detuvo y nos despedimos con un insólito y vaticinador "hasta mañana". Y así transcurrieron los días, casi a la misma hora pasaba el Renault 9, modelo 95, joya, siempre taxi y a medida que se acumulaba el número de ascensos y descensos, él redondeaba el vuelto a mi favor y yo me sentía cada vez más Julia Roberts en Pretty Woman. Recuerdo que una vez me vestí de rojo y le pregunté si le gustaba la Ópera. Él me miró por el espejito retrovisor, sonrió largamente (algo que siempre me gustó de Richard Gere) e hizo un chiste muy malo sobre unas obleas rellenas. Pero antes de ayer me lo encontré a la salida de la oficina, algo raro en él. Estaba esperándome dentro del auto con la ventanilla baja, cantando un tema de Roxette que sonaba a todo trapo en el estéreo desmontable. Le pregunté: "Qué haces aquí", pero él no me escuchó. Me invitó a subir al auto, y esta vez levantó el seguro de la puerta de adelante. Yo justo había ido a la peluquería a hacerme unos rulos parecidos a lo de Julia, pero no me había depilado, eso me angustiaba un poco. Fuimos a tomar un café. "I´d like a cup of coffee", le dije a la moza, y ella con mirada extraña me dijo "OK". Hablamos durante horas. El no era separado, su padre no le había dejado una fortuna, ni siquiera tenía un socio más ambicioso que él y por lo visto tampoco tenía un peso para regalarme un puto collar. En eso, cuando ya la cosa no daba para más, Richard decidió llamar a la moza para pedirle la cuenta y vocalizó la primera propuesta de la noche: "¿Vamo a un telo?" Y yo no sé qué me pasó, pero miré hacia la calle y recién ahí lo miré a él. Sentí que tenía que tomar una decisión. Pensé en la sonrisa blanca de Julia y en sus películas. ¿Qué haría ella en mi lugar? No sé cuanto habré tardado, pero finalmente resolví pegarme un buen revolcón. Y al otro día, temprano a la mañana, levanté el teléfono y cancelé mi cita con el dentista.
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